Libro VI

   [Libro VI]

   Andados DCCCX años que Abrahán naçió, seyendo la çibdad de Tiro en buen estado en la sazón que reinaba en ella un rey que avía nonbre Carcón, que era noble en sus fechos, e, moriendo conplido de sus días, dexó un fijo que llamaron Prebalión e una fija que llamaron Elisa Dido pequeños. E luego qu’el padre morió tomaron los de la tierra por rey al fijo, aunque era pequeño, e en guarda del obispo Acarva, que era hermano del Rey, su padre, que estaba en el tenplo donde estaban las reliquias d’Ércoles; e posieron con él que casase aquella Lisa Dido e casase con ella. E esto fazían ellos por dos cosas: la primera porque hera honbre de sangre e noble en // [Fol. 97 r., col. a] todos sus fechos e muy rico e honrado, ca en aquel tienpo de los gentiles los obispos eran los más honrados e más ricos de todo el reino, fuera sacando el rey. E por esto, entendiendo que era pro del reino, fezieron este casamiento.

   E después, a tienpo qu’el Rey fue creçido, reçelándose este Obispo que le tomaría su thesoro, que tenía mucho, fízolo soterrar. E como lo sopo el Rey, su sobrino, fue muerto por su consejo malamente cuidando aver aquel thesoro. E así, fincando viuda su hermana, veyendo la voluntad del Rey, su hermano, e desamándolo mucho, cató manera cómo se fuese del reino, e con todo aquel thesoro que ella tenía. E falló muchos honrados omes de aquella çibdad que querían mal al Rey e avían sabor de salir del reino e obo su trato con ellos en secreto. E por miedo qu’el Rey lo sopiese, cató manera e escrebió una carta al Rey, que dezía así:

   «Hermano señor:

   Después que vi mi marido yazer muerto en [e]stas casas, nunca se me pudo alegrar la voluntad; e pídovos por merçed que me mandéis ir para vos».

   E quando el Rey ubo leída esta carta, plógole mucho e enbió sus omes para ella e para que parasen mientes en el thesoro que entendía que ella traería, para gelo tomar. E como ella los vio, entendiendo su venida, dioles a entender que le plazía con ellos e díxoles que su ida quería fazer por la mar por que podiese levar todo su thesoro e otras cosas. E fizo guisar muchas naos e mandó poner secretamente todo su thesoro entre las otras cosas; e, de la otra parte, mandó fazer costales pequeños de cuero e inchiólos de arena e de otros metales e después fízolos guarneçer mucho apuestamente, deziendo que allí levava su thesoro que le dexara su marido Açerba. E todo esto veyéanlo los omnes del Rey, que creían que era verda[d]. E enbarcado todo en los nabíos e los omnes del Rey en ellos, (e) venieron los omes que eran de su fabla e dixieron que querían ir con ella por la honrar fasta que llegase al Rey.

   Llegados en alta mar, mandó a los omes del Rey, su hermano, que se llegasen con sus naos al suyo porque les quería dar aquel thesoro por que ellos gelo guardasen mejor. E mandó a sus secreta-rios [col. b] que en manera les diesen aquellos costales que, non los podiendo los otros tener, se les cayesen a la mar. Ellos fiziéronlo así, de guisa que todos aquellos costales, de las manos de los omes del Rey, cayeron a la mar. E cómo esto vio Elisa Dido, por lo encobrir dio muy grandes vozes e començó de llamar a su marido Açerba, diziendo:

   -Ebaste aquí la riqueza que ganaste e dexaste a tu muger; reçíbelo por sacrefiçio, pues que por ello reçebiste muerte.

   E como esto e otras cosas ovo dicho, volvióse contra los omes del Rey e díxoles:

   -Mi marido muerto es e su algo es perdido, mas tengo que los que al Rey, mi hermano, fizieron perder tan grande riqueza que non escaparán sin reçebir grandes penas.

   E como ellos lo oyeron, pesóles, veyendo que de sus manos hera perdido. Veyendo ella que estaban espantados e que se irían si podiesen, mandóles dar nabíos apartados en que se fuesen, diziendo que los que tal algo abían fecho perder al Rey que non quería que con ella fuesen. A ellos plogo mucho d’ello, ca tobieron que por allí podrían guareçer; e como llegó la noche, tomaron otra vía e fuéronse a guareçer.

   Como Elisa Dido vio esto, mandó a su flota volver la vía a otra parte e arribaron en África, en un logar que se faze seña de mar; e pareçiéndole allí buen puerto, llamó a todas sus conpañas e díxoles que a todas las gentes de aquella tierra que allí veniesen que les vendiesen mercado e feziesen plazer de todo lo que traían por que ganasen sus voluntades. E tanto fue el amor que con ella tomaron que le rogaron que poblase allí, ca ellos non abían rey ni mayor por que se rigiesen e que la farían serbiçio e plazer. Ella les dixo que non era muger que se pagaba de conprar e de vender, pero que quería allí poblar una çibdad, si le vendiesen heredad donde poblase. E dixieron que les plaçía. E díxoles que non quería más de quanto tomase un cuero de buey. E fizo buscar un cuero grande e fizo las correas delgadas e angostas e fízolas todas una en manera de çerco, (e) toma[n]do ella una grande plaza a plazer de todos. E salió ella de sus nabíos con toda su gente e púsose en sus tiendas, que avía allí una peña que llamaban Birsa; e porque e-llos / [Fol. 97 v., col. a] eran de Tiro, que es en Greçia, llamaron aquella puebla Tibersa.

    

   Título de cómo la reina Elisa Dido pobló la çibdad de Cartago de África e de las señales que fallaron abriendo los çimientos d’ella e de lo que los estrólagos dixieron

   Creçiendo muchas gentes que allí venían a poblar, así de las tierras comarcanas como de Greçia, que ya sabían de aquella puebla por ser de su naçión, mandó a los que así venían e non cabían en aquella plaça del cuero que conprasen suelos para fazer casas por contentar las gentes de la tierra. E fecho así, abriendo los çimientos, fallaron un calabero de buey. E preguntó que qué senificaba aquella señal. Respondiéronle que aquella çibdad sería grande e poderosa e abastada de todos cosas e que muchas gentes vernían allí a poblar grado, pero que sienpre sería subjeta so señorío de otro señor, así como el buey era subjeto a servidunbre de los omnes.

   Pesándole d’ello, non quiso çercarla allí e mandó abrir los çimientos en otra parte. Abriéndolos, fallaron un calabero de caballo. E preguntó a sus estrólagos qué sinificaba aquél e dixiéronle que la çibdad (a) allí fundada sería mucho abondada de todas cosas mientra que durase e sería poderosa e guerrera e de muchos trabajos con los prínçipes comarcanos, así como lo era el caballo con el omne. E fizo allí su puebla, diziendo que tal lo quería ella, e púsole nonbre Cartago, por el nonbre del cuero del buey, que le llaman en aquella tierra cartago. E fizo en aquella peña un alcáçar e púsole nonbre Tibersa. E fizo un tenplo donde puso las reliquias d’Ércules, que levava un Obispo de Tiro que avía puesto después que morió su marido, la muerte del qual nunca jamás la pudo olvidar.

   Poblada e enrequeçida mucho aquella çibdad, dixo a los pobladores d’ella que pues ella avía despendido sus thesoros en aquella puebla e ellos con ella señoreaban a toda África, e aun los temían en las marismas de Heuropia e de Asia por los muchos nabíos que ya en ella avía, que le pareçían que le devían ayudar con algo, ca lo más de lo que avía traído que lo avía gastado e lo que le quedaba que lo quería aguardar por non caer en probeza. Respondiéronle los que eran de [col. b] su tierra que les plazía. E los que eran naturales de la tierra non lo quisieron consentir, ca dixieron que en su tierra poblaron ellos para sí e echarían pecho, e non para ella, e non la querían meter en su consejo de allí adelante; e fueron mobidos contra la dicha Reina e contra los suyos, la qual, temiéndose de muerte, ovo consejo con los mejores de los suyos por se ir e dixiéronle que non debían partir de allí, donde estaban bien raigados, fasta que sopiesen logar çierto donde ir.

   La Reina tobo su consejo por bueno e enbió mucho en secreto a su criado Eugenio, que era mucho sesudo, de quien ella mucho se fiava, e diole muchos nabíos e mucho aver e quanto menester avía e mandóle que le fuese [a] buscar un logar de buen puerto a las partidas d’España, ca tal respuesta le dieron los sus dioses. E pasando con buen tienpo, aportó adonde después fue poblada la çibdad de Cartajena. E quando vio aquel lugar de tan buen puerto e toda la tierra que era noble e muy pocas gentes en ella e que non abía quien gelo contrariase, tornóse con aquella respuesta a su señora, la Reina, la qual se quisiera ir luego para allá, sinon que sus consejeros la dixieron que enbiase antes a poblar la çibdad aquel logar que dezía que era tan bueno e después que se fuesen con todo lo suyo.

    

   Título de cómo la reina Elisa Dido fizo poblar la çibdad de Cartajena, que es en España, e de la causa por que fue poblada e por qué ovo así nonbre

   La Reina, oído su consejo, llamó aquel su criado Jenio e diole nabíos e gentes e aver e todas las cosas neçesarias e mandóle poblar una çibdad. Él, como era deligente, fízolo bien conplidamente e pobló una grand çibdad e mucho apostada en aquel puerto, que es el mejor e más noble del mundo, adonde mareantes dizen que han llegado, e non le quiso poner nonbre fasta que su señora gelo posiese. E como lo sopo, oviendo mucho plazer e porque le avía prometido de le fazer galardón señalado, fízolo luego libre e púsole en poder todo su thesoro e fazienda porque lo falló de tan buen recabdo e abía tan bien despendido su aver que le diera. E porque en latín dizen genio (o) por omne libre e por el nonbre de aquel su criado que la pobló, púsole nonbre Cartajenia. E luego que esto fue fecho, aguisó sus nabíos para se ir allá. E como lo sopieron los // [Fol. 98 r., col. a] de la tierra, pesándoles mucho, ca tobieron que derían las gentes que por alguna traiçión que viera en ellos que se iba, ovieron todos su consejo e venieron a ella vestidos de luto. E pediéronle merçed que non los desanparase ni se fuese de allí, si no que ellos hermarían la tierra toda e se irían con ella, ca non querían quedar con aquel pesar e desonra. Tanto la aquexaron e rogaron que ovo de quedar e enbió aquel Genio con sus gentes e dineros e grande flota a poblar aquella çibdad. E poblóla de sus gentes e ganó e sojuzgó toda la tierra en rededor; e avolliçió las dichas tierras e púsolas so el su señorío.

    

   Título de cómo la reina Elisa Dido, anobleçida e engrandeçida aquella dicha çibdad de Cartago e obiendo guerreado con los comarcanos, casó con Eneas, el troyano

   Estando la reina Dido en tan alto estado e non quisiendo casar con muchos reyes e prínçipes honrados e poderosos que la demandaban por casamiento, e aun algunos d’ellos la guerrearon por ello, de los quales ella se sopo bien defender, la ventura, que es su curso como rueda, non podiendo dexar las cosas estar en un ser, Eneas, que escapó de la destroiçión de la noble çibdad de Troya, como en la su istoria dicho es, traxiendo consigo a Ançises, su padre, e a sus fijos Escanio e Junio, que eran pequeños, e quería ir a Italia, arribó en Çeçillia. E morió allí su padre, Ançises, e enterrólo allí. E pujado en sus naos con sus fijos e (341) jentes para se ir en Italia, levantósele grand tormenta; e perdiendo parte de su flota e gente, arribó con sus fijos en un puerto açerca de la çibdad de Cartago. E salieron por reposar en tierra e folgaron allí aquel día. E dormiendo, Eneas aquella noche soñó que casaría con la reina Elisa Dido e después que pasaría en Italia, como sus ídolos le avían dicho que en ella poblaría. E despertado, entendió que aquel sueño de Dios le venía e plógole mucho.

   E guisóse e fue [a] ver a la Reina. E la Reina, como lo sopo que la venía a ver e sabía ya todo el fecho d’él cómo le aveniera, guisóse para lo ir [a] ver. Eneas, quando lo sopo que la Reina lo iba a reçebir, salióla él [col. b] a reçebirla. E quando se juntaron en uno, reçebiéronse muy bien. E Eneas iba todo armado de sus armas, porque sienpre andobiera en guerra, por que la Reina no le podía bien ver la cara. E iba con él su fijo Escanio e, como la Reina lo vio, pareçióle mucho fermoso e dixo:

   -El padre que tal fijo engendró no puede ser que non sea más fermoso que otro omne.

   E desque fueron en la villa e lo vio desarmado, como él era de buena presençia, enamoróse d’él. E oviendo su fabla en uno e pagándose él d’ella, ca era mucho fermosa, (e) casáronse en uno. E sobre esto fezieron sus juramentos e promesas, segund la costunbre de los gentiles, e fezieron sus bodas mucho rica[s] e honradas. E fue Eneas reçebido por Rey e Señor de Cartago e de toda su tierra.

    

   Título de cómo Eneas se partió de Cartago e dexó a la reina Dido, su muger, e la honra que con ella avía avido e de la causa por que lo fizo e se fue para Italia

   Mucho era bienandante Eneas en [Cartago] (342) con la reina Elisa Dido e con todo el señorío de Cartago, lo qual le turó tres años en esta bienandança. Mas la ventura, que no dexa estar las cosas mucho tienpo en un estado, guisó por qué 1o perdiese en esta manera: en aquella çibdad avía un noble tenplo en el qual la reina Dido avía pintado las estorias de los nobles fechos que eran pasados en el mundo, señaladamente lo de Troya, que estaba apartado en un portal; e un día tomó la Reina por la mano a Eneas por le fazer plazer e mostrógelo todo, e lo de Troya en fin de todo. Como Eneas lo vio, dixo entre su coraçón:

   -¡O desaventurado yo, que, pues Troya con tantos nobles, que fue destroída por la traizión que yo fize, está aquí figurada, non pueda ser que brebemente o tarde non sea sabido e yo seré escarneçido por sienpre!

   E propuso en su coraçón de se ir de allí. Cató esta manera: que dixo a la Reina que quando enterrara a su padre, Ançises, en Çiçillia prometiera de tornar allí a fazer sobre él sacrefiçios e limosnas por su alma e que se quería guisar para ir allá e que la rogaba que lo to-biese / [Fol. 98 v., col. a] por bien, ca luego se entendía tornar para ella. E como ella oyese tal cosa, fue tan triste e desconsolada en su coraçón que non pudo ser más e començóle a rogar que non lo fiziese ni la desanparase así; pero con cosas que le dixiese, jamás lo pudo d’ello sacar, deziendo que luego se tornaría, faziéndole muchos falagos para la traer a ello, ca él non podía en ninguna manera partir de allí sin su liçençia e mandado. E como ella más non pudo e creyéndose en sus palabras e promesas, óbogelo de otorgar mucho a su pesar, temiéndose toda vía de lo que le vino, e enbióle mucho onradamente e con buen tienpo.

    

   Título de la carta que la reina Elisa Dido enbió a Eneas, su marido, antes que partiese del puerto, quando sopo de çierto que se iba a fin de no tornar más a ella e de las razones que puso en ella faziendo grandes llantos e duelos con doloridas palabras

   «Razonarme quiero agora, Eneas, mi marido, contigo como se razona el çisne con la muerte tendiendo sus alas sobre la yerba verde quando se quiere morir e comiença de cantar un canto muy dolorido. Pero las razones que yo te enbío dezir no lo fago porque entiendo que farás mi ruego, que non quiso Dios que yo en tal punto me ayuntase contigo, mas, pues yo perdí la mi buena fama e el mi buen prez e perdí el cuerpo e la mi castidad, que en tanto tienpo avía guardado, por muy más ligera cosa tengo de perder las mis palabras en ti.

   Eneas, mi marido, yo sé que te vas en todas guisas. ¿Cómo puede ser que dexes a Elisa Dido, mezquina, en duelo por sienpre? ¿E cómo soltarás la fe que me diste? ¿Cómo dexas la noble çibdad de Cartago e el grand thesoro donde yo te fize señor? ¿Adónde fallarás muger que te tanto ame como yo ni sepa cómo me quema ravioso fuego el coraçón el tu amor a mí, e aún más (343) que la piedra zufre quando en el fuego se quema?

   Pero bien entiendo que todo esto es perdimiento de mi cuerpo. E si loca non fuese, [col. b] non te amaría tanto, pues que tú tan mal me quieres; e ál es peor, que quanto tú más mal veo que me quieres, tanto más te amo. E aunque me querello a ti mismo d’esta deslealtad que feziste, nunca contra ti mengó el mi amor, antes, como desaventurada e sandía, creçió cada día más. E tomo la tu muerte, que, pues a perderte he, que más quería que fueses vibo que non muerto e lo más guisado es que yo muera porque tú me desanparas, que seas tú achaque de la mi muerte, que non que tú por mí morieses.

   E non só yo la primera que tú engañaste con tu falsa lengua, pero he un conorte: que quando alguno dixiere «¿Ó es la reina Elisa Dido?», dirán los que la verdad sopieren (344) cómo es muerta porque el cruel de Eneas, su marido, la desanparó, por que se ovo ella mesma de matar. E non me echarán a mí la culpa, pues te tomé muy lazerado e te fize señor de mí e de todas mis riquezas. ¡E ploguiese a Dios que todo esto te oviese dado en tal que non ovieses avido el (345) mi cuerpo en tu poder! E tú, a[l] ser ya mi marido, perdonarme debes, porque, si casé, fízelo con honbre honrado e padre de fijos e que non sería mobedizo e que non me desanpararía; e por esto herré yo, cuitada, que de tantos reyes e poderosos defendí la mi castidad por armas e por guerras e non me pude defender de la tu lengua falsa, Eneas.

   E ruégote por el alma de tu padre, Ançises, que tú hayas duelo de mí, pues que nunca fize yerro contra ti. E non só yo Elena de Mitonas, que ayuntase el tu amor con otro, como ella ayuntó el de Amenalao, su marido, con Paris, el de Troya. E si has vergüença que sea yo tu muger, tenme por varragana o por huéspeda; e si esto non quieres, dígote que luego me quiero delibrar d’esta pena. ¡E si tú vieses cómo yo estó escrebiendo esta carta, toviendo sobre los mis inojos la espada que tú mi diste, corriéndome lágrimas sobre ella! Mas aína me correrán gotas de sangre, si tú consejo non das a esta mi cuita. E bien acuerda esta espada por el galardón que me pareçe que me diste para que me matase.

   E tú Amona, mi hermana, que sabes mi fecho, quando yo fuere muerta, farás el mi cuerpo çeniza e ponerlo has en el sepulcro. E non escrevirás «Aquí yaze Elisa Dido, muger de Sierba», mas entretallarás en el mármol // [Fol. 99 r., col. a] que diga: «Eneas dio espada e achaque de llano por que Elisa Dido se mató por su mano»».

 

   Mas porque Eneas non tornó ni dio buena respuesta d’esta carta, fizo ayuntar todo el pueblo. E subió ençima de la torre. E vistió sus paños reales e desenbolvió sus tocas e cabellos e ronpió sus vestiduras por los pechos, (e) andando de la una parte a la otra llamando a Sorba, su marido, que la reçebiese e que se iba para él. E después que lo ovo dicho, muchas bezes metió la espada por los pechos; e pasóla a las espaldas e dexóse caer de la torre avaxo sobre un grande fuego que ella mandara fazer antes que ençima sobiese. E allí se fizo toda polvos.

    

   Título de cómo reinó Amonasi, hermano de la reina Dido, e después Pago, su fijo, en la çibdad de Cartago

   E d’esta manera susodicha se mató la reina Elisa Dido por su mano con la espada mesma que Eneas le dexó por el grand pesar que avía porque la dexara. E después que ella fue muerta, fezieron grand llanto todos los della tierra. E tomaron los sus huesos e çeniça que d’ella podieron aver e posiéronlos muy honradamente en el tenplo d’Estulaplio por reliquias. E quanto duró la dicha çibdad de Cartago, sienpre la honraron e tobieron por deesa, creyendo que la su santidad los ayudaba en todas sus cosas, e fazíanle en cada año honra en tal día como ella murió. E porque ella non dexaba fijo ni fija que heredase lo suyo, los de Cartago tomaron por señora Amana, su hermana, e casáronla con un rey comarcano que se llamaba Carba. E ovo d’él un fijo que se llamaba Masçeo e fue el primero Rey e Enperador de aquella çibdad. E fue onbre para mucho e acreçentó mucho en el señorío d’ella.

