Libro IV

   [Libro IV]

   Acabadas todas las razones e consejos que entre los griegos pasaron, aquel noble prínçipe Agamenó[n], regidor e governador de la hueste de los griegos, (e) obiendo mucho a coraçón de dar buena cuenta del dicho governamiento e mayoría que dado le abían, como dicho es, fizo adereçar todas las naos en un punto e tomar sus vetuallas e armas e todas cosas conplideras e neçesarias a tal fecho como aquel que començado avían; e otrosí sobre todas cosas fizo adereçar las gentes de caballo, que estaban aposentadas en el dicho Tenedo. E llegados todas estas cosas en la ribera las fizo enbarcar en las dichas naos mucho ordenadamente. E tomadas sus áncoras, alçaron sus velas e, nabegando con buen tienpo, dexaron a la vía de la dicha çibudad de Troya. / [Fol. 53 v., col. a]

   Así allegada la dicha flota de los dichos griegos en la ribera de Troya, el [rey] Protesalao, que abía la delantera con çient naos de qu’él era, ordenaron capitán; desenbarcaron dando con las naos en tierra e aún con la priesa quebraron algunas d’ellas e pereçieron muchos mareantes en la mar. E los troyanos, que estaban descuidados, como los vieron venir, salieron de la çibudad sin liçençia de su Rey e sin toda hordenança [llegaron al puerto, donde fue muy fuerte] (200) pelea e muchas muertes.

   E durando esto, arribaron [las çien naos] (201) e por semejante desenbarcaron otras dozientas naos ( ) (202) e de las escreturas, que non se falla que antes ni después acá ninguna flota e jentes en tan grand peligro saliesen en tierra ni que tanta sangre fuese derramada en tienpo de desenbarcar, ca las çient naos que llegaron fallaron muertos los más de los çiento delanteras. E fue[ron a socorrer] (203) al rey Protesalio, su capitán, con pocos de los suyos, que fazía grandes fechos de su persona. E llegadas estas dozientas naos con los reyes Archilao e Proteno e sus capitanes, fezieron mucho dapño en los troyanos; e por semejante desenbarcaron el Duque de Athenas e Ulixes con sus naos.

   Desenbarcados e fecha tal vatalla, se mezclaron todos. E allí derribó Ulixes al rey Filomenis e fue malferido, porqu’él lo avía derribado primeramente antes que lo él feriese. E como las gentes de los troyanos creçían mucho, fizieron retraer a los griegos fasta la ribera, matando muchos d’ellos, e aun algunos se afogaron en la mar. E allí ovieron de pereçer todos los griegos, sinon que sobrevino el noble Palomades con sus naos de que hera mayor e, saltando con sus caballeros en tierra, fizo maravillas de su persona. E en pos d’él desenbarcaron Ebritoas e el rey Conbri e el rey Agamenón, enperador e governador de los griegos, e el rey Amenalao e Ajas Talamón, que salidas en tierra e cabalgados en sus caballos fezieron fuerte batalla e mataron (204) muchos de los troyanos e los fizieron redrar de la ribera. E allí mató Palomades con su lança a Sinamón, hermano del Rey de Persia, que fazía grandes fechos en armas. E tanto fizo este Palo-mades [col. b] en virtud de su persona, que fizieron los griegos tornar a los troyanos e matando muchos d’ellos los posieron en fuida.

    

   Título de cómo don Étor salió de la çibudad de Troya con muchos cavalleros de los suyos e de las maravillosas e grandes fechos d’armas [que] fizieron

   Durantes estos fechos salió de la çibudad aquel noble Étor, que oídas las vozes e clamores de los dichos troyanos que así fuyendo venían, ençendido en ira como flama de fuego, resplandeçiendo sus armas, e traía en su escudo dorado tres leones colorados ( ) (205) e con su lança en la mano, ronpió las azes de los dichos troyanos. E con su lança encontróse con el rey Protesalao, que venía matando e feriendo con grand saña por vengar sus gentes que allí perdido abía, e diole con su espada por ençima de la cabeça cortándole el yelmo, que lo fendió fasta los meollos e cayó muerto a tierra. E dexado aquél, Hétor se fue contra los otros, en manera que todos quantos alcançaba con su espada feneçían sus días. E aunque no avía mucho andado entre las huestes de los griegos, pero tantos avía ya muertos d’ellos, que los otros, espavoridos, se le quitaban delante como a peligro de muerte. Preguntábanse los unos a los otros que quién era aquel que tanto daño e destroiçión fazía en ellos e luego entendieron e sopieron que aquel era el noble e fuerte don Étor. E allí fuían los griegos de delante d’él por no soportar los golpes d’él. E quando él, con el grande cansançio, fazía logar a la batalla e luego se esforçaban los griegos e cobraban canpo e fuerça, la qual cosa conteçió en aquel día diez o doze vegadas, ya el sol pasaba a ora de vísperas.

   Don Étor, ya como cansado e enojado del trabaxo de las armas e non se sentiendo bien de su persona, se tornó a la çibudad dexando a todos los que fazía entre sí mucho fuerte batalla; e los troyanos, esforçándose, ya abían fecho fuir del canpo a todos los griegos por lo que don Étor dexaba en ellos fecho, sinon porque sobrevino aquel fuerte Archiles con sus mirmidones, que pres-tamente // [Fol. 54 r., col. a] salió de sus naos. E puesto con los suyos a caballo, mucho agramente fue contra los troyanos, adonde muchas d’amas las partes cayeron muertas en canpo, pero muchos más de los troyanos, porque aquel fuerte Archiles derribava muchos d’ellos, en manera que todo andava enbuelto en sangre de los que mataba, por que los troyanos se dieron a fuir a su çibudad, quedando muchos muertos en el alcançe. E a la entrada de la çibudad cayeron tantos d’ellos, los unos sobre los otros, con la grand priesa, que se fizieron d’ellos grandes montes, los unos muertos e los otros malferidos, por manera que a bista de los padres caían muertos los fijos, con mucho dolor e crueldad. E bien se conplió allí mucho de lo que la sabia Casandra sobre la venida de Elena profetizado avía.

   E ya morían allí muchos más, sino que sobrevenieron aquellos nobles Paris e Diofebus e Troilos, fijos del noble rey Príamo, e algunos sus hermanos bastardos e otros muchos buenos cavalleros troyanos que contrastavan a los griegos, que ya querían entrar en la çibudad. E por esto los griegos se tornaron e asentaron su real a todo su talante por la hordenança de su caudillo, el rey Agamenón en su persona.

   E los troyanos, entrados en su çibudad e çerradas sus puertas e puestas sus guardas en las torres e muros, reposaron del grande cansançio que abido abían en la dicha batalla; los griegos, por semejante, después de asentado su real e puestas sus guardas e roldes, se dieron a reposar, todos, griegos e troyanos, cobdiçiando e deseando de se conbatir otro día por la mañana, faziendo dar sus pregones con tronpetas, los troyanos por las calles e los griegos por sus tiendas e calles, [col. b] que en los reales abían ordenado, deziendo que todos las gentes que eran de armas tomar e eran sin feridas fuesen armados e encabalgados alva del día a logares señalados para ordenar sus vatallas a la hordenança de sus capitanes, conbiene a saber, los troyanos de don Étor e los griegos del rey Agamenón. E juntando Agamenón todos los altos omnes e, por conseguiente, a los cavalleros medianos e a toda la gente de armas tomar, rogándoles muy amorosamente andando en su caballo por las tiendas e por todo el real de noche, mostrándoles el grande fecho que començado avían e el grande peligro en que estaban si por las manos non lo delibraban e retraxiéndoles a la memoria la vitoria que el desenbarcar en tierra abido abían e en bençer aquel día a sus enenigos, como dicho es, aunque de sus jentes perdido abían, enpero que más morieran de los contrarios e que fuesen todos prestos; e don Étor non fizo menos aquella noche dentro de su çibudad, andando cuitosamente para que todos con él fuesen.

    

   Título de la segunda batalla que ovieron los griegos e los troyanos e de cómo don Étor ordenó las vatallas de sus gentes e Agamenón las de los griegos, porque anbos eran mayores

   E otra día en la mañana, el noble varón Hétor, prínçipe e capitán de la hueste de Troya, aviendo en cargo el su regimiento, como el día amaneçió, toda su gente mandó armar e salieron a una grand plaça que estava en la çibudad e partiólos todos por conpañas, cada uno en su vatalla. E ordenadas las vatallas, mandó abrir una puerta de la çibudad, / [Fol. 54 v., col.a] que se llamaba Dafdanides, e llamó a su primo Agratón e a Menbrot, su hermano, fijos del Rey de Liçia, e dioles mil cavalleros para que fuesen so el su regimiento e capitanía, los quales, tomada la liçençia, luego salieron de la çibudad. E luego juntó otros mil cavalleros e encomendólos al rey Tesedo de Liçia e [a] Archílobos, su fijo, e luego se fueron [a] juntar con la otra vatalla.

   E en la segunda batalla enbió al Rey de Deferixa e al rey Contibus e al rey Alcanines con tres mil cavalleros.

   E a la terçera vatalla enbió a Troilos, su hermano, con tres mil cavalleros, al qual, con animosas palabras, le dixo:

   -Hermano mi mucho amado, alegría de mi coraçón, la tu voluntad me faze dubdar que tú, inconsultamente e non guardando alguna tenprança, te pongas en el peligro de tu persona. Ruégote que guardes el tu cuerpo con toda curia e ansia e que no quieras usar desordenados atrevimientos e non te atrevas en el tu ardimiento e nobleza de la tu persona e que quieras sanamente usar en los fechos de la vatalla, por que los nuestros enemigos non se alegren del dapño de tu persona. E vete en el nonbre de los dioses, en manera que vençedor e sano e salvo puedas tornar a la nuestra çibudad, así como yo deseo.

   A lo qual Troilos le respondió e dixo:

   -Señor, si a los dioses plaze de los vuestros mandamientos, así como de hermano, señor, yo no me entiendo partir.

   El qual llevaba un escudo dorado con tres leones azules. E tomado liçençia del dicho don Étor, su hermano, se salió de la çibudad.

   En la quarta batalla enbió al rey U-pó[n] (206) [col. b] el Grande e Valiente e con él a Copisus, el buen Cavallero de la Risa, e a Dumán, su hermano, con tres mil cavalleros. E luego salieron a la puerta.

   E en la quinta batalla enbió al Rey de Tisonia con la su gente, que eran grandes de persona como gigantes, e con él a Polidemas, su hermano.

   E en la sesta batalla enbió al Rey de Panonia e al duque Descorpus con su gente, que andaban todos desarmados e toda la su pelea hera de arcos e de flechas, a la qual gente les dio por capitán a Diofebus, su hermano.

   En la sétima batalla enbió al rey Oforas e al rey Pansón con muchas gentes e con ellos Vitagor, cavallero mucho de prestar.

   En la otava batalla enbió Açines e con él todos cavalleros d’él, discreto, que heran recogidos por un su almirante que se llamaba Alrrei.

   E en la nobena batalla enbió al rey Perçis con toda su gente, a la qual batalla dio por mayor e gobernador a Paris, su hermano.

   En la deçima vatalla e postrimera estableçió don Étor so el su regimiento e en aquélla los nobles e fuertes varones e cavalleros de la çibdad de Troya. E llevó consigo diez hermanos, los quales sabía e conoçía por buenos cavalleros. E don Étor iba muy guarnido de sus armas e llebava en un escudo dorado pintado un león vermejo. E cabalgó en su caballo Galatea, del qual Daries dize muchas cosas. E fue a ver al Rey, su padre, e díxole:

   -Señor padre, tomad conbusco mil e quinientos caballeros, los quales continuamente estén conbusco; e con ellos e con todos los otros honbres d’esta çibdad que son para pelea, salid a la puerta de la çibudad a donde podades mirar todos los fechos de las vatallas, por manera que ninguno de aquellos que conbusco estovieren non partan de vos, salvo si yo vos los enbiare pedir para en ayuda e refrescamiento nuestro, // [Fol. 55 r., col. a] si menester fuere, e yo vos faré con mi mensajero saber cómo pasan los fechos de las vatallas. E vos estaredes con la vuestra conpaña en guarda e en defensión por que ningund engaño non pueda venir de vuestros enemigos e tengamos las espaldas seguras.

   A lo qual el Rey le dixo:

   -Fijo mucho amado, todo se fará así como tú dizes. E ordena todas las cosas como al tu sabio (e) entendimiento ploguiere, que, fuera sacando la ayuda de los dioses, yo non veo otra esperança sinon en la virtud de los tus braços e en la discreta gobernaçión del tu sabio seso. E ruego yo a los dioses que te guarden e defiendan de toda adversidad de mal e te tornen ante mis ojos con toda alegría.

   E dándole liçençia, luego salió a la puerta de la çibdad, adonde las sus gentes e batallas lo esperaban, a las quales él tenía mandado que ninguno non mobiese a pelear fasta qu’él saliese. E como quier qu’él todos tienpos saliese detrás por ordenar las gentes, pero él avía de ser con sus gentes a los primeros que acometiesen.

   Agamenón, tobiendo grand cuidado del regimiento de la hueste de los griegos, ordenó sus vatallas segund conplían. E la primera dio al rey Patrúculos con la su gente e con los mirmidones, que heran de Archiles, que heran muy fuertes e maestrados en vatalla, porque Archiles non salió aquel día a la vatalla por curar sus feridas que avía avido en la primera vatalla e al desenbarcar de las naos. E la segunda batalla dio al rey Menón e al rey Ecomeri e al Duque de Athenas. E la terçera dio al rey Talafos e a su fijo Filomenón. E la quarta batalla dio al rey Archileo e al Protenor e al fuerte Seguridán. E la quinta va-talla [col. b] dio al rey Amenalao con toda su gente. E la sesta batalla dio al rey Epastrupus e al rey Polidón con todas sus gentes. E la séstima batalla dio [a] Ajes Talamón con toda su gente e con él el conde Arristus e el conde Anfimatus e el conde Dornis e el conde Polisanes. E la otaba batalla dio al rey Otoas con toda su gente. E la nobena batalla dio al rey Ajes de Silemen. E la dézima batalla dio al duque Néstor. E la trezena vatalla dio [a] Almanbra. E la catorzena vatalla dio al rey Ulixes. E la quinzena vatalla dio al rey Vueli. E la sezena vatalla fue la gente del rey Protesalao, que don Étor mató el día enante en la primera vatalla e mucho pensaban en vengar la muerte de su rey. E la diezesétima vatalla dio al rey Polidemas e al rey Mechaor. E la diezeocho vatalla dio al Rey de Rodas. E la(s) diezenuebe batalla dio al rey Andorípulos. E la ventena vatalla dio al rey Santipus e al rey Enfermatos. E la veinte e una vatalla dio al rey Filoçeres, señor de la Risca. E la veinte e dós vatalla dio al rey Diomedes e al rey Tolinidus. E la veinte e tres vatalla dio al rey Ebén de Crestos. E la veinte e quatro vatalla dio al rey Retori. E la veinte e çinco vatalla dio al rey Pretenor. E la veinte e seis vatallas de Herrera llevó el rey Agamenón, su primero enperador e regidor de los griegos.

    

   Título de cómo los griegos e los troyanos, ordenadas sus batallas, salieron e se juntaron en el canpo e ovieron fuerte vatalla

   Seyendo todas estas jentes salidas al canpo que era entre la çibdad e los reales todos, los troyanos esperaban / [Fol. 55 v., col. a] al su capitán, don Étor, porqu’él les tenía vedado que ninguna vatalla començasen fasta qu’él lo mandase, ca su costunbre era de salir de la çibudad e ser el primero e delantero en los feridos. E como él fue el postrimero salido, dando d’espuelas a su caballo, poderosamente se dexó correr contra la primera vatalla de los griegos. E como el rey Patróculo, que era el mayor e gobernador d’ella, (e) lo vio venir a poder de caballo, lo salió a reçebir e ronpieron sus lanças. E la punta de la lança llegó a don Étor acerca de la carne e él, ençendido de fuerte ira, le dio con su espada por ençima del yelmo, que le fizo la cabeça dos partes. E luego cayó el noble rey Patróculos muerto del caballo a tierra. E como don Étor lo vio decaído del cavallo por le despojar sus armas, porque aquélla hera su costunbre, de tomar las armas de los nobles que mataba en batalla, e tobiendo el cavallo por la rienda començando a gelas despojar, sobrevino el rey Nirión con su batalla de que era gobernador. E con raviosas palabras dixo contra don Étor:

   -¡O lovo ravioso, que fartar non te puedes! Por çierto d’esta carne tú non comerás e a otra parte te conbiene de la ir [a] buscar.

   E dichas estas palabras, él e otros muchos de los suyos dieron muchos golpes en él e fiziéronlo fincar los inojos en tierra; mas, a pesar d’ellos, se levantó e se dexó correr contra el dicho rey Merión. Mas los reyes Glotón e Theseo, su fijo, e Archílogo con sus batallas socorrieron allí e mató allí don Étor con su espada muchos cavalleros señalados de los griegos.

   E el rey Merión levó el cuerpo del rey Patróculos [a] (207) sus tiendas. E allí (e) le dieron muchos golpes sobre sus armas e estando [col. b] a pie, fazía maravillas de su persona, su espada en la mano. E derribó muchos caballeros muertos a par de sí. E por çierto allí fuera él muerto o preso, sinon por un su criado que mató con dos lanças que para él traía dos cavalleros que mucho seguían a don Étor e dio muchas grandes vozes contra los troyanos, deziéndoles cómo estaba a pie e en peligro de muerte.

   E allí llegó Sinabor, su hermano bastardo, con muchos de los suyos e, faziendo logar entre los enemigos e matando muchos d’ellos, fizo cabalgar a don Étor en su cavallo, que sienpre tenía por la rienda. E muy furioso por las dichas armas de Patróculos, andando por las vatallas, derribó muchos caballeros muertos con su espada, por manera que fuían delante d’él como las [obejas] (208) del lovo.

   Sobrevenieron el duque Néstor e el rey Artames e el rey Mateón con sus batallas e de la parte de los troyanos venieron el noble Troilos e el rey Santipus. E el duque Néstor derribó con su lança a Troilos en tierra e, cuidándolo levar preso, se fizo mortal vatalla. Pero tomáronlo los dichos Reyes troyanos e, cabalga[n]do en su caballo, defendía (e) esforçadamente a los griegos. E allí mató el duque Néstor dos nobles cavalleros de los que le defendieron a Troilos.

   Allí venieron de los troyanos el rey Upone e el rey Artipulos con sus vatallas e de la parte de los griegos venieron los reyes Protenor e Archilos con las sus vatallas, entre los quales muchos muertos cayeron. Allí venieron Polidamas de Troya, noble cavallero en armas. E el rey Rinus se dexó ir e anbos a dos se derribaron con sus lanças en tierra. E allí mató Palidomas con su lança al duque Maren, sobrino de la reina Elena; e otrosí mató allí Palidomas al rey Çeledus // [Fol. 56 r., col. a] el Fermoso con su espada, dándole por ençima del yelmo.

   En este comedio recudió allí don Étor, que, feziendo marabillas de su persona, fizo reusar a los griegos, dexando el canpo. E allí lo ferió el rey Tentar con su lança por detrás. E tornando a él, se le metió en medio de la vatalla e, non lo podiendo aver, mató allí con su espada a un alto omne de Greçia.

   Allí recudieron Ajas Talamón con sus gentes e derribó con su lança a Palodimas de su caballo e, recodiéndole en su ayuda el rey Amenalao, (e) tomáronle preso. E levándolo a sus tiendas, don Étor, que lo vio, dio grandes vozes contra los suyos e con algunos d’ellos, ronpiendo las azes, los alcançó. E matando de los suyos gelo tomó e se tornó con él a los suyos.

   E en este comedio recudieron allí el rey Epístropus e el rey Amenalao e Ajas Talamón con todas sus gentes, así poderosamente que don Étor e los troyanos ovieron tornar atrás. Don Étor, non podiendo más fazer, atanto que le mataron el cavallo e faziendo a pie maravillas con su espada, estando en mucho peligro, allegaron allí todos sus hermanos bastardos, que, non lo fallando, lo buscaban. E matando muchos d’ellos que lo perseguían, cavalgáronlo en un cavallo e salieron él [e] ellos faziendo grandes fechos d’armas.

   E allí vino Diofebus, hermano de don Hétor, con su gente, que heran todos arglos, e, faziendo grand daño en los griegos, fezieron tornar a muchos de los troyanos que iban fuyendo. E recodieron allí de los griegos el rey Toas e el rey Filitoas con todos los suyos. E el rey Etoas mató con su lança a Casibelete, fijo bastardo del rey Príamos e, veyéndolo don Étor, fizo mucho mal por su muerte entre los enemigos.

