Libro VII

   [Libro VII]

   Los de Sigüença, sopiendo e entendiendo este desamor que este enperador Amúlcar los avía tomado e sopiendo otrosí que se aperçebía para venir sobre ellos con todo el poderío de Cartago e que non se podrían defender, enbiaron sus enbaxadores honrados a los romanos a les recontar esta razón: que si / [Fol. 118 v., col. a] los socorriesen que serían del su inperio para sienpre, con todos sus aliados e fuerças.

   E los romanos, avido su acuerdo en el Senado sobre estos enbaxadores de [Çigüença] (406), fallaron que la conquista que los africanos fazían en [E]spaña les podría ser dañosa por dos cosas: la una, por creçer sus enemigos los de Cartago, qu’ellos con muchos trabajos avían fatigado e puesto en estrecho peligro, faziéndoles dexar las islas de la mar, segund dicho es; la otra, por se apoderar de tal señorío e probinçias como en las d’España, para lo qual, si non les fuera por la dicha guerra que tenían contina con los dichos lonbardos e gálicos, que luego enbiarían el su poderío en España por los enbargar e destorbar la dicha conquista o señorío d’España. Pero, con todo esto, reçebieron mucho bien a los enbaxadores de Sigüença, deziéndoles que ellos los tomaban en su cargo e defensión e anparo. E luego, en su presençia enbiaron sus enbaxadores al dicho enperador Amúlcar e a los africanos, cuidando tenporizar con [e]llos fasta feneçida la guerra de los gálicos e lonbardos, para después tornar en España a los contrastar el senorío d’ella e otrosí a los requerir que, guardando las treguas que con ellos tenían, que dexasen en paz a los de Sigüença e a sus comarcanos e considerados, pues que eran aliados del Inperio Romano e sus encomendados.

   E pasados estos enbaxadores en la dicha çibdad de Cartago, por el dicho enperador Amúlcar e por el Senado d’ella los fue respondido que en las dichas treguas e pazes que fueron fechas entre los inperios romanos e africanos que non se fazía menzión ni entraban en ellas cosa alguna de los fechos de España e cada uno podía ganar en ella lo que podiese sin ronpimiento de las dichas pazes e treguas.

    

   Título de cómo el enperador Amúlcar pasó otra vez en España e lo mataron, tobiendo çercada a Çigüença [col. b]

   El enperador Amúlcar, entendiendo la voluntad de los romanos, que tenían en voluntad de, acabada la guerra de los gálicos e lonbardos, de les enpachar en el señorío d’España, e otrosí veyendo que los de Sigüença e sus comarcanos se esforçaban de cada día e creçían con el fabor que de los romanos entendían aver e otrosí que los dichos romanos por Sigüença podían aver la entrada en [E]spaña e otrosí porque entendía que al presente los romanos, con ocupaçión de la dicha guerra de los gálicos e lonbardos, que son los íncubros de Milán, non los podían socorrer, vino con çiertas gentes suyas, ca las otras avían dexado en çiertos logares d’España que por él estaban.

   E antes que pasase vino Aníbal, su fijo, que era de diez años, e començólo a falagar rogándole que los traxiese consigo en España; e como quier qu’él non gelo otorgó, tráxolo por la mano al tenplo donde estaban las reliquias sagradas de sus dioses, con él Asdrúbal [e] (407) Amagón e Amón, sus fijos, que eran de diez años abaxo, e fízoles tocarlas con sus manos que, al tienpo que fuesen omes para tomar armas, que farían guerra e todo daño a romanos e que nunca con ellos avrían paz a todo su poder. E dexándolos así, pasó en España e çercó la dicha çibdad de Sigüença, poniendo sus reales en torno d’ella como entendió que le conplía para la ganar e así, tomada, que abría tomado el señorío d’España e sería poderoso para tornar a la guerra con los dichos romanos para les demandar la ofensa que d’ellos resçebido avía, pues la paz era fecha a su [des]onor (408) e mucho dañosa e le perteneçía de lo vengar, si posible le fuese. E los de Sigüença, veyéndose así en peligro, feziéronlo saber a los romanos e a todos sus parientes e amigos, amonestándolos que los más que podiesen e mucho secretamente los veniesen ayudar, por que, ellos de dentro e ellos de fuera, diesen en el dicho real, (e) veniendo algunos sus aliados e otros sus parientes, los quales nunca fueron sentidos, fasta que un alvorada dieron en el dicho real, los unos por fuera e los otros por parte de dentro, por tal manera qu’el dicho enperador Amúlcar e los más de los suyos fueron muertos e presos co-mo // [Fol. 119 r., col. a] omes que estaban descuidados porque non se temían de tal cosa.