    

   Título del reinamiento de Pago, segundo rey que reinó en la çibdad de Cartag

   E muerto este rey Maçeo, subçedió en su logar Pago, su fijo ligítimo, e acreçentóse mucho más en el dicho señorío de Cartago. E por es-te [col. b] Pago obieron nonbre los de aquella çibdad e probinçias paganos, e así de uno en otro suçediendo. E con el mucho aver e con el grand poder guerreando a los vezinos, acreçentaron el dicho Inperio de Cartago, por manera que era uno de los mayores del mundo. E quando non fallaban con quién guerrear, guerreaban entre sí, por manera que bien se demostró verdad lo que dixieron los sabios sobre la cabeça del caballo que fallaron abriendo los çimientos d’ella. E d’estos Reyes e Enperadores suçedió, de uno en otro, el enperador Amulcra, (e) padre de Aníbal, el noble guerrero e Enperador de Cartago, segund se cuenta por sus grandes fechos.

    

   Título de cómo fue poblada la grande e noble e poderosa çibdad de Roma e de los que primero la poblaron e de los que la enseñorearon e de los grandes fechos que d’ella e de los sus reyes e enperadores fueron fechos

   Contado ha la estoria cómo Nohé e sus fijos e mugeres escaparon en el arca en los montes de Armenia e cómo después partió los reinos a Sen e Can e Jafed; e cómo él, en su vejez, vino en Italia, e cómo él traxo a su fijo Jónico consigo, que lo fizo en su vejez, que fue el más sabio de todos sus hermanos. E llegando en Italia e oviendo voluntad de fazer allí alguna puebla en que visquiese, (e) fízola donde agora es Roma, donde feneçió sus días e trabajos e vida, sopiendo por graçia debina cómo allí avía de ser cabeça de la Iglesia de Dios, a la qual puso su nonbre, sopiendo otrosí que ella avía de señorear todo el mundo, la qual años después de la destroiçión de la çibdad de Troya començaron a poblar a varrios en el tienpo de Edón, que juzgó el pueblo de Israel. Los que deçendieron del linaje de Eneas, el de Troya, e otros muchos reyes e caudillos, espeçialmente Junio, su fijo, e Jano, su nieto, e Jafed e Avenediçio, edificaron un varrio cabe el que hedificó Noé que llamaron Janículo e, en Trastíbire, un grande palaçio en logar donde es la iglesia de Sant Juan. / [Fol. 99 v., col. a]

   Heroch suçendió en este reino e fizo un grand varrio donde es oy el Capitolio. Italius, Rey de Adriano, con los çiracuses fizo un barrio çerca del río Abula, que después se llamó el Tigre. Ercores, su fijo, con los arminios fizo la puebla del barrio Valeriano de yuso del Capitolio. El rey Tiburis con la gente de su nación fizo una puebla çerca del río Albula que le puso su nonbre Trigre. Ebander, Rey de Arcadia, con los de su naçión fizo una puebla e varrio en el monte Palatino. El rey Conlibán con jentes de su naçión los adarbes e çerca fizo en este mismo valle. .atón, fijo menor del fijo menor de Noé, una puebla e varrio e çerca en aquel mismo valle. La fija de Eneas con muchedunbre de troyanos fizo una puebla e varrio en aquel mesmo logar. Abetino, Rey de Alhania, en el monte Vetino fizo una puebla e varrio.

   E otros grandes omes fueron en la hedificar, fallarlos has en Orosio estoriador, en el libro que fizo de la çibdad de Dios, a los quales varrios ayuntaron después Rómulos e Reme, su hermano, naçidos de un vientre en una hora. Año de sus hedades: XXII después de la criazón del mundo, IV mil CDLXXXIV años después de la destruiçión de Troya, CDLIV años antes que Nuestro Señor naçiese. En esta manera suçedieron de la generaçión de Eneas e de la fija del rey Príamo de Troya.

    

   Título de cómo Eneas arribó en Italia e de los que de la su generaçión suçedieron

   Contado ha la istoria cómo Eneas desanparó la reina Alisa Dido, su muger, e cómo arribó en Italia e levó a sus fijos Estanio e Julio consigo, que eran de XIII e de XV años, nietos del rey Príamo de Troya, fijos de su fija legítima, (e) llegando en el reino de Saturno, donde reinaba el rey Latino, que avía guerra con el grand Turno de Toscana, que eran estos reyes de la rodilla del rey Saturno, padre de Júpiter, segund dicho es. E este rey Latino tomó en su ayuda a este Eneas e a los suyos dán-doles [col. b] mucho de su algo e Eneas se ovo tan esforçadamente en esta guerra como sienpre lo fue, qu’él mató por su mano aquel rey Turno de Costana en vatalla. E por galardón d’esto le dio el rey Latino a su fija Latina por muger, que era desposada con aquel grand Turno; e diole con ella aquel reino de Costaña e pobló la çibdad de Nápoles e púsola de su nonbre Enapolea. E casó su fijo Escanio con una fija de aquel rey grand Turno e quedaron los reinos con él e con su fijo. Otrosí casó a su fijo Junio con una sobrina de la reina Latina, su muger. E seyendo preñada, ovo voluntad de saber qué era lo que traía en el vientre, qué abía de ser d’ello, e fallaron los estrólogos que traía un fijo en el vientre e que avía de matar a su padre e a su madre. E oviendo mucho pesar d’ello propuso en su coraçón de lo matar quando naçiese; e así como naçió la criatura, morió su [m]adre (346) súpitamente de parto d’él. E dixo Eneas:

   -Conplido es el un juizio d’esta (347) criatura, pero él es sin culpa d’este muerte e así puede ser de la de su padre. E quiérolo criar, que, si ordenado es de los dioses, no se puede escusar.

   E púsole nonbre Bruto.

    

   Título de cómo Rómulos pobló en Roma e fue el primero Rey d’ella e pueblas que en [e]lla fizo

   Visquiendo Eneas luengamente, feneçió sus días en estado e honra e dexó un fijo de la reina Latina que llamaron Silvio Postino. E Escanio, su fijo mayor, ovo fijo a Julio, como su tío, e d’éste deçendieron Jullio Çésar e los otros çésares de Roma. E d’este Junio suçedió Pruno. E de Pruno suçedieron Epilio e Monicor; e tomó el reino Emillio a Monicor, su hermano mayor, e una fija que avía metiógela monja en el tenplo por que d’ella non quedase generaçión. E salió preñada e non sopieron de quién, sino que ella dezía que del dios Mares, porque en aquella creençia sin ley vebían; pero créese que omne la enpreñase. E juzgóla el tío a muerte deziendo que avía corronpido la virginidad. E dexáronla parir, que así era la costunbre, e parió dos fijos. E mandólos el Rey echar de noche callando en el río del Tigre a dos escuderos suyos; e como el río va mucho creçido de las aguas, echáronlos a la orilla, que non alcançaron más. E como las cosas que Dios quiere guardar non pueden pereçer, abaxó el río súpito e quedaron los niños en seca. E llegó por allí una loba // [Fol. 100 r., col. a] razién parida que le avían tomado los fijos e levólos a su cueba e criólos quatro meses. E tomógelos un pastor de su agüelo e criólos fasta que fueron onbres e levólos a su agüelo.

   E salieron mucho valientes e por guerra contina mataron al rey Emilio, su tío, e dieron el reino a su agüelo Monicor. E juntaron todas las pueblas de Roma en uno e, porque non sabían quál d’ellos naçió ante, reinaron anbos a dos. E posieron nonbre aquella çibdad Roma del nonbre d’ellos, que eran Rómulo e Romo e fezieron çerca e puertas e decretos de leyes que ninguno non saliese de la çibdad sinon por las puertas, so pena de muerte. E bisquiendo estos hermanos en ella, un día madrugó Romo a caça e, porque non falló la puerta abierta, saltó en su caballo sobre la çerca, que era baxa; e por aquello, Rómulo, su hermano, e todo el pueblo juzgáronlo a muerte. E muerto, reinó Rómulo solo en ella, ca por esto fizo matar al hermano.

   E como él reinase solo, quesiendo seguir el consejo de Salomón, en que dize en los Proberbios, entre otras cosas (348), «Non te guíes por tu consejo solo e pon tus cosas en el Señor Dios e Él guiará tus carreras», (e) por esto escogió çient omes de los viejos del pueblo e púsolos en el su consejo por qu’él e el pueblo se guiasen por ellos e por su consejo. E porque en el latín dize por viejo senex , llamáronlos senadores e, por los dar mayor honra, llamáronlos padres. Otrosí escogió para defensores de la tierra omes que andobiesen armados a caballo de I mil de todo el pueblo uno e llamáronlos miletes ; e dioles señal que traxiesen, así como agora se acostunbran armar caballeros.

   E fue este Rómulos esforçado e sabio caballero e engrandeçió mucho la dicha çibdad e su tierra, pero fue omne mucho cruel, ca mató a Romo, su hermano, por reinar solo e mató a Monicor, su agüelo, por le tomar el reino; e mató a Emilio, su tío, e mató al rey Prudán, su suegro, dentro del tenplo e a Quipiros, su amigo.

   Un día, fuendo açerca de una laguna con su caballería, levantóse un torbellino con [col. b] truenos e relánpagos e granizo e fuerte viento e grande escuridad; e como fue pasado, non fallaron los suyos a Rómulo bivo ni muerto. E pesando mucho a todos los çibdadanos, andábanlo a buscar por muchas partes. E díxoles un çibdadano:

   -De valde vos trabaxades en lo buscar, ca él me apareçió en el aire e me dixo: «Diles a los mis pobladores de Roma que ayuden a nobleçer la mi çibdad de Roma e que sepan que es hordenado de los dioses que sea señora de todo el mundo».

   E reinó Rómulo XXXV años e del día del su reinamiento se cuenta la era de los fechos de Roma. E no dexó fijos que heredasen su reino.

    

   Título del rey Numa Piópulo, que reinó en la çibdad de Roma

   Después de la muerte de Rómulo, eslejieron por rey en Roma, con acuerdo de los senadores e de todo el pueblo, a Numa Piópulo, que fue buen rey e reinó bienquisto de los suyos quarenta e dos años.

    

   Título del rey Emillio Postino

   Muerto este Numa Piópulo, eslegieron en Roma por rey, con acuerdo del Senado e de todo el pueblo, a Emelio Postino e fue buen gobernador de su reino e reinó treinta e tres años.

    

   Título del reinamiento del rey Marcusantus

   E muerto este Emillio Postino, eslegieron los senadores e el pueblo por rey en Roma a Marcusantus, nieto del rey Numa Piópulo, e matólo Tarquinio el Soberbio malamente. E reinó XII años.

    

   Título del reinamiento de Tarquino el Soberbio

   E muerto este rey Marcusantus, reinó este Tarquino el Soberbio, por fuerça, en Roma veinte e quatro años. E matáronlo los fijos de Marcusantus, que él avía muerto.

   

   Título del reinamiento del Silvinus de Roma de Silvios

   E muerto este Tarquino el Soberbio, reinó Silvius, que fue buen rey, a plazer del Senado e de todo el cumún. E reinó XXXII años e matólo malamente Tarquino, fijo de Tarquino el Soberbio.

    

   Título del reinamiento de Tarquino, fijo de Tarquino el Soberbio. Título de cómo echaron los Reyes de Roma e posieron cónsules en ella

   Muerto este Silvius, reinó en Roma Tarquino, fijo de Tarquino el Soberbio, contra voluntad del Senado e de todo el pueblo. Tarquino, fijo de Tarquino, reinó XXXV / [Fol. 100 v., col. a] años e por muchas soberbias qu’él e sus fijos fazían, espeçialmente una dueña biuda e honrada de la çibdad que forzaron, levantóse todo el pueblo de la çibdad e echáronlos d’ella e de todo su señorío. E fue causador e gobernador de todo el pueblo un onrado çibdadano que llamaban Bruto e fue el primero cónsul de Roma. E morió este Bruto en una vatalla que ovieron los romanos con aquel rey Tarquino e con otros reyes que lo ayudaban, seyendo los romanos vençedores de aquella vatalla. E de aquel día en adelante non quisieron los romanos tomar rey que sobre ellos reinase; e ponían cada año dos cónsules honrados por quien se governasen e con los senadores e con ellos e con otros ofiçiales se gobernaron en quatroçientos e ochenta años seyendo comunidad.

    

   Título de lo que fizo la çibdad de Roma seyendo comunidad

   Esta çibdad de Roma seyendo comunidad, como dicho es, por la grand justiçia e utilidad e non curando de propio enterese, salvo de utilidad e probecho de la çibdad e república que abían los que la regían, començó a prosperar por muchas partes. E como muchos reyes e grandes omes e de grandes estados fueron los que la poblaron e la çibdad suçediese en sus derechos e tierras e algunos que las tenían non gelas querían dexar sin contienda e mano armada e otrosí los vezinos e probinçias de arrededor los inquietaban e acometían algunos desaguisados e porque les era neçesario de guardar sus honras, otrosí el patrimonio de la çibdad, fezieron saber qué cosas heran neçesarias a sus guerras e huestes e trabajos e fallaron que, entre otras cosas muchas neçesarias a guerras, (e) caudillo e capitán son seis espeçiales.

    

   Título de las cosas que los romanos fallaron que perteneçían a guerra, entre otras muchas

   La primera, que la guerra se deve fazer con derecho e con justiçia; [col. b] la segunda, qu’el capitán o señor de la hueste deve ser persona franca e liberal; la terçera, que deve ser el tal capitán o señor de hueste persona esforçada; la quarta, qu’el tal capitán deve aver seso e conplido entendimiento; la quinta, que el tal capitán sepa por sí e tenga en su consejo presonas de seso, en manera que açerca d’él sepan de guerras e regir gentes e hueste e hordenar vatallas; la sesta, que las gentes que obiesen a ser en la hueste o ir en ella oviesen en sí orden e voluntad con lealtad e fidelidad de fazer guerra o aquél o aquéllos contra quien oviesen de ir.

   En quanto al primero paso, que toda persona que guerra deve fazerla con justiçia e razón, segund Dios. Fállase esto en el Génesi[s]: que como Amirabel, Rey de Semar, e Aroch, Rey de Ponti, e Teodor, Rey de Dlañe, e Lanor, rey de los elemitas, como ordenasen su vatalla contra los Reyes de Sodoma e Gomorra e los vençiesen e robasen sus tierras, que fallaron en el canpo de Sodoma a Loc, hermano de Abrahán, e a su fijo e a toda su conpaña e casa e ganados, los quales non fazían enojos a persona alguna, e tomáronlos e leváronlos presos consigo. E como lo sopiese Abrahán, seguiólos fasta el canpo de Adán con CCCXVIII personas de armas tomar e allí salteólos de noche; e con la justiçia que tenía vençió a los quatro Reyes porque le quiso Dios ayudar e tornó (349) a su hermano e fijo con toda su casa e ganados en el primer logar del canpo de Sodoma.

   El santo Moisén, amigo de Dios, requirió e rogó a Faraón, Rey de Hegito, que dexase salir al pueblo de Israel de su tierra e non quiso, por lo qual el Señor echó muchas plagas e maldiçiones e fueron afogados Faraón e los suyos en el mar Vermejo, segund que más largamente se contiene en el dicho Jénesi[s]. E otros muchos reyes (que) el dicho Moisén e el dicho pueblo de Israel con la justiçia que tenían mataron e vençieron, seyendo pocos a muchos, e fezieron en ellos mucha robería; otrosí Judas Macabeo, noble cavallero, e sus hermanos, con muy po-ca (350) // [Fol. 101 r., col. a] gente e celo de la ley e la justiçia que tenían, vençieron a grand muchedunbre de sus enemigos e libraron del peligro en que estaban sus pueblos.

   Judique, la viuda e de nonbrar, con çelo de la ley e esfuerço qu’el Señor Dios puso en su coraçón, mató a Eloferme, prínçipe de la caballería, e libró de çerca e destierro a la çibdad de Bitunia.

   Pelayo, Rey de España, primero después de la destroiçión e perdimiento de la grandísima Iglesia reinó (e) corona de los godos e perdimiento e destruiçión de España, de la qual adeyuso diremos, con muy poca gente que con él estaban ençerrados en la cueba de Onga, en tierra de Oviedo, cómo después de muchas amonestaçiones a él fechas por el malvado e non de nonbrar Opas, Arçobispo de Sevilla, que a los moros obedeçiese, non consentiendo en ello, antes confiándose en el Señor Dios e en la su misericordia, peleó con ellos e, mostrando su misericordia, vençiólos e matólos con vesible milagro, como se debaxo dirá.

   Dize que como Dabid diese el reino a Salamón, su fijo, le dixo:

   -Faz como varón e esfuérçate, qu’el Señor Dios mío contigo será e non te desmanparará.

   Leemos en nuestros tienpos a muchos reyes e personas singulares levar con la justiçia que tienen con menos poderío grand mejoría e personas de más poderío e estado e manera, ca Dios es el que aministra e da esfuerço a los que tienen justiçia e razón e las peleas son por juizio de Dios e non por fortaleza de omes ni de armas.

    

   Título de lo que acaeçió a los capitanes que fueron francos e liberales e cómo serbieron a Dios

   Quanto al segundo paso, qu’el capitán e señor de la hueste debe ser franco e liberal, quien dize franco presopone aver e deber aver con qué ser franco e, por tanto, fállase que, como Judas Macabeo vençiese sus enemigos e partiese el despojo a los suyos, non [col. b] quiso olvidar al Señor Dios que gelo fizo aver e, usando de franqueza e caridad çerca los defuntos que en la vatalla morieron, por sus ánimas enbió e ofreçió en el tenplo de Jherusalem XII mil madexas de filo de plata.

   Léese del grand Alixandre, noble sobre los nobles, que de cosa mueble que de los enemigos oviese en vatalla o logares todo lo daba e repartía entre los suyos, sólo reteniendo en sí los logares e probinçias que de cuento fuesen con sus rentas.

   Leemos qu’el rey Dabid, queriendo hedificar el tenplo al Señor Dios liberalmente allende las grandes costas que aber fecho allende la madera e piedra de grand preçio e mármoles que avía traído para hedificar el dicho tenplo, ofreçió e dio III mil marcos de oro de Ofir e siete mil marcos de plata; e los prínçipes e nobles omnes de su casa dieron para la dicha obra çinco mil marcos de oro e X mil marcos de plata e de cobre XVIII mil marcos de cobre, VI mil marcos, muchas piedras preçiosas e posiéronlo en thesoro para la dicha obra en mano de Johet Jerfobito.

   Leemos en nuestros tienpos quánto obró e obra la franqueza e libe[ra]lidad en España e otras partes en las grandes personas singulares, ca, sin duda, la franqueza retiene e afirma a la voluntad del suyo e del enemigo faze serbidor o, a lo menos, túrbalo e fázelo perder la voluntad de fazer mal e pónelo en voluntad de serbir a persona franca.

    

   Título de lo que acontençió a los esforçados capitanes e de lo que por su esfuerço fizo Dios

   Quanto al terçero paso, que todo capitán deve ser esforçado, léese de Josué, caballero escogido del Señor Dios e esforçado, cómo despu[é]s de la muerte de Moisén lo encomendase el pueblo. El Señor Dios le dixo por tres vezes:

   -Josué, confórtate e sey esforçado, que yo seré contigo en todos tus fechos. / [Fol. 101 v., col. a]

   Mas leemos que los del tribu de Rubén e los del tribo de Gat e del medio tribo de Manasé le dixieron a Josué tan señeramente:

   -Sey esforçado e faz como varón esforçado, que nos (351) prestos somos de fazer qualquier cosa que nos mandares.

   El qual, después que tomó el cargo e capitanía e regimiento del pueblo, con el grand esfuerço, en diversas vatallas que con sus enemigos ovo mató a XXX reyes. E pasó el río Jordán e ganó muchos reinos e tierras, que repartió entre los suyos, segund la ordenança que Dios le avía mandado.

   Cipión, caudillo e capitán de la hueste de Roma en la conquista de la grand Cartago de África, con el grande esfuerço suyo la tomó, que profió en la conquista, e destruyóla, segund que de suso d’ella diremos. Léese más: que la çibdad de Roma enbió en huestes a Julio e a Ponpeo e Jullio fue vençido de los saponitas e Ponpeo, así mesmo, en las partes de Oriente fue, otrosí, vençido. E de aquella vez falleçieron de los romanos çiento e çinquenta mil de caballo e de pie, pero cada uno d’ellos se esforçó e tornó a su conquista refaziéndose e ganaron muchas villas e probinçias para la çibda[d] de Roma.