   E allí venieron muchos reyes e duques d’anbas las partes e allí fizo Eneas muchos nobles fechos de su persona. E allí se derribaron con [col. b] sus lanças en tierra de sus caballos Eneas e Ajas Talamón. E fuyendo ya los griegos, salieron de su real muchas vatallas con sus capitanes e banderas, que non abían peleado aquel día, que heran Ulixes e Filomenis e el rey Umeras, los quales apretaron mucho a los troyanos.

   E otrosí allí vino Paris con sus gentes en contra d’ellos. E obiendo fuerte vatalla, mató con una flecha a este rey Frigos, primo de Ulixes; e don Hétor derribó malferido de su lança al rey Filaoas, que lo avía ferido, e, medio muerto, lo levaron los suyos a las tiendas. Ulixes derribó con su lança en tierra a Paris e Troilos lo socorrió. E se conbatieron mucho él e Ulixes e Troilos fue ferido en la cara e Ulixes en la cabeça, saltándole el yelmo d’ella con golpes que le dio. E allí se fizo grande vatalla e muchas muertes de anbas las partes.

   E como don Étor todo aquel día abía andado corregiendo las vatallas apartado de los suyos, qu’él avía ordenado para sí, juntóse con ellos e amonestándoles con afetuosas palabras e deçiéndoles que si vençidos entraban a la çiudad, que todos serían muertos, por ende, que más valía vençer o morir; e respondiéndole todos que así lo farían. Otrosí enbió a dezir al Rey, su padre, el menester en que estaba e que le enbiase jente de la que con él quedado abía.

   E con esto dio al trabés de un balle en los griegos, (e) feziendo en ellos mucho daño. E mató con su espada al rey Umeres, que, cortándole el yelmo, le echó muerto del caballo. E por la su valentía e por tres mil cavalleros folgados que el padre le enbió, posieron a los griegos en fuida e, feriendo e matando en ellos, los metieron por sus tiendas, delante los quales Étor se encontró con el rey Merión e díxole:

   -Rey Merión, bien es que me pagues las armas que me feçiste dexar del rey Patróculos.

   E deziendo esto, derribólo del caballo con su lança // [Fol. 56 v., col. a] e, descabalgando del cavallo, cortóle la cabeça con su espada.

   E ya andaban los troyanos quemando naos e derribando tiendas e [faziendo] grand mortandad entre los griegos, en manera que aquel día oviera fin la dicha guerra, sinon por lo que de Dios es ordenado non se podía escusar contra la desbenturada çibdad, lo qual acaeçió así: que don Étor se encontró con Ajas Talamón e, dándose de las lanças, se derribaron de los caballos. E cabalgando en ellos, començaron fuerte batalla con las espadas e, conoçiéndose cómo heran primos, ca hera Ajas Talamón fijo de Ansiona, hermana del rey Príamos, el qual mucho afectuosamente rogó a Étor que su gente mandase tornar, por que non ofendiesen más a los griegos. El qual, por lo conplazer, a toque de la canpana mandó tornar a la çibudad, los quales con mucha malenconía tornaron porque don Étor non les dexara acabar sus enemigos. E así se soguaron (209) todos aquel día, los unos a la çibudad e los otros a sus tiendas.

    

   De la primera tregua fecha entre los griegos e los troyanos e de las cosas que Casandra dezía e duelos que fazía e la prendieron

   Toda la cavallería de los troyanos que sanos abían quedado de la dicha batalla, por mandamiento de don Hétor, fueron armados antes del día para salir a la batalla, sus azes hordenadas, con sus capitanes esperando el día. Los griegos, en amaneçiendo, enbiaron sus mensajeros al rey Príamo a demandar tregua de dos meses, los quales, por consejo de don Étor e de los otros nobles de Troya, les fueron otorgadas para soterrar los muertos. E los griegos salieron al canpo e soterraron los mejores e a los otros quemaron, segund su cos-tunbre [col. b]. A los reyes Protesalao e Patróculos e Merión e Talemón, que don Étor avía muerto en estas dos vatallas, fezieron honradas sepulturas. Así mesmo, los troyanos quemaron e soterraron a los suyos e fezieron noble sepultura a Casibelete, fijo bastardo del rey Príamo.

   Casandra, como oyese los duelos, (e) ella dixo:

   -¡O mezquinos troyanos!, ¿por qué llorades los que son muertos, que vos mesmos, así como ellos, abedes de morir breve e cruel muerte? ¿E por qué non fazedes paz con los griegos antes que los que quedaren bivos lloren la perpetual servidunbre? Por çierto Elena non debría ser conprada por tanto doloroso preçio.

   E porque non dexaba de dezir altas bozes estas cosas, su padre la mandó prender, adonde estovo largo tienpo.

    

   Título de las palabras que Palomades dixo delante los prínçipes de Greçia reclamando sobre la señoría que dieron [a] Agamenón sobre ellos

   Todos los griegos ayuntados en la plaça por ruego de Palomades, él les dixo estas palabras: qu’el rey Agamenón non debía husar del inperio e señoría de la hueste de Greçia, que non hera perteneçiente de ser mayor de tantos nobles reyes e prínçipes e caballeros como allí heran e qu’él hera más perteneçiente para lo ser; e que de allí él no lo abría por [su] (210) mayor, ca él ni otros treinta reyes de los mejores que allí heran non fueran en le dar la dicha mayoría, e que lo obedeçiese quien quisiese. Sobre lo qual, Agamenón, como cuerdo cavallero, paró mientes a la voluntad de todos antes que cosa alguna respondiese por que non oviese ninguna discordia en la hueste; sobre lo qual, después de muchas razones, sin feneçer cosa alguna sobre ello se fueron a sus tiendas. // [Fol. 57 r., col. a]

    

   Título de la terçera batalla que salidas l[a]s (211) [dichas treguas] (212) obieron los griegos e los troyanos e de los fechos d’ella

   Salidas las dichas treguas, Agamenón, ansioso del su regimiento, ordenadas sus gentes, dio la delantera [a] Archiles, que hera guarida de sus llagas, e la segunda a Diomedes e la terçera [a] Amenalao e todas las otras por los nobles que primero los avía dado. Don Hétor, otrosí ordenadas sus vatallas, (e) dio la delantera a Troilos, su hermano, e las otras a los que las avía dado. E llegados todos al canpo, don Étor e Archiles, como se vieron, se dexaron ir el uno contra el otro a poder de caballo, en manera que anbos a dos cayeron a tierra, feriéndose con sus lanças. E don Étor se levantó primero e cabalgó en su cavallo e por semejante Archiles, los quales, faziendo mucho daño en sus contrarios e andando anbos a dos como leones brabos, se ovieron de topar otra vez. E Archiles fue derribado en tierra de la lança de don Étor e cabalgando, luego se dexó ir con su espada para él. E diéronse tantos golpes sobre los yelmos, que anbos obieran de morir, sinon que las gentes muchas los despartieron, peleando todos.

   E allí se encontraron Troilos e Diomedes e se derribaron de los caballos; e brabamente se conbatían a pie con sus espadas fasta que los suyos los fezieron cabalgar. Entre ellos todos cayeron muchos muertos. E allí mató don Étor a Boetes, que era cavallero mançebo; con su espada sobre el yelmo lo echó muerto. E otrosí mató al rey Antelobus, cortándolo con su espada por medio del cuerpo sobre las armas. E otrosí mató allí al rey Protenor, porque lo ferió de travieso e lo derribó del cavallo; e le-vantándose [col. b], le dio con su espada entr’el onbro e el pescueço e, cortándolo fasta la çinta, cayó muerto del caballo. E los troyanos esforçándose en sus virtudes e los griegos espantándose de tales golpes, dexando muchos de los suyos muertos, fuyeron dexando el canpo. E los troyanos vençedores se tornaron a su çibudad.

    

   Título del consejo que los griegos obieron sobre cómo podrían matar a don Étor porque tanto los ofendía, non entendiendo otramente acabar su fecho, e de la quarta batalla allí de ellos

   Allegados los griegos en sus tiendas, todos los mayores d’ellos se juntaron, la noche escureçida, en la tienda del rey Agamenón e allí ayuntados, quexándose del daño que don Étor en ellos con su espada fazía, e esperaban más aver si luengamente bisquiese, cataban cómo le podiesen matar, que sin matar a él, non heran seguros de sus vidas ni podrían acabar su demanda. E finalmente todos dieron este cargo Archiles, en(e)tendiendo que en él cabía esfuerço e ardimiento e arte para lo acabar, rogándole que él lo tomase, el qual cargo él voluntariosamente tomó, diziéndoles que a él perteneçía de lo fazer, porque sabía que don Étor entendía en la su muerte más que de otro ninguno e qu’él abía temor de feneçer de sus manos más que de otro e que por esto lo convenía de fazer.

   E ya otro día por la mañana, los griegos e los troyanos salieron al canpo, sus batallas ordenadas, adonde se començó fuerte e cruel vatalla e mortandad e derramamiento de sangre, porque todos los señalados prínçipes recudieron allí e se conbatían los unos con los otros. E allí vino Paris con / [Fol. 57 v., col. a] sus gentes e, de la otra parte, el rey Agamenón con los suyos al encuentro de Paris. E don Étor derribó con su lança al rey Agamenón del caballo en tierra malferido. E Archiles se dexó ir contra don Étor e le dio tales golpes que le ronpió todo el yelmo. Eneas e Troilos venieron contra Archilles e Diomedes se dexó ir contra Eneas e diole grande golpe, deziéndole cómo lo quisiera matar delante del rey Príamo; e dándole otro golpe, lo fizo caer del caballo en tierra. E don Étor se fue para Archiles e fízole saltar el yelmo de la cabeça e esforçávase de lo prender, sinon que Diomedes gelo contrarió. E don Étor, bolviéndose a él, lo fizo caer de su caballo. E Troilos e Diomedes se conbatieron, estando anbos a pie. E don Étor e Archiles se conbatieron otra vez.

   E Palomedes e Ulixes e Colomus e Estálibus e el duque Menestén e el duque Néstor e Gorial e Prolixas e Tesén venieron de los griegos; e de los troyanos venieron todos los reyes con sus vatallas. E el rey Agamenón e el rey Podelus se derribaron de los caballos. El rey Amenalao derribó con su lança a Paris, que andaba desarmado con su arco e Palomades mató con su espada al rey Upón el Grande. Ulixes e el rey Adestre se derribaron de los caballos en tierra con sus lanças e Netalamus e el rey Antílogo se derribaron otrosí de los caballos; e Polidomas derribó a Palomades de su caballo con su lança; e el rey Selén e el rey Carcas se ferieron mal e se derribaron en tierra e el rey Felomenis derribó del caballo con su lança al Duque d’Atenas e el rey Fenise e el rey Feliontas se derribaron malferidos. E los bastardos del rey Príamo fezieron allí maravillosos fechos de armas. E [col. b] Ajas Talamón e el rey Sorprendón se derribaron en tierra con sus lanças. E Archiles e el rey Toas se fueron para don Étor e le dieron muchos golpes; mas Étor cortó la meatad de la nariz al rey Toas. E sus hermanos socorrieron a don Étor. E allí fue preso el rey Toas e llevado a la çibudad. E Paris ferió Amenalao con una flecha, que lo andaba buscando para lo matar porque sabía que andaba desarmado; e posiendo su lança en el ristre, se dexó correr a él e lo oviera muerto, sinon por Eneas, que le puso el escudo delante. E levó Eneas a Paris fasta la çibudad por sacarlo de aquel peligro, por que Amenalao non lo matase.

   E allí fizo don Étor tales fechos que los suyos, esforçándose con él, sacaron a los griegos, vençiéndolos; e matando muchos d’ellos, seguiéronlos fasta (213) las tiendas derrancadamente. E, así, tornaron vençedores a su çiudad.

   

   Título de las palabras que don Étor dixo contra Paris, su hermano, por lo que falló entre las dueñas e de la graçiosa respuesta d’él

   Entrando don Étor por la çibdad vio estar en las varandas de los palaçios del Rey a Paris, su hermano, vestido(s) de sus paños nobles, con la Reina, su madre, e con Casandra e Poliçena, sus hermanas, e con la reina Elena e con Andrómaca, su mujer, e con otras dueñas nobles de Troya, que estaba solazando e departiendo con ellas, no sopiendo él cómo a Paris avían traído porque andaba desarmado, segu[n]d dicho es. E díxole con amigables palabras, aunque en el coraçón le avía saña por ello:

   -Hermano, ¿párçebos bien nosotros en la vatalla a pelear con los enemigos e vos en el palaçio folgando con las dueñas?

   A las quales palabras Paris le respondió humilmente:

   -Hermano señor, en tanto que vos ayades salud e la vuestra espada sea conoçida entre los enemigos, yo e otros quales quier de los vuestros bien podemos // [Fol. 58 r., col. a] folgar e tomar plazer sin reçelo ninguno.

   Por lo qual don Étor perdió toda malencunía e fue alegre con sus palabras; e mucho más después, quando sopo lo que en la vatalla le avía aconteçido e la su salida d’ella.

   

   Título de la quinta batalla avida entre los griegos e los troyanos e de los fechos todos que en ella se fizieron e acabaron

   Salidos los griegos e los troyanos al canpo, sus azes ordenadas con sus capitanes, como solían, ayuntados todos en uno adonde mortal matança se fazía, (e) allí, en la delantera, mató Archiles, con su lança pasando las armas, al rey Upón el Grande; e otrosí mató don Hétor, con su lança pasándole las armas, al rey Orcameni. Diomedes mató con su espada al rey Santipo e al rey Epistropo. Veyendo lo que don Étor fazía, díxole:

   -¡O lovo carniçero, que de verter sangre de nobles omes fartar non te puedes! ¡O destruidor de la sangre griega!, ya a los dioses non plazerá que tú non ayas de morir muerte amargosa.

   E deziendo estas palabras, ronpió su lança en los sus pechos. Don Étor le dio con su espada por ençima del yelmo, que con la cabeça gelo fizo dos partes, e díxole:

   -Las palabras injuriosas que me dexiste entre los bivos, velas dezir a los muertos.

   E allí fue derribado don Étor del caballo de muchos que sobre él venieron. E el rey Eçedi quisiéndole dar por el yelmo con la espada, don Étor alçó la suya sobre sí e cortóle al Rey la mano en ella e cayóle con la espada en tierra; e diole otro golpe con ella por la boca e cayó muerto del caballo. E cabalgó en su cavallo Galatea, que tenía por la rienda.

   Eneas mató allí con su espada al rey Anfimato. E Archiles mató con su espada al rey Filus. E don Étor mató con su espada al rey [col. b] Dalpeñor; e otrosí mató al rey Dormis con su espada por el visal del yelmo. E allí vino de parte de los troyanos Elepístrupus con mucha gente folgados. E traía un sagitario, que era de la çinta arriba onbre mucho velloso e espantable e de la çinta abaxo cavallo; e traía un arco con sus flechas e non otra armadura e non dexaba onbre que feriese con la flecha que no pasase las armas. E con él e con la gente folgada posieron a los griegos en fuida fasta sus tiendas. E allí topó Diomedes con el dicho sagitario e diole con una flecha por los pechos, pasando el escudo e la loriga de parte a parte; e Diomedes le dio con la espada, non se podiendo desviar d’él por donde era departido, e fízolo dos partes e cayó cada uno a su parte muerto.

   E con esto cobraron los griegos parte del canpo. E allí se derribaron de los caballos don Étor e Archiles; e Archiles cabalgó primero e íbase con el caballo de don Étor, sinon que gelo tomaron los sus hermanos Vorez e lo cabalgaron en él. E allí fue preso Anteneor. E dexando muchos muertos, se partieron en medio del canpo e se fueron a sus estanças.

    

   Título de la sesta batalla que ovieron entre los griegos e los troyanos e de las cosas e grandes fechos que en ella se fizieron

   Otro día por la mañana se juntaron los griegos e los troyanos, sus azes ordenadas segund solían. E dize Daires que pelearon desde la mañana fasta la noche e que partieron (214) con la noche, en medio del canpo dexando muchos muertos, aunque no morió ome de los mayores, sinon muchos de los otros, pero que aquel día los griegos levaron lo mejor, aunque non ovo vençida ninguna. E otro día de mañana los griegos enbiaron a demandar a treguas de tres meses para soterrar los muertos. El Rey, con a-cuerdo / [Fol. 58 v., col. a] de todos, gelos otorgó, aunque don Étor no quería, diziendo que la demandaban con arte; pero porque vio que plazía a todos no lo quiso contrastar. E aquí fueron sueltos los dos Condes que estaban presos, el uno por el otro.

    

   Título de cómo, durando estas treguas, fue don Étor a mirar el real de los griegos e de cómo Archiles, aconpañado de muchos nobles, lo levó a sus tiendas e de las palabras que allí ovieron

   Durando estas dichas treguas, don Étor, aconpañado de muchos nobles mançebos troyanos se fue [a] mirar el real de los griegos, de los quales con mucha onor fue reçebido. E como Archiles lo sopo, oviendo mucha voluntad de lo ver, lo fue a buscar e, aconpañado de muchos nobles de los griegos, con grandes ruegos lo fizo descabalgar en sus tiendas. E fablando de muchas cosas, Archiles le dixo estas palabras:

   -Etor, mucho he grand plazer porque te he visto sin armas, pero mayor lo abría si de la mi mano breve cruelmente morieses, así como yo he probado que tú querías fazer a mí por mucha sangre que de mi cuerpo has sacado, de la qual mi coraçón tiene mucha angustia; enpero mayor angustia tengo porque mataste al rey Patróculos, que lo amaba más que a mí, al qual has partido de mi conpañía. Mas tú sabe çiertamente que aína su muerte será vengada en ti, que de menester es que de la mi mano cruelmente mueras, quánto más que yo he conoçido de ti que tú entiendes en la mía.

   A las quales palabras Étor le respondió así:

   -Archiles, si yo deseo la tu muerte e he contra ti malquerençia, non te debes maravillar, ca non es justa cosa ni razonable que yo deva querer ni amar, [col. b] aquel que me persigue como a enemigo capital e que la mi tierra trabaje e mete e a los míos en trabajo de tanta guerra, ca de guerra non proçede ningu[n]d amor ni bienquerençia. Pero quiero que sepas que las tus palabras non me espavoreçen, que sabe que yo he esperança que si bivo solamente dos años e la mi espada abe salud, que non solamente tú, mas todos los mayores de la hueste de los griegos, de las mis manos moriredes de muerte amargosa, ca d’esto que tú e todos ellos con grand follonía sodes movidos e tal cargo avedes tomado apremiados del prez de aquél, (que) non consigueredes sino muerte. E yo só seguro que tú morirás ante que tu espada pueda más que la mía. Pero si as tanto ardimiento que entiendes que podrás más que yo, faz tú con todos los prínçipes de Greçia e yo faré que los troyanos que yo e tú entremos en el canpo cuerpo por cuerpo e, si tú me matares o vençieres, que yo e mi padre e mi madre seamos echados para sienpre jamás d’este regno e de todo lo nuestro e que lo ayamos a dexar en poder de los griegos, de lo qual yo vos faré seguridad por muchas reenes e por sacramentos corporales de los nuestros dioses; e si fuere cosa que yo te mate o te vença, que toda la hueste de los griegos se vayan d’esta tierra e nos la dexen libre e en paz.

   A las quales palabras Archiles, mobido de mucho orgullo e ira, se esfiriçió a la vatalla; e allegóse a don Étor e, en logar de çertedunbre, le dio sus guantes, los quales él reçebió con muy grand alegría.

    

   De cómo don Étor contó a los troyanos las palabras de Archiles

   Pasadas estas palabras, don Étor se tornó a la çibudad e, juntados por el Rey, su padre, todos los nobles de la çibdad e forasteros que en su ayuda eran venidos, (e) contóles todo el fecho cómo avía pasado. E sobre lo qual fue levantado(s) entre ellos gran volli-çio [Fol. 59 r., col. a], deziendo que la vida de tantas gentes non se devía poner en poder de la fortuna de la vatalla de uno solo. E el rey Príamo, que estaba callando, levantóse en pies e dixo:

   -Fijo, non la çibdad de Troya ni los otros regno míos, mas si todo el mundo fuese mío, yo ponerlo ía en las tus manos, quanto más sopiendo que non te avías de conbatir sinon con un solo cavallero, lo qual, con la ayuda de los dioses, es a ti muy ligera de vençer.

