¿Enseñanza o educación en la Universidad?

¿Enseñanza o educación en la Universidad?

Mientras espero impaciente el final de la historia de San Fura y preparo un buen comentario a la propuesta de rvr sobre la Unión Europea, aunque algo comenté ya en El sueño europeo de Algernon, me entretengo en las Lecciones de política básica de Fernand0

Y me gustaría hacer aquí una pequeña reflexión sobre el asunto. Veamos. Madre no hay más que una. ¿De acuerdo? De acuerdo. Y es lo más grande que hay en el mundo. ¿De acuerdo? De acuerdo. Pero…. si le añades la política ¿en qué se convierte? En madre política, es decir EN SUEGRA. Y es entonces cuando aparecen la Madre Patria y demás. De modo que… os dejo sacar conclusiones a cada uno.

De mi actividad docente una de las premisas que siempre he tenido presente es que todo aquello que se enseña al alumno… se le priva del placer de descubrirlo.

Y lo uno me lleva a lo otro y haciéndome eco de la propuesta de lgs en Pedagogía de la liberación de Vendell: ,que decía me gustaría que hablásemos más de Educación os propongo aquí algunas reflexiones. Dejo para mañana comentar la paz como ideología o la paz como sentimiento de Akin. Recordádmelo, por favor.

Me gustaría comentar algo sobre la enseñanza de cualquier materia en la Universidad.

Las mejoras en la educación se pueden conseguir invirtiendo más dinero, construyendo más Universidades, trastocando las materias a enseñar o introduciendo nuevos instrumentos, pero nunca obligando a elaborar un pensamiento uniforme en el alumno, imponiendo una única forma de ver la Vida. Un cambio en los programas no supone una innovación en la enseñanza. Los cambios y las mejoras realmente importantes en la enseñanza vendrán de la mano de un cambio en la actitud de los docentes.

La provisionalidad del conocimiento actual nos lleva a la necesidad de fomentar otros modos de entrar en contacto con la información y de elaborarla, nos conduce a engendrar nuevas formas de pensar acerca del mundo en el que vivimos y estrategias para intervenir en él.

Es muy importante comunicar al alumno que estudia en la Universidad que no está ante un cuerpo de conocimientos cerrado, porque no existen los conocimientos acabados e inmutables. Afirmo, desde mi pobre entender, que afortunadamente, no existe una única manera de captar los hechos y que debe haber reformulaciones constantes. Es necesario asimilar los conflictos y controversias consustanciales a la construcción del conocimiento porque, en definitiva, el motor del progreso en la ciencia es el escepticismo razonable. Ya basta de certezas inamovibles, de verdades consolidadas, de preceptos inmortales.

Habría que capacitar al alumnado para analizar y reflexionar sobre la realidad y esto pasa ineludiblemente por despertar en ellos el respeto por su propia capacidad de pensar, de generar buenas preguntas, de urdir interesantes conjeturas y de hacer el estudio más sensible al uso de la mente que a la simple memorización de pasados supuestamente victoriosos o denigrantes (en el caso de la Historia).

Teorizar significa en griego «admirar» y ello implica disfrutar contemplando, estudiar saboreando y gozar investigando. Frente al profesor modelo «magnetófono del saber», frente al enciclopedismo monocolor impuesto a golpe de decreto y frente a la enseñanza tradicional, centrada exclusivamente en las clases magistrales, la memorización y el «dogma de texto», yo apuesto por la aplicación en el aula de una serie de instrumentos que potencien el aprendizaje activo.

La enseñanza activa exige la utilización de técnicas creativas y de recursos didácticos que logren seducir al alumno hasta quedar cautivado no solamente con la adquisición de conocimientos, sino también con los interrogantes que surgen conforme se avanza en ese conocimiento y que nos empujan inexorablemente al sentido crítico. Ese sentido crítico que se despierta según vamos perdiendo las orejeras de las que, una enseñanza tradicional, que entrena las mentes para memorizar y no para discurrir, para admirar y no para discernir, nos ha provisto a todos. El alumno que únicamente es capaz de memorizar, nunca aportará una idea creativa ni llegará más allá de la reproducción de «saberes» perpetrados por la autoridad y refritos por sus lacayos. Este planteamiento nos lleva a la necesidad imprescindible del contacto del alumno con las fuentes primarias de información, no con las verdades oficiales, vengan de donde vengan.

La enseñanza creativa requiere una sistematización para lograr la adquisición de conocimientos, de actitudes y de destrezas. Estos tres objetivos fundamentales de todo proceso docente, implican la necesidad de proponer, facilitar, exponer, sugerir y motivar para despertar el interés por descubrir, examinar, investigar, formularse hipótesis presentar alternativas y tomar partido. En definitiva, el estudio de las materias ha de aportar al chaval una dimensión intelectual complementaria: la lógica, la crítica, la capacidad de análisis, la profundización en temas con perspectivas diferentes, la coherencia en la argumentación, el talento para formularse preguntas, la actitud de búsqueda creativa de respuestas, etc.

Transmitir, por ejemplo, a los alumnos la larga lista de personajillos que desfilaron por el mundo con su peculiar forma de imponerse, lista que puede encontrar en cualquier Atlas Histórico, no le aportará nada constructivo si no va acompañado de la oportunidad de interpretar las jerarquías y de reflexionar sobre los comportamientos colectivos, para identificar sin lugar a dudas, la presencia de un caudillo, la manipulación de un cacique, la subversión de una ideología. Eso es lo que realmente le resultará útil para moverse por el mundo.

Ese cambio en la forma de enseñar ha de darse en los lugares donde los profesores «aprehenden la Ciencia», ha de darse en la Universidad. Es allí donde los profesores han de desprenderse de las evidencias, del conformismo y de la sumisión.

Jaio dixit


P.D. Joér, cómo me he puesto. ¡Pedazo discurso acabo de soltar! Y nada de lo que he dicho es inmutable, además, que conste.

 

Salud, cultura, anraquí y mucha verborrea tengáis siempre

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