    

   Título de quáles fechos e esforçados deven leer en los libros d’ellos

   Quien quisiere saber de los fechos de los esforçados cavalleros e reyes lea en las corónicas del conde don Fernán González e de Ruy Díaz Çid de Bibar e de don Alonso e de don Alonso, Reyes que fueron de Castilla, e del rey don Pedro Primero, aunque d’éste pasaba demasiado del esfuerço de la cavallería, e entenderá por ellas qué cosa es esfuerço e de qué natura es e quál e quánto deve omne tomar d’él e en qué tienpo e logares, con discreçión e seso, del qual diremos ayuso, ca como la mengua del esfuerço acarrea mucho da-ño [col. b], así el desordenado esfuerço es muy enpezible.

    

   Título de lo que conteçió a los sesudos capitanes e de lo que fizieron con seso e acuerdo de sí e de otros

   Quanto a la quarta parte, qu’el todo capitán deve aver seso e entendimiento, non digo yo capitán señeramente, mas aun qualquier persona que de bien sea, quanto más persona a quien es encomendada hueste e mayorazgo de gente, ca quien seso e sabiduría ha, non sólo aprobecha al cuerpo, quánto más a la fama e a las cosas tenporales; más aún aprobecha al ánima, que ha de durar para sienpre, por la qual el profeta David, rogando a Dios por el seso e sabiduría, en el salmo dize: «Bondad e di[s]çiplina e çiençia enseña a mí porque a tus mandamientos creí». Salamón, rey sabio, dize: «Tomad mi seso e sabiduría e non deneros e el entendimiento e el seso amad más qu’el oro. Mejor es el seso e la sabiduría que todas las obras muy preçiadas; toda cosa de desear al seso non es conparado. Comienço de todo saber e seso es temor del Señor Dios e amarlo sobre todas las cosas e temerlo e honrarlo, conbiene a saber, fazerle reconoçimiento e guardar su ley e mandamientos d’Él, del qual se podría deçir muchas cosas». E fallarás asaz de buenos e sanos consejos e espeçiales cosas por Salamón en los Proberbios e en el Eclesiástico e en el libro que fizo de la sabiduría.

   E más: leemos que, vençida la vatalla de los canpos catalaños que los godos ovieron con los unos, conbiene a saber, entre Lérida e Biubaxa, en la qual vatalla con los corredores descobridores de tierra que se encontraron morieron CCCXV mil // [Fol. 102 r., col. a] omes, (e) morió a la hora Teuderendo, Rey d’España, e con todo quedaron bençedores los godos. E alcançaron rey en el mesmo canpo a Turismundo, su fijo, denodado e cuerdo e franco cavallero, el qual, con reçelo de sus hermanos que en su ausençia en el reino se apoderasen, dudó de proseguir la guerra; e por consejo del buen caballero e leal, cuerdo e antiguo Eçio Patriçio, muy loado de seso, tornó e estobo en su reino e lo cobró. E apoderóse en él ante que a otra parte proçediese e ovo el reino paçíficamente, que no lo oviera si el consejo de Eçio Patriçio non creyera, ca se le apoderaran sus hermanos, como después de algunos días e años pasados le fue tratada la muerte e se le apoderó en el reino, muerto Turizmando, Teodorico, su hermano.

    

   Título de lo que conteçió a los capitanes que sabían regir por sí gentes de guerra e de lo que aconteçió a los profetas

   La quinta condiçión que los romanos fallaron, que todo capitán o señor de hueste o gentes debía aver por sí e tobiese personas en su consejo de seso e manera, que es fazienda e caudal, e que sopiesen de guerra e sopiesen regir gentes e hueste. Léese que ante que la batalla que Nuestro Señor verdadero Mexías Jhesuchristo, Dios e honbre verdadero, veniese a pelear e vençer al diablo por armas de caridad e de misericordia en el árbol de la cruz, al umanal linaje enbió a los santos profetas e a los patriarcas, los quales, a manera de corredores en vestes, ante dixieron e denunçiaron e vieron por Espíritu Santo e graçia del Todopoderoso Señor Dios el avenimiento del verdadero Redentor Señor Dios Mexías, non dudando, Jhesuchristo. Isaías, fijo de Amós Ezechiel, dixo:

   -¡Hahé!, la Virgen conçiberá e parirá fi-jo [col. b] e llamarle han Emanuel, que quiere dezir conusco Dios; quiso dezir el profeta connusco Dios en carne, ca en forma de omne nacerá connusco Dios, que con nos conbersará e comerá e veverá e en medio de nos andará como omne semejante a nos. E connusco Dios, que nos fablará, en medio de nos estará la ley e su abenimiento nos demostrará, connusco Dios, ca por nos en medio de nos padeçerá e resuçitará e después de resuçitado se nos demostrará.

   Léese cómo Jacob, padre de los doze tribus de Israel, dixo profitizando en el nonbre del Señor:

   -Non se quitará el señoría del tribo e linaje de Judá e el caudillo de sus deçendientes fasta que venga el que es de enbiar, conbiene a saber, el verdadero Mexías Jhesuchristo, por la voluntad de Dios Padre.

   Esto dixo Jacob patriarca quando llamó a sus fijos costituido en gravedad e fin de sus días como les denunçiase las cosas que eran de por venir.

   Léese que, como el santo Moisén rogase al Señor Dios que se amerçendease del pueblo que los él podiese guardar en el desierto e el Señor Dios gelo otorgase, dixo al Señor que su cara le demostrase. Respondióle Dios e dixo que su cara non vería. Quiso dezir que a Él así como a Dios non vería, mas vería sus postrimeras cosas; quiso dezir que lo vería como omne, que la postrimera cosa que Dios fizo en la criazión del mundo fue el omne.

   Isaías, el profeta, dixo:

   -Saldrá la verga, conviene a saber, el verdadero Mexías, de la raíz de Jesé, que es de la generaçión de la Virgen María, e la flor, que es el Jhesú Redentor, de la raíz de Jesé salirá e folgará sol[o] (352) el Espíritu Santo del Señor e Dios.

   Bautizado Jhesú por Sant Juan Bautista en el río Jordán, luego fueron / [Fol. 102 v., col. b] abiertos los çielos e vio Sant Juan el Espíritu del Señor Dios deçender sobre Jhesuchristo Salvador en semejança de paloma. E ¡haé! la voz del çielo que dixo:

   -Este es mi fijo amado, en lo qual a mí bien me plogo.

   Dize el profeta:

   -Dixo el Señor Dios a mí: «Esta puerta que vees çerrada será e non se abrirá, ca la Virgen María, como fue virgen ante del parto, (e) fincó virgen después del parto».

   E dize más el profeta:

   -Varón non entrará por ella, ca non la conoçió ni conoçerá carnalmente, ca el Señor Dios de Israel ha entrado por ella e será çerrada al prínçipe, ca, como el Señor Dios Jhesú Mexías salió por ella, çerrada e virgen fincó su puerta de la Virgen María; ençerrada sin puerta quedó perpetuamente.

    

   Título de las cosas que vio Otabiano Çesar e oyó porque no se dexó adorar como a Dios

   Otabiano Augusto en el XIII años del su inperio, como con grande triunfo de partes de Oriente veniese e sojuzgase casi todo el mundo so su señorío a Roma e estobiese monarcacha, que quiere dezir un prínçipe en todo el mundo casi, por los vençimientos e gloria que avía avido los senadores e pueblo de Roma dixieron que en él atantas virtudes poder no abría si omne sólo fuese e dixiéronle que lo querían adorar, que dios era en él. E él dixo que non consentía en tal fecho.

   E por los contentar pidió acuerdo de les responder e fizo venir a Sebilla, Tiburaña sabia, a la qual fizo saber todo lo que los senadores le avían cometido e dicho e pidióle consejo en ello, la qual, como la cosa fuese grande, pidió acuerdo de tres días, la qual por ellos non comió ni bevió por tener el [intelecto] (353) más agudo, salvo ende poco de pan. E pasados los tres días, respondió al Enperador en es-ta [col. b] manera:

   -Señal de juizio, conbiene a saber, jeneral el mundo de miedo, quiere dezir de sudor se mojará; del çielo verná el rey que reinará por todos los siglos e[t]cétera.

   E como por la sabia profeçía fuese acabada la respuesta al Enperador, luego se abrió el çielo e deçendió muy grand resplandor sobre el Enperador; e vio en el çielo una Virgen muy fermosa que estaba sobre un altar e tenía a un niño en sus braços e oyó una voz que le dixo:

   -Esto que veyes ara del fijo de Dios es.

   E el Enperador, considerando lo que vio e lo que oyó, echóse luego en tierra e adoró con grand devoçión aquello que en el çielo vio; e la qual vio e lo que oyó se contó a los senadores e se marabillaron mucho d’ello e non sabían a qué parte lo echasen.

    

   Título de lo que conteçió a las gentes que serbieron a sus señores con lealtad e fidelidad e de sus acaeçimientos

   La sesta condiçión que los romanos fallaron neçesaria a señor, rey o capitán o caudillo de hueste, que la gente que levase oviese en sí orden e voluntad con lea[l]tança e fidelidad de serbir a su señor e fazer guerra aquel o aquellos contra quien iban.

   Léese de Judas el Macabeo que dixo al pueblo:

   -Estad esforçados e abed voluntad de lidiar; e remiénbresevos de cómo nuestros padres fueron librados en Egito por el Señor Dios, ca más vale morir en la vatalla que non ver el mal e daño de la santa çibdad e tenplo de Dios e de la ley e nuestra gente.

   Léese que los fijos de Rubén e de Gad e el medio tribo de Manasé, honbres (e) acostunbrados en vatallas e enseñados de peleas e lides, que fueron en número LIV mil DCCLXX, pelearon contra sus enemigos; e cuenta que con la grand voluntad de pelear e por çelo [que] de la justiçia avían contra sus enemigos los de Agar e Icurrea e Nafeos e Nada, que los ayudaban, vençieron a los agareneos e a los que los ayudaban e tomaron despojo L mil camellos, obejas, CCL mil , asnos, II mil , omnes, IC mil , sin otros que en la vatalla // [Fol. 103 r., col. a] morieron.

   Léese que como moriese Saúl, Rey de Israel, e tres fijos en la vatalla en el monte Galboe e alçasen por rey a Dabid e vençiese a los filisteos e estobiese en defendimiento del canpo de Afeos e los filisteos se acogiesen e estobiesen en Bedelén, Dabid, Rey, ovo deseo de veber agua de la asterña que es en la puerta de Bedelén. E como oviese en la hueste tres caballeros esforçados mucho, conbiene a saber, Joab e Jenebar e Leazar, e oyesen a Dabid que avía deseo de vever del agua de la astereña de la puerta de Bedelén, con grand deseo de serbir al Rey e con voluntad clara que lo amaban, pasaron por las tiendas que por non caber en la çibdad defuera tenían, donde sus enemigos estaban, e traxieron el agua que pedió e deseó su rey e señor David, donde, veyendo Dabid el grand fecho e peligro que los caballeros se avían puesto con tanta buena voluntad e amorío que le avían demostrado en le fazer tal serbiçio, al Señor Dios (e) dixo:

   -Non sea que yo esto faga, conbiene saber, que yo atal agua veba ante la cara de mi Señor Dios e que beva la sangre d’estos varones, que e[n] preçio de su sangre es.

   E derramóla en tierra.

   Léese que por la grand lealtança que los de la gran Cartago avían a su rey e el pueblo unos a otros, quando la tomaron los cónsules romanos e Çipión, caudillo de la hueste de Roma, de que adelante se fará mençión, que, por no se dar a los enemigos ni estar so la su soguçión, muchos d’ellos en el fuego se echaron, e con ellos muchas nobles dueñas, quando la çibdad toda ardió por XXVII días continos quando los romanos le dieron fuego e la destruyeron.

   Léese que después que España por la muerte de Çipión se rebelase contra Roma e hordenasen de enbiar e enbiasen por caudillos e capitanes de las huestes de Roma a Ponpeo cónsul [col. b] e a Jullio, su suegro, hordenó Ponpeo e vino en España e lo que avía quedado por conquistar por Çipión tomólo casi todo. E puso en ella en nonbre de la çibdad de Roma para que la rigiesen a Gueyo Ponpeo e Sesto Ponpeo, sus fijos, nietos de Jullio, con otros nobles romanos que en el su consejo estobiesen. E como por esta grande conquista e gloria se alçase su coraçón, vino dibisión entre él e el dicho Jullio, su suegro. E después de dobladas vatallas e vençimiento e muerte de Ponpeo, (e como) Jullio vino en Roma e de allí vino en España e çercó a la çibdad de Çigüença, que otro tienpo ovo destruido Aníbal, e aquexólos de fanbre fasta que ellos mesmos se quemaron e mataron con ponzoña por guardar fidelidad a Ponpeo, su señor; e aun los que eran para pelear, morieron en armas, que uno d’ellos no se dieron a presión.

   Léese más: que como Jullio Çésar proçediese en España contra los ponpejanos después de muchas peleas e muertes e vatallas e Jullio los sobrepujase, que tres caballeros de España poderosos, conbiene a saber, Tito e Torcato e Çipión, por non ser de la opinión de Jullio, enemigo de Ponpeo, de cuya opinión e vando ellos eran so el pueblo romano, así mesmo ellos mesmos se mataron.

   El evangelista Sant Lucas, entre otras cosas, dize:

   -Fiel deve ser el serbidor al qual el Señor costituye e pone sobre su gente e cosas. E ¿qué cosa es más gloriosa que la fe? Inposible es.

   [E] (354) muchas cosas se podrían dezir de la fedelidad que non cale aquí fablar d’ellas.

    

   Título de cómo los romanos soportaron muchas aversidades e enseñorearon todo el mundo

   Dicho es suso de las seis cosas prinçipales e condiçiones que los romanos fallaron neçesarias para sus guerras e hueste e capitanes e personas que so ellos avían de ir e avían de aver. Como dicho es, el pueblo ro-mano / [Fol. 103 v., col. a] regiéndose próspero, oras vençiendo, ora seyendo vençido, ca léese venir el pueblo romano en tanta esquierda parte años CCCXXV de la fundaçión de Roma, los senones, que agora es dicha la çibdad de Seña, que por aquel tienpo era poderosa, e los françeses, so capitanía e regimiento de Brenio, pelearon con los romanos çerca del río Alva. Fueron vençidos los romanos e, tomada la çibdad, salió ende el Capitolio.

   Año de la fundaçión de Roma DCXLI, Guadix Megilius e Quintus Çipis, cónsules de Roma, pelearon contra los cunbros e alemanes e anbrones, gentes de Germania e Françia e milaneses, que contra los romanos venieron por la destroír, e fueron vençidos los romanos e muertos estos dos cónsules, en tanto que de toda su gente non fincaron salvo ende solos diez que fuyeron. E como Roma viese el daño, que sus contrarios venían ya por Italia a la çibdad por lo tomar, enbiaron contra aquella[s] gentes a Mario Quinto e Tilio cónsules e fallaron a sus enemigos a mal recaudo, que ya non curaban de los romanos ni fazían mençión d’ellos. E antes que se posiesen en orden de pelear ni se recogiesen todos en uno de los logares que estaban esper(e)zidos por la tierra, dieron los romanos en ellos e vençiéronlos, que morieron a la ora de sus enemigos CXL mil e [fueron] presos LXX mil , sin mugeres e niños que consigo traían para poblar en Roma e en Italia.

   Léese más: que como los romanos después de la muerte de Redagaiso, por conbençión e patio que fezieron con Alarico, rey de los godos, (e) diesen en donaçión a España e a parte de Françia e Alarico, rey de los godos, e sus gentes veniesen en España e hazen d’ella a los alvanis e buándalis e suebis, que contradixieron los godos en Roma e pelearon con ellos e vençieron a los romanos. E fueron a Roma e entráronla e destruyé-ronla. [col. b] E así quedó destroída Roma, que fue vençedora e señora de muchas gentes, por Alarico, rey de los godos, en tienpo de Inoçençio Papa. Dizen los estoriadores gafos que aquel decaimiento de Roma non fue de fuerça de enemigos, mas por juizio de Dios, que en penitençia de sus pecados el Señor Dios les quiso dar.

   Léese más: que muerto este Alarico, los godos alçaron por rey Ataulfo, su primo, en forma a él semejante, el qual hordenó e quiso ir a tomar el despojo de Italia e destroír e quitar la çibda[d] de Roma. E púsolo en obra e entró por Italia e robóla e destruyóla, qu’el enperador Onorio non pudo degestir; e entró en Roma e destruyó [lo] (355) que en ella quedado avía, como la langosta en la miese. E por la fermosura e grande nobleza que avía en Pláçida, hermana del enperador Onorio, tomóla por esposa e casóse con ella en la çiudad de Milán, delante los nobles de su reino.

    

   Título de las cosas que se podrían dezir de los acaeçimientos de los romanos

   Las felezida[de]s e grandezas que Roma ovo, otrosí de las adversidades, muchas cosas se podrían contar e d’esto non se deve más dezir, que adelante se relatará más conplidamente, salvo ende que plogo a Dios porque se regió bien e con sano e maduro consejo e seso, que porfió e duró en la razón e justiçia. Roma tornó en sí e señoreó casi todo el mundo, seyendo comunidad fasta que reinó primeramente en Roma Jullio Çésar, su primero Enperador, e después Otabiano Çésar Agusto, su sobrino, fijo de su hermana, e después los otros enperadores que d’él suçedieron, que fueron muchos e nobles, segund se contiene en la General Estoria Romana.

   E agora dexa de fablar d’esto e torna a contar de la primera guerra que ovo entre esta çibdad de Roma e de la grand çibdad de Cartago de África, que agora se lla-ma // [Fol. 104 r., col. a] Túniz, e de las causas d’ella.

    

   Título de cómo fue començada la primera guerra entre las çibdades de Roma e de Cartago e de la causa

   La primera guerra de África, que del pueblo romano con grand justiçia contra los cartagineses por mar e por tierra se fizo por la nonbed de los cartagineses fecha en Çeçillia, ovo comienço porque por ellos [era] finada la çibdad de Meçena de Seçillia, que era aliada al pueblo romano, por Erión, su capitán, por mar e por la tierra; por lo qual, sabida esta nueba en Roma e mucho platicada en el Senado e después en el pueblo, a todos pareçió serles dañosa dexar tal çibdad como la de Meçina, ca, perdida aquella çibdad, entendíase perder otras que en la Italia por ellos estaban e, plaziendo por aquesto el partido Apio Claudio cónsul, seyendo a él cometido que, la su gente levando en Çeçillia, a los de la çibdad de Meçina socorriese.

    

   Título de cómo Çipio Claudio, cónsul romano, vino [a] socorrer la çibdad de Meçina de Çeçillia e de la vatalla avida

   Venido este Apio Claudio cónsul con su gente en Çeçillia, porque le pareçió ser mucho çercada la dicha çibdad por mar e por tierra e quitadas las vituallas e grabe de socorrer a Erión e a los cartagineses, envió acometer con la paz; e non la podiendo aver, ovo forçado de enprender la villa. E esta fue la primera salida qu’el pueblo romano fizo fuera de Italia, a quinientos años después que Roma fue edificada. E en aqueste medio tienpo se ocuparon en domar los otros pueblos de Italia.

    

   Título de cómo Çipio Claudio, cónsul romano, vençió en vatalla a los cartagineses

   Por (que) los cartagineses desechada la paz, Apio Claudio [col. b] a la gente suya e a todo caballero e omne d’armas tomar, que andaba confortando su gente, contra Erión e cartagineses primeramente mobió ni por aquella vatalla desechada fue más contra el cónsul. Veniendo con la escuadra aparejada, la enprendió e luengamente con egual pena se conbatía. A la postre, el fin de la vatalla por tal modo acaeçió, que los romanos vençedores, aviendo muerto la mayor parte de los enemigos, Çerión, de todas gentes desarmado, perseguieron fasta el su alojamiento, força[n]do en aquesta manera los enemigos los romanos. E tobieron el despojo de aquéllos e después se retraxieron en la çibdad de Meçina.

   Los romanos, sabido este vençimiento por letras del cónsul, con mayor esperança el Senado qu’el pueblo, se mobieron a enprender la guerra de Çeçillia; por tanto, enbiaron a Maro Balerio a Galio Otalio, de seguiente año cónsules, en Çeçilia, en logar de uno ser vistos. E venidas muchas çibdades medioterráneas que en la fe de los cartagineses eran estados enantes, se bolvieron a los romanos; e así mesmo Erión, que era capitán de los cartagineses, e los otros pueblos de Ceçilia, por muchas razones, les pareçió mejor seguir el amistad de los romanos. E tratado entre ellos e los cónsules, por decreto del pueblo romano les fue otorgado. E con estos los dichos cónsules se tornaron en Roma, (e) acabado el tienpo de sus consulares, con toda su gente.