   E así, desaventurada[mente], feneçió sus días este noble enperador Amúlcar, que tantas buenas andanças avía avido, que tales son las condiçiones de la guerra.

    

   Título de cómo Asdrúbal, yerno del enperador Amúlcar, gobernó el Inperio de Cartago porque los fijos de Amúlcar eran pequeños

   Muerto este enperador Amúlcar, porque sus fijos eran pequeños, posieron los cartagineses por gobernador del Inperio de Cartago a Asdrúbal, su yerno, que, seyendo de pequeño criado en la cámara de Amúlcar, porque salió omne entendido e esforçado e de linaje, lo casó con su fija, e enbiáronlo en España a defender e gobernar lo qu’el dicho Enperador avía ganado.

   Este Asdrúbal usó en su tienpo más de consejo que de poderío e se esforçaba de apaziguar consigo los reyes e prínçipes comarcanos e de aver las voluntades de las gentes e por esta manera acreçentó en el dicho inperio más que por guerras ni por armas. E con todo, non podía del todo asosegar la tierra.

   E matólo un peón várbaro a traiçión porque le avía muerto a su padre por justiçia; e fue preso e puesto a tormento e desquartizado, pero con alegre cara, deçiendo que no lo matara por cosa sino por vengar la muerte del dicho su padre e que era mucho alegre en morir aquella muerte, pues vengara su padre.

   Este Asdrúbal avía fecho tregua e iguala con los romanos [d]e que Sigüença fuese dexada en su prosperidad por los romanos e aquellos que eran sus aliados.

    

   Título de cómo fue alçado por Enperador de Cartago Aníbal, fijo de Amúlcar, e de los sus grandes fechos e vatallas que él fizo

   Muerto este Asdrúbal, fue alçado por Enperador de Cartago Aníbal, que era de XVIII años, en [col. b] logar del enperador Amúlcar, su padre, (e) luego pasando en España porque estaba sin gobernador. E luego que llegó, se le juntaron todos los africanos que su padre e su cuñado allá avían dexado, con mucha alegría de su venida, porque les pareçía que avían cobrado a su padre, Amúlcar, ca les pareçió que avía en él aquel esfuerço e aquel bulto de la cara e aquella catadura de los ojos e el jesto de la boca e el meneo del cuerpo que avían visto en su padre, en manera que por esto avían olvidado la muerte del dicho su padre.

    

   Título de las virtudes d’este enperador Aníbal e de sus condiçiones e costunbres de qu’él usaba en todos sus fechos e cosas

   Injenió que más presto ni más aparejado fuese para fazer todas sus cosas, en manera que apenas podía omne conoçer quién lo amaba más, o los caballeros o el pueblo; atán bueno era e tan amado de todos.