    

   Título de cómo Archiles contó a los griegos lo que abía avido con don Étor

   Archiles, fecho ayuntamiento de todos los griegos e recontando todo el fecho, fue acordado e respondido por todos los prínçipes de la hueste de Greçia que, pues que Archiles sin acuerdo d’ellos abía otorgado aquella batalla, que non hera su voluntad de la otorgar, que un tan grande fecho como todos abían començado e les iba tanto en ello que no se debía poner en un solo cavallero. Por lo qual Archiles, malenconioso e mucho descontento, se fue a sus tiendas.

    

   Título de cómo los griegos, por ruego del obispo Colcas, demandaron al rey Príamo a su fija Braçaida e les fue otorgada

   Durando estas treguas, el rey Agamenón e los otros prínçipes de Greçia enbiaron a demandar a Breçaida, fija del obispo Colcas, que estava en Troya, que hera de mucha veldad e sobexa fermosura, mucho amigablemente, el qual voluntariosamente la otorgó, deziendo qu’el obispo Colcas era traidor e que cosa de su rodilla Dios nunca quesiese que en la çibdad de Troya quedase.

   Como Troilos sopo que el Rey su padre avía otorgada a Breçaida, su enamorada, que era la cosa que en el mundo más amava, (que) fue [col. b] atormentado e salió de todo su sentido; otrosí Breçaida, quando lo sopo, fue tan dolorida que, perdiendo todo el sentido, cayó en la tierra amorteçida, deziendo entre otras palabras que la dexasen morir, pues se abía de partir de su buen señor Troilos, por non ir a los griegos, sus mortales enemigos. E deziendo estas cosas, rascava su cara e mesava sus fermosos cabellos e fazía e dezía cosas que serían largas de escrevir. Aquella noche Troilos se fue a ella e, folgando en la cama con ella, la confortaba diziendo qu’él la cobraría a pesar de los griegos. Pero cosa a ella non hera confortable, antes, las rodillas fincadas en el suelo, le pedía merçed con doloridas palabras que non la dexase levar a los griegos, pues bien lo podía fazer. E Troilos se escusaba deziendo que non lo podía contrariar las palabras del Rey, su padre, que avía dado a tales reyes e prínçipes, enpero qu’él toda vía sería firme e con(e)stante en su buen amor e pornía toda su fuerça por la recobrar a todo mal grado de los griegos. E antes del día, Troilos se fue.

   E Breseida, por mandamiento del rey Príamo, tomó todas sus joyas e mucho algo, que lo avía dexado su padre quando se fue al tenplo, e vestióse de muchos ricos paños. E dize Daires que levava cobierto un manto de oro que hera forrado de una piel de una animalia que es tamaña como una çierva, que faze su vida del día e de noche en el monte de India, que avía tal virtud aquella forradura, que quantos mudamientos fazía el sol en el día e el çielo, que de tales e de tantos colores se tornaba cada que se bolvía el aire, la qual forradura gela oviera enbiado a su padre, Colcas, un escolar de tierra de las Indias, adonde la avía tomado por grande aventura e gela enbió en galardón por el estudio en que lo tovo consi-go, / [Fol. 59 v., col. a] del qual e del guisamiento de Breseida griegos e troyanos fueron maravillados.

   A la qual Troilos, aconpañado de muchos nobles mançebos, aconpañó, levándola por la rienda. E muchos de los nobles de Greçia le salieron a reçebir. E como Diomedes la vio e miró, fue todo ençendido de su amor e dixo en su coraçón que non avía cosa en el mundo que por la aver non feçiese. E tomóla por la rienda e con omildosas palabras la demandó su amor e ofreçiéndosele de ser todo suyo. Breseida en aquel comienço, segund es costunbre de damas, no le otorgó cosa alguna, pero no le quiso fazer perder toda esperança. Díxole:

   -Muy poderoso Rey, la promesa del vuestro amor, quanto agora, no la tomo ni reçelo, ca el mi coraçón es agora tan turbado que otra cosa non bos podría responder.

   De las quales palabras Diomedes fue mucho alegre, oviendo esperança en ella e levándola a la tienda del Obispo, su padre. E al despedirse d’ella tomóle un guante de la mano e ella dio a entender que no lo vio ni sentió quando gelo tomó.

    

   Título de las palabras que Braçaida obo con su padre en su tienda quando se vido a solas con él e de la repuesta qu’él le dio

   Como Bresaida se vio sola con su padre en su tienda, con fuertes palabras le acometió e díxole:

   -¿Cómo, señor padre, se perdió el vuestro entendimiento, que de tanta sabiduría solía ser? ¡Vos, que entre los troyanos herades fecho e esleído en grande honor, como aquellos que os avían fecho governador e casi señor d’ellos e tantas riquezas e posesiones entre ellos avíades! E agora sodes tornado traidor contra ellos e avedes [col. b] renegado la fedelidad a vuestra tierra, de la qual avíades de ser defendedor, e por seguir vuestra voluntad viveredes en probeça e destierro entre vuestros capitales enemigos, que son venidos por destroír la dicha tierra e a vuestros parientes e amigos, por lo qual por todo el mundo seredes disfamado e llamado traidor. E la mala infamia por sienpre vos fará confusión e vos dexará de mala escusa e confusión e, así mesmo, después de la muerte veredes los infiernos, donde por esta vuestra culpa padeçeredes grandes penas. Por çierto, mejor fuera que vos e todos los que somos vuestros (que) en isla o en montaña apartada de gentes feneçiéramos nuestra miserable vida que con tanta infamia vevir entre las gentes. ¿E pensades vos que los griegos tienen por fiel amigo, pues saben vos ser a la vuestra tierra traidor público? Verdaderamente engañado vos ha la falsa respuesta de Apolo, por cuyo mandado dezides que lo fezistes; çierto non fue aquel dios Apolo, antes fue Plutadeo infernal, en conpañía de las dehesas infernales.

   A la qual el padre respondió con dulçes palabras, diziendo que los mandamientos de los dioses non heran de traspasar, ca él sabía que toda Troya e los d’ella avían de ser destroídos.

   E de la venida de Breçaida a todos los griegos plogo mucho e todos los mayores la venieron [a] ver por su gran veldad e demandábanle nuebas de la çibdad, la qual, con sus graçiosas palabras, los respondió sabiamente. E tod[o]s (215) la reçebieron en su guarda e la enbiaron muchos dones. Aquel día non hera el sol llegado a ora de vísperas como ya Breseida avía mudado su voluntad e ya era más alegre de estar con los griegos que con los troyanos; e ya amenguaba en el su coraçón el amor del noble Troilos, segund dizen los autores que es natura de dueñas e de donzellas.

   

   Título de la sétima vatalla avida entre los griegos e los troyanos, que duró treinta días continos e fue Étor ferido // [Fol. 60 r., col. a]

   Salidas las dichas treguas, salidos todos griegos e troyanos al canpo, sus vatallas ordenadas, adonde mortal batalla se començó, (e) allí, en las primeras feridas, mató don Étor con su lança, pasándole las armas, al rey Felis; e otrosí mató con su espada al rey Santipo. E con aquella saña, los griegos los lançaron del canpo, matando muchos d’ellos. Archiles los ofendía matando muchos d’ellos, entre los quales mató al duque Liquión e al duque Iferbi.

   E andando Étor entre ellos faziéndolos tornar, fue ferido poco en la cara, pero salíale mucha sangre, por que los troyanos dexaron el canpo. E yéndose fazia la çibdad don Étor alinpiándose de la sangre, paró mientes arriba e vio en el muro de la çibdad muchas nobles dueñas con la Reina, su madre, e con su muger e hermanas e la reina Elena, que estaban mirando la vatalla, que ya los griegos los avían fecho fasta allí, de lo qual él ovo tan grande vergüeña que, ençendido en ira e bramando como león, se dexó tornar contra el rey Merión, primo de Archiles, y dándole muchos golpes de su espada le fizo saltar el yelmo; e dando otro golpe en ella, lo echó muerto del caballo. E Archiles ferió a don Étor de su lança sobre las armas reziamente e don Étor le dio fuertes golpes de su espada e díxole estas palabras:

   -Archiles, mucho cobdiçias de llagar a mí; mas sey çierto que tú te llegarás a la tu muerte.

   E luego se llegaron allí Troilos con mucha gente e fezieron tornar a los griegos al canpo. E allí vino Diomedes el Fuerte e otros muchos e derribó con su lança a Troilos en tierra e tomóle el cavallo. E saliendo de la batalla, lo dio a un donzel suyo e díxole:

   -Da este caballo a Breseida e dile que yo lo gané por fuerça de mis manos derribando a Troilos, su amigo.

   E llegado delante d’ella, gelo presentó con aquellas mesmas palabras. [col. b] Bre[se]ida lo reçebió mucho alegremente el cavallo e dixo al mensajero estas palabras:

   -Dirás secretamente a tu señor que yo non puedo querer bien al que faze villanía aquel que de todo su coraçón tanto me ama.

   Con las quales palabras Diomedes fue mucho alegre.

   Allí derribó Polidomas a Diomedes e tomó su caballo e diolo a Troilos. E cabalgando en él, ofendía mucho a los griegos. E allí derribó con su lança [a] (216) Archiles mucho malferido e fue mucho trabaxado, estando a pie fasta que Ajas Talamón lo sacó e cabalgó. E sobreveniendo la noche, de medio del canpo se partieron e se fueron a sus estanças, dexando muchos muertos de todos, e más de los griegos. E por treinta días continuos se conbatieron mucho fuertemente e de cada una de las partes morieron muchas gentes, e más de los griegos. De los fijos bastardos del rey Príamo morieron en estos días los siete d’ellos. Don Étor fue ferido en el postrero día en la cara de una flecha mucho mal, no (217) sopiendo quién lo ferió, por lo qual el rey Príamo enbió pedir treguas a los griegos de seis meses e le fueron otorgadas.

    

   Título de la ochava batalla avida entre los griegos e los troyanos e del sueño que soñó Andrómaca, muger de Hétor, (e) deziendo que non fuese a la pelea, e de la muerte del noble don Étor

   Guareçido don Étor e salidas las dichas treguas e adereçándose todos para la vatalla, Andrómaca soñó mucho fuertes cosas, las quales demostraban que si don Étor iba otro día a la vatalla, que allí avía de morir. E recordando, espavorida lo dixo todo a su marido, llorando fuertemente e posiéndole delante los fijos pequeños que d’él tenía, pidiéndole por merçed que non quisiese dexar a ella viuda e a ellos huérfanos. E veyendo que con él non podía acabar cosa, fuese al / [Fol. 60 v., col. a] rey Príamo e, mesando sus cabellos delante d’él e de su muger, la Reina, le soplicó que a don Étor no dexase ir a la vatalla, si non que allí avía de morir.

   E el Rey luego cabalgó e alcançó al dicho don Étor açerca del canpo e, trabándole por las riendas, le mandó que tornase; e por ende, don Étor, [que] sienpre era mucho obediente contra el dicho su padre, non le quiso ser rebelde. E el rey Príamo le tomó sus armas e las ençerró en su cámara.

    

   Título de la muerte del noble e virtuoso cavallero don Étor e de los llantos que por él fueron fechos

   E salidos al canpo los griegos e los troyanos, oviendo fuerte vatalla, los troyanos ovieron a dexar el canpo e fueron enbarrados por la çibdad dentro. E sonadas las vozes por la çibdad, don Étor, que estava en los palaçios de su padre, preguntó qué cosa hera. E dixéronle cómo los troyanos heran vençidos e cómo Archiles avía muerto un su hermano bastardo. E movido con grande ira, quebrantando las puertas de la cámara do estava e armado con las armas del mayordomo del Rey, que las suyas qu’el padre gelas avía escondido, e cabalgando en su caballo, salió por las puertas de la çibdad afuera. E esforçándose todos los suyos con su venida, fezieron tornar a los griegos, a mal de su grado, fasta medio el canpo, adonde se fizo grand mortandad entre los unos e los otros.

   E don Étor andava cobdiçioso por topar con Archiles; óbolo de fallar e, fecha cruda vatalla entre ellos, don Étor le dio con una lança por el muslo de parte a parte. E Archiles, sentida la dicha ferida, donde le salía mucha sangre, se fue a sus tiendas; e atada su llaga por surujano, retornó a su vatalla con grand malenconía del dicho don Étor. E buscándolo por el canpo, óbolo de fa-llar [col. b], que llevava echado el escudo al costado porque llevava preso al Duque de Athenas. E visto por Archiles, posiendo su lança so el braço, a poder de cavallo lo encontró por aquel costado que llevava descobierto del escudo; e pasándole la lança por las entrañas sobre la loriga, que non hera fuerte como la suya, lo derribó muerto del cavallo, adonde, los suyos por lo tomar e los griegos por lo levar, se fizo grand mortandad, en la qual el rey Meridión dio una lançada Archiles, que por muerto lo levaron a su tienda. E los troyanos con el cuerpo de don Étor se entraron en su çibdad.

   Los llantos que por él fueron fechos serían largos d’escrevir, deziendo todos, omnes e mugeres e criaturas:

   -Etor, quando tú heras vivo non te[m]íamos (218) sino a Dios; agora esperança non nos queda, sinon morir muerte miserable.

   E su padre e madre en dos días non recordaron, yoguiendo sobre él, al qual fue fecha maravillosa sepoltura de cristal; e balsamado su cuerpo estando sentado, pareçía estar bibo. Otrosí fezieron una imajen de alabastro de su figura e semejança, e así mesmo de su caballo; e posiéronlo ençima del capilio, su espada en la mano toda llena de sangre, de cara a las tiendas de los griegos, en manera que pareçía que los amenazaba. E así estovo grandes tienpos. E fechas treguas por tres meses, soterraron los muertos.

    

   De cómo Palomades fue fecho governador de los griegos

   Palomades, reclamando como solía, dixo delante todos que lo obedeçiese el que quisiese, ca él ni quien por él oviese de fazer que non lo avrían por regidor. E el rey Agamenón, con grand discreçión, en presençia de todos le dixo estas palabras:

   -Amigo Palomades, del regimiento de la hueste de los griegos, que fasta aquí me fue otorgado, no pienses tú que grand alegría ove en ello; en el comienço ni después nunca lo procuré ni demandé e si he estado por regidor, no he demandado ni tomado dádiva (219) // [Fol. 61 r., col. a] ni ganançia ninguna, antes que he dado al mi espíritu mucha ardura e a las mis carnes mucho trabajo, noches e días, non dormiendo ni folgando por tal que los reyes e prínçipes e nobles omnes que en esta hueste son estoviesen salvos e seguros so el mi regimiento. E si fuera cosa que yo no oviera avido este regimiento, bien me podiera abastar en que yo fuera so el regimiento que los otros prínçipes. E mucho me plaze porque en mi regimiento non han avido ni reçebido engaño ni nigligençia por que podiese ser reprehendido. E si en la mi eleçión tú non consentiste ni fuiste en ello, non te deves maravillar, que non heras estonçe con nosotros ni veniste en esos dos años a la nuestra hueste; e si nosotros oviéramos esperado al tu regimiento e governamiento, por aventura la nuestra flota estoviera en el puerto de Atenas. Mas por que ni[n]guno no entienda que d’este regimiento yo sea cobdiçioso, plazerme ha que otro sea esleído e so la esleçión e regimiento d’él seré presto en uno con todos los nobles que aquí son e reçebiré e conestituiré agradablemente sus mandamientos. E no pienses tú que la nuestra hueste non se puede regir sin tu consejo, que muchas cosas avemos fecho que a todos en uno nos han bien acaesçido.

   E por Agamenón feneçidas sus buenas palabras, entre los príncipes que allí estaban se levantaron muchas razones, los quales, sin feneçer cosa alguna, se levantaron e se fueron a sus tiendas.

    

   Título de cómo el rey Agamenón, por quitar esta discordia, él mesmo dexó el dicho gobernamiento

   Después d’estas razones pasadas, el rey Agamenón, como (e) sabio e discreto en todas sus cosas, entendiendo que por este fecho de Palomades podía venir discordia por donde se podría destorbar esta demanda, la qual tocaba más a él e a su hermano que a otro ninguno, (e) fizo dar pregón por [col. b] toda la hueste de los griegos. E ayuntados todos, mayores e menores, en una plaça general (220) les dixo estas palabras:

   -Hermanos e amigos, fasta aquí é sofrido el cargo del vuestro regimiento, so el qual he pensado muchos trabajos e pensamientos, por tal que los mayores nin medianos nin menores no oviésedes daño ni desonor so el mi requerimiento, so el qual, a plazer de los dioses, sodes venidos a buen estado e punto en vuestros aferes; enpero cosa razonable es que los fechos de tantos non deven ser dexados ni cargados a uno solo, porque cada uno deve tener su parte. E ya tienpo es que de oy en adelante otro tome el cargo del regimiento, el qual yo tantos años he soportado sobre los mis costados. E plégavos que lo dedes a otro prínçipe que otro tanto vos rija e govierne con toda salud.

   E fecho fin a sus palabras, como es natura e viçios de todos los omnes de aver alegría con los señores nuebos, todos aquellos que allí estaban se alegraron por ello e posieron e esleyeron por su enperador de la hueste a Palomades. E así hordenado, cada unos se fueron a sus tiendas. E como Archiles, que yazía en la cama ferido, sopiese este mandamiento, pesóle mucho de coraçón e dixo con grand malenconía delante muchos buenos que con él estaban aconpañá[n]dolo que aquel mandamiento non hera neçesario ni bien fecho e que aquel que avían puesto en logar de Agamenón non le hera semejante ni egual en la discreçión de regimiento. E dixo que los mandamientos non se devían fazer sinon por mejorar. Pero con toda la eleçión por todos fecha, fincó con Palomades.

   

   Título de cómo Archiles se enamoró de la infanta Poliçena

   Durante las dichas treguas e en el tienpo d’ellas se ovo de fazer el año e noversario de don Étor. E la ventura, que faze andar las cosas a conplir su curso, puso en voluntad a Archiles de ir al tenplo donde se fazía el dicho nobersario e adonde se enamoró de la veldad e fermosura de Poliçena, su hermana. E atormentado de sus amores, enbió su mandado secreto a la reina Écuba, su / [Fol. 61 v., col. a] madre, diziéndole que le diese a Poliçena por muger, que faría levantar todos los griegos de sobre Troya. E oviendo la Reina esta fabla con el rey Príamo e con Paris e con Diofebus e Troilos, sus fijos, el Rey, abaxada la cabeça, estovo callando un grand rato e dixo:

   -¡O qué fuerte cosa e dura sería a mí conversar con tal mortal enemigo mío, que me quitó la lunbre de mis ojos! Pero por tal de non perder más de lo perdido e por feneçer mis días en folgura, dezid Archiles que yo le daré a mi fija, con condiçión qu’él cunpla todo eso que dize con las firmezas qu’él querrá, conpliéndolo él antes por que yo no reçiba engaño.

   Con la qual respuesta Archiles fue alegre mucho e triste por reçelo de non lo poder conplir, conbiene a saber, alegre por esperança de aver a Poliçena. E pesando mucho en ello, esforçándose en su valor para lo conplir, propuso de lo poner por obra e ayuntar a todos los mayores e medianos e menores de toda la hueste de los griegos.

    

   Título de las razones que ovo Archiles con los griegos por que se fuesen de sobre la cerca de Troya

   Así ayuntados, en presençia de todos començó su razón en esta manera:

   -Honorables reyes e prínçipes e duques e nobles gentiles, bien sabedes cómo ha grandes tienpos que aquí estamos, que ya por morada nos debríamos tener e contar, e avedes visto las grandes pérdidas que avemos reçebido a los grandes honbres que aquí son muertos e en las otras gentes, que en verdad tanto es que todo el mundo por ello oy es malandante; e avemos fecho muy grandes gastos e vedes a ojo el poco probecho que en ello avemos alcançado. E pensávamos que toda esta cosa estava en la muerte de don Étor, mas non nos pareçe que nos fallamos en mejoría ni ellos en mengua. E dexamos nuestras tierras e amigos por cobrar las ajenas e quebrantamos las fees a nuestras mugeres, por do no sería sinrazón en reçebir muy grandes desonras e cobrar muy mayores daños; e cuidando reparar lo uno podría ser mucho mayor el [col. b] yerro postrimero qu’el primero. E por çierto, Elena non es de tan grand preçio que por cobrarla tantos nobles avían de morir. E en diversas partes del mundo avrá muchas nobles dueñas, a las quales, non solamente una, (e) mas dos mil e más, podría aver Menalao por mugeres, por las quales toda Greçia non sofrería tantos trabaxos. E non es cosa que los troyanos tan ligeramente puedan ser vençidos e pues nosotros avemos muerto aquel tan noble e fuerte Étor e muchos de los otros nobles e fechos tantos daños en su tierra, por que sin ninguna reprehensión honradamente podamos tornar a nuestras tierras; e si non podemos llevar a Elena, allá tenemos Ansiona, hermana del rey Príamo, que non vale menos que ella, por que me paresçe, si a vosotros ploguiese, que tratábsemos (221) algund buen adobo en esta cosa e que partiésemos de aquí, que non veo sino pérdida de cada día. E más valdría a honbre aver tarde consejo que nunca e grande cordura me pareçería del mal tomar el honbre lo menos.