    

   Título de cómo los cartagineses enbiaron grand cantidad de gentes estrangeras en Çeçilia por regestir a los romanos

   Así que, veyendo los cartagineses a Erione e a las otras çibdades de Çeçilia tornados enemigos suyos e el nonbre de los ro-manos / [Fol. 104 v., col. a] creçer e serles neçesario mayor poder para los regestir, eslegieron una grand multitud de lonbardos e de françeses, e aún mayor número de españoles, e por mayor abastamento de las sus jentes, los quales en Çeçillia [eran] venidos, eslejeron la çibdad de Jargenco por silla e por cabeça de la guerra. Porque era fuerte e frontera a los enemigos e basteçida aquélla de todas cosas de la guerra, usaron contra los romanos non quisiendo darse a ella.

    

   Título de la batalla sin confazer guerra continua de sus logares e dereçarse a ella

   Sabidas estas nuebas por los romanos, prestamente enbiaron a Lucio Postino e a Quinto Emelio, cónsules romanos, en Çeçillia. E tomados las huestes de los sus anteçesores, en la su primera venida los plogo la guerra proseguir e dar vatalla a la dicha çibdad de Gargento, donde los cartagineses les fazían la guerra, por tal que, si los enemigos la batalla les quisiesen dar, ellos gela ponerían çiertamente. E puesto por obra, sus alojamientos delante d’ella posieron, adonde los cartagineses, non se atrebiendo a dar batalla de su çibdad, se defendían escaramuçando cada día a las puertas d’ella con los enemigos, que a nuebe estados d’ella estaban.

    

   Título de la segunda vatalla que ovieron los romanos e los cartagineses sobre la çibdad d’Agrajento e de los muchos que morieron

   Estando los romanos en sus alojamientos cuidándoles traer los panes que eran maduros para se probeer, veyendo la luenga çerca e ida toda la gente de pie a los segar e andando variadamente sin ningún capitán, Asdrúbal, cartaginés (356) [col. b] capitán e gobernador d’ellos, visto aquello, toda su gente mandó armar; e salido de la çibdad prestamente, non con liebe escaramuza, como solían de primero, mas con todo el esérçito, en punto firió en el real de los romanos e súpito [fueron] tomados aquéllos e fecha una grandísima mortandad. E parte d’ellos con grand ínpetu, ocorriendo a finchir la caba el pa[len]que (357) començaron a derribar parte, salteando e feriendo en aquellos que a unas e a otras partes se avían devidid(i)o acarrear el pan. Un grand daño e muerte se fizo en todas las partes e ya el real de los romanos con gran trabajo se podía defender y así mismo los otros que por los canpos eran perseguidos en ningund logar se tenían e los cartagineses por todas partes discurrían vençedores; mas la verdad, la virtud, así como muchas vezes avía fecho, en aquella ora defendió el estado de los romanos. Los cónsules, veyendo las vastidas e los palenques por todas partes las que eran suyos derribados ni más poderse guardar, fecho de súpito la salida, non tan solamente a los enemigos lançaron del real, mas aquéllos perseguiendo metieron de fuida. Los otros que por los canpos andaban fuidos, entendida la salida de los suyos, súpito se començaron a reduzir a los alojamientos. E en esta manera recobradas las fuerças, acreçentando el número, a los enemigos que conbatían las vastidas perseguieron fasta la çibdad; después, en aquella parte adonde a ellos esparçidos avían salteado, rebolvidos por todos los canpos los corrieron desbariada-mente. // Fol. 105 r., col. a] E tanta fue aquel día de la una parte e de la otra la mortandad, porque cada uno d’ellos vençedor e vençido juntamente avían seído, que casi con el igual vatalla pareçió averse conbatido; mas tanto temor por el peligro de aqueste día vino en todos ellos que, ni los cónsules la gente d’armas ni por vituallas esprobeídamente dexaban ir, ni los cartagineses jamás otra vez el alojamiento de los romanos asayaron de conbatir. E así igualado el peligro por todas partes, algund quanto tienpo estobieron quedos.

    

   Título de la terçera vatalla avida entre los romanos e los cartagineses e [de cómo], vençidos los cartagineses, fue tomada Egrajento

   Cinco meses estobieron sitados los cartagineses con Asdrú[ba]l, su capitán, en la dicha çibdad e los cónsules romanos en sus dos alojamientos çerca d’ella, como dicho es. E como los cartagineses oviesen mengua de vituallas, por sus letras lo noteficaron a la çibdad de Cartago e, por los muchos afincamientos suyos, prestamente enbiaron a Enone, su capitán, con grande eçérçito en Sealia con grande número d’elefantes. E aquél mandaron que con aquella gente a la çibdad de Agragento diese socorro, (e) peleando con los cónsules e quitándoles las vituallas, que adexar obiesen el çerco, como mejor le pareçiese. Pasando en Çeçillia e tomado el castillo de Clopea, por donde los romanos eran vasteçidos e en su real, en mucho estrecho los puso de fanbre; e llegado con sus elefantes e banderas, a los romanos que al camino salieron, dexando la más gente con los cónsules en su real, puso en fuida e, matando muchos d’ellos, asentó su real en un otero asaz propinco a ellos quanto una pequeña legua.

   Los roma-nos, [col. b] non menos situados e fatigados de fanbre que los cartagineses, sitiados e más, por mucha pestilençia que les sobrevino, en su real costreñidos, todos salieron a dar la vatalla a los cartagineses, dexando reparo en sus alojamientos, la qual Anone, cartaginés, como sabio capitán, no quiso açebtar, conoçiendo la neçesidad de los enemigos por causa de las dichas pestilençias e fanbre. Entendiendo qu’ellos dexarían el sitio de suyo, estobo quedo en el su alojamiento fasta [que] los romanos se tornaron a su real, prosperando e soportando todos aquellos trabajos por non se levantar de aquel sitio perdiendo el trabajo pasado, posiendo en sus coraçones de lo acabar e lazdrar o morir sobre ella.

    

   Título de cómo los cartagineses, costreñidos, ovieron de dar la vatalla e cómo (358) fueron vençedores

   Dos meses e más estobieron Anone e los cartagineses tobiendo sitiados a los cónsules romanos [e] los dichos cónsules a los cartagineses en la dicha çibdad de Agrajento, atanto que Anone, conoçiendo en los fuegos e señales que los de la dicha çibdad [e] Esdrúbal, su capitán, les fazían cada noche cómo eran aquexados de la fanbre e más non lo podían soportar, ovo de neçesario de enprender la vatalla e toda gente suya puso en orden e dioles la facultad e atoridad de enprender la vatalla.

   Cierto, los cónsules, non menos costreñidos por las cosas susodichas, asaz deseaban de conbatir; e pues como primeramente la escuadra de los enemigos vieron en punto, dexada parte de las gentes a guardar los sitiados, si por algund logar quisiesen salir, todo / [Fol. 105 v., col. a] el restante mobieron del esérçito contra Anone, fecha señal de la una parte e de la otra. E fuertemente, oviendo en uno concurso, la vatalla mucho áspera fue fecha e, a la fin, los romanos, con mayor ínpetu esforçándose, la primera vatalla de los cartagineses mobieron de su logar e desde allí fasta los elefantes los lançaron desbarbadamente. Los elefantes, espantados de romur de lo suyo, fuyendo conturbaron todas las hórdenes, por la rota de los quales caballeros seguiendo e las banderas levando adelante a la fin los cartagineses costreñieron volver las espaldas e posiéronlos en fuida e, todavía aquéllos no çesando de arrancar, mataron una grand parte d’ellas. Anone, con el restante del esérçito, en grandísima fuida a Eracle se vino.

   Los cónsules, aviendo a sus manos casi todos los elefantes que en la vatalla eran sobrados e aviendo los alojamientos de los enemigos conbatidos, todo el carreaje e las vituallas tomadas en grand copia, obtenida la vitoria con su gente, en la mejor orden que podieron se retornaron atrás e aquella noche, con el cansançio, se dieron a folgar. Asdrúbal, desesperado de toda cosa aquella noche, al sueño primero pasando calladamente en los enemigos se fueron con todos los suyos. Non fue sabido fasta el día claro, que con sus vanderas, sin contraste ninguno, entraron la dicha çibdad de Aragento, que fallaron mucha rica e abondada. Asticomano la posieron e, dada toda lo robería, a la gente d’armas fue otorgada.

    

   Título de cómo los romanos delibraron de lançar de toda Ceçillia a los cartagineses e cómo ellos fezieron guerra la mar [col. b]

   Los romanos, con estas bienandanças, hordenaron en toda manera de lançar los enemigos fuera de la isla de Çeçillia e, fuertes [e] estables en aquel propósito, enbiaron a Luzio Valerio e a Tito Otaliçio, cónsules de seguiente año, con grand número de gente de armas. Los cartagineses, veyendo la potençia de los romanos ser insuperable, afirmando el propósito suyo endureçido en fazer la guerra, deliberaron de no açebtar la vatalla dende adelante por tierra con ellos, mas que la potençia del mar, en que eran mucho esçelentes, se diese a la guerra, lo qual, aparejada una grand flota, seyendo ellos del mar sin dudança alguna, non solamente las çibdades marmentinas de Seçillia contenían en la fe suya, mas, pasados en opósito a las riberas de Italia que eran de frente, toda la tierra desfezieron e destroyeron. E con aquesta manera la guerra era casi igualada, conbiene a saber, los cartagineses vençiendo por la mar e los romanos, por la tierra.

   El argumento d’esta razón era tal que, después que la çibdad de Agragento fue conbatida, muchos castillos mediaterráneas de Seçillia, atemorados del esérçito, a los romanos se avían dado. Después d’esta sobrevenida e armada por la mar non menos çibdades marmentinas, por miedo de tanta potençia, a los cartagineses se daban. E [a]sí, la otra razón de la guerra era igual, sinon que la África non sentía el daño de aqu[é]lla [e] (359) la Italia era muchas vezes desfecha por los acometimientos e correr de la tierra que los enemigos en ella fazían.

    

   Título de cómo los romanos començaron la guerra por la mar e de la primera vatalla que con los cartaginesses en [e]lla ovieron

   Así que veyendo estas cosas, el pueblo romano, por neçesidad costreñidos, pareçiéndoles de o-tra // [Fol. 106 r., col. a] guisa la guerra non se podía afinar, deliberó de aparejar el armada e enprender por la mar la vatalla, de la qual enpresa (a) ¿quién es aquel que non se marabille de (l) la jenerosidad del dicho pueblo romano e de la increíble grandeza del su ánimo, considerando que onbres inorantes en todo de la cosas del mar, sin fustas algunas e sin la espiriençia del nabegar, así sobieron en nabes e en mar con los cartagineses e conbatir se aparejasen, non pesando ser alguna diferençia en acometer a los enemigos por tierra o por mar, seyendo ellos omes muchos esforçados en mar, a los quales sienpre fasta allí la gloria de la vitoria nabal, así como por propia eredad, era dexada e atrebuida? El prinçipazgo de todo el mar por conoçimiento de las otras gentes les era otorgado e avían grande copia de nabes.

   Así que, en esta cobdiçia ençendido, el pueblo romano fizo edificar armada de CXX naos, de las quales, las çiento eran de çinco remos e las otras, de tres, çerca de la qual flota aparejar fue difíçil porque, en tanto que los nabíos se fazían, a las sus gentes que non sabían fazían aprender rimar poniendo los vancos en el canpo, en que los omes se asientan por orden e, asentados, los remetió en aquéllos; a la voz del su mandador se amaestraban a menear los braços e a mober los remos por el canpo o por el arena. E ya Gayo Cornelio e Gayo Duelio eran entrados en su consulado, así que el armada fue asinada a Cornelio e la gente d’armas a Dulio, el qual, ido en Seçilia e reçebido el aserato o gente d’armas de los proçedentes cónsules, aparejaba aquello que era neçesario a la guerra; Cornelio, tanto que fueron en punto los sus nabíos e ya puestos en la mar, aviendo la gente suya algund [col. b] tanto e preçiado en el agua, con quales que dizeséis naos a Meçina se vino e todo el restante de la flota dexó en la ribera de Italia mandando que lo seguiesen.

    

   Título de cómo fue preso Cornelio, cónsul romano, (e) de los cartagineses con çiertas naos

   Partiendo este cónsul Cornelio de Meçina e llegado en el puerto de Lupare con aquel[las] diz[es]éis nabes, fue salteado en una noche, estando descuidado, por Bonades, un(a) senador de Cartago que con XX naos fue enbiado por Asdrúbal, capitán de la armada de los cartagineses, estando en Agragento; e de súpito fue tomado con sus XVI naos e preso en cadenas con todos los que con él [eran] e en las dichas naos traído en Panermo a poder de Asdrúbal, capitán cartaginés, que allí era venido con su armada.

   

   Título de cómo Asdrúbal, cartaginés, fue desbaratado de los romanos e perdió çiertas naos

   Asdrúbal, cartaginés, sentida la venida de la armada de los romanos e deseoso de ver el aparato de los enemigos, con çinquenta naos de las más abantajadas e ligeras de las suyas se mobió açerca de la ribera de Italia. Nabegando enproviso, en Çigillo fue encontrado e, así çercado de los enemigos de súpito e fuerça opremido, casi todas las dichas nabes perdió e, así mesmo, él fue como preso; e fuera de toda esperança, de entre las manos de los enemigos con pocos de los suyos fuyó. E aquí sopieron primeramente los romanos el desastre de Cornelio e pérdida suya e de sus nabes e, así mesmo, vieron esta pérdida de los cartagineses. E mezclado el dolor con la alegría, prestamente se venieron en Çeçillia, a fin que las çibdades, sus aliadas, non se die-sen / [Fol. 106 v., col. a] a los cartagineses.

    

   Título de cómo e con qué arte vençieron los romanos a los cartagineses por la mar e les tomaron muchas naos

   El cónsul Galio Dulio, sabida la venida de l’armada romana sin capitán, porqu’el cónsul Cornelio era preso, como dicho es, dexada la cura del su eçér[c]ito a los tribunos con çierta gente de armas, lo que vio ser neçesario, a la dicha armada se vino, entendiendo que los cartagineses prestamente enprenderían la vatalla por la mar antes que por la tierra. E así, anbas las armadas se aprestaban a la vatalla. E pareçiendo a los romanos que las sus nabes eran más fuertes, pero pesgadas e, por tanto, pareçían más perezosas para obra de priesa, e las de los cartagineses eran mas ligeras e prestas, así que por esta ocasión dudando, por quitar la facultad a los enemigos, en sus naos sendos estrumentos en las proas de abante, que agora se llaman arpeos, que ellos llamaron cuernos, [pusieron].

   Los cartagineses, llegados non mucho alueñe de los enemigos, mucho fueron alegres, porque en el fecho de la mar se tenían por tanto abantajosos que se entendían que los romanos con ellos non podrían igualar. Con çiento e treinta nabes se mobieron contra ellos con grand despreçio, que más çiertamente a robo que a batalla les pareçía que iban, e, juntándose açerca, los cartagineses, veyendo aquella nobedad en las proas de las naos de los romanos, estobieron suspensos e presto, non curando, mas burlando d’ellos, contra la armada romana se mobieron. E los romanos, husando de aquella arte, a qualquiera nabe que topaban prendían e, saltando dentro d’ellas, las espadas en las manos, las tomaban. E en aquella manera, treinta naos de las primeras que con ellos se encontraron fueron tomadas, entre las quales se falló una galea de [col. b] siete remos de [a]quel protor de la flota, que se llamaba Capitana, que Piro, rey de los epirotas, fecho abía, en la qual estando Asdrúbal, capitán de los cartagineses, salido en una barca se fuyó; e los otros cartagineses, que por algund interbalo eran alongadas, desbiándose de aquella arte de los cuernos, por al trabés contra los romanos se mobieron, creyendo por aquesta manera los cuernos de los enemigos poder contrastar; e non les prestando aquello e presos tanbién de lado como por delante, muchos de aquéllas e las otras se metieron en fuida.

   Más de çinquenta nabes perdieron los cartagineses en aquesta vatalla e los romanos, vençedores desvaratados los enemigos, la primera gloria de la vatalla obtobieron estonçe por la mar, de la qual al cónsul Galio Dulio en Roma, d’él e de fuera, del triunfo nobles onores le fueron dadas.

    

   Título de la quinta vatalla que Amúlcar, noble capitán, ovo con los romanos, de la qual él fue vençedor, e de las cosas en ella fechas

   En tanto que estas cosas en la mar se fazían, el esérçito del pueblo de Roma qu’el cónsul avía dexado a los tribunos, segund que susodicho es, en grand contençión e delante era venido porque los susodios de los aliados eran juntos con ellos e debatían de la gloria e de la virtud de los fechos d’armas, la qual contençión e debate, de pequeno comienço començada, creçió. En tanto, aquellos susedias se apartaron de los romanos e se aloxaron apartadamente de por sí, la qual cosa sentiendo Amúlcar, que del esérçito de los cartagineses por tierra presidente era, venido enprobiso, salteando aquéllos, los desbarató e bien en número de quatro mil personas de los dichos aliados mató e, de los otros que d’ellos escaparon, al alojamiento de los romanos se alojaron, propuesta toda questión. // [Fol. 107 r., col. a]

    

   Título de la sesta batalla avida entre los romanos e los cartagineses, de la qual los romanos llevaron la vitoria

   Al fin de aquel verano, Asdr[úb]al (360), con las nabes que del desbarato de los cartagineses les eran quedadas, se retornó en Cartago e allí, notifica[n]do la razón al Senado de los cartagineses de las cosas que en Seçillia avía fecho, nuebamente con otra armada en Çerdeña le mandaron tornar, porque los romanos, llegados e venidos en aquellos logares, así a los sardos, como a los córçegos, fazían daño e los conbatían; el qual, venido en Córcega e en aquellas partes faziendo guerra a los romanos, a la fin, dentro de un puerto çerrado perdió el armada e, non enbargante la tal pérdida, él, por la osada e acostunbrada arte, entre las nabes de los enemigos salió e se fuyó e después, preso de los suyos propios, en cruz fue puesto.

   

   Título de la sétima vatalla fecha en la mar por los romanos e cartagineses, en la qual todos reçebieron asaz daño

   Açerca de aquel tienpo otra vatalla de mar entre los romanos e los cartagineses acaeçió e fue dada, por quanto Aulio Rutilio, que era presidente de la romana armada, açerca de los taudaritanos era alojado. Así que, beyendo el armada de los cartagineses venir non lexos de la ribera, de súpito mandó que todo omne, sobiendo en las nabes, lo siguiesen; el qual, con grand presteza, solamente con quales que diez nabes luengas delante de la otra armada se metió, lo qual le mobió a fazer por quanto le pareçía los enemigos fazer su camino con poco recabdo e sin orden, tan-to [col. b] que se llegó a la armada súpitamente. Los enemigos, sobrebolviendo con una increíble [ç]eleridad (361), çercaron las nabes de los romanos; así que el primer acometimiento nuebe naos de los romanos sumieron en el agua. La prinçipal nabe, en que era Rutalio cónsul, confiándose de su ligereza, por fuerça de remos se fuyó. En tanto, las nabes que fincaban del armada romana, arribada en alto, al contra de aquéllos se opuso e, después de asaz luenga vatalla, los romanos tomaron diez nabes de los cartagineses, todas llenas, e somieron ocho en la mar. E las otras nabes proseguieron en fuida, las quales se retrayeron a Lupare, segund que el prinçipio lo avía ordenado.

   E çiertamente, de aquesta batalla la una e la otra vatalla se partieron con tal opinión (a) que cada uno apropiava a sí la vitoria, los romanos por quanto mayor número de nabes de los cartagineses avían desfecho e al fin los avían lançado en fuida e los cartagineses porque nuebe nabes d’ellos en el primer encuentro avían en el agua sumido e avían por algund tanto de tienpo sostenido a los enemigos con menor número que ellos heran. E así, cada uno con su opinión en su propia porfidiaron.

    

   Título de cómo el Senado de Roma fue deliberado de traspasar la guerra de Çeçillia en África e de las causas por qué

   En tanto que en Roma estas cosas pasaban, asaz en el Senado, e así mesmo en el pueblo, fue mobido si por ventura sería mejor traspasar la guerra en África que fazerla en Seçillia, pu-es / [Fol. 107 v., col. a] que era ligero en aquellas partes tomar puerto e deçender en tierra dondequier que quisiesen, conoçiendo tanbién cómo los pueblos de la vía fuesen vil gente e non bien autos a la guerra e, así mesmo, que, segund en la luenga paz suele aconteçer, las posesiones ser llenas de todas maneras de roberías, las quales cosas induçía e traía a traspasar la guerra en aquellas partes e que, en tal manera, de ligero se podrían sacar los cartagineses de Seçillia llegado el peligro a la tierra e naturaleza d’ellos más que si en Seçillia conbatiesen.