   Aníbal fue omne de mucho grand consejo en todos los peligros e antes d’ellos e después en los fechos; otrosí, su coraçón no podía ser vençido por ningund trabajo, ca él era paçiente e sofridor de frío e de calor e de comer e de beber, ca esto tomaba él con el deseo natural, mas non con deleite, e esto muy tenpladamente. Otrosí en dormir e en velar avía él sus tienpos partidos por ordenança, así de día como de noche, ca solamente el tienpo que le sobraba después que avía librado sus negoçios en aquel tienpo folgaba él, e estonçes no se procuraba por camas blandas e deleitadas, ca muchas vezes fue él fallado echado en la tierra entre sus guardas e entre las de los caballeros, cobierto de un pobre manto; e su ropa e su ávito d’él non eran de muy grande / [Fol. 119 v., col. a] abantaja entre sus conpañeros. Otrosí, en derredor d’él non veríades sinon armas e caballos e entre todos los de caballo e de pie él quería ser el primero e d[ela]nte (409) todos ir en la vatalla e, la batalla fecha, él se tornaba a estar con los postrimeros.

    

   Título de las dichas e grandes contrariedades que avía en este enperador Aníbal, que eran mucho contrarias a las primeras

   Mas, por çierto, todas estas virtudes de Aníbal se menguaban mucho por las tachas que avía en él, ca, por çierto, en él abondaba crueça, que non podía ser de omne más; otrosí, profía avía en él más que era entre África e Roma e en él non avía verdad ni santidad nin ninguna creençia de Dios ni ninguna jura qu’él feziese no la guardaba; ninguna deboçión en él non era. E con estas vertudes e tachas en uno ayuntadas que dicho abemos, guerreó Aníbal sin dexar alguna cosa de fazer que deviese o perteneçiese de fazer a omne que por el tienpo por venir deviese ser grande señor.

    

   Título de cómo Aníbal deliberó de fazer la guerra a los romanos e pasó en [E]spaña e de las çibdades e tierras que en ella ganó e sojuzgó

   Aníbal, después de pasado en España, por quanto la guerra d’ella le avía sido a él encomendada contra los romanos, non queriendo más alongar el fecho, ordenó de fazer la guerra por que algund caso non gela enbargase. Como avía fecho Amúlcar, su padre, e Asdrúbal, su cuñado, ordenó de fazer la guerra a Sigüença, que avía tomado aquel nonbre porque fuera poblada [col. b] de una isla que llaman Sigüença, por 1a qual cosa él sabía que los romanos tomarían armas contra él. Pero a fin de conplir su entençión, queríe fazer primero guerra a las gentes de en rededor; por ende, fue contra los alcaires, que son en la ribera d’Ebrón, e tomóles la çibdad de Tortosa, que era cabeça e prinçipal d’ellos, e la destruyó e despobló. E por este miedo, las çibdades de en rededor se le rendieron a él.

   E de allí, rico, tornó a Cartago e inbernó allí. Al verano siguiente fue sobre dos çibdades que se llamaban Ermandeque e Amoratelle; e todos los de Carpentania e aquéllas se rendieron a él en poco tienpo, la qual Carpentania es la provinçia que ba desde Ebro fasta Valençia. Pero Sigüença, que es Monbriendo, sienpre se detobo fasta que Aníbal la fue [a] çercar.

    

   Título [de] cómo los de Sigüença enbiaron demandar ayuda a los romanos temiendo la venida del enperador Aníbal

   Los de Sigüença, entendiendo que esta guerra avía de volver sobre ellos, enbiaron a Roma a demandar socorro. Estonçes eran cónsules Cornelio Çipión e Tito Çenfronio. E luego enbiaron sus honrados enbaxadores a denunçiar Aníbal que luego se fuese de la guerra que avía començado e, si les fuese visto, pasasen en Cartago a denunçiar al Senado las injurias que Aníbal fazía a los aliados de Roma. E aún esta enbaxada no era llegada, quando llegaron otros mensajeros de Sigüença cómo Aníbal los tenía çercados.