    

   Título de las razones que pasaron entre Archiles e los griegos sobre la su partida e de las palabras que pasaron entre él e Palomades

   E quando Archiles acabó su razón, a muy muchos de la hueste se le canbiaron las voluntades por lo que Archiles vieron fablar, que por muy quebrantados se tenían del grand afán que pasado avían. E Gamenón se levantó en pie e dixo así:

   -Nobles prínçipes e cavalleros que aquí estades, porque a mí conbiene fablar en estas razones, non porque otros mayores aquí non aya, mas porque el primer moto[r] d’esta cosa fue yo por razón del rey Amenalao, mi hermano, por ende, si a vosotros ploguiese, diré en esta razón aquello que se me entendiere. E bien así todo lo que Archiles dize, que muy grandes son los afanes e las grandes pérdidas e gastos que en esta razón se nos han seguido, mas parésçeme que debríe esto ser pasado antes que tantos males se nos recreçiesen; e todos los males que avidos son se recobrarán quando la vitoria nos aconpañare e todos se doblarán (e) si de aquí nos partimos tan aína. Por mí vos digo que si // [Fol. 62 r., col. a] en el comienço tanto sopiera, tanto como fue rogador e acuçiador en este fecho, que dos tanto fuera destorbador e a mi hermano buscárasele la enmienda por otro cabo, do mejor buscar se podiera. Pero aquí estades vosotros e fazed lo que por bien tovierdes, que con lo que vosotros todos ordenardes yo e mi hermano Menalao plaçenteros seremos.

   E el rey Toas e el Duque de Athenas e el duque Néstor contradixieron mucho la razón de Archiles e toda la hueste tubo con ellos, ca los ovieron por muchos buenos cavalleros. E Palomades, que avía muy grand saña de lo que oyera dezir Archiles, dixo así:

   -Por çierto, si esto así oviese de pasar e si lo acordárades todos así e ál non podiera ser, yo nunca en Greçia tornaría, antes iré a buscar tierras estrañas adonde biva; e aun allá no me llamaría griego. E en tan mal punto nos fuemos naçidos, si los nobles fechos de nuestros anteçesores por nos han de venir a ver fin tan maliçiosa, aunque todo lo ál que fincado es pereçiese, ca si así fuese, toda la halabança con los muertos quedaba e derían las gentes que las vatallas fechas que ellos las fizieran, ca después que ellos falleçieran, que en nosotros non quedara esfuerço. E por çierto esto non será. E si otro non quedara, yo solo quedaré.

   E Archiles dixo estonçes:

   -Señor Palomades, bien sé yo que de los grandes fechos que en la nuestra hueste se fezieron vos abredes ende grand prez, pero yo bien creo que vos abredes mucho mayor si vos quedáredes, como dezides; e si vos a Greçia non tornades por los otros ir allá, como dicho avedes, tanto abríamos mayor anchura los que fuésemos, como quier que asaz nos han dexado los que ya falleçen. Mas bien sé yo [que] (222) si los otros de aquí partieren, que la vuestra fincada de aquí no será mucha, segund los buenos deudos que vos en esta guerra avedes cobrado; mas yo no quiero parte de la ganançia que los que aquí fincaren abredes.

   E otras muchas palabras non de buen continente pasaron entre Arçhi-les [col. b] e Palomades, tanto que todos quantos allí estaban non quisieron que más allí estoviesen. E levantáronse de allí e fuéronse todos fablando sobre esta razón, unos de una manera e otros de otra; pero a la fin, todos los mayores acordaron de morir e acabar lo que començado avían. E Archiles les dixo de claro que jamás en aquel fecho por él non serían favoreçidos. E así se fueron cada unos a sus tiendas e Archiles, así mesmo, con muy grand malenconía se fue a sus tiendas e mandó a todos los suyos que non fuesen a pelear.

    

   Título de las muertes de Palomades, enperador, e de Diofebus, troyano

   [Ordenados los griegos] por Palomades, su nuevo prínçipe e gobernador, el qual se ovo muy diligente e esforçado cavallero, e otrosí los troyanos ordenados sus vatallas por Paris e Diofebus e Troilos, los quales, (e) començada dura vatalla, en la qual Diofebus derribó con su lança muerto al rey Çeres de Creta e Ajas Talamón mató con su espada a Silomé, fijo bastardo del rey Príamo, e Diofebus que lo vio, con su lança lo derribó malferido. Palomades que lo vio, a poder de caballo se dexó ir contra Diofebus e diole tal encuentro que lo metió un palmo de la lança por el cuerpo e, quedándole el fierro dentro, lo derribó en tierra. E como Paris lo viese, con grand trabaxo lo sacó de entre los enemigos e lo levó açerca de la çibdad. Como Diofebus lo viese, díxole:

   -Muy caro hermano, non me dexes ir a los infiernos antes que vengues mi muerte e ruégote que antes que me saques este fierro e yo muera te trabajes por que por tu mano mates aquel que me mató.

   Paris, oídas estas palabras, lo dexó allí, que se quería finar, e tornóse a la vatalla, deseando la muerte tanto como la vida. E andudo entre todas las huestes buscando a Palomades, que fazía grandes fechos de su persona, que ya avía muerto al rey Upón el Grande e mataba al rey Tarpendón. E como lo vio mu-erto / [Fol. 62 v., col. a] e que tanto daño fazía en los suyos, tiróle de una flecha con su arco e diole por la garganta e, cortándole la vena organal, dio con él muerto del caballo en tierra.

   E los griegos, desmayados, dexaron el canpo e los troyanos los siguieron, feriendo e matando en ellos, fasta sus tiendas; e quemaron muchas naos e robaron la tienda d’este noble Palamides e otras muchas; e robaran e quemaran muchas más, sinon que los socorrió Ajas Talamón e mató el fuego de las naos con muchas gentes que traía consigo. Así se partieron trabaxados los unos de los otros. E Berz, fijo del rey Tarsia, levando un troncón de lança por el cuerpo, se dexó ir a las tiendas de Archiles e dixo a altas vozes:

   -Archiles, la alta proeza partida es de las tus tiendas e fechas son morada de mucha vil cobardía; e ya non fuera nonbrado en ti la grande sangre de la reina Çeris, tu madre, ca non tan alto fue la tu alabança de los tus grandes fechos que mucho más non suban en ti grand denuesto.

   E dichas estas palabras, él mesmo sacó su troncón de la [l]ança (223) e cayó muerto a los pies de Archiles. Archiles preguntó a un criado suyo:

   -¿Cómo va a los griegos?

   Díxole:

   -Señor, mal, que todos los troyanos vienen matando en ellos e si vos fuésedes a la vatalla, como ellos están cansados e derramados, memoria perdurable podríades alcançar.

   A las quales palabras ni a la muerte de Aberes non respondió nada ni dio a entender que lo oído avía, como aquel que de amor de Poliçena estava atormentado.

   E tornados los troyanos, Paris dixo a Diofebus cómo avía muerto a Palomades. E díxole:

   -Agora irá folgando la mi alma; e sácame esto fierro.

   E sacado, luego le salió el alma.

 

   Título de cómo los griegos esleyeron [a] Agamenón e enbiaron rogar Archiles que los ayudase e de las palabras que les rendió [col. b]

   E veyendo los griegos que sin mayor non se podrían gobernar, acordaron de hordenar otro governador. E ayuntados todos, mayores e menores, de un acuerdo e voluntad tomaron por su gobernador al rey Agamenón, segu[n]d primero lo tenía[n]. E enbiaron pedir treguas a los troyanos por dos meses para enterrar los muertos; e acordaron de enbiar rogar Archiles que non los dexase ofender así de sus enemigos. E luego enbiaron Archiles al duque Néstor e a Ulixes e a Diomedes, los quales por él fueron muy bien reçebidos. E Ulixes començó su razón e dixo:

   -Archiles, vos sodes oy en este día el mejor de los cavalleros en la proheza de las armas e muy grand preçio vos ha costado, con trabajo de vuestro cuerpo e derramamiento de vuestra sangre; pues mucho devedes fazer por no lo perder. Aquellos señores de la hueste vos enbían dezir que bien sabedes que esta demanda que ellos començaron que fue por parte común, como cosa que a todos atañía; e todos de un consentimiento, seyendo ayuntados, e vos, seyendo uno de los prinçipales d’ellos, jurastes de venir sobre Troya e de allí non partir ninguno fasta ser destroída. E por vos, seyendo su mensajero de los dioses de la isla de Colcas, fueron çertificados que en çierto tienpo la destroiríamos, el qual es ya çerca. E agora fázense de vos muy maravillados por vos así apartar de tan buen deudo que entre nos e vos está e perder todo el afán pasado, teniendo tan çerca el galardón de la fin, por que así vos enbían a rogar que así non querades perder el vuestro buen prez e querades guardarles la promesa que les fezistes de los ayudar, que vedes cada día el mal que les va. ¡E muy fuerte coraçón es el vuestro, que tal podedes sofrir! E más vos mandan dezir: que si alguna quexa d’ellos avedes o de alguno d’ellos, que a juizio de dos cavalleros quales vos quisierdes vos emendarán. ¡E por Dios, Archiles!, mucho debríades vos preçiar quan-do // [Fol. 63 r., col. a] tan altos homes, que se pueden contar la flor de la cavallería del mundo, fazen tan grand cuenta de vos.

   A las quales palabras, Archiles respondió e dixo:

   -Olixes, entendido [he] todo lo que dicho avedes. Çierto verdad dezides que yo mucho devo fazer por non perder el buen prez que tan caro me ha costado, mas si yo a vos creo, aína doblaré el afán e la pérdida; e en logar de la guardar, sería cabsa de la perder. E si yo a los griegos prometí mi ayuda, bien creo que gela he tenido, tanto que ha seido grand pérdida, pues no deve onbre ser tanto bueno a otro por que a sí mesmo le venga grand daño. E por lo que vos dicho avedes, seguramente podemos dezir que movimiento de grand locura nos ha traído aquí e nos ha tollido el seso, que solamente por la muger del rey Amenalao tantos reyes e prínçipes seamos puestos a la muerte e perezcamos nuestros días en tierras estrañas. ¿E non valiera más qu’el noble Palomades e los otros reyes que son muertos fuesen vivos en sus regnos, que non muertos en tierras estrañas, como aquí son? E así como aquel fuerte e muy noble Étor á feneçida miserablemente su vida, (e) así mesmo podré yo, que non soy de tanta fortaleza, feneçer la mía. E si los dioses vos prometieron de vos dar vengança de Troya, devedes saber que los dioses non se ensañan por sienpre e non digo yo con tantos nobles que en la dicha çibdad son, más que non acá fuera, tanto daño les podiésemos fazer que dos tanto d’ellos non reçeviésemos; e más: si en la çibdad non oviese sinon mugeres, a todo el mundo sería bastante de lo defender, por que vos digo que nunca más lança tomaré contra ellos. E yo les dexo a los griegos mi parte de la ganançia que aquí cobraren e d’ellos non quiero galardón ni emienda. E bien sé que quando de aquí partirán, si eso esperan, que non serán para eso.

   -Archiles [col. b] -dixo Ulixes-, mucho lo herrades, que para otro e non para vos hera esto de dezir, ca de ninguno non es de començar cosa que non dé cabo o muera sobre ello, quánto más home de tan alta guisa, que mucho más suenan los sus fechos.

   -Verdad es -dixo Archiles-, ca, por çierto, con doble afán desfaze el que sin seso faze; por ende, sabed que en este fecho non vos cale más ablar.

 

   Título de las razones que ovieron Archiles e Diomedes sobre lo que Archiles le respondió Agamenón

   E quando Diomedes esto oyó ovo muy grand coraje. Dixo:

   -¡Por Dios, Archiles, en muy mal punto con tanto afán ganastes lo que avedes si vos non fuésedes poderoso de lo defender a vuestro talante! E pues lo vos así queredes, malandante sea quien más en esta razón vos lo consejare. E non tanto alcançan los vuestros comienços que dos tanto las fines non traya[n] denuesto.

   -Señor Diomedes -dixo Archiles-, bien sé yo [que] (224) [a]sí en los comienços como a la fin querredes pareçer a la alta proeza de vuestro padre, el infante Alixandre Calidón, que fue causa del comienço e fin de la destruiçión de los reinos de Aregos e de Tebas, e aún tanto fizo en ello que, non podiéndolo acabar, allá ovo de morir e vuestra madre, Argillia, e las otras mugeres de los que allá morieron por falta d’ellos ovieron de ir acabar aquella conquista e troxieron de allá sus maridos muertos, (e) mas non vençedores. E agora bien creo que así conteçerá a vos en Troya, que la muy noble Egea, vuestra muger, abrá de vengar la vuestra muerte, como fizo vuestra madre, Argilia, la del dicho vuestro padre.

   E, con tanto, se partieron los Reyes de Archiles.

    

   Título de cómo los griegos eran acordados de se partir de Troya, sinon por el falso obispo Colcas, traidor

   Ulixes e Diomedes e el duque Néstor (que) se fueron al rey Gamenón, el qual, ayuntados todos / [Fol. 63 v., col. a] los griegos, les mostró la razón de Archiles e les dixo que viesen lo que les conplía de fazer. E todos de un acuerdo, después de muchas razones, acordaban de fazer tregua con los troyanos para se ir a las sus tierras, salvo por el falso e ereje obispo Colcas, que fue de la çibdad de Troya, que les dixo con fuertes palabras qu’él sabía por los dioses que en breve tienpo destruirían la dicha çibdad, segund prometido les tenían, e que [si] sin acabar aquello de allí fuesen, que en la mar avían de pereçer, por las quales palabras e amonestaçiones del dicho traidor obispo Colcas todos, de un coraçón e voluntad, proposieron de seguir su demanda e de la acabar o morir en ella, non curando de la ayuda de Archiles.

   

   Título de los grandes fechos que Troilos fizo entre los griegos e de las palabras que dixo contra Diomedes, quando lo derribó malferido, sobre los amores de Breçaida e de otros fechos que fizo

   Salidas las dichas treguas, los griegos e troyanos salidos al canpo, fuerte vatalla se començó, entre los quales dize Daires que don Étor nunca fizo más en un día que Troilos fizo en éste, que derribó con su lança e espada muertos e feridos e non feridos más de mil omes a caballo, entre los quales derribó Agamenón e a Menalao e Ajas Talamón e a otros nobles duques e grandes omnes. E en este comedio sobrevino aquel fuerte Diomedes, que a los troyanos començó mucho a ofender. E como lo vio Troilos, encontrándolo con su lança e así Diomedes a él, que, ronpiendo sus lanças, Diomedes cayó malferido, quedándole el fierro de la lança en los pechos pasándole todas las armas, (e) díxole:

   -Toma esa por amor de la falsa Breseida, [col. b] que tú tanto amas, de la qual non debes ser mucho glorioso, ca otro la probó e fallóla falsa, amándola más que tú.

   E los suyos a Diomedes en un estrado, casi muerto, levaron a su tienda. E así los partió la noche, en medio del canpo fincando muchos muertos, e más de los griegos, que ya dexaban el canpo. E aquella noche mesma Breseida, contra voluntad de su padre (225), se fue a ver a Diomedes, ya desesperada de Troilos, qu’el su amor non podiera [a]ver (226), e puesto en su coraçón de amar del todo a Diomedes, deseando ya de lo ver con todo para conplir su voluntad. E dexándole çertificado d’ello, se tornó a su tienda, el qual alegre demasiadamente fincó.

   Fechas treguas a petiçión de los griegos de seis meses, otorgándolas Príamo a pesar de los suyos, Agamenón e el duque Néstor e otros nobles se fueron a las tiendas de Archiles, del qual fueron bien reçebidos. E Agamenón començó su razón deziendo a Archiles aquellas razones que conbenían al fecho, diziéndole que tan abiltadamente non dexase perder la honra del Inperio de Greçia ni tan malamente matar a sus parientes e amigos a sus mortales enemigos. E Archiles respondió que en ni[n]gund caso non les ayudaría, pero por amor d’él mandaría a su gente de los mirmidones que los ayudasen en el fecho, de lo qual Agamenón e el Duque fueron mucho alegres e le rendieron muchas graçias. E así se fueron a sus tiendas.

   E agora dexa el cuento d’esto e cuenta de cómo andaba el dibulgo entre las dueñas troyanas de los nuebos amores de Breseida e de Diomenis, (e) por los quales ella era muy disfamada e retraída, diziéndole ser tan fals[a] (227) e feble a sus primeros amores; e aun retraían de Troilos porque tanto la avía amado. E como llegó a su notiçia, mucho atormentándole, enbió una carta con un su donzel, el tenor de la qual es éste:

    

   Título de la carta que Troilos enbió a Breçeida, su enamorada // [Fol. 64 r., col. a]

   «Breçeida:

   Si mi esperança por mí se ordenó e mi mano, escrivo a ti esta epístola. Razón es que te non venga en plazer. Piensa si de los tales oír fueste mereçedora.

   E muchas vezes mi coraçón es puesto en trabajo, pensando quál fue la causa o causas que tu coraçón mobieron [a] dexar a Troilos, aquel que te tanto amava, fijo del muy noble Príamo, Rey de Troya, e de la reina Íncuba, hermano del buen cavallero Hétor, en los quales tú sienpre falleçiste, me han dicho, nunca te faziendo ellos mençión del muy inorme e orrible alebosía que tu padre, Colcas, se metió a fazer contra ellos, toda vondad e vergüença e honor prosponiendo, noteficando él la respuesta que los nuestros dioses le dieron a nuestros mortales enemigos, lo qual dio grand esfuerço a ellos para non tardar su venida sobre la nuestra çibdad de Troya; nin fallo razón ninguna por donde de ti olvidado sea. E no me debieras trocar por Diomenis, al qual yo soy çierto que amas, salvo que tus dulçes palabras [que] con afeçión de amor amostrabas, por donde me tenías tan costreñido e animado, heran infurtes e falsas cabsa e malas.

   ¿E adónde son agora, Brasaida, las inumerables promesas justas e sacramentos que tan con afeçión falsa e engañosa por el dios de Apolo, al qual nos llamamos Febo, otrosí por Noturno, dios de las aguas, l[o]s (228) quales fueron [en] edeficar los muros de la nuestra çibdad, por las santas reliquias troyanas e por nuestro Paladión, el qual es fecho a la imajen de Júpiter, infinitas vezes, tomados dioses, non çesantes me feziste e prometiste junta fee? ¿E más qué te puedo dezir, Breçaida, pues veo cosa ser natural pareçer el fijo al padre? E así, non he yo a maravilla ser engañado, segund mi padre, [e] (229) tú engañadora, segund el tuyo. [col. b]

   E ya anda el diburgo de la tu fama; por el ayuntamiento de los caballeros e dueñas de Troya te han diburgado. ¡Cómo es ya tu fecho entre ellos que, todas las otras cosas dexadas, non departen ni fablan de ál en los sus solazes e burlan e retraen de Troilos porque te tanto amaba!

   E miénbrome agora de aquella postrimera noche que yo e ti manimos en uno. E entraban los rayos de la luna por las finiestras de la nuestra cámara e quexábaste tú, pensando que era la mañana; e dezías con falsa lengua como en manera de querella: «¡O Febus de la claridad del erradiante divino, los quales faziendo vuestro curso vos mostrades e venides en pos de las tiniebras de la natural ora!, muébanvos a piedad los grandes gemidos e dolores e sospiros de la mezquina Breseida e çesad tan aína de mostrar la vuestra fuerça del dicho grand poder, dando lugar a Breçaida que repose algund tanto con Troilos, su leal amigo». E dezías tú, Breçaida: «¡Quán[t]o (230) me tenía por bienaventurada si yo agora sopiese la arte mágica, que es la alta çiençia de los mágicos, por lo qual han poder de fazer tornar del día noche e de la noche día por sus sabias palabras e maravillosos sacrifiçios! ¡E que non se[a] yo agora tan poderosa de fazer aquesto e costreñir e apremiar los vigorosos rayos del día, como fizo Júpiter creçer la noche en que Hércoles naçió, segund cuenta Daimira en su epístola, e como fizo Medea con sus encantamentos venir los muy bravos toros de Mares duendos al yugo de mançebo griego e adormeçer al velante dragón! ¿E por qué non es agora así a mí posible de toller la fuerça al día?»