   E por esta razón fue otorgado que, si a la república les pareçiese probechoso, levasen la hueste en África e la vatalla de Seçillia traspasasen en Libia e que, por tal respecto, el armada algund tanto mayor les fue ordenada, lo qual ordenaron fuesen CCCXXX fustas de çinco remos. E eran los cónsules Marco Atilio Régulo e Luzio Maulo omes muy fuertes e de fecho d’armas mucho avisados e enseñados, los quales, deliberando de levar el esérçito en África, levando las velas e salidos del puerto de Meçina, adonde el armada romana estaba ayuntada, se venieron a un logar llamado Hecuomo, porque allí el esérçito e las legiones romanas, por mandamiento, el armada esperaban.

    

   Título de cómo los cartagineses quisieron contrastar a los romanos la pasada de África e de las cosas que seguieron

   Los cartagineses, sentida la voluntad de los romanos, por consejo diberso de aquéllos, [col. b] deliberaron a su posebilidad retener la guerra en Seçillia e enpachar la pasada a los enemigos, que querían ir en África, e, por tal ocasión, aún su mayor armada, la qual era de CCCL nabes, con aquélla en Bilibec fazían su estada. Así que, los romanos quesiendo pasar en África e los cartagineses quisiéndogelo bedar la pasada, pareçíales deber en toda manera enprender la vatalla. Los romanos los más aventajosos omes d’armas posieron en las nabes, a fin que sopiesen lo que en los romanos falleçía de la vatalla de la mar e después, en África deçendidas, en la tierra por guerra fuesen bien sufiçientes. E para esto debiendo tanbién traer gente de caballo, juntaron al armada muchas nabes que eran conbenientes para ello e, aparejadas todas cosas, sobieron en las nabes e en cada una de çinco remos eran CCC bogadores e de omes d’armas leg[i]onarios e de las legi[o]nes çiento e veinte. Este número igualmente de los cartagineses e de los romanos hera guardado, así que fueron en l’armada romana más de CXLI mil omes; los cartagineses solamente la gente escogida para vatalla posieron en las nabes e, así mesmo, la multitud d’ellos fue más de CL mil personas, la grandeza de las quales cosas non tanto qualquier que fuese de presente se podría marabillar.

    

   Título de la VIII vatalla de los romanos e cartagineses avida por la mar e de cómo los romanos fueron vençedores

   Los cónsules romanos toda el armada suya en quatro partes dibi[di]eron. La primera se dezía la primera vatalla e, por el semejante, la segunda e la terçera e la quarta, segund por la tierra se suele acostunbrar, // [Fol. 108 r., col. a] en una mesma manera, e entre todas avía seis naos de seis remos; e en la una estaba el cónsul Marto Atilio e en la otra estaba Luçio Maulio cónsul, el uno con la primera e segunda vatallas e el otro con la terçera e quarta vatallas.

   Los cartagineses en este comedio se partieron de Lilibio e se venieron a Eraclia e de allí, vista el armada romana, por semejante la suya en quatro partes dibidieron. Amúlcar, famoso capitán, e Henone eran capitanes de los cartagineses. Hanone la primera e segunda vatallas regía; Amúlcar, la terçera e quarta vatallas en aquesta manera: las flotas aparejadas de la una parte e de la otra e seyendo ya mucho çercanos, los cartagineses con grandes e terribles vozes contra los romanos se mobieron e, por semejante, los romanos non con menor fuerça fueron contra aquéllos. E los cónsules, de súpito, en el primer recuentro, fallada la vatalla de los enemigos mucho floxa e derramada e seyendo la suya firme e bien ordenada, segund que de la horden, así de la una como de la otra, de suso avemos mostrado, la vatalla de los cartagineses con grand ínpetu ronpieron en medio d’ellos, fiándose en la ligereza; e amaestrados ya primero de Amúlcar a fin, que la armada romana desordenase deliberadamente davan logar, de lo qual se siguió que la primera e la segunda armada de los romanos más codiçiosamente los seguiendo lueñe, más la terçera armada venieron, donde la gente de caballo eran juntas, e así mesmo los trearos, que la postrimera escu-adra [col. b] guardaban, más tarde conseguían aquéllos. Así que, seyendo en tal manera apartados de los suyos, levantada la seña de la nabe de Amúlcar, como primero era ordenado, de súbito se bolvieron contra las nabes romanas e todas las armadas fechas juntas en tres vatallas de mar apartadamente se conbatían en una ora e tienpo, por manera que las gentes de armas más mejores e más cosas fazen en las batallas por temor de vergüença o por cobdiçia de gloria que por verdadera virtud. Los cónsules, por semejante, eran tales que cada uno, quantoquier que fuese vil, (o) a la obra de fortaleza lo podían animar; ellos primeros que todos enprendían la vatalla, socorrían aquellos que eran fatigados, adonde era el mayor peligro ponían las propias personas.

   Fecha en este medio una grandísima mortandad, muchas nabes fueron conbatidas e ronpidas allí e otras somidas en la mar, muchos omes lançados en el mar; el agua andando turbia e vermeja de la sangre, los nabíos, enpachados de los cuerpos muertos, nabegar non podían. E çerca de la tarde los cartagineses fueron (362) vençidos e los romanos vençedores en todas las tres vatallas, que en tres logares se conbatían. E fueron ronpidas en estas tres vatallas XXIV nabes e de los cartagineses más de XXX nabes se destruyeron. E catorze naos llenas de los cartagineses tomaron e las restantes de aquéllas en fuida se posieron. E los cónsules con su armada tomaron la vía de África e, arribados en ella, tomaron puerto en la çibdad de Clipea e, çercada aquélla, todos sus naos sacaron a seco e, çercadas de caba de palenque, la çibdad tomaron por conbate.

    

   Título de cómo los roma-nos / [Fol. 108 v., col. a] con su vençimiento e gloria d’él arribaron a África e de la sierpe que mataron e la guerra que en ella fizieron

   Los cónsules, fechos saber todas estas cosas a Roma, dexado recabdo en la dicha çibdad de Clipea e en su flota en seco, como dicho es, con todo el esérçito por la África azia Cartago se mobieron e, robando e quemando sin contrastre, con mucha robería e con XXI mil prisioneros a su aloxamiento de Clipea se retornaron. En esto llegó mandado de los romanos qu’el cónsul Maulio tornase a Roma e el otro cónsul, Marco Cailio, quedase en la África faziendo la guerra, el qual quedó con XL naos e con quinientos de caballo e con XV mil peones. E así fue conplido. E entrando este cónsul en la tierra de los enemigos e allegado e puesto en canpo açerca del río Bragada, le apareçió una serpiente de una orrible grandeza, la qual, detobiéndose en la ribera d’este río, con los vallesteros e con otros artefiçios la conbatieron e la mataron, el cuerpo de la qual fue levado en Roma. E dízese por memoria que la longura d’ella fuese de çiento e veinte pies.

    

   Título de la nobena vatalla avida por la tierra entre los romanos e los cartagineses, de la qual los romanos vençieron

   Los cartagineses, seyendo mucho atemorizados por las cosas fechas por los cónsules en su tierra propia e sopiendo este cónsul Régulo tener çercada la çibdad de Adrino, ayuntados en gran número de gente de caballo e de pie e, así mesmo, de muchos elefantes, dos capitanes hordenaron, conbiene a saber, a Asdrúbal, fijo de Enone, e otro que Vostaro se llamaba. E avía traído en aquel tienpo Amúlcar de Çeçillia, donde era quedado en guardar d’ella quando [col. b] fueron destrozados partiéndose de Italia, V mil peones e quinientos de caballo esprementados (363) en Cartago e por terçero capitán a los otros la cura de la guerra sobre ellos ovieron de encomendar. E llegados açerca de los enemigos, su acuerdo fue de açebtar la vatalla e dar socorro a la dicha çibdad e non çofrir más tal daño en su tierra de sus enemigos, los quales, llegados a ojo de los enemigos, en un çerro asaz fuerte posieron su alojamiento, en manera que los enemigos estaban casi çercados entre ellos e los de la dicha çibdad.

   El cónsul, veyendo la mejoría de los contrarios por los elefantes e por la gente de caballo, aunque peones non tenían tantos como él, non le pareçió dar la vatalla fasta baxasen a lo llano. En la noche fizo ir la meitad de su jente e al alva del día deçendieron d’él a cabo de allende por donde los enemigos los viesen; e como los vieron, ellos todos deçendieron a ellos e trabaron escaramuça. E el cónsul con todo el restante dioles por las espaldas, por manera que, muertos muchos d’ellos, desanparando el monte en fuida se posieron. E tomando los romanos el alojamiento de aquéllos e tornados a la çibdad, que çercada tenían, de súpito aquélla tomaron e de allí a Tunize, que es tres leguas de la çibdad de Cartago, tomándola, se alojaron, en manera que las entradas de las gentes e vituallas a la dicha çibdad mucho enpachaban. E acerca d’esto, una grande gente de numidianos, por cobdiçia de la robería, en África eran venidos.

    

   Título de cómo los cartagineses, con neçesidad, enbiaron al cónsul romano demandar la paz

   Los cartagineses, desesperados veyéndose en este estrecho, non sopiendo consejo ninguno que se diesen, pla-ticado // [Fol. 109 r., col. a] en el consejo del Senado, non fallando reposo que útil les fuese, con la paz enbiaron por sus enbaxadores al cónsul requerir dándo(de)le todos los partidos que en el tienpo antiguo entre Cartago e Roma fueron tratados, diziendo que (en) esta guerra non fuera levantada por menospreçio ni malamente, apostando su[s] razones e dándoles asaz de mejorías desculpando a sus pueblos e requeriendo con las conbençiones primeras. E aún (364) algund tanto más apremiando, así demandó ser escritas en tabla de aranbre a la forma primera, cuidando d’él ser probeídos en la dicha paz.

    

   Título de la respuesta suberbiosa qu’el cónsul romano dio a los cartagineses denegándoles la paz

   El cónsul, oídas aquellas cosas, respondió qu’él sabía muy bien aquellas conbeçiones e, por tanto, que era el pueblo romano más grabemente ofendido, dándoles muchas razones; e por las más prestamente desfazer e por negarse aquéllos, demandando la paz, quererle dar más aquel que da la paz para fazer los fechos e non de aquellos que la requieren, por tanto, que si la paz querían los cartagineses, que todos sus fechos posiesen en ar[bi]trio (365) e potençia del Senado e del pueblo romano aquellas leyes açebtasen que d’ellos les fuesen dadas.

   Aquesta respuesta del cónsul tanto a los enbaxadores pareçió soberbiosa e inic[u]a que, de súpito, altas vozes conmençaron dezir qu’ál cosa podrían ellos inponer más grabe si fuesen vençidos. E dexada toda plática, partiéndose d’ellos, en punto en el Senado de los cartagineses fue aquesta razón noteficada tanto desdeñar. E dixieron muerte primero que toda otra estremidad se deviese sofrir; e los ánimos suyos de la esperança de la paz al estudio de la guerra marabillosamente posieron.

    

   Título de la X vatalla avida entre los romanos e los cartagineses por la tie-rra [col. b], de la qual los romanos fueron vençidos

   Por la respuesta de Marco Atilio, cónsul, los coraçones de los cartagineses endinados e de la esperança de la paz a la cura de la guerra bueltos tanto como jamás non fuesen seyendo, segund que en el estremo peligro suele aconteçer, mayores fechos con muy mayor diligençia aparejaban e, así mesmo, de conformar los capitanes e adereçar el asérçito e la gente de la multitud de la gente con grand industria non çesaba[n] de acaudillar e juntar de consuno e llamarlos por todas las partes. La jente d’armas e, aun nuebamente escrita, así d’España como de Galiçia e de Greçia, continuamente con las nabes eso mismo se alegraban.

   E avían, como ya diximos, aparejado a Santipón de Laçidemonia por capitán de su gente para enprender la vatalla por la tierra, el qual, tomada la cura d’ella, faziendo mudança en la ordenança de la vatalla, así en los elefantes como en los de caballo e en las ligiones, mostrándoles sus errores en lo pasado e posiendo los encreíbles en ello a su hordenança, se posieron en tanta mudança de ánimos en brebe tienpo por la esperança [que] d’este omne fue fecha, que aquellos que poco antes el acatamiento del exérçito romano non podían sostener ya de sí mismo la vatalla contra aquéllos demandaban. E con el tal espirençia se mobió, sus escuadras ordenadas a la forma contra ellos denunçiada, levándolos por los llanos e logares más deleitosos. En todo al contrario de las dichas ordenanças por ellos tenidas, se llegó a bista çercana de los enemigos, segund que susodicho es, en la mejor ordenança que pudo e llegando a paso e folgadas sus gentes.

   E Marco Atilio, cónsul, sentida la venida de los enemigos, bien entendiese la costunbre ser mudada e la deçeplina estrangera. Se junta aquéllos non punto menos de conbatir / [Fol. 109 v., col. a] contra aquéllos uno e los sus alojamientos puso çercanos a los de los enemigos, a I mil CC pasos en medio. En este allegamiento, Santipo el su esérçito levó fuera del palenque e diole liçençia de enprender la vatalla. Ordenadas las vatallas en esta manera de la una e de la otra, como primeramente las tronpetas començaron, Xantipo los elefantes fizo mober; todos a un tropel e a una ora contra los romanos mandó, e así los de caballo e las legiones, por semejante en manera que entre todas aquellas gentes se estuía el fecho, cayendo muchos muertos e otros malferidos, en tal manera variamente conbatiendo en uno. E la fortuna en aquella vatalla mostrando asaz dudas, en manera que ni los unos heran vençidos ni los otros vençedores, Xantipo aquella batalla de los romanos fuertemente desbaratase; a los suyos de caballo con grand diligençia mandó e amonestó que acometiesen a los enemigos por la parte derresa, la qual cosa así fecha, en muchos logares por neçesidad los romanos a retraerse començaron. E allí se començó la matança en [e]llos e grandísima suma fueron muertos e presos (366) el cónsul Marco Atillio e fasta otros quinientos de los mejores de los suyos; e el restante d’ellos a Clipea se retraxieron.

   E así fue este cónsul, que por su soberbia non quiso dar la paz a los cartagineses, demandada por ellos asaz paziblemente (367), levado preso e encarçelado a su poder.

    

   Título de la XI vatalla avida por la mar entre los romanos e los cartagineses, en la qual los romanos fueron vençedores

   Primeramente en Roma fue notificado el su esérçito en África ser desfecho e preso el cónsul Marco Atillio e el [col. b] restante de los romanos estar çercados en Clipea, después de padeçida mucha tristeza, tornando a la cura de aquellos que en Clipea eran çercados, una grande armada començaron aparejar para enbiar en África.

   E los cartagineses en este comedio tenían sitiada a la dicha çibdad de Clipea. Dexada la dicha çerca por respeto de la fortaleza e bastimento d’ella e por la sabieza de la dicha armada romana e otrosí porque Santipo de Laçidemonia, su capitán, se les apartó e puso en su tierra de Greçia a mucho pesar d’ellos, non sopiendo la causa sinon él mesmo, (e) por esto una armada de CC naos enbiaro[n] a destorbar la pasada de los romanos.

   Los romanos enbiada su flota con Marco Emillio e Serbio Fullio, cónsules, de CCC naos e nabegando los unos e los otros, encontráronse en uno. E tomada la vatalla en uno e sopiendo los romanos así por virtud como por número de nabes [ser] mucho soperiores, por quanto se conbatían CCCL nabes rostradas contra dozientas de los cartagineses, al primer ínpetuo ovieron la vitoria. Los romanos en aquella vatalla tomaron CXIV naos de los cartagineses e, levada la gente d’armas en Clipea, a la flota se tornaron en Çeçillia.

    

   Título de la grande pérdida acaeçida a la flota romana de tormenta en Çeçillia e terriblemente pereçida en la costa

   De la ribera en tanto grado que las cosas non trobiendo, a los marenantes deziéndoles que se non deviesen acostar aquel lado de la Seçillia por ser de malos puertos e por el tienpo del invierno ser superior, ovieron tal pérdida que en aquel tienpo, ni antes ni después acá, no se falla ser avido en un nafragio en la mar, porque todas las riberas de la mar eran llenas de nabes quebradas e de cuerpos muertos sobre las ondas, por manera que, de más de CDXLIV naves, apenas LXXX a la fortuna les esca-paron // [Fol. 110 r., col. a]; todas las otras en el mar [fueron] somidas , en las rocas en el mar somidas.

    

   Título de cómo los romanos nueba armada fezieron e, aquélla perdida, el cónsul Marco Atilio cruelmente fue muerto

   Los romanos, por esforçar esta pérdida, nueba armada de CXX naos nuebas fezieron e, juntadas con el restante de las que de la tormenta escaparon, CCC velas enbiaron a poner la gente en África. E tornadas de allí, de tormenta de súpito perdieron en tierra de Roma CXL naos de aquéllas; con sus gentes en la mar se sumieron. En esta sazón, el cónsul Marco Atilio en la presión de los cartagineses fue muerto, de cruel manera atormentado.

    

   Título de la doze vatalla avida por la tierra entre los romanos e cartagineses, en la qual los romanos fueron vençedores

   Asdrúbal, capitán de los cartagineses, que en Seçillia avía quedado con el su esérçito poderoso de elefantes e de gente de caballo, se mobió con sus legion[e]s e sus vanderas desplegadas delante la çibdad de Palermo e puso vatalla contra Metello, cónsul romano, que con grande esército en ella estaba faziendo guerra a los cartagineses, el qual, con arte puesta la vatalla, a los suyos fizo fuidizos, dexando las fuerças e artellerías en las cabas e varreras. E llegados los cartagineses allí, mucho daño en los elefantes reçebiendo e después en la gente, derrancadamente echaron a fuir, adonde fue fecha una grandísima mortandad de los dichos cartagineses. E Esdrúbal, con poca parte del esérçito, fuyó; e de los otros fueron muertos e pres[o]s (368) los elefantes todos en poder de los romanos, los quales fueron en número de CXL, los quales después a Roma fueron levados en el triunfo de Metello.

    

   Título de la XIII vatalla avida por la mar entre los romanos e los cartagineses, en la qual los cartagineses fue-ron [col. b] vençedores

   Los romanos, tobiendo çercada la çibdad de Lilibeo de Seçillia e Amulcón, su capital, en ella luengamente, después de pasados muchos conbates e escaramuças e morir muchas gentes de amas las partes, los romanos, con grande armada con Çipio Claudio Pulcro, cónsul, enbiada en favor (369) del su esérçito romano, otrosí los cartagineses la suya con (370) su capitán, açerca de la dicha çibdad juntaron su vatalla, en la qual, durando todo el día, en terrible fortuna se conbatía e toda vía las nabes de los cartagineses, fallándose más ligeras de remos, fuendo e tornando, dañaban mucho a los enemigos; e por esto e por el esfuerço de aquel Carbal, noble capitán cartaginés, los romanos fueron vençidos. E el cónsul, vista así la cosa ir de mal en peor, a la postre perdida toda la esperança, el primero de todos començó a fuir. XXX naos solas, de toda el armada, seguiéndolo escaparon; todas las otras conbatidas, a la fin, con grandísimo daño del pueblo romano, venieron en poder de los cartagineses. Non tan solamente las nabes, mas todos los más aventajosos omes d’armas del su esérçito, perdieron en aquella vatalla. Carbal, como era a él devido, una grande loor otobo de aquel fecho, considerado que por grandeza de ánimo e por buena industria suya la gloria de la guerra del mar, ya perdida, a las sus çibdades abía recobrada.

    

   Título de la pérdida de la grande flota que de los romanos fue perdida de tormenta en la mar e mucho número de sus gentes

   Denunciadas estas cosas e sabidas en Roma, en continente Çipio Claudio fue denunçiado a dexar el consulado; mas de súpito refecha el armada e ordenadas las quadrillas, de nuebo a Luzio Junio, cónsul, mandaron que se partiese en Çeçillia e / [Fol. 110 v., col. a] nabegase la vía de Lilibeo en favor del su esérçito, que sobre ella estaba, el qual, con CXX nabes [de] roscada e con otras LXXX de cargo, se fue al esérçito de Libelo con sus vituallas.

   Carcalión, llegado su cargo con los presioneros e con el aparato de la vitoria de la vatalla, después de reçebido con el alegría e triunfo, el armada le fue encomendada e todo el cargo de la guerra, el qual en Libeo nabegando allegó e, desenbarcado en tierra e[n] uno con Amulcón, que en Lilibeo çercado hera, mucho terrible conbate dieron en el esérçito romano, adonde, turando todo el día, grandísimas gentes de amas las partes morieron. E con tal fecho, a la tarde a la çibdad se recogieron.