   E aquellos romanos ovieron diversos consejos. E unos dezían que sería bien fazer guerra por mar e por tierra a Cartago; otros dezían que una hueste pasase en África e toda la guerra se bolviese por allí, // [Fol. 120 r., col. a] por que Aníbal oviese forçado de tornar a ella; e otros deçían que toda la guerra fuese en España, donde era Aníbal; e otros dezían que unos fechos tan arduos non se debían tomar así de ligero e que, una vez enbiasen aquellos mensajeros en España Aníbal, (e) esperar su respuesta. E en esto se acordaron todos. E enbiaron Aníbal, a grand priesa, a Pullio Valerio Faco e a Quinçio Sabio Paulio e que dende pasasen en Cartago, si Aníbal non se partiese de la guerra, e que pidiesen al Senado que Aníbal fuese rendido a los romanos para le dar las penas que mereçía.

   E en este medio, Sigüença, que era la más rica e abastada çibdad de aquella probinçia, que estaba a mil pasos de la mar, era conbatida rezio por Aníbal [e] ellos querían guardar fasta la muerte lo que a Roma avían prometido.

    

   Título de cómo Aníbal fue malferido e de có[mo] escrebió a Cartago que non oyesen a los enbaxadores de Roma

   Aníbal, conbatiendo a Sigüença, fue malferido en la pierna, de ençima del muro llegándose a él, en manera que cayó en tierra. E ovo grand desbarato en los suyos, en tal manera que los suyos iban todos fuyendo e por poco non perdieran las vastidas. E estobieron quedos fasta qu’él guareçió; fueron más çercados que conbatidos. CL mil omnes tenía Aníbal sobre esta çerca. Los de Sigüença se defendían marabillosamente.

   En este tienpo llegaron por mar los mensajeros de Roma e Sigüença. Él, como lo sopo, enbióles dezir que, por quanto en su hueste avía gentes de muchas naçiones, ellos non podían ser seguros para ant’él venir e aún porque él estaba ocupado en fechos a él conplideros, qu’él en otra cosa non podía entender. Esto fazía él porque sabía él que, seyendo los mensajeros non oídos se irían a Cartago, los quales eran ya por él avisados que, si allá fuesen, non feziesen cosa de lo que los romanos conpliese.

    

   Título de cómo Aníbal tomó e destruyó a Çigüença e mató a todos, mayores e menores, e la que-mó [col. b] e derribó por el suelo

   Los mensajeros de Roma se fueron a Cartago e propusieron en el Senado. E allí, Anón, prínçipe del contrario vando de Aníbal, razonó muchas cosas deziendo [que] Aníbal devía ser dado a los romanos para que fue[ra] inponido, como ellos demandaban, por quebrantador de treguas. Pero en el Senado fuele mal escuchado.

   En esto, fizo Aníbal cabar el muro de Sigüença, que era de tierra; e demandado seguro por ellos para dar la çibdad, Aníbal les demandó quatro cosas: la primera, que tornasen todo lo que avían robado a los aliados de Cartago; lo segundo, que entregasen Aníbal todo el oro e la plata de la çibdad; lo terçero, que los de la çibdad saliesen solamente cada uno con una ropa sola; lo quarto, que los de la çibdad fuesen a poblar una çibdad donde les Aníbal señalase. E la mensajería oída, los de la çibdad, tomaron todo el oro e la plata que tenían e fezieron un grand fuego en la plaça e lançáronlo todo en él; e algunos obo que se lançaron vibos en el fuego, [ca] Aníbal avía mandado que todos los de la çibdad moriesen de XII años arriba. E, así mismo, muchos ponían fuego a sus casas mesmas e con sus bienes ellos mesmos, con mugeres e fijos, ardían e los otros, armados, se conbatían con los enemigos fasta la muerte. A cabo de ocho meses de la çerca, fue tomada Sigüença. Grande aver e alfajas en ella [avía], que fueron enbiadas a Cartago. E V meses después de la toma, partió Aníbal para Roma.