   E yo, movido a piedad por las quexas que tú mostrabas, levantéme a salí de la cámara e vi que hera la ora de la media noche, quando el mayor sueño tenía amansadas todas las / [Fol. 64 v., col. a] criaturas; e vi el aire acallentado e ruçiadas las fojas de los árboles de la güerta del Ilión (231), alcáçar del Rey, mi padre, e aquedadas, que non se mobían de guisa cosa alguna e non obraban de su vertud. E torné yo a ti e díxete: «Breçaida, non te quexes, que non es el día como tú piensas». E fueste tú muy alegre con las nuebas que te aduxe.

   E aún me mienbra las palabras que me dixiste, corriéndote las lágrimas por las tus maxillas, al tienpo de la tu partida de la nuestra çibdad, dix[i]endo (232): «¡O (y) Infante!» E allá me maravillo yo mucho por grand fecho la mengua que tú feziste contra Labedigual, tu padre, el rey Miso de Alcameña cruelmente lo descabeçando por aver el amor del rey Minis de Creta, si lo tú tanto amabas como yo amo a Troilos; nin tengo por maravillosa fazaña de te dar el am[or] (233) la tal atrebençia e osadía, ca juro yo por los nuestros dioses Venus e Capido, que son poderosos de amor, que, por escusar yo la tal partida, no me dudaría el coraçón de fazer semejant’ o mayor mengua.

   E pues yo pienso agora, Braçaida, que tú as vevido de (mí) aquella agua del Filote que corre e pasa por las tenebrosas honduras de los infiernos, lo qual dizen los nuestros autores en sus fazañas que faze(n) aquellos que d’él beven olvidar e foír de la memoria todas las cosas pasadas, por que tan aína ovieses olvidado todas las juras e promesas que me feçiste a mí, que tanto amado, alexos es de aquí e non es cosa traediza. (E) mas ni fizo aquí menester el agua del dicho Fiolote ni alguna otra cosa de aquéllas, que prueba su poderío de aquella çédula a quien es recomendada la remisçençia de la [col. b] capaçidad, salvo la movible e non estable voluntad e la poca firmeza del tu falso coraçón.

   E ama agora Diomides a ti, Bresaida, e loe la falsa presençia, que non pasarán los tienpos muchos que por él non sean aprobados los dichos en la mi epístola contenidos e aquellos que yo fallesco demostrar de la tu poca gostançia e mobible voluntad. Vrebemente lo él soplirá e acreçentará, ca el verdadero fiel amor largo tienpo lo mostrará.

   E non dilato ni fago más larga razón en esta materia [de] deslealtad, la qual todos mis sentidos turban e ocupan; (e) mas omilmente soplico e inploro a los nuestros dioses, que por sus santas admiraçiones e obras dignas de perpetual memoria fueron e son [in]mortales (234), que tu inorme deslealtad desaborrescan e te fagan prinçipal conpañera de aquella[s] que las infernales rabias padeçen por semejantes malefiçios crímines, ca non heres tú dina de pena de las fijas del rey Dánao de Argos, las quales cruelmente mataron sus maridos, ni que otras muchas que padeçen por semejantes».

    

   Título de la respuesta que Breçeida enbió a Troilos, su enamorado, en respuesta de la carta que le él inbió con sus salvas

   «A ti, segundo Étor, conquistador de la fama, caudillo de los troyanos, esparzidor de la sangre griega, la ofendida de ti, Breseida, que por tu epístola non saludaste, con la presente enbío saludes.

   Vibíen los pasados por gloriosa fama e mueren los vivientes por trabaxosa vida. ¿A qu[é] (235) parte bolvieron mi pensamiento? La voluntad me requiere, ante de la escriptura darle escrevimiento e mano a la ayuda experpada; la razón lo desbía diziendo: «Primeramente deve salvarle la fama en tan grand fortuna aquél». // [Fol. 65 r., col. a] ¿A quál puerto lançaré mis anclas e daré fin a la penosa vida o salvaçión a la (de) mi grand fama? Vevir es morir, afinar la vida es seportura. La fama e ninguna vía es a mí segura. ¿Quál seguiré? ¿E usaré del cochillo o del rudo tálamo? E vatallan los sentidos e vençen de mí las partes. De mí la vitoria es por el tálamo.

   Pues que tanto escrevir, qué escreviré, mezquina, o qué diré, no lo sé. Abunda la justiçia para me poder salvar e falleçe la sabiduría para lo saber mostrar. ¡Ay!, que las leídas musas me negaron su fabor e las aguas del Encadia, que fizieron prudente a Salamón, non [g]ustó (236) Breçaida. ¿Qué pensaré, que la sentible pasión me robó la discreçión? ¿Qué fablaré, que non oso contrastar a quien me solía mandar? ¡O afurtunada!, ¿qué faré o a quién reclamaré?

   ¡O menbrança sola de mi deseado Troilos, autor de la estudia[da] letra robadora de mi lealtad!, (e) da logar a la por ti condenada Breçaida que fable e escriva de sí e se demuestre ser inoçente por aquel rudo estilo que las sinples mugeres con poco saber traer solemos en nuestra escritura. Oyas primeramente la que sin ser oída condenas e non des tan en punto creençia a la [s]iniestra (237) de mi relaçión, ¡o tú, cavallero, constante vençedor de las fuertes vatallas, que las fuerças de Archiles non temes ni los sotiles engaños de Ulixes e non te consientes vençer de leves e engañosas palabras, que siguen en pos de los vientos e careçen de toda verdad! E considera bien el fin de aquéllas dónde ovieron su naçimiento e, si de los cavalleros e dueñas de Troya, non les deves dar fe, que son enemigos de mi padre, Colcas, e non es buen testigo en contra del fijo el capital enemigo del padre; e si de la hueste a ti adv[e]rsaria, ¿qué te muebe a la creençia? Como el sabio enemigo sienpre estudia e piensa cómo pueda enojar a su enemigo, del fiel ami-go [col. b] lo fazer contrario.

   E non te mueba airar contra mí la nueba requesta que Diomedes me fizo de amores, al qual çiertamente dizes que amo, que fuir la deslealtad que me condenas e non venir en despreçio de un senblante rey, non sin grand misterio, aunque inprobiso, yo le di atán savia respuesta que toda persona entienda juzgar igual defileçión, deziendo: «(E) muy poderoso Rey, las profeçías de vuestros amores al presente yo non menospreçio ni me plaze de las reçebir, que yo, dispuesto en tal guisa de mi coraçón que non me conbiene responder otramente a vuestra exçelençia». E[n] lo qual, si error o maldad cometí, quiero que tú solo juez seas de mí e, quando por tu discreta memoria deliberadamente lo quesieres tratar, fallarás que husar de çilençio yo non podría con un tan magnífico rey sin tocar en grand desmesura; pues que yo debiese menospreçiar sus palabras e venir en muy esquiba e agra respuesta, ¿qué restava a las dueñas silvestres, que punto no saben de gentileza? En senblantes requestas suelen ofender a los gentiles omes e ser después d’ellos muy ofendidas. Esto non conbenía a dama de onor e menos a la noble en linaje que poder, naçida e criada en tanta destreza, conoçido yerro en que me veo caer por sólo venir en loores de mí, mas non en ofensa alguna de ti. Nin te vença la ira porque al dar a ti de la salva yo aya perdido el guante de mi mano diestra e después sea visto en poder de aquél, el qual fue perdido, mas non ofreçido; fallado, mas non otorgado. E non sin gran vergüença (e) yo podiera venir en busca o demanda de un pobre guante en presençia de tantos señores.

   Por ventura te fue en grandeza alabança proferta que me fizo de tu aquistado e respuesta que al mes[m]o dimenador, que fue de aquel / [Fol. 65 v., col. a] suplicante en voz del señor a mí que oviese menbrança de quien lo oviera e avía de mí, ofreçiéndome él preso coser de Troilos, aquel que a mí e yo tanto amaba, al qual, sin error te fazer, estudiosamente yo respondí referiendo a ti, non a él, mis palabras: que desamar e olvidar non podía un tan verdadero de mí amador, lo qual, si bien quesieres pensar, aver debrías en grado, (e) considerando quien conoçido cavallo ha non es en poder de tu enemigo que pueda en él batallar contra ti, segund la grand bondad de aquél, non dudo fiziera; e non dubdes tú, si tan en punto él no se comedia a me lo enbiar, por esta sola causa, que yo non tardara de lo demandar. Si oviste en agravio por lo ir vesitar el día de la déçima quarta vatalla, quando a él e al rey Amenalao e al enperador de la hueste, Agamenón, feziste en tierra venir con la punta de tu pavorosa lança mortalmente feridos, non lo devedes aber, que, segund creo sabes, deparada la cruel vatalla por retraer de Apolo a la casa o çibdad, los prínçipes dantos entraron luego en consejo secreto en la çercana tienda, por ser de los reyes el más malferido, e con gran sentimiento tratando vengança. E yo resperando en mucha alegría por conoçer que tú solo heres el pavor e la nueba del canpo, vino a mí el barrunto del contra ti mobido trabtado, que del todo me entresteçió; el qual por saber e a ti rebelar fengí ir en vista del tu conquistado. Por sola venida de mí, todos fueron (e) en continuo siliençio, del qual, si sabidor heres, non te deves asegurar e sey leal amador ni presto a mí condenar.

   Escrives non aver a gran maravilla ser engañado, segund fue tu padre, e yo engañadora, segund el mío; non debrías por el yerro dubdoso del padre condenar la çier-ta [col. b] inoçençia del fijo, como a las debegadas el viçioso padre engendra virtuoso fijo e(n) contrariamente. Si bien entendiste la antigua istoria del muy viçioso rey Dánao d’Argos, que en fin de tu letra escreviste, fallarás que en los viçios su fija Respuesta virtuosamente le desapareçió. E así que non es perpetua razón pareçerse el fijo al padre. E ya sea naturalmente pareçerle debiese, non es contra naturaleza qu’el hermano menor debiese pareçer al mayor e, si Paris, tu hermano mayor, quebrantó la fee a la ninfa Enone en [amar] (238) a Elena, bien se sigue tú ser hermano menor, la obiste falsado a la triste Breseida, la qual, pues de ti non me plaze oír cómo sea la verdad, en contrario, por esa razón tú menos lo debrías de mí conçebir.

   Miénbresete cómo fue destruida la noble çibdad de Belbesia, criança de mí, e apartados de la humana vida mi antigua madre, marido, hermanos, más dignos de piedad que de pena, a los crueles manos de tus enemigos, en vista de los quales la sangre inoçente reclama vengança, contrasta e refresca las entrañas de mí. Pues ¿(a) quál voluntad lo conçibe o naturaleça consiente que yo pueda bevir en amor de los que tanta ofensa me fizieron, lo qual no se puede vengar una sola muger cabtiba en poder de aquéllos? ¿Parésçete que devo mostrar continençia de enemistad o fengirles ama[r] (239) e desear su vitoria guardando los cuerpos con buena esperança? ¿Qué dizes, airado amador? ¿E non respondes? ¡Ay yo, mezquina! Yo agora pensaba razonarme contigo e non ser tan alexos de ti. Tú, muy loada epístola, non respondes más por el hordenado; desque feçiste la triste enbaxada, luego en punto enmudeçiste. ¡O muda (240) // [Fol. 66 r., col. a] epístola, que más non fablas de una sola vez!, non dubdo yo, si el poder de la fabla a ti (non) fuese dado, que tú non juzgarías grand sabiduría saber incobrir la enemistad donde no puedes fazer la vengança, de lo qual, si gloria e honor non reçibo, segund justamente debría, non rez[i]va (241) corona deslealtad que te plaze.

   E Troilos, mejor mereçías, segund por la çeberte enseñaría aviendo para lo dezir, si bien te recuerdas del planto escavo, autos e cosas pasadas por mí la noche que dizes del nuestro despido. E [a]ún agora non se me olvidarán las grandes inestançias e soplicaçiones que durante la escura tiniebra por mí ofreçer a ti non çesavan, las rodillas e piernas en tierra, muy contristada delante ti grand pena guardando. Piedad ayas sola(s) de mí, que la puedes aver; e más non te cuesta de sólo querer, non vengas en tanta deslealtad e crueça que padescas yo viva solitaria de ti. Sí que asaz poco demando: non digo trueques la sola soberana madre por la forestera amiga Ipodonia, que por mí dexes al magnífico padre, segund yo dexo el mío por ti, mas sola te pido por merçed que non pierdas tu fama ni pierdas tu sierva; el nonbre leal e ardid que posees non quieras trocar por el nonbre contrario, el qual non deseas aver, quando una sola muger, que dizes por ser reclamante su curso de ti, consentiste levar de tus enemigos, tú, poderoso de le socorrer, presente seyendo, e non le valer. Si el afamado Hércules, vençedor de la ira e del brabo león en la selva Menia, non oviera(s) aquistado mejor su amiga, el çenturio Meso oviese [col. b] oy día; el viturioso fijo d’Almeña non oviese gloria de su vençimiento en los días alegres e noches plazibles que después ovo, oviese con Daimira, lo qual, si a ti cayera en plazer, segund que a él, al domante yugo de fiel amor igualmente vos apremiara. Por el grand poder que tenías tú lo podieras bien desviar, sin ningu[n]d título poder contrastar; pues quál fue bien la causa infortunada yo non la [sé si] (242) escrebir nin condenar a ti justamente condena[do]r (243) injusto de mí. Non digo que as mi desleal, segund dizes yo ser a ti, mas digo que tú condenado antes qu’el nasçido hermano lançado a las fieras en la selva Ido, conocido por desleal, que fue más costante a la fija de Leda, publicada por [in]fiel (244), que tú fuiste a mí, desierta de aquesta manzilla. E bienaventurada Elena, que tantas venidas de prínçipes veniste en sólo de ti e por solo contraste e defensa de Paris aún oy te çercan los muros de Troya e, non enbargante, por aquesto de ti falleçidos sean el valiente e glorioso Éstor, (Rey de) Protesalao, Morión, Meneón, Archílogo, Protenón e Ortaneo e Opón el Gi[gante], Rey de la Rista, e otros inumerables reyes e duques [e] (245) condes, cavalleros, altos señores e toda la gentileza e mançebía del universo sola por ti peresca de cada un día, non veo çesar al tu amador ser firme e costante en tu buen amor.

   Mas ¡o sin ventura Breseida!, que non fuiste bien demandada quando luego fueste otorgada sin [que] ninguna se adoleçiese [ni] (246) memoria oviese de ti e por cuya represa nuebam[ent]e (247) la guerra non començara, ca días abía que hera començada, nin se dexara continuar, pues que yo rendida más todavía se esforçó. O devían la probidençia de Laprovero la cabsa absuelto poder de la alta espera, regnantes en la ursa del / [Fol. 66 v., col. a] polo Juno e Minerba, contrarias deesas a las partes frigias, e aquel declinante arco sodíaco pasante trobaron; al punto treta seico padesçen, qual demante marido su propria muger non deve ser otorgada e la triste biuda al cruel matador suyo non deba ser denegada.

   ¡O infernales dioses Pruto e Minus e Redamantes, prínçipes de los nuebe çercos, poderosos en las firmas e peñas de las ostiagias tenebrosas e lançad(a) del mundano çelestial regimiento a los nuestros soberanos dioses June, Jobe, Saturno, Jenio, Mercurio, Marteb, Bulán, Netuno, Sol, Orto, Líbero, indignos de aquél, juezes de tanta desigualdad! ¡O tú, la cabsa de mi infortuno, término de la gran universidad mía!, ¿el quál viento [z]éfi[r]o (248), boreas, austral, volvió las alas del tu coraçón a pensar de mí el pensamiento contrario?

   E non pienses que di al olvido el día de la honzena vatalla, quando en vitoria de tus enemigos quinientas nabes e más las brausaste el canpo e las tiendas robaste de aquéllos; mas non veniste en robo de mí, que vista la rota, con prestos los cargo de todas mis joyas, arreos, jaez e aférez, esperava quándo vernías voluntarioso para me llevar. Más quisiste venir en despojo de la rica presa que de la esperante amiga Ipodonia. ¡O amante Félida!, des tú querella del tardante Ejeo, dios del mar, fijo de la ninfa e de Teseo, non venido el tienpo por ti esperado, forçado de la grand tormenta, contraridad de los vientos levantes en coso de las singulantes velas de largo corrientes de los altos mares, e non oviste [col. b] razón de te querellar, a conparaçión de la triste Breseida, nin te dar a la sentible muerte, que por sola tardança e soledad de aquél, solitaria, prendiste en la grand esquividad del desierto. E si por ventura las nabes entraran los puertos de Rodope e el capitán de aquéllas non veniera en demanda ni en vista de ti e levara en un punto las anclas faziendo la vía contraria, a la hora podieras tú bien dezir «falleçida es la fe e la buena esperança» e dar de ti el mal cabo que diste, mas non por la vía que te a ello mobiste. E faziendo él todo su deber por llegar a las sus riberas e la grand fortuna le seyendo contraria e después armando a los flumigos de sitio, entendido el doloroso fin de tus días non tardar, con mucha tristesa abraçarse con el tronco del árbol seco por admiraçión de los nuestros dioses, dado el espíritu fuiste conbertida, el qual luego en punto reberdeçió, demostrando en sus verdes fojas ser de aquella naturaleza de árboles que almendros dizen en las partes de acá, los quales antes del tienpo pierden sus fojas, segund que tú, Fílida, la firme esperança.

   Non dirán así de la sin ventura de mí, que antes de tienpo yo aya perdido la mía, (e) como el tienpo esperado ya sea pasado e venido aquel que mejor me fuera non ser venido, el qual vino, mas no por mí, a las tiendas, mas no a la mía; e más quiso robar el pavellón valioso del muerto Palamides que levar en su presionar quien luengos tienpos fue carçelera de su coraçón. ¡O desamada e amante Ipodonia, venida en tanto despreçio al tu amador, que las arreadas cosas le fueron más caras e amadas de ti, si, mobido por abari-çia, // [Fol. 67 r., col. a] sienpre enemiga te conoçió! E non devieras por otro dexar la mi tienda, a la qual en valía ninguna de Greçia se podía igualar nin a ti se escondía el grand thesoro e aver de mi padre e yo ser la más arreada de las muy generosas damas de Frigia. Si por sólo pavor que en tu coraçón nunca pudo alojar, pues vençedor heres, a tu sabiaçión me podieras levar; mas aquella lealtad e firmeza que mobieron a ti consentir en el mi destierro te fezieron retraher del alcanço. Ya non te plazía venir e por levarme, que saber te ploguiese de mí ya venieras desconfiarme e por que yo nuebas sopiera de ti; e solamente dixieras: ¿Mueres o vives, catiba muger de Lenesia?; si vives, vive, que yo vida fago». Mas a quien denegabas la vista non veo cómo otorgases la fabla.

   Bien pueden dezir los nuestros coronados poetas so la verde yedra non aver seido tan ocupados en perpetua[r] (249) por su escritura las fazañas de los tus amores, que, por bien amar, a te dar a mí cometiste, como fueron estoriar el peligroso paso qu’el leal amador Leandro, regnante la madre de los crueles tres Furios, pasó vegadas sin cuento por se dar a Oro, su bien, que está, señor, nadando por las brabas hondas de la esquiba mar, a vid[a] (250) abatallando con las serenas, golfines soflantes, peçes e belfas marinas, llamando el sabor de Diana, Eolo, dios de los vientos, Saliçia, muger de Netuno, e Venillia, deesas del mar, fasta arribar al çercado no-ble [col. b] de sus palaçios, donde, en bista sola de aquélla, luego en punto recobrava sus fuerças e los grandes fríos, vençidos, fuían de la calor natural en grand reposo, deseada folgança de sus trabajos, a los quales en muy más mayores, non dubdes, por ti me ovieses ofreçido si Breseida fuese otra Pantafilea, como, Troilos, heres el segundo Étor.