    

   Título de cómo el armada de los romanos fue perdida otra vez e de la mucha pérdida que ovieron

   Entrado Carcalón, su armada contra la flota de los romanos se mobió e, por ellos estar en dos partes, en medio se les puso, a fin de no los dexar juntar en uno. E estando así algunos días, una terrible tormenta e mar turbia se levantó e las dos armadas romanas, por no se atreber açebtar la vatalla, estando así partidos, en çiertos puertos çercanos de la tierra se posieron; e como los dichos puertos non eran líçitos, al fin toda fue desfecha, por manera que de tantas nabes non les quedó alguna de que aprobecharse podiesen. E en tal forma, el pueblo romano perdió a un tienpo quales que DCCC nabes de cargo e de las roscadas bien CXX.

    

   Título de la mucha ansia e grande angustia en que eran los romanos por las pérdidas e gastos que fecho avían

   Venidas estas nuebas en Roma, por las dichas pérdidas e vençimiento de susodicho, muy terriblemente dudaron poder seguir la enpresa; por la mar se eran dexados ni en la tierra, por semejante, avían esperança, por quanto aquellos que en las ustidas de Lilibeo estaban, después del caso acaeçido al cónsul, perdido el mantenimiento e quitada la facultad de poderse sostener en la caristía presente, eran apremiados de pabor de lo quál les podía venir. Así venidos e acaeçidos a Roma tantos [col. b] desastres e trabajos resçebidos, los ánimos del Senado, e non menos del pueblo, en desperaçión traían. Estando vazío el thesoro de la república ya largo tienpo, avían con tantos gastos, así mismo, los patrimonios de cada uno gastado por los continos tributos e la gente común no lo podía ya soportar.

    

   Título de cómo el cónsul Luzio, romano, tomó el monte de Hérizo e la çibdad del pie e bastidas puso en ella

   Estando el pueblo romano en esta duda, el cónsul Luzio Junio, con la gente que de las naos perdidas fincado le avían, por la tierra al esérçito de Lilibeo se vino e, de allí encomendadas las vituallas a las çibdades aliadas con la legión mediterránea, el esérçito sostenía. E después, buscando el tienpo conbeniente de seguir alguna buena fazienda, a fin de enmendar la vergüença reçebida de la armada, algunos nuebos peligros se dispuso a tentar.

   Érizo es un monte, el mayor de Seçillia, esepto Lechina, e al pie d’él una buena çibdad estaba, lo qual este cónsul de súpito tomó e puesta una bastida ençima del monte e otra en la dicha çibdad, así que desde allí nueba guerra començó a fazer.

    

   Título de cómo los cartagineses enbiaron Amúlcar, famoso capitán, en Çeçillia, adonde una grabe guerra se siguió entre todos

   Los cartagineses, así como sentieron la çibdad de Érize ser tomada de los romanos, con mayor diligençia e mayor poder se dispusieron a entender en la guerra, por la qual causa fecha de nuebo una armada copiosa, aparejada, mandaron ir con ella e[n] aquellos logares [a] (371) Amúlcar, llamado Barcho por sobrenonbre, omne de grand ánimo e de singular çiençia en fechos d’armas. Así que venido con grand gente Amúlcar, primeramente, es a saber, a Érize e a toda la ribera de Italia del mar andudo desfaziendo e la tierra de los bruçios e de los luzios destruyó.

   E después (372), // [Fol. 111 r., col. a] retornado en Siçillia, en el terretorio de Panermo deçendió. E fallado allí logar alto, a la guerra en aquél se puso, porque entre Érize e Panormo en un logar por natura fuerte a las peñas desfechas de todas partes luçían, e[n] medio de la qual avía labrança de XV mil vueis, mucho llanoso, sobre el qual logar ay un montezillo como a manera de una guarda o de ofensa; e ha un puerto muy plaçentero con abundançia de agua dulçe. E alojado Amúlcar en este logar, luego puesto la guarda en [e]ste lugar, las nabes puso en el dicho puerto, por tal manera que aquellos que a Érize abían tomado eran sitiados de los cartagineses de Amúlcar, de la una parte, e de los çercados de Lilibeo, de la otra, por manera que los de Érize eran tanto sitiados como los de Lilibeo.

   E este sitio se tobo por tres años, faziendo Amúlcar e todos sus autos así ardidamente, que en aquella guerra el nonbre del más esçelente capitán de su edad alcançó ni cosa alguna a los enemigos era más terrible ni más temeroso qu’el su nonbre, porque muchas vezes, en el mar de aquel logar destendido, toda la ribera de Italia fasta Apiteolo destroía e, como él de todo mal oviese perseguido e trabaxado tanto aquella tierra, ninguno era osado de morar en aquella parte. Después, por tierra en Seçillia retornado, infinitos daños fazía, así a los panormitanos como a los otros aliados al pueblo romano, por manera que (373), si a un tienpo andar por el mar e en la tierra sitiar a Érize en un logar pareçía ser presente, los romanos la ribera de Italia e los suyos aliados estrechos a se defender, e así mesmo veyéndose ocupados con Érize e Lilibeo, en muchos logares por grand neçesidad eran enpachados, por manera que reposo alguno ni determinaçión que buena les fuese podían aver.

    

   Título de la [col. b] guerra que Amúlcar, cartaginés, fazía a los romanos e reçibía a sí mismo

   La çibdad de Hérize, así como abemos dicha, algund tanto debaxo de la çima del monte es asentada. Al pie del monte de Árize seyendo trabaxada, por tratamiento por este Amúlcar fue tomada e así los romanos perseberando en grande profidia e ostiençia de ánimo. E tanto era el orgullo entre la jente de armas, que todo peligro e daño sufrían voluntariosamente por que en el fecho de armas ninguno d’ellos se mostrasen más vaxos; por tal manera, todos días escaramuzaban en uno. E seyendo los enemigos çercanos en un ánimo por voluntad de vençer ni ningunos peligros les favoreçían. A la fin, la suma de la guerra en este logar fue reduçida, conbiene a saber: entre el monte de Hérize e la çibdad de Érize, entre el esérçito romano e la çibdad de Lilibeo enbiando los cartagineses e los romanos toda vía a cada una de las partes socorros; Amúlcar, por la mar las vituallas libre e fázilmente le venían porqu’el pueblo de Roma, después [del] naufragio del armada de Luçio Junio, como avemos dicho, el mar se desandaba e solamente a la guerra e en guarda de la tierra entendían, en la qual les pareçía que sobrepujaban a los enemigos. E más por çierto era la voluntad de Amúlcar solo, que por tierra así mismo los cartagineses a los romanos eran iguales, e caso superiores, por quanto, venida mayor cantidad de gente a Panormo, se era ido non lueñe de la çibdad más de seisçientos pasos. Queriendo el esérçito romano valer a los panormicanos non sofría, mas, puestos los sus alojamientos muy çerca de los enemigos, a menudo con aquéllos se conbatía, enprendiendo la vatalla; e aquesto, non una, mas muchas vezes, fazía. La causa por que al postrimero inperimen-to (374) / [Fol. 111 v., col. a] de la vatalla non venía era por el çercano susidio e la gente debisa en muchos logares, donde prestos los socorros prestamente se requerían e se demandaban e venían.

    

   Título de cómo los romanos repartieron nuebamente que cada uno pagase por los bienes que tenía para fazer nueba armada grande

   Prolongándose la guerra en aquesta manera, Amálcar por mar e por tierra seyendo superior e a Italia e a Çeçillia puestas en grand temor, los romanos, fuertemente comovidos por quanto por aquella vía la guerra ninguna fin les pareçía aver ni d’ella se esperaba, así mismo, non estimando menos sofrir la destruiçión de Italia e grande oprobio fecho contra la dignidad del nonbre romano, por lo qual de nuebo, el armada aparejada, se desposieron; mas, por quanto [el] errario era ebacuado, los cibdadanos pribadamente, segund la facultad de cada uno, contrebuían en los misiones de la guerra. E así se fizo toda el armada [a] (375) semejança de la nabe rudia que de suso avemos dicho, porque les pareçía a la çeleridad mucho auta. En aquesta manera, CC nabes roscadas e todas las otras de quinze remos metieron en punto e con esta armada hordenaron que Gayo Lutançio Catulo, cónsul, nabegando se posiese en Çeçillia e a los cartagineses feziese guerra. Los cartagineses, por la libre posesión del mar tenida ya muchos años, a la cura de la guerra marítima se eran fechos algunos quanto negligentes, por quanto los romanos eran del mar por sus desaferes abatidos ni cre[e]r podían ninguna armada en Roma poder ser fecha nuebamente; por tanto, el armada de los romanos ante fue vista çerca de Çeçillia que de los cartagineses a ello se podiese fe ninguna, así que por la su venida todas las nabes de los cartagineses, por [col. b] la presençia suya dudando e non poco temiendo, dexando las riberas de Seçillia, en África se retraxieron. Catulo, fallando el mar libre, el puerto de Drepaño, seyendo mucho guardado, tomó, e preçiado de los cartagineses; e començado a conbatir a Drepaño, Amúlcar quitando las vituallas, el qual Amúlcar en este medio los macheros e vogadores continuamente eserçitaba ni alguna de toda el armada dexaba ser oçioso, (e) con grand deseo requerrían la vatalla.

    

   Título de la XIV vatalla avida por la mar entre los romanos e cartagineses, de la qual los romanos tobieron la mejoría

   Los cartagineses, sentida la venida de Catulo, cónsul, e que la gente estaba sobre Drepaño, fueron en mucho grand cuidado; mas prinçipalmente los aquexaba la grand cura que avían de Amúlcar, el qual, inpedido en logares difíciles e parte sitiado, de ninguno otro logar, si por mar non, fasta aquel día vituallas algunas avía reçibido. E aquellas oras, sintiendo por la venida del armada romana aver perdida la mar e averle así mismo quitada la facultad de traer algunas vituallas, ¿qué podía ya esperar, sinon que por fanbre a los enemigos se debiese dar?

   E así que por tal fabor los cartagineses, asaz temerosos, el armada aparejaron; e de aquélla non fezieron presidente, los repartimientos de nuebo ordenando. E así aparejada e todas cosas puestas en punto, el trigo e las otras vituallas posieron sobre ellas e non mandando que con aquella armada pasase en Seçillia con las vituallas al esérçito, que hera en Érize, debiese disponer. E allí, si a él bien visto fuese, tomando Amúlcar sobre el armada, con la mayor gente e más aventajada de todo el esérsito adereçase a Drepeño. E con el armada romana enprendióse vatalla. Hanón, salido del puerto de Cartago, a la isla de Rionoso primeramente arribó e desde allí, non se recordando de los enemigos, Amúlcar con el esérçito quería nabe-gar. // [Fol. 112 r., col. a]

   El cónsul Catulo, sabida la venida d’ellos guardadas e el su consejo, el qual non era difíçil por conjentura conprendiendo, súpito a la isla de Gusa con toda el armada se vino, la qual ínsola non es de lexos de Lilibeo. E allí acatada una, para el día seguiente mandó dezir que fuese[n] aparejadas e con grand razonamiento los començó a esforçar. E el día seguiente venida el alva, el viento era a los enemigos (376) próspero e fáçil, mas el armada romana era contraria e el mar turbado e muy onduoso, la qual cosa veyendo Catulo cónsul, començó a dudar e estaba inçierto de consejo. E después, considerando que las nabes de los enemigos eran enpachadas de cargo e poco prestas e mal aparejadas a la vatalla, las quales, si él así dexase partir, que les conbenía ante conbatir con las ligeras e prestas e fornidas de gente de armas de Amúlcar capitán, de la qual ninguna cosa en aquel tienpo más terrible se ovo, non enbargante qu’el mar fuese turbado e contrario, pareçióle, con todo, dever d’enprender la vatalla pasada. Pues con tal esperança, por las hondas prestamente el armada de los enemigos, que por contra venía[n] apuestas, Anone el camino fazía con las velas. E como primero el curso de las sus nabes de los enemigos se vio açerca e aquéllos a la vatalla aparejados, abaxando las velas, tanbién él a la vatalla se començó aparejar.

   Después que de la una e de la otra parte fueron en punto, ordenadamente se acometieron, el qual logar, seyendo todas las cosas por el contrario que en la vatalla de Drepaño, eran estados, así el avenimiento contrario non sin causa avino. Los romanos tenían las nabes suyas prestas e avían dexado todos los cargos de aquéllas, açebto aquellas que a la vatalla eran neçesarias, e después los bogadores eserçitados e para tal caso prontos e a la vatalla aparejados, entre (e) aquellos que avían de conbatir reputados la flor de todo el esérçito. Los cartagineses en todo eran por el [col. b] contrario, ca, primeramente cargadas las nabes, para tal caso tardías e pesgadas, avían por la brebediad del tienpo aparejado para la vatalla la muchedunbre de los vogadores e de los nacheros e de gente común e non eserçitada, e así mismo de gente de armas de nuebas quadrillas e repartimientos, e todos mançebos e jóbenes e de ningunos peligros esportos ni acostunbrados; por lo qual, pensando ellos que los romanos por mar ninguna cosa atentarían, por tal forma la cura de los fechos de la mar se avían descuidado, donde avino que, como primero començaron a conbatirse, de súpito, como era razón, de los romanos fueron vençidos.

   CXX nabes perdieron en aquella vatalla los cartagineses, de las quales fueron ronpidas e somidas quarenta e ocho; todas las otras cobraron los romanos. E fuyendo los cartagineses de la vatalla, (e) dioles grand ayuda la súpita mudaçión del viento. Después de la fuida, en contrario de lo que primero fazía, (e) començó a espirar e así que, levadas las velas, el curso de aquellos que los seguían evançaron difíçil e a la isla de Rionoso, donde primero eran partidos, se retraxieron.

   En aquella fuida el cónsul, después de la vatalla, con toda el armada a Lilibeo se vino e allí, loada e galardonada la gente de armas, el restante de la guerra con gran diligençia siguía.

    

   Título de cómo los cartagineses, sentida la pérdida de su armada, por neçesidad costreñidos, venieron a demandar la paz a los romanos

   Los cartagineses, sabido que Anón era venido e desbarata[da] (377) e presa su armada, demás de la esquibeza de tanto mal abatidos e trabaxados, qué vía tomasen non sabían, ca, non enbargante que los ánimos suyos fuesen prontos a la guerra, la mucha pobredad del erario e la / [Fol. 112 v., col. a] inpotençia de la gente común e pribada e el grand gasto fecho en lo pasado, el qual los avía consumido todas sus faziendas, fazía que más abante non se podían ayudar de cosa alguna. Allende de lo qual todo, otra grand desesperaçión non poco los agrabiaba; es a saber: Amúlcar con el esérçito, que era en Éruze, a los quales, ni socorrer con vituallas, por la pérdida del armada teniendo los enemigos el mar, ni del peligro en África, los podía retraer e dexar aquel capitán e la gente de armas, que tanto bien avían mereçido açerca de la república peligrase, pareçía ser casi una traiçión; e por otra parte, non sabían con qué gentes ni con quáles capitanes por estonçes se ayudasen, así que solamente les quedaba demandar la paz, a la qual por neçesidad todos se inclinando, pareçióles dina cosa qu’el albitrio de aquélla Amúlcar se deviese remetir. Así que, fecho sobre aquesto el decreto del Senado, enviaron Amúlcar, al qual [de] demandar e de firmar la paz, si a él pareçiese, le dieron poder.

   Amúlcar, avida la potençia, a modo de un sapientísimo se sopo regir, fasta tanto que alguna razón de conbatir le pareçió. Ninguna fatiga o peligro esquibando, con grand industria e audançia por alcançar la vitoria non çesó de mostrarse esforçado e alegre e, al fin, ronpida e dexada toda esperança non veyendo razón de esforçarse más adelante, prudentemente e con grand muderaçión, dando lugar al tienpo, non le pareçió vergüeña enbiar al cónsul Catulo a le demandar la paz, por sus enbaxadores a requirirlo de aquélla. Porque este auto de eçelente capitán es propio, en tienpo entender de vençer e saber conoçer quánto se deve dar logar a las cosas, a Catulo, así mesmo, non le pareçió que la paz reçesar se debiese, sabiendo la dificultad que por causa de [col. b] la luenga guerra el pueblo romano sostenía.

    

   Título de cómo e con qué condiçiones fue fecha la paz primeramente, pasadas todas estas vatallas, entre los romanos e los cartagineses, tratándola por ellos Amúlcar, su noble capitán

   La paz fecha, resçebidas e escritas las condiçiones, esta forma debiese ser a los romanos e a los cartagineses: si al pueblo de Roma ploguiese, que los cartagineses de toda Çeçillia se debiesen partir e la dexasen ni por el tienpo avenidero al rey Erión e a los siracusanos e a los [sus] (378) aliados debiesen fazer guerra; demás d’esto, que todos los prisioneros, sin ningund rescate, fuesen tenudos de lo[s] (379) dar e, si algunos avían enbiado en su tierra, los traxiesen; e demás d’esto, fuesen obligados los cartagineses a dar al pueblo romano III mil CC tabentos enboitos en término de XX años.

   Aquestas condiçiones, enviadas en Roma, fueron aprobadas del pueblo, mas diez enbaxadores con la autoridad pública enbiaron en Seçillia, de los quales el término de pagar l[a] (380) premia fue abrebiado; e mil tabentos sobre los primeros fueron acreçentados e, así mismo, puesto por condiçión e escrito que los cartagineses non solamente a Seçillia debiesen dexar, mas, por semejante, todas las otras islas que son en medio entre Seçillia e Italia.

   E por esta manera, el fin de la paz fue fecha en la primera guerra entre los romanos e los cartagineses. E después, pasados XXIV años que la guerra ovo prinçipio, la qual sobre todas las otras muy grande e larga fue reputada, en lo qual, dexando las otras cosas aparte, en una vez con nabes quinqué[r]remis más de quinientas, después no mucho tienpo pasado, con seiscientas juntamente fue // [Fol. 113 r., col. a] conbatido. E perdieron los romanos ultra, de las nabes quinquér[r]emis, çerca de seisçientas e los cartagineses, más de quinientas. E por tanto, los griegos, que fasta aquel tienpo de las vatallas de Antígono e de Tolomeo e de Dimecrio fechas en mar se marabillaron, e así mesmo de las vatallas de los laçedemonios e de los ateneses, non debieron devidamente después se marabillar, ca bien considerado, si considerarlo querían, diferençia sea entre las fustas quinquér[r]emis e las tirremis, con las quales los griegos contra los ateneses e los laçedemonios entre sí usaban en la guerra; ya jamás con mayor cantidad de gente como en aquesta mar entenderán averse conbatido.

   Otros fechos muchos de çercas e conbates de çibdades e castillos e villas e guerras de roberías e muchas matanças de om[e]s e derramamientos de sangre que se contienen entre estas catorze vatallas fechas en aquesta guerra d’estos XXIV años se dexaban aquí d’escrebir por non alargar escritura, segund que se contiene en la General Estoria Romana, en la qual se dize que en [e]stos XXIV años d’esta guerra un día solo non obieron paz ni dexaron de guerrear por mar ni por tierra: atán grande era la profidia que tenían en uno.

    

   Título de cómo los cartagineses, acabada la guerra de los romanos, fueron en mucho trabaxo de guerra con la su gente de armas propiamente e de las causas e fechos d’ella e de sus fines

   Acabada la dicha guerra de África, que así como avemos mostrado por mar e por tierra se fizo por espaçio de XXIV años sin reposo de un día solo, continuando la [col. b] guerra noches e días en mucho odio e profidia, casi por semejantes casos avenieron al uno e al otro pueblo, que los cartagineses, inpedidos e ocupados de la guerra de África, asaz vezina e peligrosa a ellos, e venidos en el postrimer peligro, tres años continos después de la paz de la vida de la propia sangre contendieron; los romanos, así mismo, primeramente la guerra del Rico, después la Galia, non los dexó reposar. Pues diremos agora las causas e el proçeso de aquello, a fin que los italianos ayan tanbién noti[çi]a d’ello:

   Amúlcar, después de la paz fecha con los romanos, la gente suya de armas que estaba con él en Érize levó a pie e fizo con ellos su camino fasta Lilibeo, así que, segund las conbençiones, fuesen reduzidos en África. E tanto que llegó a Lilibeo, de la capitanía se despachó e el esérçito encomendó e dexó en cura a uno que se llamaba Glistone para que en África pasase con ellos, e él en ábito pribado se pasó en Cartagena. Gistone, temiendo alguna nobedad si tanta gente junta levase en África, por quanto él devía aver muchos dineros del sueldo suyo, el qual non le avían podido pagar por la pobreza de los cartagineses, cautelosamente e con prudençia se era avisado que por partes, e non toda la gente junta, feziese la pasada en África, e aun faziendo algunos reposos por el camino, más de quanto era neçesario a faziendas, por que más fázilmente en las tierras se podiesen probeer e los primeros antes fuesen llegados a casa que los segundos sobreveniesen.