    

   Título del desafío que nuebamente se fizo en el mundo, espeçialmente entre Roma e Cartago, e de la guerra que d’ello se siguió

   Cipión fue deputado para pasar en [E]spaña; diéronle LX galeas e XIV peones [e] I mil DC de caballo. Estas cosas fechas, Roma enbió mensajeros honrados a Cartago a Quinçio Fabio Máximo e Ançiaus Luvo e Tuliaus Otilus e Quinçius Lititus. E / [Fol. 120 v., col. a] a Quincius Fabio fue dado de proponer. E preguntó a los de Cartago si Aníbal por público consejo avía guerreado e destruido a Sigüença por que, si dixiesen que sí, los podiesen desafiar; pero los de Cartago respondieron cautelosamente e al fin dexieron al proponiente que declarase aquello de que pareçía que estaban trenados. Luego Quinçio Fabio tomó la falda de sus paños e plególa e fizo d’ella como un seno e dixo así:

   -En este saco bos traemos la paz o la guerra e tomad dende qual vos más quisierdes.

   E los del Senado de Cartago a grandes vozes dixieron:

   -Dadnos qual vos quisierdes.

   Estonces, Quinçio Fabio desplegó su ropa e dixo:

   -Yo vos dó la guerra.

   E los de Cartago respondieron que ellos la tomaban e con los coraçones que ellos la tomaban entendían proseguir. E esta manera de desafío pareçió bien a los romanos.

   Estos mensajeros se tornaron a Roma, non fallando entrada en ningund logar d’España, diziéndoles que los socorrerían como a los de Sigüença, que daxaron perder por esfuerço suyo.

    

   Título de cómo Aníbal pasó en Italia por fazer guerra a los romanos e de las gentes que consigo levó e de los cabos por donde fue e de los grandes trabajos que en ellas pasó e de los fechos que fuendo fizo

   Aníbal, como ordenó su pasada en Roma, enbió por gentes a África que guardasen a España e dexó por capitán en ella a Asdrúbal, su hermano. E levaba consigo XII mil omes a caballo e LXXX mil a pie. E llegado sobre Ebrón, apareçióle un mançebillo, como enbiado de Júpiter, (para) que le pareçía ser su guiador, dándole señal que pasase e caminase adelante, e, catando adetrás, pareçióle una grand serpiente que destruía lo que fallaba. E óbolo todo por buena señal e pasó los puertos Pirineos, que son entre España e la Galia Gótica e llegó a Narbona e a Perpiñán; e pasado el río del Ruédano, allegó a una isla que vebían unas gentes que se llamaban los alogres, que se llaman [col. b] agora del Dolfinat e de Saboya de Vorgoña; e de aquí tomó camino de los tarcunos e [pasó] por la tierra de los boeçios e de los trigonos, sin ninguna contrariedad, fasta el río de la Durençia, que es un río peligroso entre los otros ríos de Gaula de pasar.

   E pasado el Ruédano e ya lexos Aníbal, llegó Çipión con quatro vatallas ordenadas por vedarle el paso e fallólo pasado e ya lexos. De allí se tornó a las nabes e enbió a su hermano a España e él se fue a Génoba por de allí ir al encuentro de Aníbal a la deçendida de los Alpes.

   Aníbal fizo de noche furtar la pasada de los puertos e así pasó seguro e a la deçendida tomó un castillo con muchas vituallas, que le tobieron mucho probecho, e otras tres villas. E un prínçipe de aquella tierra vino a él con propósito de lo engañar, prometiéndole muchas ofertas. Aníbal pensó en sí que non los debía bien creer ni del todo reusar. Aquí los montaneses le posieron çeladas e, como fue en un estrecho, diéronle en la çaguera e por los costados, lançando rocas e peñas; e así fue en punto de se perder Aníbal si una rota de gente de pie que venía en la reguarda non lo acorrieran. E así fue Aníbal perdido e partido de sus gentes una noche, fasta otro día, que afloxaron los montañeses e se le juntaron todos. E llegado al cabo d’ellos, sobrevínole una niebe mucho grande [e] cuidaron ser pereçidos.