   ¡E si bien sopieses quántas vegadas por me dar a ti engaño la noche e desdigo las velas e guardas del canpo e sola me toma el gallo cantante llamando a la puerta Dardania, que fallo çerrada e ningu[n]d troyano me quiere abrir, por que, falleçida, de mi pensamiento maldiziendo, ventura es por fuerça de me retraer e, retraída, me dar a la secreta contenplaçión, a la qual me toma el sueño! En toda la noche non me parto de ti, sienpre querría que durase. Desplázeme quando viene el día e tiran e comiençan a abrir las finiestras de la oriental casa e tiende su vista a los montes Crineos, consagrados al alto Polo, ca fallo a la hora alongada de ti e de los sueños muy engañada. E yo, recordando bañada en lágrimas de coitas aviendo enojos, pasando, en otorgando la creençia, oras denegando, segund me traían los primeros motos, después del escribo (251) e doloroso llanto toda de negro me luego vestí.

   Si dolor e cuidado se parte de mí, ya lo dexo aquí de escrevir por non te enojar por luenga epístola, la qual si más larga verás que la tuya, non te maravilles, como sea mayor la querella. Vesa por mí las manos a los muy esclareçidos rey Príamo e reina Écuba, tus progenitores, e a tus hermanos Paris e Eleno e a la sabia Casandra e Poliçena e Creusa e griega Elena e reparte por mí las saludes. ¡Ay!, e non dexes por saludar a la triste Andrómaca e al graçioso niño Astrineas, fijo de Yenta. E ruego a los nuestros / [Fol. 67 v., col. a] soberanos dioses que le quieran guardar e prosperar e (252) longar la vida en devida vengança del falleçido padre. E tú, la esperança nuestra firme, tú, coluna del alto Ilión, solo anparo de los muros de Troya, esfuérçate en amor e en menbrança de mí quebrantando la fe a los sueños e muestra tus fuerças por me recobrar e[n] desfaçión e astrago de tus enemigos; e de las saludes pues, (a) Troilos, eres reparador, faz que non restes con la menor parte. Del siçio troyano con mucha tristura al segundo día, a la hora otaba después de la dézima e quarta batalla».

   

   Título de cómo Archiles, olvidando el amor de Poliçena, quebrantando las treguas que avía echo con la reina Écuba, (e) entró en la batalla e mató al buen cavallero Troilos, fijo del rey Príamo

   Pasadas las treguas de los dichos quinze días, hanbas las huestes salieron al canpo e se fizo gran mortandad entre ellos. E Troilos, en virtud de su persona, les fizo dexar el canpo, faziendo tales maravillas que dize Darias que don Étor nunca fizo más. E llevándolos en fuida, los troyanos entraron por las tiendas, robando e derribando d’ellas, de lo qual en todo el día andaban grandes gritos e reclamos. E como Archiles estaba en su tienda [e] oyó tan grand bolliçio, preguntó qué cosa hera(n). E los que venían fuyendo le dixieron:

   -Señor, los troyanos son entrados en el real e matan e derriban e roban tiendas en quanto fallan. E vos, que así cuidades estar seguro en vuestra tienda, aína serán sobre vos e cruelmente vos matarán. E sabed que muchos de los vuestros mirmidones quedan muertos en el canpo e no fazen sino matar en ellos e los vi-bos [col. b] se tienen por muertos si algund socorro non han.

   E Archiles, oídas las dichas palabras, como can ravioso se levantó e tomó sus armas. E cabalgó en su caballo e así como lobo ravioso entre las ovejas se metió entre los troyanos e començó a ferir e matar e a derribar entre ellos, por manera que entre ellos fue conoçida la su espada. El qual, todo bañado de sangre, cobrió arrededor de sí la tierra de honbres muertos, por manera que los griegos, en virtud de Archiles, sacaron a los troyanos de sus tiendas e salieron con ellos al canpo. E como Troilos aquello vio, luego entendió que aquel hera el fuerte Archiles e, a poder de caballo, se dexó ir para él. E Archiles que lo vio, le salió al encuentro e diéronse tan grandes golpes de las lanças por los cuerpos que anbos cayeron en tierra e Archiles fue malferido de la lança de Troilos. E con grand afán cabalgaron en sus caballos. E todo aquel día se conbatieron fasta la noche e, dexando muchos muertos en el canpo, se partieron e se fueron cada unos a reposar.

   E como el rey Príamo sopo cómo Archiles avía falleçido la promesa contra la reina Écuba(n), dixo fuertes palabras, la qual dixo:

   -Señor, porque Archiles me lo enbió dezir e por vos quitar de peligro vos lo avía dicho. E pues él vos lo falleçió, los nuestros dioses nos den derecho d’él.

    

   Título de la fabla que Archiles ovo con los suyos sobre el fecho que Troilos avía fecho e de cómo mató a Troilos e al rey Merión

   E como Archiles fue llegado a sus tiendas fizo curar de su llaga e propuso en su coraçón de non çesar fasta que Troilos moriese por su mano. E estubo algunos días que non pudo tomar armas, en los quales los griegos e los troyanos se conbatieron continuamente. E los griegos llebavan todo el día lo peor. // [Fol. 68 r., col. a] E como Archiles se sentió guarido, llamó a los sus mirmidones e díxoles:

   -Amigos e parientes, ya sabedes el grand daño que de Troilos avedes reçebido, en el qual yo fallo que, si mucho dura, él á de matar a mí o yo a él o por aventura moriremos anbos; pero si vosotros feziésedes lo que yo vos diré, brebemente se acabará, lo qual sea que bos fagades dos batallas de como alas e yo iré en medio de las alas, por manera que las delanteras de las vuestras alas vayan más delante que yo iré. E yo soy çierto que como Troi1os me viese, que luego será co[n]migo e yo esperarlo he. E como él se avantajare de los suyos, çerradvos por delante, por manera que él quede entre vosotros, e matadle el cavallo e tenedlo a pie fasta que yo llegue. E los más de vosotros volvedvos a pelear con los troyanos por que non puedan socorrerlo.

   Los quales le dixieron que en todo farían su mandado.

   E otro día por la mañana todos salieron al canpo e Archiles e los suyos ordenaron segund dicho es. E Troilos, que venía en la delantera, como vio Archiles, se dexó ir para él e, cerrado de los mirmidones, le mataron su cavallo e le fezieron saltar el yelmo de la cabeça. E así estando a pie matando e derribando muchos d’ellos, sobrevino Archiles e diole con la espada por ençima de la cabeça, que tenía desarmada, e dio con él en tierra muerto. E cortóle la cabeça e echóla a los pies de los caballos; e tomó el cuerpo de Troilos e atólo a la cola de su caballo e lo arrastró por todo el canpo, sobre el qual se fizo muy grand mortandad. E el rey Merión, que era de los troyanos, se fue contra Archiles e díxole:

   -¡O enemigo cruel! ¡Traidor!, ¿cómo tanta crueldad á avido en ti que a tan noble e ardid fijo de tan alto Rey has arrastrado a [col. b] cola de tu caballo, así como si fuera onbre vil e malfechor? E por çierto, por todo el mundo has de ser denostado por ello e la tu persona ha de padeçer en esta mesma maldad sin ninguna piedad.

   E dichas estas palabras, dexóse ir para él e diole tal golpe con su lança que lo derribó malferido de su caballo a tierra, de la qual ferida en siete días non pudo cabalgar. E las quales gentes se conbatieron de cada día e a los ocho, Archiles con toda su fuerça entró en la vatalla, por la entrada del qual ovo muchos feridos e muertos de amas las partes; e más de los troyanos, porque Archiles mataba muchos con su espada. E tanto andudo de la una parte a la otra por aquellas palabras buscando al rey Merión. E como lo falló, luego se fueron el uno al otro e, falsadas las armas del rey Merión de la lança de Archiles, luego cayó muerto en tierra. E los troyanos, vençidos, llevando el cuerpo del rey Merión, fueron ençerrados dentro de su çibdad.

    

   Título de la muerte de Archiles e de la cabsa d’ella e de las razones que sobre ello pasaron

   E la reina Écuba, atormentada de tantos dolores, llamó a Paris, su fijo, en secreto e díxole:

   -Fijo, agora tú solo me has quedado del bien que obe de mi vientre, a quien encomiendo mis lágrimas. E agora, mi buen fijo, pídote por los dioses que te escaparon en los montes que te echaron quando naçiste e por los dolores que yo en te parir resçeví, que ayas en miente la muerte de tus hermanos, que Archiles mató a traiçión, que cosa digna sería que así él muriese a traiçión, que, como tú sabes, Archiles es enamorado de Poliçena / [Fol. 68 v., col. a] e non ha cosa que yo le enbíe a dezir que non faga por la ver. E yo enbiaré por él, que venga esta noche fablar co[n]migo e con Poliçena al tenplo de Apolo, que es a la puerta de la çibudad, e tú, fijo mío, con algunos personas fieles métete en aquel tenplo e estarás ascondido fasta qu’él venga, por manera que por tus manos luego sea muerto.

   E Paris, mobido de piedad, díxole:

   -Madre señora, todo se fará como mandardes.

   E tomando veinte cavalleros se metió en el dicho tenplo, donde Étor yazía sepultado.

    

   Título de cómo Archiles fue muerto en el tenplo e de los grandes fechos que fizo a su muerte

   Archiles, reçebido el mensaje de la Reina, ya se le fazía muy largo aquel día. E díxole al mensajero:

   -Vete, que, la noche caída e las gentes sosegadas, yo seré allí en el tenplo do ella manda.

   E venida la noche, Archiles e Antílobo, fijo del duque Néstor, cabalgaron en sus caballos e non llebaron armas, sino sus espadas e sus mantos cobiertos. E descabalgaron a la puerta del tenplo e fueron fazia el altar. E como Paris e los suyos lo[s] vieron entrados, fuéronse para ellos e tiráronle[s] de muchos dardos, de los quales Antíbolo luego cayó muerto. E Archiles fue ferido con dos dardos por el cuerpo que le dio Paris, el qual, rebujado el manto en el braço e su espada en la mano, peleaba mortalmente e lloraba la muerte de Antílobo, que moriera por él, deziendo que la suya non se dolía, pues qu’él la veniera buscar adonde bien mereçida la tenía, e remetiéndose con su espada, ora entre, ora a ellos, así como can ravioso entre las ovejas dando mortales golpes. E de los veinte cavalleros que estaban con Paris echólos siete muertos a los pies antes que lo matasen.

   E así fueron [col. b] muertos Archiles e Antílobo. E Paris fizo llevar los sus cuerpos a la grand plaça de la çibdad. Muy grande fue el alegría que todos los troyanos fizieron quando vieron el cuerpo de Archiles muerto delante sí e dezían que non avían miedo de los griegos, pues que Archiles hera muerto. E todos comúnmente dezían que el cuerpo de Archiles fuese echado a canes e non a sepultura. E si los troyanos avían plazer, los griegos avían pesar. E el cuerpo de Archiles fue dado a los griegos e fazían grandes llantos; e el rey Agamenón sobre todos, diziendo:

   -Archiles, a todo el mundo sostobieras por enemigo, mas matóte la lanza del amor, lazo de todo el humanal linaje, el qual regestir non vale lança ni espada. E liose el amor con las falsedades troyanas e salió glorioso e vençedor, robando el despojo de la proeza del mundo.

    

   Título de la desesperaçión que vino en la hueste de los griegos por la muerte de Archiles e de los llantos que por él fueron fechos

   Sabida e vista la muerte de Archiles, en tanto grado que todas las gentes perdieron ardimento e esfuerço e dezían que pues Archiles era muerto que non abían esperança de vençer sus enemigos, (e) levantóse mucho grand mormullo por todo el real, por lo qual el rey Agamenón fizo pregonar ayuntamiento general. E llegados todos en la grande plaça, díxoles estas palabras:

   -Ermanos señores, como vos vedes, la mayor parte de la hueste á tomado grand desconorte por la muerte de Archiles e dizen que sería bien que fiziésemos paz con los troyanos e que nos tornásemos a nuestras tierras; e por esto, vos ved si es vuestra voluntad de seguir las vatallas o de vos tornar en vuestras tierras.

   Sobre lo qual ovo allí muchas dibersas razones. Finalmente todos acordaron de fincar // [Fol. 69 r., col. a] sobre Troya e de morir allí los que fincado abían e acabar su demanda, ca si Archiles les abía falleçido, que non les faltarían las promesas de los dioses. E por los griegos fue fecha noble sepoltura. E luego enbiaron por Pirrus, fijo de Archiles, que estava con el rey Licodomo, su agüelo, por el Rey, el qual fue por el rey Amenalao con sus naos, el qual v[i]no (253) con él.

    

   Título de la XIX vatalla avida entre los griegos e los troyanos e de la muerte de Paris e del rey Ajas de Greçia, que se mataron

   Pasadas estas cosas, en el mes de jullio los griegos, sabiamente ordenadas sus vatallas, salieron al canpo, entre los quales el rey Ajas, como omne antojadizo, salió sin ningunas armas, sinon tan solamente la espada en la mano. El rey Príamo, ordenadas las vatallas, él por sí mandó a todos los troyanos salir a la vatalla, mas iban mucho desconortados por se ver falleçidos del fuerte Étor e del sabio Diofebus e del esforçado Troilos; mas hérales forçado de se defender. Paris, veyéndose desfalleçido de tales hermanos, echando muchas lágrimas so el yelmo, salió a la batalla e todos los nobles que quedado abían en seguiente con él, adonde se juntaron con los griegos e mortal vatalla se començó entre ellos. E como el rey Ajas vio que Paris e los de Persia fazían mucho daño en los griegos, porque heran todos arqueros, metióse con su espada en la mano entre ellos e ofendíalos mucho. E como Paris lo viese, diole con una flecha por el espalda e salióle a los pechos. E como él se vio ferido de muerte, esforçóse en su coraçón e llegóse a Paris, que fazía mucho daño en los enemigos, e díxole estas palabras:

   -Paris, con tu flecha me has ferido mortalmente, pero antes que yo muera e baya a los infiernos, tú me serás mensajero, que irás allá antes que yo, que neçesario es que del injusto amor de la reina Elena, por la qual tantos nobles son muertos, [col. b] brevemente seas partido.

   E acabadas estas palabras, diole con su espada por el visal del yelmo que le cortó las quexadas fasta el pescueço e luego Paris cayó muerto del cavallo; e el rey Ajas otrosí cayó muerto del caballo.

   Los troyanos, con mucho dolor e trabaxo, tomaron el cuerpo de Paris e se metieron en la çibdad, dexando muchos muertos en el alcançe porque los seguieron los griegos fasta las puertas de la çibdad; los griegos tornados alegres e vençedores, el rey Agamenón mandó, la noche caída, lebantar el real e posiéronlo más adelante, açerca de la çibdad. E Paris fue puesto en el palaçio del Rey, adonde duelos desiguales fueron fechos, en los quales el rey Príamo dixo contra la muerte estas palabras:

   -¡O muerte, que sienpre te mostraste por cruel e sin mesura! Agora muestra contra mí todas las tus fuerças e crueldades, que ya fuera só de so el tu inperio e ya sobre mí no te queda qué levar, que la mi persona bien sé que no la levarás, como yo codiçio, ca aborreçida la tienes e por eso me dexaste tanto ver.

   Sobre todos, la reina Elena se amorteçió sobre él veinte e çinco vezes e denostava a los que la recordaban; e d’ella e de la madre [e] hermanas non se diría sin larga escriptura. E finalmente le fue fecha noble sepoltura en el tenplo de Junio.

    

   Título de cómo la reina Pantasilea [vino] (254) en ayuda de los troyanos con sus amazonas e de los grandes fechos que fizo en armas

   Pasadas estas cosas, en dos meses el rey Príamo non dexó abrir puerta de la çibdad. En este comedio vino en Troya Pantasilea, reina de las amazonas, con dos mil donzellas vírgenes a caballo arqueras, que ella hera virgen e mucho probada en armas. E abía salido de su tierra por ayudar a don Étor e fazer fija d’él que heredase su reino. E quando llegó, fallólo muerto e obo tal dolor que non es de pensar, espeçialmente por no lo ver, oyendo la su grande fama. E como llegó, dixo al Rey:

   -Señor, por amor que los / [Fol. 69 v., col. a] griegos sepan qué balen las manos derechas de las amazonas, mandad abrir una puerta e a los vuestros que salgan conmigo a la batalla.

   E salidos al canpo, fallaron los griegos que los esperaban, entre los quales se començó fuerte batalla. E Pantasilea derribó del caballo con su lança al rey Amenalao e tomó su caballo e diolo a una su serbienta; e Diomedes que lo vio, a poder de caballo se dexó ir contra ella e, ronpiendo su lança en ella, no le fizo nada; e juntándose en uno, le rebató (255) el escudo del cuello e lo dio a una donzella. E derribó del caballo a Ajas Talamón e levólo preso, sinon que Diomedes gelo fizo dexar. E tanto fizo de armas, que en poca de ora fizo conoçer a los griegos su fuerça e, amonestando sus donzellas, los puso en fuida fasta dentro de su real e los ofendió; e ofendiera más, sinon por aquel fuerte Diomedes, que por su ardimiento sostobo los griegos fasta la noche, que se recogieron todos a sus estanças. E en dos meses continamente se conbatieron todos, adonde morieron muchas nobles gentes.

    

   Título de cómo Pirrus, fijo de Archiles, vino en ayuda de los griegos e se armó cavallero con los sus mirmidones

   En este comedio vino Pirrus, fijo de Archiles, con el qual todos los griegos fueron mucho alegres. E armado cavallero, el rey Agamenón le entregó las tiendas e armas de su padre e los mirmidones le tomaron por señor en logar de su padre con mucha alegría. E todos los griegos por la honra de la cavallería de Pirrus fezieron solenes fiestas e, acabadas, anbas las huestes salieron, sus vatallas ordenadas, al canpo e, conbatiéndose, caían muchos muertos de cada parte. Pi-rrus [col. b], con las harmas e señas de su padre, se obo por mucho esforçado, (e) derribando e matando muchos de los troyanos con ayuda de los sus mirmidones e derriba[n]do con su lança a Polidomas; e obiéralo de matar, sino que gelo defendieron. E derribó allí al rey Filomenis.

   En este comedio vino Pantasilea con sus donzellas, que traían todas pendones blancos en sus lanças, e fizieron mucho daño en los mirmidones. E allí derribó Ajas Talamón con su lança a la reina Pantasilea en tierra, la qual luego se levantó e, cabalgando en su caballo, (e) les fizo dexar a los mirmidones al rey Filomenis, que tenían preso, e los puso en fuida. E Pirrus que lo vio, dio grandes vozes contra ellos, deziéndoles que debían aver vergüeña de morir fuyendo de mano de mugeres. Pantasilea que lo oyó, allegándose a él, le dixo:

   -¡O fijo de malbado cavallero, que traidoramente mató al noble e virtuoso e famoso Étor, que a vengança del qual, no solamente las dueñas e donzellas, mas todo el mundo, debría tomar armas! E nosotras, que dezides que somos mugeres, sabrán los griegos qué golpes sabemos fazer.

   E acabando estas palabras, amos se encontraron de sus lanças e Pirrus cayó de su caballo en tierra. E se levantó luego en su caballo e mató con su espada a Glatón, fijo de Antenor. E Pirrus e Pantasilea se juntaron como aquellos que lo deseaban e derribaron anbos con sus lanças de los caballos a tierra; e luego pujó cada uno en su caballo e dábanse grandes golpes de las espadas. E por treinta días continos se conbatieron, por manera que dizen que en estos días morieron diez mil omnes e más, quando levando los unos lo mejor, quando los otros; e de las donzellas de Pantasilea morieron más de los me-dios // [Fol. 70 r., col. a].

    

   Título de la muerte de la reina Pantasilea e de otros muchos que morieron entre los griegos e los troyanos

   Continuándose estas peleas, a cabo de los dichos treinta días anbas las huestes salieron al canpo, sus batallas ordenadas. E como Pantasilea e Pirrus se vieron, desamándose mucho, se dexaron ir el uno para el otro e Pirrus fue ferido, por manera que, pasándole todas las armas, le quedó el fierro de la lança con un pedaço de la vara en el costado. E sobre esta ferida se fizo grande matança e dieron tantos golpes a Pantasilea sobre las armas que le fizieron saltar el yelmo de la cabeça. E Pirrus estando con grand follonía, no curando de la dicha ferida, se dexó ir a Pantasilea, (e) como la vio sin yelmo e cansada del mucho trabaxo e golpes que avido avía. E con todo, lo reçebió ardida e esforçadamente e le dio grande golpe con su espada sobre las armas; e Pirrus le dio con su espada entre el onbro e el pescueço, adonde le falleçía el yelmo, e derribólo todo el braço por la junt[u]ra (256) del onbro e cayó luego muerta en tierra. E Pirrus, por vengança de su ferida, el cuerpo de Pantasilea todo fizo pedaços con su espada e, por desfalleçimiento de su ferida e por la mucha sangre, cayó amorteçido de su caballo a tierra. E los suyos lo levaron en un escudo a sus tiendas.