   Mas los cartagineses, parte por negligençia e poca cura, parte por probedad, la gente de armas retobieron enpachados e en las çibdades los fezieron estar esperando unos a otros fasta que en el sueldo de todos cuenta entendie-se / [Fol. 113 v., col. a] e se despachase. Creçiendo por aquesta manera cada día grand gente de armas en la çibdad, muchos malefiçios por aquellos se començaron a fazer, así que non solamente de noche, mas en la meatad del día, los rapinas, los robos, las muertes e otras muchas crueldades se fazían, la qual cosa vista de los cartagineses e que toda la multitud de la gente o la mayor parte era venida en la çibdad a un castillo llamado Picala, fizieron mandado que allí esperasen fasta tanto que la otra gente veniese en África, algund poco dinero repartiendo entre ellos por que la tardança mejor e más lievemente podiesen tolerar.

   E tanto que la gente de armas África fue reduçida, usando fuera de razón e fuera de liçençia, no se contenían de malefizio alguno. Mas después que toda la otra gente con la primera se allegó, con más disuloçión que de primero e en mayores cantidades encomençaron a demandar. Eran éstos más de XX mil omes asoldados por dinero e de dibersas naçiones, así españoles como gálicos e algunos lonbardos e otros mallorquíes e menorquíes e non pocos griegos e de africanos asaz e un grand número de gente allegadiza e fuidiza de los pueblos, es a saber, de los quales de los cartagineses enbiado a Nonpreto d’ellos, como de primero de la probedad del errario les començó a fablar, Cartago alguna remisión del sueldo d’ellos requiriendo, de súpito toda la multitud d’ellos se levantó con un grand rumor e, sañudos, tomaron las armas. E yendo contra Cartago, se alojaron çerca de un castillo dicho Tujeçe (381), [col. b] de la çibdad quales que XV mil millas.

   Los cartagineses, enbiando muchos enbaxadores, la ira de aquéllos se esforçaban de mitigar e amansar, mas los más reboltosos e de menos bien e engañosos de todos en ningund bien los dexaba[n] açebtar. Los prinçipales capitanes d’este ayuntamiento eran uno que se llamaba Espendio e de naçión Italia e naçido en Capia, el qual nuebamente en Çeçillia de güeste de los romanos en los cartagineses era fuido, e otro africano que se llamaba Machón. E Espendio se temiendo que, segund las condiçiones entre los romanos e los cartagineses, por aventura a los romanos non fuese entregado todas cosas, buscaba [a] Marcho; así mesmo, por muchos malefiçios así ante fechos malamente de la puniçión se dudaba. Así que por parte d’estos los dichos enbaxadores de Cartago desonestamente fueron presos.

   A la fin se començó a fazer la guerra, en la qual por la ayuda de la gente de armas estos Marcho e Espendio fueron fechos capitanes de toda la gente de armas e luego por la África toda los enbaxadores suyos enbiaron para que a la libertad los probocasen; e mostrándoles cómo el poder de tirar de sobre sí el yugo e la vara señoria[l] de los cartagineses avían facultad de quitar del su cuello, ni se tardaron punto los pueblos de África de enprender la guerra. Mas como es usança de una cru[d]a serbitud deseosamente querer los omes venir a libertad, muchos de aquéllos se rebelaron a los cartagineses e con Espendio e Marcho contra aquéllos juntamente se acordaron. // [Fol. 114 r., col. a] E de aquéllos, setenta mil omes e más armados venieron a estos Espendio e Marcho en el su esérçito a presentarse [e] (382) la mayor parte de aquella çibdad de Cartago (era) por voluntad propia venían a ellos; e con grand deseo los esforçaban e allegaban a sí quanto en el mundo podían. E andando por muchas tierras, Espendio e Marcho partieron toda esta gente en dos partes e çercaron las çibdades de Vita e de Lipone de África porque non quisieron tener con ellos e dexaron su guarda en el castillo de Tuniçe, donde a Cartago fazían la guerra.

    

   Título de cómo los cartagineses, veyéndose çercados a sí e a sus çibdades, estando en angustia, ovieron vatalla con ellos

   Los cartagineses de muchas dificultades trabad[a]s (383) trabaxados eran a un mismo tienpo apremiados, por la qual ninguna gente de armas en la tierra nin la mar non la avían, ni thesoro de la república ni rentas de las çibdades de África non gelas pagaban por la dicha rebelaçión; ninguna esperança de bien avían poder pensar. Al fin non falleçieron, aun por tantas aversidades, los cartagineses ni el ánimo suyo dexaron vençer, mas quanta gente, segund la brebiedad del tienpo, fue posible, ayuntaron; así que de aquélla Anón fezieron capitán, al qual luego mandaron que a los utiçeses diese socorro, que situados estaban. Anón, tomado el esérçito, contra Espendio se partió e non muy lueñe de la çibdad con aquél enprendió vatalla. E en aquélla fue vençedor, por la fuerça de los elefantes ronpiendo la orden de las sus escuadras. Atanta fue la terror de los elefantes que Espendio e los suyos, desanparando el aloxamiento, el qual non podieron defender, a un collado de allí çercano fuyeron, por el qual desbaratado de los enemigos Anón se creyó conplidamente aver la vitoria. Non reguardando cómo los numidianos, después de vençidos, a tercero día suelen tornar como si vençedores o-viesen [col. b] sido, la cura de los perseguir dexó e, entrado en Utica con sus gentes, a reposar se deleitó. Mas Espendio e aquellos que con él eran avían seido avisados de las guerras de Ceçillia con Amúlcar, quando era su capitán, de tornar sobre sí. Quando esto sopieron, de noche se venieron e, tomando el alojamiento de Anón, con sus artellerías en él se aposentaron. E çercado Anón, no menos que los de Utica, se falló, perdida toda artellería de guerra fazer. Así que, por pareçer que Anón sabiamente non se avía regido en la guerra, Amúlcar, famoso capitán, fue encomendada, confiando de la su virtud e autoridad por consentimiento de toda la çibdad, que la guerra les fiziese. E demás de la gente que Anón tenía, le fueron dados setenta elefantes e X mil omes de caballo e de pie mucho adereçadas, así de la çibdad como forasteros.

    

   Título de la sesta vatalla avida entre los cartagineses e Espendio e Marcho e sus gentes de armas ovo Loniso [e Amúlcar] (384)

   [Amúlcar] (385), con grande industria pasado el río de la çibdad de Grosera, donde Espendio X mil omes en guarda de aquélla dexado avía e por tener aquel paso, los quales como lo vieron pasado, pesándoles mucho de su pasada sin lo saber ellos, contra él sus escuadras paradas bolvieron. En aquel mesmo tienpo los que la çibdad de Utica çercada tenían, sus escuadras puestas, en socorro d’éstos se mobieron e, acordado d’ellos por sus corredores, se ordenaron dar salto en Amúlcar los unos por delante e los otros por detrás. Amúlcar, non punto temeroso, con su vatalla mucho larga la vía suya fazía, puestos los elefantes en la primera fruente de la vatalla, çerca d’ellos los de ca-ballo / [Fol. 114 v., col. a] e ya luego la gente ligeramente armada e cabo aquéllos las legiones de los legionarios. Pasada por orden e fecha la señal de la vatalla, los enemigos con grandes bozes contra él se mobieron, los unos por detrás e los otros por delante; e como esto vio [Amílcar] (386), sus vatallas en dos partes fizo volver contra los unos e contra los otros, por la qual nobedad a los enemigos vençió en una ora, por tal manera que VI mil d’ellos allí pereçieron e II mil fueron presos; e todos los otros en fuida se posieron. E la çibdad de Grasera tomó e otras muchas villas e castillo que rebelado se avían se tornaron a él e otras algunas por fuerça de armas tomó. Espendio de todos los reales e çercos se quitó e por los castillos [e] villas repartió todas sus gentes, esperando jentes de los numidianos e de March[o] (387), que del çerco de Ipone non se partía.

    

   Título de la III vatalla avida entre Amúlcar e Espendio e los numidianos; e Amúlcar e los cartagineses ovieron lo mejor

   Espendio, por alisaçión de Marcho, con seis mil omes de armas de(n) aquellos más esprementados a la guerra e con dos mil gálicos d’ellos que de Çeçillia con él eran venidos, púsose esérçito contra Amúlcar, dexando los lugares llanos por temor de los elefantes; mas de traerse todas ocasiones en su esérçito un fermoso fecho de traer, en Esecuar esperaba aparejado. E estando ellos en esto, grand socorro le vino de los numedianos e grand copia, así mismo, de los af[r]icanos, por la venida de los quales non menos ensoberbeçido Espendio non desçendió de las llamas. Llegado en ellos, el esérçito de Amúlcar así mismo se dispuso [col. b] a çercar, por tal manera que la partida de allí non le fuese posible poder fazer, porque [era] çercado de los enemigos. Por tres alojamientos, demás de aquél, [que] en mucha cantidad eran venidos, era çercado, conbiene saber, en esta manera: que de frentre le eran los africanos e detrás los numedianos e del otro lado Espendio.

   E así, en esta perbersa condiçión de las cosas, la virtud con la fortuna en uno ayudaron a Amúlcar, el qual estando en esta fortuna, Narba de Numidia, mançebo de prestar, conoçiendo las virtudes del Amúlcar, se vino con dos mil numidianos, el qual con su fija se desposó. E con el grande esfuerço que [Amúlcar] (388) con él e con los suyos avido [avía], [uvo] la vatalla con Espendio e con los numidianos e africanos, en la qual la vitoria obtubo. E grand plazer demostraba Narba con los suyos de aquel ardimiento, ca más de X mil de los enemigos fueron allí muertos, muy çerca de quatro mil presos. Espendio e Artaricho, capitán de los gálicos, con el restante de la gente se metieron en fuida.

   Amúlcar, husando de sus virtudes, a todos los prisioneros fizo delante sí venir e los preguntó si avía en ellos algunos de los que con él eran estados en las guerras de Seçillia, a los quales, por el serbiçio a él fecho, perdonaba todos sus errores e a los que su conpañía quisiesen quedar que les daría sus arneses e aparato e los abría en cargo como a su ánimo mesmo e a los que a sus conpañías quisiesen tornar les daba soltura con todo lo que suyo se fallase.

   E puesto esto en obra, a mucha de la gente [de] Espendio e de Marcho se los volvieron las voluntades para se venir a él, por los quales Espendio e de Narchón e de Atúrico, capitán de los gálicos, fechos antes falsas, fezieron matar de crueles muertes a Gistón, noble capitán, e a otros LXX enbaxadores // [Fol. 115 r., col. a] nobles omes que presos tenían, cortándoles las narizes e manos e pies e lançando los tales en las cabas, vedando la sepoltura d’ellos por que en aquella pena moriesen e mandando e hordenando que a todos quantos cartagineses tomados fuesen de aquella cruel muerte morir los feziesen.

   Sabida esta nueba en la çibdad de Cartagina, con muchos llantos e lloros fue escrito. Amúlcar, puesto todo su ánimo a parte espeçial por la cruel arte de Guiscón, su conpañero en muchos fechos d’armas fechos, a todos los fizo comer bibos a vestias fieras e a los canes; e tal puso de aquel día en adelante quanto en aquella guerra duró, donde tales crueldades non se fall(i)an antes d’ella ni después ser fechas.

    

   Título de la desençión e tremidad grande que los cartagineses venieron por la diferençia e desacuerdo de sus capitanes

   Endinados los cartagineses por la crueldad d’estas muertes susodichas, con mayor audiçia se desposieron a la guerra. E por mayor prudençia, Anón dieron por conpañero Amúlcar, por tal que los capitanes juntamente diesen orden en la guerra de los enemigos por que más prestamente diesen fin a la dicha guerra, los quales antes fueron en tanto desacuerdo que en brebe tienpo, dexada la cura de la guerra de los enemigos, entre sí venían cada día a las manos. E por esto e por el na[u]fragio de las naos que traían los mantenimientos a los alojamientos d’ellos ser somidos en la mar e otrosí porque en este tienpo las çibdades de Utica e de Ipona se tornaron contrarias, a los cartagineses que dentro estaban en defensa de los adarbes abaxos los lançaron, de crueles muertes pedaçados. Fue grande la fanbre entre ellos e, por esto, Damarchio, que estado avía sobre la çibdad de Upona, como dicho es, recogida su gente, en uno con Espendio a sitiar la çibdad de Cartago con todas sus fuerças se oposieron.

    

   Título de cómo por discreçión de la gente de armas fue A-múlcar [col. b] capitán declarado por ellos

   Sitiada así la dicha çibdad de Cartago por tantas adversidades, los cartagineses no sabían a quál parte se bolviesen ni qué medio tomasen, por quanto se debatía en el Senado de parçelidad, los unos Amúlcar e los otros Anone favoreçiendo. Deviéndose, pues, quitar del ofiçio uno de los capitanes e non se podiendo concordar, a la gente de armas fue remetido de tomar qual quisiesen, los quales, tomando Amúlcar, el otro fue quitado de la capitanía. E Amúlcar tomando el cargo del esérçito, la guerra començó de fazer Cartago, non menos sitiada que primero, ca [en] todos los logares comarcanos estaban aposentados los enemigos. Amúlcar e a su gente mucho arredraban d’ella. En este tienpo, Herione Çira Sesaño grandísimo [a]corro enbió a los cartagineses. Los romanos, otrosí, dieron en esta guerra mucho sosidio a los cartagineses, mandando a todos sus aliados que vituallas e gentes diesen a los cartagineses por sus dineros, e non a los sus contrarios, en lo qual mucho usaron de nobleza e bondad, non acatando el enemistad avida.

    

   Título de cómo e por qué manera Amúlcar vençió la quarta vatalla e fizo levantar los enemigos del sitio de Cartago con sabieza

   A la multitud de la gente todos días creçía Amúlcar, así que, en los logares mas altos poniendo sus reales, las vituallas no s[e] las dexaba pasar a los enemigos; e por esto e porque de Italia ni de Çerdeña no les venían por vedamiento de los romanos, el sitio les conbino adexar. E así dexado de Machone, con parte de la gente al castillo de Túniz se fue. Espendio, con el restante del esérçito, que sería quales L mil omes, fazia Amúlcar se vino. Amúlcar de gente de caballo e d’elefantes era más poderoso, de lo qual Espendio de los logares llanos escrebava por temor / [Fol. 115 v., col. a] d’esto. Seyendo ya estos dos esérçitos propincos, casi de cada día escaramuzaban de consuno e, de la sabieza del un capitán e del otro, Amúlcar, con sabieza e non con bana osadía, en breve vençió la audiçia d’Espendio, a las vezes disimulando (389) fuir, entre las çeladas, non acatando, se las traía e otras salteando aquéllos enprobiso, en grand número prendía d’ellos , los quales, así como el prinçipio lo avía hordenado, a las vestias fuertes los fazía despedaçar. E seyendo por tal modo apretados, que vituallas non avían, Espendio enbió a Damachón. Todos días lo requería de socorro como si en brebe debiese venir. D’él non socorrido e ya çercado de caba e de palenque, en tal estrecho se vieron que, por temor de las penas de los enemigos, (e) la mengua en tal rabia los puso [de] (390) desperaçión, que primeramente los caballos e las vestias del cargo se dispusieron a comer; e después, matando los sierbos e ministros, de sus carnes se mantenían. E después la gente de armas d’Espendio [en] el palenque (que) con Amúlcar se juntaron, pidiéndole misericordia, con el qual fue tratado que Espendio e Dialítico, capitán de los gálicos, e otros diez, los mejores, entergados fuesen a él e que los otros con sendas vestiduras se fuesen; en la qual conbençión Espendio e Anarcho, con otros diez quales él escoxó, en cadenas entregados fueron.

   Entregados, Amúlcar fechas aquestas cosas en el esérçito, quales (e) quatro mil africanos inogantes de aquella pleitesía se apartaron e tomaron sus armas; e retraídos en çierta parte del alojamiento, se defendían, los quales después Amúlcar, así como aquellos que eran esclusos e lançados del acuerdo e trato fecho e reputados en logar de los enemigos, uno a uno los fizo matar.

    

   Título de la V va-talla [col. b], avida la vitoria por las crueles muertes que por anbas las [partes] fueron fechas

   Amúlcar, vençido el esérçito d’Espendio, a fin de seguir el restante de los enemigos, a Tuneçe se vino. Allí puso la vatalla a Damachón (391), al qual, non queriendo salir a pelear, Amúlcar su gente en çerco d’él en dos reales (392) puso, conbiene a saber, Asdrúbal, no(n)ble capitán que consigo tenía, en el uno puso e él mesmo en el otro. E así sitiados los enemigos, a Espendia e a Mathetiquino, en presençia de los enemigos, puestos en cruz los fezieron morir por la[s] qual[es] más crueles muertes que podían ser en omes fech[a]s (393); e después, puestos altos, en cruz los posieron.

   Damarcón, estando en su castillo, un día que vio apartado Amúlcar con su gente del otro real, con rabia e ira de aquellas muertes, con ordenada e amonestada gente salió e, de súpito, con grand ínpetu los acometió, que non solamente el esérçito de [Amúlcar] (394) fue roto, mas en tal manera los posieron en fuida que, enbueltos los vençedores con los vençidos, se lançaron por el real, así que una bergonçosa fuida e grandísima mortandad de todas partes, por ira de aquéllos, se començó a fazer. Muchos fueron presos en aquel desbarato, prinçipalmente Asdrúbal, capitán, el qual en continente fue levado a la [cruz] (395) do era Espendio, el cuerpo del qual quitado de aquélla, el de [Asdrúbal] (396) en aquélla fue puesto, desmenbrado cruelmente e despedaçado e, seyendo aún bibo, mataron XXX de los más nobles de Cartago en derredor del cuerpo d’Espendido.

   E Amúlcar, non muy presto por la luenga distançia del su alojamiento, de la salida de los enemigos non se avisó ni tanpoco después que la sopo a los suyos pudo dar socorro alguno, por la dificultad de los logares e aún porque eran en medio logares trabaxosos e lagos. E sabido aquel desbarato del camino, se tornó e, dexado su alojamiento, açerca del río de Machera se retrayendo, su real asentó.

    

   Título de la sesta vatalla avida entre Amúlcar e Anón, cartagineses, con Damachó[n] e sus gentes, donde los cartagineses vençieron

   Después que estas inobedades fueron sabidas en Cartago, así el Senado como la comunidad mucho fueron ate-morados // [Fol. 116 r., col. a], por quanto la guerra les pareçía ser retificada e prolongada; por tanto, con mayor cura e soli[çi]tud (397) [qu]e jamás oviesen avido, nuebos repartimientos de gente en la çibdad començaron a fazer. E demás de aquesto, XXX senadores enbaxadores enbiaron Amúlcar a tratar con él que por onra de la república la enemistad e odio de Anón quitase e aquél, con aquella gente repartida de nuebo, tomase en conpañía, lo qual por él otorgado, Anón, con aquella gente, con él se ayuntó e, conseguiendo, contra Dalmachón faziendo la guerra, después de muchos var(r)ios acaeçimientos de vatallas que al castillo de Lipone e en otros logares acaeçieron, a la fin, ordenadamente, por voluntad de los enemigos venieron a las manos. E con grand vatalla ayuntados en uno las vanderas, deliberaron de se conbatir, para lo qual fue asignado día, la gente de todas partes congregada, fecho el tal llamamiento, con todas fuerças, así como en el último caso e postrimero es usança. En conclusión, enprendida la vatalla, los cartagineses ovieron la vitoria e Damachón fue allí preso e vino vibo en mano de los enemigos.

   E después d’esta vatalla de África, las çibdades que primeramente se avían rebelado todas tornaron en poder de los cartagineses, sinon solamente Utica e Ispone. Aquéstas, por la grandeza de la su crueldad contra los çibdadanos cartagineses cometida, si en manos de aquéllos retornasen, temían de ser punidos; así que [fue] enbiada enantes su enbaxada a los romanos [que] los ploguiese tomar por suyos, los quales, non lo açetando, retornaron a fuerça, costreñidos, a se dar a las manos de los cartagineses. E en tal manera fue dada fin a la guerra cartaginesa, casi tres años e quatro meses después que fuera començada, así bienaventuradamente e recobrada toda África de Machos. E todos los presioneros, que eran muchos, fueron inpunidos a la devida pena; despedaçados en la vatalla morieron casi todos los mejores.