   Otro día subió Aníbal en un çerro e mostró a los suyos las tierras de Itallia e las llanuras, deziéndoles que ya non avía camino áspero, mas [en] que pensasen non solamente aver pasado los montes de Itallia, mas los muros de Roma. E así los conortando, pasó aquella jornada. Quatro días tardaron Aníbal e los suyos en ronper la niebe que les tenía el paso, así que las vestias ovieran de morir de frío e de fanbre, sinon por unos juncares que allí fallaron e ramos verdes que comían; e allí estobieron otros tres días.

   E así, aportaron en Italia (e) a cabo de çinco meses que partió de España. E dízese que dixo Aníbal que avía perdido en esta jornada (410) // [Fol. 121 r., col. a] XXX mil personas e muchos caballos e azémilas de cargo e, cobrando algunas gentes de Galia e milaneses, que metió en Italia XX mil de caballo e LXX mil omes a pie.

    

   Título de la primera vatalla que Aníbal ovo con los romanos después que llegó en Italia e vençió al cónsul Çipión al río de Tiçina

   E Çipión, cónsul, con su gente vino al encuentro de Aníbal e, puestas las vatallas, cada uno començó a conortar sus gentes. E Aníbal, ante de la fabla, fizo los catibos e presioneros conbatir unos con otros a ensayarse e el que vençiese ganase libertad. E allí començó la fabla e, en fin, concluyendo, dixo:

   -Así será esta cosa fincada e amigada en nuestros coraçones por [que] vos yo pueda dezir «vos avedes vençido» como de cabo. E çierto -dixo él- ninguno más agro menospreçio de muerte o esfuerço para vençer non ha seido dado a omne por los dioses, (a) omnes non mortables, que dezir como de cabo aver gloria.

   E después de fuerte vatalla fueron vençidos Çipión e los suyos e muertos muchos d’ellos; e fue Çipión malferido e acorrido de su fijo Çipión, que era de XV años, que después fue llamado Africano. Pero como quier que Çipión fue vençido e ferido, fue retraído de los suyos en buen son a su real, que tenía bien reparado.

    

   Título de la segunda vatalla que ovo Aníbal con el cónsul Çenpronio e lo vençió Aníbal en vatalla e mató e prendió muchos romanos

   El cónsul Çipión así bençido e ferido, estando retraído en su real, allegó el otro cónsul, Çenpronio, su conpañero, de Seçillia por mandado del Senado. E él, muy orgulloso e cobdiçioso de cobrar onor, ordenó de dar vatalla a Aníbal, pues su conpañero Çipión non podía por sus feridas cabalgar, tomando las gentes suyas que sanas eran quedadas de la vatalla. Aníbal, conoçiendo al cónsul Çenpronio ser más ardid que cauto, llamó a su hermano Magón, que era su Condes-table. [col. b] Díxole así:

   -Hermano Magón, este será tu lugar e tu plaça el día de la vatalla e, por ende, yo te mando que tú escojas por toda la hueste çient omnes de caballo e otros çiento de pie, los más fuertes e los más aventojosos que fallares e más virtuosos en armas que tú podrás fallar, e vente con ellos a mí mañana alva del día.

   E otrosí dixo Aníbal a todos los de la hueste que pensasen de sí que muy çerca tenían el plazo de la vatalla. E venidos otro día ant’él, quando los vio Aníbal díxoles así:

   -Señores, yo vos veo aquí e só çierto que en vos ha de fuerça de omnes. Porque non solamente sea el aventaja en los coraçones solos, quiero que eso mesmo aya desaventaja en el número; por ende, hordeno así e mándovos que cada uno de vosotros escoja en toda la hueste e en todas las conpañas e rotas que aquí son nuebe omes de pie e otros nuebe de caballo e que sean tales e tan buenos en los fechos que cada uno de los que escogierdes sean tales en los fechos de las armas como vos mesmos. E Magón, mi hermano, vos mostrará dónde vos encobriredes en la çelada. E sabed que vos lo avedes de aver con gente que son çiegos en la arte de la cavallería.