   E los troyanos ovieron a dexar el canpo, dexando muchos cavalleros e donzellas muertos en el canpo e en el alcançe, que duró fasta las puertas de la çibdad. E grandes fueron los llantos que por Pantasilea fueron fechos en la çiudad e por sí mesmos, que se veían muertos e desatados, remenbrándoseles todos los daños pasados; e ya aquéllos olvidados, se les menbrava de lo suyo e ya no curaban de cosa, sinon de [col. b] poner guardas en la çibdad e omnes fieles por las çercas e torres d’ellas, ca ya esfuerço de socorro no lo esperaban de ninguna parte del mundo ni abían por quién se requerir ni aconsejar, ca ya a el rey Príamo no le acataban ninguna vergüeña ni onor, veyendo su descaimiento e sin los sus nobles fijos e buenas gentes e apasionado de tantos dolores.

    

   Título de cómo Antenor e Eneas e Aneses e Polidomas vendieron la çibdad de Troya a los griegos e la causa por qué

   Los troyanos estando ençerrados en su çibdad, tapiadas sus puertas porque el real de los griegos yazía tan çerca que no salía ni entraba ninguno e desesperados de todo socorro, estando así con gran temor, juntáronse en uno Antenor e Polidomas, su fijo, e Ançises e Eneas, su fijo, e obieron su acuerdo de bender la çibdad e a todos los que en ella eran, si asegurasen a ellos e a toda su parentela e sus faziendas. E para lo poder conplir fueron al rey Príamo e dixiéronle estas palabras:

   -Señor, pues vedes el vuestro peligro e el nuestro, sería bien que tratábsemos (257) paz con los griegos e que les diésemos a la reina Elena e oro e plata e vituallas e que se fuesen a sus tierras.

   Como el Rey oyese esta razón, luego pensó en su coraçón que hera traiçión, ca sabía él que los griegos non se partirían de allí después de tantas pérdidas avidas sin matar a él e a todos e destroír la çibdad, ca él por ligera cosa tobiera aquella pleitesía; pero sentiendo el engaño e temiéndose d’éstos que beyéndole sin fijos lo podrían fazer mucho mal en uno con el pueblo menudo y desafiar la paz, respondióles dulçemente, diziendo que abría su consejo sobre ello, los quales con duras palabras le dixieron:

   -Señor, ¿qué consejo querés mejor qu’el nuestro? Conbiene que / [Fol. 70 v., col. a] lo fagas quesiendo o non.

   E sobre esto venieron en palabras con Anfimato el Menor, fijo bastardo del Rey, e después con el Rey, a todo ronper. E ovieron en conçierto que otro día veniesen ellos a consejo general. E así partidos, el Rey llamó aquel su fijo Anfifamato e díxole:

   -Fijo, yo veo que estos traidores han pensado su traiçión e nuestra muerte e sería bien que ellos cayesen en las fuesas que quieren abrir para nos; por ende, toma contigo jente e secretamente métete en esa cámara e, como ellos vernán mañana al consejo seguros, sal e mátalos todos quatro.

   Açebtado e fecho así, ellos venieron armados e con muchas gentes e con el pueblo enduzido contra el Rey, deziendo que no les quería dar la paz. E con esto no les osaron acometer e quedó acordado que Heneas e Anteneor fuesen a lo tratar con los griegos. E todo fecho, a pesar del Rey, fueron al real e los griegos dieron a Diomedes e a Ulixes que lo tratasen con ellos e con Agamanón e con otro rey Çedi. E todos ocho conçertaron la traiçión en que les diesen mucha suma de oro e plata e trigo para sus flotas e a la reina Elena e que se irían a sus tierras. E tratado así, el rey Príamo e todos los mayores que quedado abían salieron fuera e juraron la paz e tratos. Pero los griegos juraron cautelosamente, diziendo que ellos guardarían las dichas treguas segund que Diomedes e Ulixes las avían tratado con Eneas e con Antenor. E por esto tal dizen los proberbios antigos: «que quien con engaño jura que con engaño se perjura». E allí lo juró el rey Príamo e todos los otros suyos e tomaron çierto término para lo conplir.

    

   Título de cómo Antenor furtó el Paladión e lo dio a los griegos e otrosí cómo Elena enbió demandar perdón Amenalao [col. b]

   La reina Elena, sopiendo cómo Antenor avía de ir otro día al real, de noche, secretamente se vino a su casa e le dixo:

   -Señor Antenor, diredes a mi señor, el rey Amenalao, que por las virtudes de los nuestros dioses e por la su grand nobleza él aya piedad de mí e me quiera perdonar e reçebir para sí, ca él bien sabe que toda la malandança que sobre mí vino que fue yo seyendo forçada e fuera de mi poder, e que se le mienbre del primer amor que en uno ovimos e la nobleza de mi linaje e de la amada fija que de mí tiene.

   E Anteneor la dixo que él lo faría de grado.

   Otrosí, porque los griegos sabían que en la çibdad de Troya estaba una reliquia que hera imajen de la deesa Palas que llamaban Paladión, que la oviera fecho Dardano, primero Rey de Troya, que mientra qu’ella estobiese dentro de la çibdad que non podía del todo ser destroída, fabló Ulixes con Anteneor que gelo diese secreto, el qual, conprando el saçerdote mayor que lo guardaba por muchos dineros, gelo dio.

   E durando este término en que se avía de conplir todo lo tratado, el cuerpo de la reina Pantasilea fue levado a sepultar a su tierra por quatroçientas donzellas de las suyas que bibas avían quedado; otrosí todos los forasteros que quedado avían vivos, que en ayuda de los troyanos venido avían, se fueron, fechas las dichas treguas, a sus tierras; e los troyanos, dando grande acuçia a fazer sus pagas e ya acabadas de fazer todas, sino de dar a la reina Elena, la qual Amenalao non osaba reçebir sinon de noches, porque sabía qu’el pueblo de los griegos la matarían, que en ningund caso perdonar no la quería.

    

   Título de cómo los griegos entraron en la çibdad de Troya e mataron al rey Príamo e a todos los mejores de Troya e quemaron la dicha çibdad, sinon lo de los traidores que la vendieron

   Los griegos, por acabar su fecho, recogieron a las naos todas sus cosas e jentes e enbarcados todos para en el alva fazer vela e se ir, los troyanos, con alegría de su partida, no curaron de poner sus guardas como solían; e quando fue el primero sueño, los griegos, salidos de sus naos todos armados, a pie se venieron a la puerta Tinebra, adonde tenían con-çertado // [Fol. 71 r., col. a] con Eneas (258) e con Antenor e con los suyos que les avían de abrir; e avriérongela luego e entraron de golpe todos en ella con grande bolliçio. E sobiendo a la çerca, tomaron todas las puertas e torres por que no foyese ni[n]guno e así estobieron fasta el día. E así mesmo Eneas e Anteneor les dieron las puertas del grande Ilión.

   El rey Príamo e su muger e fijos e fijas que quedado avían se acogieron a los tenplos e d’ellos a se esconder por do podían. El rey Amenalao derechamente se fue adonde sopo que la reina Elena estaba e la tomó con mucha alegría e la levó de noche a su tienda escondidamente.

   E aquella noche desenbarcaron sus tiendas e las asentaron adonde estaban las gentes que en ellas avían quedado con sus cavallos e, amaneçido el día, començaron a matar e destroírlo todo. Pirrus cortó la cabeça al rey Príamo en el tenplo de Apolo, seyendo presentes los traidores Eneas e Anteneor. E mataron más de veinte mil omnes e robaron los tenplos e cativaron a la reina Écuba e al obispo Poliçeno e a Casandra, sus fij[o]s (259). E la reina Écuba dio a Poliçena, su fija, a Eneas, que la encobriese. E seyeron presos Andrómaca e dos fijos que don Étor avía de quatro años abaxo, que el uno llamaban Laumedón e al otro Anquenastra, de Pirrus e los enbió a sus tiendas.

   E quemada la çibdad, sinon las casas de los traidores, que estaban señaladas, e derribados los muros e çercas e tenplos, con toda su robería e cautiverio salieron a sus tiendas.

    

   Título de cómo el rey Agamenón fizo ayuntamiento de los griegos sobre las roberías e de las palabras que sobre el Paladión pasaron entre Ulixes e Ajas Talamón

   El rey Agamenón fizo ayuntar todos los príncipes griegos e, juntados, les dixo estas palabras:

   -Ermanos señores, por dos cosas vos he llamado aquí: la una por saber de vos si devemos dar fe e creer a Eneas e Anteneor, [col. b] por los quales avemos seido destroidores de la çibdad de Troya; la otra, por qué manera entendedes que se deve partir el algo e riqueza que en esta çibdad avemos tomado.

   La respuesta d’ellos toda fue que, en quanto a lo de Eneas e Antenor, que se les guardase todo lo que se les prometiera, pues que por ellos estaban señores de la dicha çibdad e avían conplido toda su voluntad; e en quanto a partir de los algos que tomado abían, que se parase todo en la plaça e fuese partido por los escargos de los omnes e por sus gastos e trabajos.

   Ajas Talamón se levantó entre todos e dixo que la reina Elena devía morir cruel muerte, por la qual los griegos avían reçebido tantos daños, lo qual otorgaron los más d’ellos, deziendo que así se debía fazer. Agamenón e Menalao fazían su poder por lo defender, mas non les montaba nada, ca todos los mayores Reyes de Greçia querían que moriese, mas el rey Ulixes, por salvamiento d’ella poniendo su razón, por que los dichos Reyes mudaron su sentençia e la dieron por quita. Agamenón, por le dar galardón d’ello a Ulixes, mandó que le fuese quedado el Paladión. Ordenaron que todas las dueñas e donzellas e personas inoçentes fuesen libres de toda servidunbre e desonor.

    

   Título de la muerte de la infanta Poliçena, fija del rey Príamo, e cómo la mató Pirrus e de las palabras que dixo antes

   Los griegos adreçando sus naos para se partir, levantóse tenpestad en la mar e preguntando al obispo Colcas que por qué hera aquella tenpestad dixo qu’el ánima de Archiles se querellaba a los infernales porque la su sepoltura non hera bañada (260) de la sangre de Poliçena, por cuya cabsa él era muerto, la qual fue fallada en Eneas e Antenor, que ascondida la tenían. Agamenón la dio luego a Pirrus para que la levase a matar sobre el sepulcro de Archiles e vañase con su sangre la dicha / [Fol. 71 v., col. a] sepultura. E levándola a matar, todos los nobles omnes e gentes abían dolor e lloraban por piedad que avían d’ella e dezían que persona de tanta veldad e fermosura no devía perezer atán sin razón; e çiertamente la delibraran, sino por lo que aquel malvado obispo Colcas les avía dicho.

   Poliçena, estando delante de la [se]poltura (261) de Archiles, en presençia de todos los prínçipes de Greçia, dixo estas palabras:

   -Poderosos reyes e caballeros greçianos, sabed verdaderamente que de la muerte de Archiles yo só sin culpa, ca nunca d’ella sope cosa fasta que fue muerto e, verdaderamente, me pesó mucho d’ella. E por ésta es grand maravilla que tantos reyes e prínçipes fazedes morir a una virgen inoçente e sin culpa. E non entendades que lo digo porque a mí desplaze d’esta muerte, ca los dioses saben que me plaze con ella, ca la he por deseada vida, ca de aquí adelante la vida me sería muerte, pues que yo he visto por mis ojos derramada toda la noble sangre de mi linaje e mi persona avía de ser en poder de enemigos, beuda por tierras estrañas e perdida mi castidad e corronpida mi virginidad e ensuçiada por no tan nobles omes como yo, espeçialmente por aquellos que con grande soberbia e crueldad han muerto al rey Príamo, mi señor e mi padre, e a los nobles hermanos míos, por lo qual yo más deseo morir en mi tierra que ser desterrada e vebir con dolor e probeça buscando tierras estrañas. E ya vente, la muerte, la qual agradosamente reçibo en tanto que só virgen e la mi verginidad a todos los dioses e a la muerte sacrifiçio.

   E acabada su razón, Pirrus con su espada la fizo todas piezas e bañó la dicha sepoltura toda con su sangre. E como todo esto vio la reina Écuba, salida de su sentido, trababa a los griegos con las manos e dientes e con todas las cosas que podía, por lo qual fue apedreada del pueblo menudo e muerta miserablemente; e después fue sepultada en honrada sepoltu-ra (262) [col. b]. E Andrómaca humildosamente pedía merçed a los Reyes de Greçia por dos fijos de don Étor, su marido, que en los braços traía, el uno de quatro años e el otro de dos, de los quales le fue respondido que criaturas inoçentes, quánto más fijos de tan noble cavallero, no debían padeçer.

    

   Título de la muerte de Ajas Talamón e de las palabras que él obo con Ulixes sobre el Paladión, que fueron cabsa d’ella

   Estas cosas acabadas, Ajas Talamón delante de todos los Reyes e nobles de Greçia dixo estas palabras:

   -Onorables señores que presentes estades, bien sabedes vos que los bienes tomados en Troya avíamos hordenado que fuesen repartidos segund las personas heran mereçedoras, lo qual no se fizo así, que a Ulises, que aquí está, no debía ser dado el Paladión, ca no es él dino de aver reliquias de tan gran preçio, el qual debe ser dado a mí, que lo tengo mejor mereçido que non él, que por grandes sudores de mi persona por muchas debegadas di abastamiento a la hueste de los griegos de biandas; e así mesmo que muchas vezes eran vençidos de los troyanos e por fortaleza de mi persona fueron esforçados e vençedores de sus enemigos; así mesmo, yo por mi persona maté al rey Polidón e tomé todo el su thesoro, que hera muy grande, e lo repartí por toda la hueste de los griegos; e sometí por mi virtud muchos reinos e probinçias, así como el de Gagaris e de Represemi e de Arifonca e el de la Risa e todos los otros reinos que son en torno d’ellos; por lo qual, segund razón, el Paladión a mí non debe ser quitado e quanto más darlo a este parlero e sin bien ninguno Ulixes, ca si Archiles fuera bivo e lo diérades a él, yo fuera bien plaçentero, ca, segund vosotros sabedes de sus fechos, él era mereçedor de lo aver, que bien sabedes que por el su esfuerço e fortaleza e arte e ardideza e sotileza so-mos // [Fol. 72 r., col. a] oy vençedores e conquistadores de la çibdad de Troya, ca él fue uno de los más prinçipales fazedores por que aquí veniésemos e fue el primero que nos traxo la respuesta del nuestro dios Apolo que destroiríamos a Troya, así como lo abemos fecho. E por él vençimos las fuertes batallas, porque él mató al valiente Étor, que tantos nobles de nos avía muerto, el qual, si luengamente vesquiera, todos los más de nosotros a sus manos avíamos de padeçer. E él mató al noble cavallero e ardit Troilos, su hermano, que después de su muerte no fazía menos en nuestras gentes. E mató a Casibelete e a otros fijos bastardos del rey Príamo. E mató otros siete o ocho Reyes de Troya. Este Archiles fizo grand conquista en los reinos que heran sujetos a Troya, donde avían grande socorro de bituallas, que fazían a nosotros grande guerra, entre los quales él mató al rey Perbeta, que de su reino nos guerreaba fuertemente, e conquistó Çira e Ganapolín, reinos abondados. E mató muchos cavalleros e trajo tantos ganados por dos vezes de aquellos reinos, que toda la nuestra gente fue abondada por grand tienpo. E él conquistó al Rey de Quinsaras e traxo mucho oro e plata e repartió por toda la hueste. Él conquistó tierra de Saliçián e traxo toda la riqueza d’ella e diola a la nuestra hueste. Él mató al rey Teotán e puso por Rey de la (263) su isla de Mesa a Telafus, fijo de Hércoles, donde todos tienpos (264) fuimos socorridos de vituallas. E el mató al rey Calimén e robó toda su tierra e traxo toda su flota cargada de vituallas; e lo repartió todo a nuestra gente. E fue a la çibdad de Podosania, donde era el rey Podesén, el qual, no se podiendo defender d’él, él mesmo se enforcó; e traxo de allí mucho pan e vino e çebada e otras vituallas, por donde fue nuestra hueste mucho abastada. E si él fuera bibo, non consen-tiera [col. b] él Troya ser destroída, como nosotros, por las falsedades de Ulixes, la conquistamos, ni fuera perjuro, como nosotros (e) por creer a él lo fuemos; ca él todos tienpos se trabajara por que lo acabáramos más a nuestra honra e poder de fuerça de nuestros braços. E todo esto bien lo sabe Agamenón, que presente está, aunque se calla. E así mesmo, yo en conpañía de Archiles he acabado otros fechos, mucho vertuosos fechos, como vos bien sabedes. E Ulixes, falleçido de toda ardideza, con su bel[l]a parlería quiere sobrepujar e aver más que los otros, no baliendo más sino para engañamientos e con artes; e si dize que por su ardideza hemos estado señores de Troya, no vino por su virtud, sinon por las falsas juras que nos él fizo fazer, por las quales para sienpre seremos disfamados entre las gentes e avergonçados.

   Quando Ajas Talamón ovo acabado su razón, Ulixes se levantó en pies e dixo con grand coraje:

   -Señores, vos bien sabedes que por mi arte e esfuerço e industria sodes señores de la çibdad de Troya.

   E dixo contra Ajas Talamón:

   -En dar a mí el Paladión tú, Ajas Talamón, non te deberías quexar, ca no se cobró por tu esfuerço nin industria, sinon por la mía, ca los griegos nunca sopieron qué cosa hera el Paladión ni que tales virtudes avía en él. E yo, por mi industria, sope cómo por cabsa d’él se nos tenía la çibdad e caté manera por donde lo cobré d’e[l]la, por lo qual luego la çibdad fue destroída, como vedes todos.

   Estas e otras muchas palabras injuriosas pasaron entre Ajas Talamón / [Fol. 72 v., col. a] e Ulixes, por donde quedaron por enemigos. E Ajas Talamón le dixo de claro que por sus manos abía de morir e que así lo sopiese de çierto, sobre lo qual todos los reyes acordaron e mandaron que Ajas Talamón e Ulixes estobiesen a juizio de los reyes Agamenón e Amenalao sobre el dicho Paladión, los quales, por dar galardón a Ulixes por [lo] que por Elena avía fecho, dixieron que, pues Ulixes avía ganado el Paladión, qu’él lo debía aver e que se quedase con é1, sobre lo qual, los más de los griegos dixieron que los dichos Reyes dieran mal juizio, ca Ulixes no era dino de preçio ninguno con Ajas Talamón. Por lo qual, Ajas Talamón muchas injuriosas palabras dixo contra los dichos Reyes, deziéndolos que de allí adelante avía de ser su mortal enemigo, los quales Reyes e Ulixes se fizieron guardar a sus gentes por temor del dicho Ajas Talamón.

   E al terçero día, la noche pasada, Ajas Talamón fue fallado muerto en su tienda, fecho muchos pedaços, sobre lo qual en toda la hueste se levantó grand bolliçio. E todos se dolían mucho de su muerte e de aquella crueldad e daban Agamenón e Amenalao mucho cargo e más a Ulixes. E Pirrus fuertes palabras dixo contra Ulixes e contra todos los culpantes de aquella muerte, por reçelo de lo qual, Ulixes la segunda noche, secretamente, con sus naos e gente se fue por alta mar e dexó el Paladión a Diomedes, mucho su amigo.

    

   Título de cómo los griegos desterraron a Eneas e Anteneor e a todos los que vendieron la dicha çibdad de Troya

   Después d’estas cosas pasadas, los griegos desterraron para sienpre de Troya e de sus términos a Eneas e Anteneor [col. b] e a sus casas todas, (e) deziéndoles que les avían quebrantado las posturas que con ellos avían puesto porque escondieron a Poliçena, por la qual hera muerto Archiles. Aunque el achaque fuera éste, pero más (265) fue porque todos dezían que a omnes que tal traiçión avían fecho que non se les debía guardar cosa que bien les veniese. E entrados con sus naos en alta mar, sus fechos segund se contiene adelante, en lo que fabla en la Istoria troyana.