    

   Título de las cosas fechas por los romanos después de la paz fecha con los cartagineses contra los iléricos e contra los [col. b] gaulos, que son los françeses, e de las muchas cosas que entre ellos pasaron

   Confirmada la paz, los romanos e los cartagineses fezieron estas cosas susodichas: los romanos, después que la dicha paz fue fecha, la primera cosa que fezieron se mobieron contra los líricos por respeto del enbaxador por ellos muerto e porque andaban con nabes cosarias robando en la mar. E de todo brebemente los ponieron, fuendo sobre ellos Gasulbio con CC naos e Aulio Postino con la gente que por tierra avía traído, e sojetos a Roma quedaron.

   E después con los gálicos, que son los françeses, el prinçipio e la causa fue ésta: non mucho enantes de aquel tienpo, los galios, entrados en Toscana, çercaron la çibdad de Areçio. Los romanos, contra aquéllos socorriendo aquélla, non lexos de la çibdad les dieron batalla, en la qual los romanos fueron vençidos e el su cónsul e capitán muerto e muchos, así mismo, de los romanos muertos; e presos le[s] levaron en Françia. E los enbaxadores que los iban [a] rescatar fueron por ellos fuera de toda razón muertos. Endinados, los romanos enbiaron contra ellos a Mario Curio con grand esérçito, el qual por dos vatallas [fue] vençido(s), en la una con los sinones, la otra con los gálicos. E muertos e presos muchos d’ellos, a la paz con las condiçiones que los romanos les dieron açetaron. Sobre estas causas, las Galias de allende los Alpes e de aquende los Alpes jentes demasiadas se juntaron e con mucho poderío se mobieron contra los romanos. E entrando por Italia, mucho daño de robería a fazer començaron; así mesmo, otras gentes por deseo de robería se juntaron por tal manera e con sus reyes se mobieron. Voluntariosamente se ayuntaron, de manera que jamás ninguno otro esérçito de gente más fuerte e vellicosa ni con más nobles apa-rejos / [Fol. 116 v., col. a] fuese fecho ni visto. La consideraçión públicamente, entre los galios de allende e aquende los montes juntamente, fue v[e]nida e acordada a la destruiçión del pueblo romano e del su Estado.

 

   Título de las probisiones fechas en Italia por temor de la venida de los gálicos, que son los françeses, e del grande número de las gentes italianas que sobre ellos se ayuntaron

   Después que a Roma estas cosas fueron noteficadas, varia e temerosamente començó en la ciudad a demorearse el pueblo e començaron a fazer grand cantidad de gente e a sacar ya el esérçito de fuera e a temerse todo omne fuertemente, ca pensaban ya los gálicos ser más çercanos a la çibdad de quanto eran, las quales cosas non poco aprobecharon a los cartagineses para ensanchar el su inperio en las partes de España, por quanto [a] los romanos, dudando d’este tumulto e ayuntamiento de Galia, los fizo dexar la enpresa d’España. Así que, renobada la paz e fechas nuebas conbençiones con los cartagineses, con todo ánimo bueltos a la guerra de Galia, solamente en aquélla pensaban, cómo e en quál manera su esérçito podiesen restestir. E ayuntado todo el esérçito de los gálicos en torno del río Ruédano con Golitano e Aberoste, reyes de los gálicos (398), con grandes gentes, pasados los Alpes deçendieron en Italia, la venida de los quales fue algund tanto tarde e la esperança mucho causadora de daño, como por efeto se mostró, ca por esta causa los anomanos e los veneçianos se amansaron en las voluntades con los romanos.

   

   Título del número de las gentes que del pueblo romano se juntaron súpito

   Legiones de çibdadanos avían sacado en canpo e en cada una de aquéllas V mil CC infantes a pie e CCC de caballo; e eran, así mesmo, venidos con estos aliados de Roma XXX mil omes a pie e II mil de [col. b] caballo, así que era todo el número de la gente de los cónsules LVIII mil de pie e III mil CC de caballo. Este era el hordenario que cada año se solía ayuntar. E después, afuera d’estos, por la venida de los gálicos aquesta gente hera ayuntada: primeramente, los tuscos con los sabinos. E como sintieron la pasada de los gálicos, LXX mil omes a pie e IV mil a caballo posieron en armas, a los quales un presidente romano fue dado por capitán e gobernador; después, los unbros e sarsenatos, moradores en Apenino, XX mil omes posieron juntos; otras gentes más, de las manos que eran para susidio, XX mil omes de pie e, de omes de caballo e de sus aliados, açerca de XXX mil omes a pie e II mil a caballo. Aquéstos por mandado del pueblo e del Senado en Roma estaban quedos, esperando si alguno sóbito caso ocurriese; eran, otrosí, de los pueblos latinos, LXXX de pie e V mil de caballo e, de los sanitos, LXX de pie e VII mil de caballo; e de los inpisios e mersarlos L mil de pie e de XVI mil de caballo; e de los lucanos, XXX mil de pie e III mil de caballo; e de los marsitos e sensetanos, XX mil de pie e de IV mil de caballo; e demás, eran puestos en Çeçillia dos legiones [e] en cada una d’ellas III mil CC a pie [e] CC de caballo; e después, de romanos e de canpanios, una grand multitud estaba aparejada para aquella guerra, el qual número de la qual fue çerca de CCLIII peones e XX mil de caballo, así que era el número d’esta gente de Italia DCC mil omes a pie e LXX mil de caballo. Esta [era] por estonçes la copia de Italia, ecebtos los hoyos e los cunbros e los otros pueblos que [a] los romanos fazían guerra.

    

   Título de la grande e fuerte vatalla que obieron los romanos e los gálicos, de la qual los romanos fueron vençedores

   Juntas estas gentes ordenadamente, de cada parte sus escuadras hordenadas e sus vanderas desplegadas por hórdenes, con mucho sonido d’estrumentos e grandes vozes se juntaron en uno. E escalentada e frontada (399) // [Fol. 117 r., col. a] la vatalla, estando en la mayor porfía el cónsul Galio Atilio, de una lança de Ungolico del caballo ferido cayó luego muerto. Los romanos, de aquello non espavoridos, antes con mayor isperimento, siguieron los enemigos e, durando todo el día la vatalla, por escuadras acometida, al fin los romanos la vitoria obtubieron e a los enemigos metieron en fuida; e X mil cálicos allí fueron presos e, de consuno con ellos, el rey Congolitano e casi toda otra muchedunbre de la gente en la vatalla fue muerta. E muchos así mismo, escondidamente, por los montes fuyeron e, variamente tomados, fueron por Italia; e el rey Anero. E éste, de la vatalla fuyendo, después que ninguna esperança de salud non bio, él mesmo se mató e por semejante fezieron algunos prínçipes de Galia. E después de aquesta vatalla, Luzio Emilio, cónsul, toda la robería de las tierras a sus dueños las fizo dar e todo otra robería de los enemigos del despojo d’ellos a Roma los fizo enbiar. E él, con todo el esérçito, se fue a los pueblos de los voyos e destruyó toda su tierra, de la qual enrequeçió el su esérçito. E tornado en Roma, levó los dichos presioneros, e el Rey e otros prínçipes con ellos, e con grande triunfo fue noblemente reçebido.

    

   Título de la vatalla avida entre los romanos e los lonbardos, que son los milaneses, donde [los] romanos, vençedores, tomaron a Milán

   Después d’esto susodicho, Quinto Flumio e Tito Maulio, cónsules de nuebo año, con el esérçito romano acostunbrado e entrados en la Galia a voz, pueblos de los voyos retraxieron a la opinión del pueblo romano e, apremiados de aguas e de pestilençias, fueron a Roma retraídos.

   E después, por Lafurrio (400) e Vario Flamineo con el esérçito romano primeramente vençieron los comanos, que son çerca de Marsella, e entrados en la tierra de los cunbros, toda la tie-rra [col. b] posieron en estrecho. E con este temor, todos los prínçipes d’ellos, adereçados, a la vatalla se oposieron e CL mil personas posieron en armas e después, las vanderas doradas, que inmobibles e non mobibles se llamaban [e], salvo en estremo peligro, non se solían mober, sacaron fuera del tenplo de Minerba e con aquéllas tomaron su camino. E muy propincos a los romanos se aloxaron, con tanta feroçidad e ardimiento que apenas en su primera venida se podían aostener que non conbatiesen los alojamientos de los romanos. E començada su fuerte vatalla e después de mucha mortandad e sangre derramada de anbas las partes, los romanos obtobieron la vitoria e, puestos a los cunbros en fuida e así los cónsules matando e prendiendo muchos d’ellos, en Roma fuese[n] con ellos en su[s] triunfos reçebidos.

    

   Título de la segunda vatalla avida entre los cunbros [e los] (401) romanos, de la qual los romanos fueron vençedores

   Los cunbros, de tantos trabajos (e) aflitos, por sus enbaxadores enbiaron a Roma requerir con la paz, (e) aquélla non podiendo aber. E los cónsules de nuebo criados, a quien era dada la conquista d’ellos, eran ya partidos e allegados en Lonbardía. Desperados de la paz, así como el estremo peligroso veniese, de nuebo a la vatalla se aparejaron más ásperamente que nunca e, non se fiando de sus fuerças, juntaron consigo, por tanto, a los gálicos trasxoalpinos, so esperança de dones que les darían, de los quales XXX mil pasaron los Alpes. Aquéstos, seyendo venidos a Milán, la qual era çibdad prinçipal de los íncubros, e otros eserçitados de los de la tierra en grand multitud se ayuntaron a ellos.

   Los cónsules romanos eran estonçes Gayo Cornelio e Marco Claudio Mançebo. Éstos, levado / [Fol. 117 v., col. a] su esérçito en contra los íncunbros, çercaron la çibdad de Cerra, en socorro de la qual los cunbros con su capitán súpitamente venieron e con deseo peligroso, forçados de conbatir, se juntaron en aplazada vatalla. E en aquel logar Marco Dutes, capitán de los gálicos, subido en un notable coser, con grand grimiento delante las vanderas suyas se puso. Marçelo, cónsul, veyendo aquello, claramente conoçiendo ser el prinçipal, a los suyos mandó que estobiesen firmes; poniéndose él delante, contra aquel Marco Duque se mobió, el qual, non lo dudando, contra él se mobió. Conoçiéndose amos a dos por sus sobrevistas, a poder de caballo se encontraron, encorriendo en medio de las dos vatallas, las quales la vatalla de sus capitanes esperaban. Mas el cónsul romano otobo la vitoria, que, pasa[n]do al duque gálico las armas con la lança, dio con él en tierra. Los de caballo romanos, con el alegría de la vitoria de su capitán, furiosamente ferieron en los cunbros de caballo e aquéllos, antes que las gentes de pie veniesen, en fuida posieron. La mayor parte d’ellos muertos e presos (402) quedaron e muchos d’ellos en el río Pado se afogaron. E muerto el duque capitán, tiróle las armas e las sobreseñales e después fueron puestas en el Capitolio de Roma, consagrándolas en el tenplo de Júpiter. Fueron llamadas despojos ópimos; aquestos son tales: todo capitán, matándolo, los toma, lo qual en todas las vatallas de Roma non avía seido visto sinon solamente tres vezes: la primera, quando Rómulo mató al rey de los çinobeses; la segunda, de Cornelio Coso. Él [se]yendo cónsul mató a Talono, rey de los vaentes; la terçera, aquesta de Marco çerca del castillo, como dicho es. E desanparada la çibdad Çerra, luego la tomaron.

   E dende se partieron los cónsules contra Milán e, non le[s] veniendo en contra los gálicos, toda aquella tierra destruyeron e desfezieron. E en torno de Milán reduziendo su gente, a la çibdad de Milán se fueron e, de aquella vitoria alegre(s) [col. b] el esérçito, venieron a Milán. E fallando la çibdad de pabor desanparada de gentes, fázilmente la tomó, por la qual causa todos los gálicos sicalpinos fueron domados e venieron so la potençia del pueblo romano, los quales, después desapoderados de las posesiones, casi de todas las regiones, eçebtos de muy pocos logares, fueron costreñidos a se partir.

    

   Título de cómo pasaron primeramente los cartagineses en España con Amúlcar, su Enperador, e ovieron comienço de señorear en ella

   Estando los cartagineses en su reposo después de la dicha paz fecha con los romanos e con sus gentes mesma[s], segund dicho es, e puesto todo so su senorío, en punto los de Cáliz e de Cartagena e otros pueblos d’España por sus mensajeros secretos se l[e]s (403) enbiaron [a] querellar, diziendo ellos ser naturales de su señorío, del duro señorío e sojuçión que de los almonicas sobre sí tenían e que si los delibrasen, que les darían sus tierras e l[e]s (404) ayudarían aver el señorío d’España.

   E platicado esto en el Senado de Cartago, por plazible voluntad de todo el pueblo e Senado fue acordado e deliberado que Amúlcar, su Enperador e capitán, pasase con poderosa gente en [E]spaña a fazer en ella todo su poder, el qual, con presta voluntad e alegre cara e con su flota e gentes e cosas de guerra que prestas tenían de las dichas guerras pasadas pasando en España, arribó a la isla de Cáliz e a Cartagenia, adonde con muchas alegrías fue d’ellos resçebido, como que eran allí poblados del tienpo de la reina Dido e de Ércules e d’Ispán, su sobrino, segund dicho es en los títulos de sus fechos.

   E así arribado el dicho Enperador, començando su guerra contra los dichos almonicas, la qual por IX años continuando por su noble cavallería e de sus gentes, que eran husadas de guerra, otrosí por ayuda e voluntad de los más de los españoles, e echando a todos los dichos almonicas d’España, la puso so el señorío e inperio de Cartago, sinon la çibdad de Sigüença con sus aliados. E del comienço e fechos d’estos almonicas en los títulos de los fechos d’Es-paña // [Fol. 118 r., col. a] adelante se fará declaraçión, porque a ella perteneçe.

   E así conquistada España, echados d’ella los dichos almonicas por el dicho enperador Amúlcar e tornado con muchas riquezas de oro e de plata, catibos e otras muchas roberías que tomaron de los dichos almonicas y la su riqueza que ellos avían alcançado de todos los d’España e en el tienpo que la señoreaban, que eran muchos sin cuenta (405), en Cartago, fue reçebido con el mayor triunfo e alegría en ella que ninguno que antes d’él ni después en ella allegase e por tres cosas: la primera, porque avía ganado a España, seyendo tan onrada e tan grande cosa, a plazer de los pobladores d’ella; la segunda, por la mucha riqueza que traía de aquellas gentes almonicas, que eran sin ley e crueles. A los sus sogitos los avía desatado por sienpre e avía engrandeçido e reparado el thesoro de la república de Cartago, que con las dichas guerras de los romanos era mucho desgastado; la terçera, sabían que pesaría a los romanos de todo este su bien, ca toda su voluntad era de retornar otra vez a la guerra con ellos. Cataban todas las cosas neçesarias para ello, quánto más sobre todos el dicho enperador Amúlcar, que, después [que] de la dicha primera guerra romana fue partido a poca su onor, nunca ovo alegría ni plazer que agradable le fuese en el su coraçón; espeçialmente tenía su tema mortal desamor contra los de Sigüença sobre todas cosas, porque así se le avían alçado entre todos los d’España, faziendo la guerra en la manera que dicha es.

   Aquí se acaba el libro sesto de los XXV libros que Lope García de Salazar fizo en esta Istoria de las bienandanças e fortunas estando preso en la su casa de Sant [col. b] Martín e fabla de la segunda guerra avida entre los romanos e los cartagineses e de cómo los romanos ovieron comienço de señorear en España; e de cómo el enperador Amúlcar de Cartago fue muerto por los de Sigüença, tobiéndolos él çercados, e de la muerte de Asdrúbal, su yerno; e de cómo el noble guerrero Aníbal, su fijo, pasó en España e destruyó e mató a los de Çigüença en vengança de la muerte del dicho su padre e de cómo, señoreando a España, dexó en ella a Asdrúbal e Amón, sus hermanos, e pasó él en Italia; e de las XV vatallas que vençió a los romanos e de la grand mortandad que en ellos fizo; e de cómo los romanos desanparaban a Roma, sinon por Çipión el Africano, que tomó la capitanía de los romanos, que pasó en España e echó de toda ella a los cartagineses; e de cómo pasó en África e çercó la çibdad de Cartago e cómo Aníbal çercó a Roma e cómo vino en África por socorrer a Cartago; e de los grandes fechos que Çipión fizo en África, por que fue llamado Africano; e de la muerte de los Çipiones, su padre e tíos; e de las vistas que estos dos pueblos capitanes ovieron entre sus reales; e de cómo Aníbal fue vençido e de la paz miserable de los cartagineses entre ellos fecha; e de las desaventuradas muertes d’estos dos nobles capitanes [qu]e después de tantos fechos por ellos acabados reçebieron; e de cómo la dicha çibdad de Cartago fue del todo destroída e de los fechos que los romanos después fezieron. Acábase a fojas.

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   341.- Repetida detrás la conjunción e.

   342.- Italia, en el manuscrito; B: Cartago en el margen derecho.

   343.- e an más, repetido detrás.

   344.- dirán, escrito un poco más arriba, repetido aquí.

   345.- Un desperfecto en el manuscrito inpide asegurar que esta sea la lectura correcta.

   346.- padre, originariamente; madre es una corrección de B, que ha tachado la grafía p y ha interlineado la grafía m.

   347.- d’esta podría tratarse de una corrección de B; parece que en principio se leía de.

   348.- dixo, detrás.

   349.- tornó fue modificada posteriormente en tomó, lectura seguida por R.H., ed. it., vol. I, p. 349.

   350.- ca gente, reclamo al final del folio.

   351.- que nos, repetido.

   352.- sole, en el manuscrito.

   353.- intento, en el manuscrito.

   354.- a, en el texto; e ha sido interlineada.

   355.- la, en el texto; lo, interlineado.

   356.- cartagineses, en el texto.

   357.- para que, en el manuscrito. Se ha interlineado por otra mano la sílaba len.

   358.- e cómo, repetido seguidamente.

   359.- a, en el manuscrito.

   360.- Las grafías ub han sido interlieneadas.

   361.- teleridad, en el manuscrito.

   362.- fueron, copiado dos veces.

   363.- tráxolos, detrás; un poco más arriba ya se había escrito avía traído.

   364.- e aún, repetido detrás.

   365.- arsitrio, en el manuscrito; arbitrio, lectura adoptada por R.H., ed. cit., vol. I, p. 376.

   366.- La grafía s ha sido tachada.

   367.- fue, escrito un poco más arriba, repetido aquí.

   368.- preses, en el manuscrito.

   369.- de, a continuación en el manuscrito.

   370.- Un borrón dificulta la lectura de las primeras grafías.

   371.- e, en el manuscrito.

   372.- retornado en, al final del folio como reclamo.

   373.- que, repetido en el manuscrito.

   374.- La sílaba –men se ha repetido al inicio del folio siguiente.

   375.- e, en el manuscrito.

   376.- era, repetido aquí.

   377.- desbaratada, la última sílaba interlineada por otra mano.

   378.- sus, interlineado, por otra mano.

   379.- los, la grafía s interlineada.

   380.- le, en el manuscrito.

   381.- se aloxaron el, repetido aquí.

   382.- a, en el manuscrito.

   383.- trabades, en el manuscrito.

   384.- e Amúlcar, adición posterior de B.

   385.- Aníbal, en el texto; B: Amúlcar, a la izquierda de la columna.

   386.- Idem.

   387.- Marcho, la grafía o parece una adición posterior.

   388.- Aníbal, en el texto; B: Amúlcar, a la izquierda de la columna.

   389.- a las veces, a continuación, que sobra por sentido.

   390.- que, en el manuscrito.

   391.- puso, escrito un poco más arriba, repetido aquí.

   392.- reales, repetido seguidamente.

   393.- fechos, en el manuscrito.

   394.- Aníbal, tachado en el texto; B: Amúlcar, a la izquierda de la columna.

   395.- En lugar de escribir el término cruz, ésta se ha dibujado.

   396.- Como sucedía anteriormente, en el texto figuraba Aníbal, pero ha sido tachado; B: Amúlcar, a la izquierda de la columna.

   397.- soliatud, en el manuscrito.

   398.- reyes, repetido aquí.

   399.- la va-tada, seguidamente. Se han repetido al inicio del folio algunas sílabas del precedente.

   400.- La lectura no es segura porque parece haber otras grafías debajo que la dificultan. En el ms. 1634 de la B.N. se lee Lofurrio fol. 256 r..

   401.- e los, interlineado por otra mano, posiblemente por B.

   402.- La sílaba que-, con la que se inicia la palabra siguiente repetida.

   403.- las, en el manuscrito.

   404.- Idem.

   405.- e así tornado, seguidamente, que ya se ha escrito un poco más arriba.