   E fueron d’esta gente así escogida mil omes a pie e mil a caballo. Con Magón echáronse en una çelada açerca del río de Treme en unos vosques e espesuras e, así, el día de la vatalla éstos tomaron las espaldas a los romanos e fezieron grand daño. Aníbal fizo comer e beber e escalentar la gente por el frío grande; mientra, sus corredores fueron a correr fasta las tiendas de los romanos e los sacaron e traxieron fasta pasar el río. E ya quedaba adetrás Magón e los suyos. Aníbal fizo azeitar todos los caballos por qu’el agua del río non pegase en ellos / [Fol. 121 v., col. a] e non aterreasen e, juntados en la vatalla e muertos e feridos algunos de anbas las partes, fueron vençedores los africanos, dándoles Magón por las espaldas, e puestos en fuida e muertos e presos muchos d’ellos.

    

   Título de la terçera e quarta vatallas avidas en [E]spaña, donde los romanos fueron vençedores en anbas a dos

   Cipión, hermano de Pullio Çipión, que era ido en España, como dicho es, luego fue al encuentro de Anón, prínçipe de Aníbal, e, oviendo su vatalla mucho ferida, (e) fue vençido e preso Anón e muertos de los suyos VI mil e presos III mil. E Asdrúbal, su hermano, que venía al encuentro de Çipión, como sopo este vençimiento, luego se retraxo azia la mar; e de allí se fue azia los asentibos, que son çerca de Ebro, e mató XII mil d’ellos Çipión en çeladas porque eran del amistad de los cartagineses. E ganó muchas çibdades e tierras en España, qué por miedo, qué por voluntad.

    

   Título de la quinta vatalla que ovo Aníbal en Trasmene, quando vençió e mató al cónsul Flaminus e a muchos de los romanos

   Fechas estas cosas, Flaminus fue fecho cónsul e, partido para la guerra de Italia contra Aníbal e tomada la gente así, començó de ser orgulloso e se adereçar para la vatalla con Aníbal por ganar onor. E Aníbal, como sopo qu’el cónsul Flaminus le venía al encuentro e era entrado en Arençio, partió por unos paulares que avía fecho el río Aenis, donde sufrieron él e su gente mucho mal, ca non avían en qué dormir ni reposar, salvo sobre el agua. [col. b] E allí perdió Aníbal el un ojo con el frío e calura e sonido de las car[r]etas; e iba sobre un elefante por ir más alto de las umidades de la tierra. Aníbal, conoçiendo el orgullo de Flaminus e el su poco consejo, quiso ensañarlo poco por lo meter en desorden, quemando e robando por toda tierra de Areçio, de donde él veía los fumos. E non podiéndolo sofrir, fizo dar señal a cabalgar, después de fecho un brebe razonamiento. E queriendo cabalgar, el caball[o] le echó de sí, que fue visto por mala señal; iten, le fue dicho qu’el alfériz que avía de levar su estandarte non podían arrincarlo del suelo.

   E en esta ora le llegaron cartas del Senado que se tornase para Roma e él bolvióse para el que le traxo las cartas e díxole así (411):

   -Tráesme cartas del Senado para que dexe alongar el fecho de la vatalla que yo he començado. Vete -dixo él- e diles que vengan a cabar para sacar la vandera que está fincada en tierra e veremos si les trimen las manos al arrincar.

   E así mesmo, non quisiendo asperar a su conpañero Çipión con las otras legiones suyas, por se ganar solo la guerra, aunque muchos le consejaban que lo esperase, non quiso e vino a la vatalla. Así fueron los romanos e çircundados, a tal punto que las armas que tenían les reputaban más carga que armadura. E veyéndose çercados e de los romanos que ya fuían, el cónsul ordenó una rota de gente e peleó valientemente, tanto que un terremoto que estonçes fizo muy fiero, que duró por tres horas, non fue allí sentido. Pero al fin vino uno de los africanos, que dezían Ducario, se me-tió // [Fol. 122 r., col. a] por el espesura de los romanos e mató al cónsul. E luego los romanos començaron a fuir.