    

   Título de cómo los griegos pereçieron muchos d’ellos en la mar e de los fines que fizieron los mayores d’ellos después que de Troya partieron, segund que la infanta Casandra les dixo

   Los griegos, partidos de Troya con todas sus roberías, pereçieron en la mar muchos d’ellos e la causa d’ello fue que dixieron al rey Nanbi, padre de Palomades, que los griegos avían muerto a traiçión al dicho su fijo, seyendo mentira; pero él, creyéndolo, veyendo la tormenta fizo fazer fuegos en las altas sierras con la tiniebra e las naos, que con la tormenta venían cuidando que eran fuegos de las pueblas, quesiéndose allegar a ellos, pereçieron en las pe[ñ]as (266) que estaban en las riberas, con mucha gente además.

    

   Título de la muerte del noble rey Agamenón e de la causa d’ella

   Agamenón llegado en su casa, la primera noche le cortaron la cabeça dormiendo en su cama. E la causa d’ella fue ésta: que estando él en Troya, su muger fizo maldad con su mayordomo e fizo en ella una fija e matáronlo ellos anbos. E después mató U[r]istes, su fijo, a su madre e aquel su entendedor e a todos los que abían seido en la muerte de su padre. Casó con Ermonia, fija de Amenalao, que avía avido de la reina Elena antes que Paris la levase. Amenalao fizo luengamente su vida con la reina Elena a su voluntad.// [Fol. 73 r., col. a]

    

   Título de los fechos de Pirrus, fijo de Archiles, e de la su muerte e de la causa d’ella

   Pirrus levó de Troya Andrómaca, muger de don Étor, con un fijo que de Étor avía que llamaban Laumedón, que era pequeño. E llegado en su reino, mató a un su tío porque avía echado del reino al rey Pelén, padre de Archiles, e a su muger e tornólos en su reino. E reinando él con ellos, ovo un fijo de Andrómaca que le llamaron Archiles, como a su agüelo. Enamorándose Pirrus d’Ermonia, muger de Uristas, tomógela por fuerça e teníala, como Andrómaca, por muger. E Uristes, sentido de muchos dolores por ello, cató manera como se vengase d’él e de cobrar su muger. Sopiendo cómo Pirrus iba a una romería, salteólo en el camino e matólo con su mano e a todos los que iban con él; e tomó a su muger e fizo su vida con ella. Su agüelo crió a su fijo Archiles, el qual quando reinó tobo a su madre, Andrómaca, por señora e aquel su hermano Laumedón en igual d’él en toda su vida en el reino.

    

   Título de los fechos que acaeçieron a Ulixes de[s]que partió de Troya

   Ulixes partido de sobre Troya, como dicho es, pasó muchas fortunas en la mar e fue preso e robado de corsarios. E estando preso fizo un fijo de Cloa, reina donde yazía preso. E salido de allí por ella, allegó en su reino. Porque Casandra le avía dicho que su fijo lo avía de matar, fizo prender luego a un su fijo que falló ya grande con su muger e fízolo poner en una torre, a grande viçio pero bien guardado.

   Porque las cosas que son de Dios ordenadas no se pueden escusar, vino aquel fijo que él avía dexado en aquella Reina que lo avía prendido e a cabo de diez e ocho años e por ver su padre. E porque los omnes de Ulixes non le [col. b] dexaron entrar al palaçio, mató uno d’ellos e al bolliçio salió Ulixes, su padre. E veyendo el su serbiente muerto, tiró con un dardo aquel su fijo e feriólo con él por la pierna; e el fijo, con el dolor de su golpe, sacando el dardo de sí tirólo a su padre e diole por el cuerpo e cayó casi muerto. E estando así, sus omnes saliendo todos, prendieron aquel su fijo e leváronselo a Ulixes para que lo mandase matar. E como lo vio, díxole que quién era por saber razón de su muerte. E el fijo, como ya avía sabido por los llantos que por él fazían que aquel hera su padre, díxole con doloridas palabras:

   -Señor, yo só tu fijo que tú feçiste de mi madre, la Reina, yoguiendo preso e me enbió a ti con esta carta por que ovieses plazer. E pues mi ventura fue tal, faz de mí lo que quisieres.

   Ulixes, oída aquella razón, mandó sacar al fijo que preso tenía. E venido delante d’él, díxole la cabsa por que lo avía prendido e mandóle que non fiziese mal a su hermano, pues (a) era sin culpa de su muerte. E diole eredamiento en que visquiese. E así feneçió Ulixes su vida, segund Casandra le obo dicho.

    

   Título de lo que aconteçió a Diomedes después de la destruiçión de Troya, segu[n]d dicho es

   Diomedes partió de Troya e llegado a su reino falló a su muger, Ejea, levantada con todo su reino contra él, por quanto le avían dicho que avía tomado por muger una fija del rey Príamo en Troya, e non lo consentió entrar en el reino porque era herençia d’ella. E non sopiendo qué se fazer, tornóse a Troya e falló allí pobladores que en ella avían quedado en guerras con los comarcanos que los venían a robar. E conoçiendo en él su caballería y esfuerço, [tomáronlo por mayor] (267) e defendiólos en dos años, como noble caballero. E sabidas estas nuebas por la dicha su muger, temiéndose qu’él iría sobre ella con aquellas gentes, enbió por él. E llegado a su reino, fue bien reçebido e feneçió sus días conplidamente. Pero en la General Istoria no se faze mençión de cosa que le aveniese con Breseida, su enamorada, después / [Fol. 73 v., col. a] de la dicha destroiçión ni enantes más de lo que dicho es ni del malvado obispo Colcas, su padre.

   

   Título de los fechos que conteçieron a los troyanos después que Diomedes los desanparó quando se fue a su regno

   De los troyanos que escaparon a vida, muchos d’ellos fueron levados cabtivos en Greçia, segund se contiene en la istoria de Bruto quando pobló a Inguelatierra; e los otros que en Troya quedaron quando Diomedes los desanparó e se fue a su tierra, los quales non se podiendo defender de los vezinos, se fueron todos con mugeres e fijos, se fueron [a] buscar tierras donde poblasen, segund que sus fechos se contarán adelante, en las pueblas de las çibdades de Beneçia e de Milán e de París e de Londres; e de las pueblas de Lonbardía e de Italia e de Cartago de África e de Roma e de Italia e de Alemaña e de Françia e de Inguelatierra e d’Escoçia e de otras probinçias muchas se contiene.

    

   Título de los reyes e prínçipes e nobles omnes que en la çerca de la çibdad de Troya morieron e quién e quáles

   Don Étor mató a éstos: mató al rey Protesalao e al rey Patróculos e al rey Merión e al rey Talamón e al rey Archílogo e al rey Protenor e al rey Archimenón e al rey Epístropo e al rey Çedir e al rey Dalpeñor e al rey Doro e al rey Polixén e al rey Poritén e al rey Antipo [col. b] e al rey Brocho e al rey Polirreto, que son diez e seis reyes coronados, sin otros grandes omes qu’él mató muchos.

   Paris mató a Palomades e al rey Antílogo e Archiles e al rey Ajas. Eneas mató al rey Anfines e al rey Marón.

   Estos todos eran griegos.

    

   Título de los troyanos que allí morieron

   Archiles mató estos reyes: al rey Eufemilo, al rey Lepomeni, al rey Palén, al rey Nesteri, al rey Licomi, al rey Euferbi e a don Étor, fijo del rey Príamo, a Troirlos, fijo del dicho Rey, al rey Menón, al rey Netalón, sin otros grandes qu’él mató.

   Pirrus, fijo de Archiles, mató éstos: a la reina Pantasilea, al rey Príamo, a la infanta Poliçena.

   Diomedes mató al rey Anchipo, al rey Esdrón, al rey Trenor, al rey Promenor, al sagitario.

   El rey Ajas mató a Paris.

   Palomades mató a Diofebus, fijo del rey Príamo, al rey Serpendón e al rey Upón el Grande.

   Diofebus mató al rey Çitis.

    

   Título de las faziones de los caballeros e dueñas troyanos e greçianos e de las sus hedades

   El rey Príamo fue alto de cuerpo e espeso e muy buen cavallero de armas e la palabra mansa e bien razonada e franco e liberal; e reinó ochenta e seis años. // [Fol. 74 r., col. a]

   Étor era mediano de cuerpo e muy benbrudo e de grandes vezos; e avía los ojos muy pequeños e un poco vizcos e trabávase la palabra, pero avía la vista muy graçiosa e fue flor de todos los cavalleros del mundo. E dizen los autores en todas las escrituras que Dios e la natura se ayuntaron a lo fazer, que lo podieran fazer más fermoso, mas non mejor. E avía de hedad quando Troya se çercó quarenta e quatro años e morió a los seis años que fue çercada.

   Paris era muy alto de cuerpo e delgado e más hermoso que otro omne en su tienpo e de grand coraçón; e aunque de fuerça non era tan valiente como los hermanos, (e) tiraba de arco mejor que todos los omes de su tienpo. E avía tres años menos que don Étor e morió a los ocho años de la çerca de Troya.

   Diofebus pareçía en todas sus faziones al Rey, su padre, e hera buen cavallero e esforçado e ardite. E avía hedad quando Troya fue çercada treinta e seis años e morió a los siete años que fue çercada.

   Troilos era muy alto de cuerpo e quadrado e el cuello alto e las espaldas e los pechos avía fuertes e conplido de todas vertudes; e fue el que más se allegó a la proheza de las armas [a] (268) don Étor, su hermano; e era muy fermos[o] (269) e galán. E quando Troya se çercó hera su hedad veinte e çinco años e morió a los siete años de la çerca.

   La reina Écuba era grande de cuerpo e muy apuesta e enseñada e entendida; e era fuerte de coraçón e en todas cosas pareçida honbre. E hera de çinquenta años quando Troya se çercó.

   Elena hera muger mediana de cuerpo e de carnes bien espesa e [col. b] el cuello alto e la cara mucho fermosa e alegre; e fue espejo de las dueñas de su tienpo. E avía quando vino a Troya treinta e çinco años.

   Andrómaca, muger del virtuoso Étor, era asaz fermosa e avía los ojos fermosos, pero un poco blandos; era de todas las buenas condiçiones que a muger perteneçían. E abía quando Troya fue çercada treinta e dos años.

   La infanta Poliçena era alta de cuerpo e mucho bien parada e en todas sus faziones mucho linda sobejamente; era muy bien razonada e avía profidia entre la fermosura e de Elena. E avía quando Troya se çercó veinte e un años.

   Breçaida hera muger mediana e blanca como el sol e los cabellos como filos de oro e los ojos blancos e las sobreçejas un poco juntas, aunque tanta hera su fermosura que todo le pareçía bien; e mucho bien razonada e vestía mucho apuestamente. E era quando Troya se çercó de XXII años.

   El rey Agamenón era ome de grand cuerpo e muy menbrudo e conplido de todas bondades de caballería; e así mesmo Amenalao, que en todas cosas lo mucho [pareçía] (270). E abía Agamenón quando a Troya vino quarenta años e Amenalao XXXVIII años.

   Archiles era alto de cuerpo e los pechos mucho anchos e grandes mienbros e alegre cara quando era alegre e, quando sañudo, avíala mucho braba; e los ojos ardites e, con la saña, bolvíansele en sangre; e hera franco e mucho querido de los suyos; e en fecho de las armas pocos o ninguno se podían igualar con él e hera mucho sabio e artero en el fecho de las armas, por manera que enemigo qu’él quisiese non le podía escapar luengamente; e cobdiçioso de acabar todas las cosas que començaba. E avía quando vino a Troya quarenta años e morió a los ocho que fue çercada.

   Palomades hera omne alto e bien / [Fol. 74 v., col. a] tajado e espeso, lo que le conplía e mucho; e fermoso e bien razonado e franco e querido de las gentes. E avía quando vino a Troya treinta e seis años.

   Ajas Talamón era omne mediano e quadrado e pavoroso en batalla e esforçado e ardid en el fecho de las armas; e franco e guerreador en buscar tierras ajenas e par[t]ía (271) bien lo que ganaba. E era de treinta e dos años.

   Diomedes hera rezio de fuerça mucho demasiadamente e profioso e artero e bien razonado; e alegre e cortés y enseñado e mucho querido de damas. E avía treinta e çinco años.

   El rey Amenalao hera esforçado en las armas e avisado a todo el fecho d’ellas e muy plático en sus palabras e omne de mucho buen talante, pero (272) que hera mucho profioso en todos sus fechos.

   El rey Patróculos era mucho largo de cuerpo e delgado razonablemente; e ardid e donoso en sus fechos todos e mançebo de treinta años quando vino a Troya.

   El rey Protesalao era omne espeso de cuerpo e de todos sus mienbros e rezio e esforçado e malenconioso quando no se le fazían las cosas como él quería.

   El duque Néstor era omne de Dios que pasaba en çinquenta años quando en Troya vino. E era omne de alto cuerpo e asaz espeso e de grande esfuerzo e de buen consejo.

   El Duque de Atenas hera d’esta mesma hedad, pero era más profijoso en las cosas començadas, que miraba más a la honra d’ella que non a los peligros.

   El sagitario que mató Diomedes era, de la çinta arriba, omne vermejo e barbudo, de cara pavorosa e los ojos vermejos como sangre e los cabellos largos e, de [col. b] la çinta abaxo, con dos pies como caballo.

    

   Título de los estoriadores que escrebieron las estorias troyanas e griegas, quáles e quántas fueron fasta la postrimera destroçión

   Leomarte e Virgilio e Ovidio escrevieron el fundamento de la [çibdad] de Troya e los fechos de Jasón e de Medea, de Ércules e de su muerte fasta las tres destroiçiones primeras de Troya. Pero otra istoria que fizo Umero non la debe leer ninguno, ca la fizo él, seyendo griego, quinientos años después de la dicha su destroiçión. Dixo en ella muchas mentiras, deziendo que Archiles era encantado e otras muchas cosas. La postrimera destroiçión de Troya escrebieron Daires de Troya e Dites, griego, que fueron presentes a todo, seyendo dados por las partes por estoriadores, los quales, juntándose muchas vezes en uno, fezieron dos libros en todo concordes, en fin de los quales dixeron que las gentes de los griegos que a Troya arribaron fueron ochoçientos e seis mil conbatientes, que fueron entre ellos setenta e dos reyes e duques e prínçipes d’estado e que fueron la suma de las sus naos mil e quatroçientas e noventa naos; e que fueron la gente de los troyanos e sus valedores seisçientas y sesenta e seis mil conbatientes; e que duró la dicha çerca, del día que fue çercada fasta que fue tomada, diez años e seis meses; las gentes que allí morieron, que no podieron ser numeradas, ca todos los días pelearon, poco o mucho, sinon durante las dichas treguas; que las batallas se contataban de la una tregua a la otra; que ovo otras vatallas e guerras muchas, fuendo a buscar bituallas e conquistar las tierras los unos de los otros; quáles reyes e prínçipes allí morieron; por cúya mano. Estos dos libros fueron fallados en [A]thenas en luenga griega. Trasladólos Cornerio, estoriador romano, en lengua latina, porque hera lenguaje común para leer en las escue-las // [Fol. 75 r., col. a]. De allí lo trasladaron las gentes, cada unos en su lenguaje.

   Aquí se acaba el quarto libro de los XXV libros que Lope García de Salazar fizo en esta Istoria de las bienandanças e fortunas estando priso en la su casa de Sant Martín e comiénçase el quinto libro, en que fabla del naçimiento del noble enperador Alixandre de Greçia e de cómo fue disçípolo de Aristótiles; e de cómo mató a Pausona porque mató al rey Felipo, su padre, e de lo que dixo a su pueblo quando reinó; e de cómo començó a conquistar contra las gentes idultrías por ensalçar el nonbre del Criador; e de cómo Darío le enbió demandar el tributo e de lo que le respondió; e de lo que fizo e dixo a los mensajeros de Darío porque le enbió llamar (273) ladrón e de lo que ellos le respondieron; e de las batallas que ovo con Darío e con los suyos e le enbió la muger e fijos que le prendió; e de cómo los suyos mataron a Darío e de las palabras que dixo Alixandre antes que moriese e la honra que le fizo e cómo mató a los que le mataron; e de la carta que su madre le enbió e de la respuesta d’ella; e de las palabras que ovo con los armiños de Siçia e de los fechos que le acaeçieron andando desconocido; e de la carta que Aristótiles le escrivió e del libro que le enbió de las naturas; e de cómo mató a Poro, Rey de India; e de cómo le fueron dadas yerbas; e de la carta que [enbió] a su madre de lo que fiziese sobr’ello e de cómo morió; e los dichos de los sabios e de sus fechos e condiçi-ones [col. b]; e de los tienpos que reinó en Greçia e de su sabieça, que se comiença en fojas LXXV.

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   200.- Espacio en blanco en el manuscrito. Tomo la lectura del ms. 1634 de la B.N., donde parece que en principio quedó también en blanco y, luego, la misma mano completó el texto fol. 97 r..

   201.- Idem.

   202.- Este espacio también ha quedado en blanco en el ms. 1634 de la B.N.

   203.- Véase nota n. 200.

   204.- maitaron, en el manuscrito.

   205.- Espacio en blanco en el manuscrito.

   206.- Upor, en el manuscrito.

   207.- e, en el manuscrito.

   208.- lovas, tachado en el manuscrito; B: obejas, a la izquierda de la columna.

   209.- seguraron, en ms. 1634 B.N fol. 103 v..

   210.- su, interlineado por otra mano.

   211.- los, en el manuscrito.

   212.- Se ha corrido la tinta en el manuscrito y no pueden leerse unas cuantas grafías, posiblemente las palabras que he sobreentendido, con las que comienza el capítulo.

   213.- sus, interlineado por otra mano.

   214.- e que partieron, repetido a continuación.

   215.- todas, en el manuscrito.

   216.- a, interlineada por otra mano.

   217.- no, prácticamente sólo es legible la grafía o.

   218.- teníamos, en el manuscrito.

   219.- ni ga, repetido al inicio del folio siguiente, a continuación; ni gana[n]çia, al final del folio como reclamo.

   220.- e ayuntados, escrito un poco más arriba, repetido aquí.

   221.- tratabtasemos, en el manuscrito.

   222.- que, interlineado por otra mano.

   223.- tança, en el manuscrito.

   224.- que, interlieneado por otra mano.

   225.- padre, repetido seguidamente.

   226.- aver, la grafía a interlineada.

   227.- falso, en el manuscrito.

   228.- las, en el manuscrito.

   229.- a, en el manuscrito.

   230.- quando, en el manuscrito.

   231.- Ililión, en el manuscrito.

   232.- dixaendo, en el manuscrito. En el ms. 1634 de la B.N. ya se ha corregido en dixiendo fol. 121 r..

   233.- ama, en el manuscrito.

   234.- ya mortales, en el manuscrito.

   235.- qui, en el manuscrito.

   236.- justo, en el manuscrito.

   237.- finiestra, en el manuscrito.

   238.- en la mar, en el manuscrito.

   239.- amal, en el manuscrito.

   240.- El folio finaliza realmente con las grafías ep, que se repiten al inicio del siguiente.

   241.- rezaba, en el manuscrito.

   242.- si se, en el manuscrito.

   243.- condenar, en el manuscrito.

   244.- infiel, la primera sílaba interlineada por otra mano.

   245.- e, interlineada por otra mano.

   246.- in, en el manuscrito.

   247.- nueva me cae, en el manuscrito.

   248.- se fizo, en el manuscrito.

   249.- perpetual, en el manuscrito.

   250.- a vide, en el manuscrito.

   251.- No he documentado una acepción de escribo válida para este contexto, por lo que seguramente se trata de un error de copia.

   252.- lo, prácticamente borrado, a continuación.

   253.- veno, en el manuscrito.

   254.- vino, interlineado por otra mano.

   255.- le rebató, repetido detrás.

   256.- juntara, en el manuscrito.

   257.- tratabtásemos, en el manuscrito.

   258.- certado con Eneas, reclamo al final del folio.

   259.- fijas, en el manuscrito.

   260.- bañadada, en el manuscrito.

   261.- sepoltura, la sílaba se interlineada por otra mano.

   262.- Se ha repetido al inicio de la columna b parte del texto ya escrito :-tada en honrada sepoltu-.

   263.- della, en el manuscrito.

   264.- fue, seguidamente.

   265.- más, copiado dos veces.

   266.- penas, en el manuscrito.

   267.- tomaron por lo mayor, en el manuscrito.

   268.- e, en el manuscrito.

   269.- fermosa, en el manuscrito.

   270.- pareçía, escrito por otra mano.

   271.- parçía, en el manuscrito.

   272.- Se lee por, pero se ha tachado la grafía r y la grafía p presenta el signo de abreviatura.

   273.- La primera sílaba de llamar está repetida.