   Esta fue la vatalla de Trasmene, que fue grande e famosa, do morieron XV mil romanos e, de Aníbal, quinientos e muchos [fueron] presos. E Aníbal soltó los aliados de Roma e a los romanos fizo bien guardar e los cuerpos enterrar; e al cónsul no pudo fallar.

   Grandes duelos e temores ubo en Roma con estas nuebas e nuebamente ordenaron un ofiçio de [d]itador (412), que representaba enperador, e a Quinçio Fabio Mágimo fue otorgado. E enbiado con las legiones e caballeros al encuentro de Aníbal, [él e] (413) Minunçio, su Condestable, con anbas las huestes se juntaron en uno a tener el paso ençima de unas montañas [a] (414) Aníbal, que estaba debaxo entre unos valles e mucho amenguado de vituallas por la sabieza del ditador Quinçio Fabio, que cataba todas las maneras para gelas quitar. E como Aníbal se viese así ençerrado, usando de sus artes, fizo fazer mil fachas de palo e, ençendidas, fízolas atar a dos mil bueis de cargo que allí tenía; e fízolos de noche sobir con la escoridad por la sierra arriba e, él con sus gentes en pos d’ellos, así cabalgó la sierra. E como el fuego llegó a las cabeças de los bueis, quemándose las fachas, los bueis començaron a deçender los montes a más poder e pegaban fuego a los árboles e a las matas. E las guardas de los romanos, cuidando que eran los africanos, echaron a fuir e, así, los romanos dieron logar a Aníbal para levar sus gentes de la otra parte de los mon-tes [col. b]. E los romanos ovieron temor que era otro engaño e estobieron quedos en sus reales.

   Andando, así, Quinçio Fabio siguiendo a Aníbal quitándole las vituallas e non le quisiendo dar vatalla, aunque Aníbal la demandaba, e pesándole de non la aver, ca lo fazía con sabieza por le non dexar vituallas, ovo Quinçio Fabio carta del Senado que dexase sus gentes e fuese en Roma por çiertos sacrefiçios que eran de fazer. E dexó a Minuçio, su Condestable, con la gente, mandándole e rogándole que se gobernase sabiamente e non diese la vatalla a Aníbal por ninguna manera, solamente le enpalagase las vituallas e el daño de la tierra, e non posiese el fecho del pueblo romano en fortuna de vatalla e otras muchas cosas que con él fabló, dándole dotrina e sabio consejo. E así se partió a Roma.

    

   Título de la sesta batalla que ovo Aníbal en Italia con Minuçio, Condestable de Quinçio Fabio Máximo, donde non ovo vençimiento

   Minçio, Condestable, deseoso de se conbatir con Aníbal, fizo deçender su gente a lo llano de la tierra e fue fecho consejo entre los romanos de enbiar gentes contra los de Aníbal que andaban en busca de viandas derramados. Aníbal, por guardar sus gentes, vino açerca del real de los romanos, por que ellos entendiesen que los podía bien socorrer, e fizo de noche tomar a sus gentes un otero que estaba sobre el real de los romanos. E como ellos lo sopie-ron, / [Fol. 122 v., col. a] fueron luego cara allá; e algunos d’ellos posieron allí sus tiendas. E como los que andaban de Aníbal buscando vituallas topasen con los romanos que iban en busca d’ellos e trabasen fuerte vatalla e [fueran] muertos muchos de anbas las partes, los romanos ya iban de vençida, sinon que asomó un capitán de Quinçio Fabio con VIII mil caballeros. E morieron de los de Aníbal VI mil omes e, de los de romanos, V mil. E llegando Aníbal a la vista, partiéronse cada unos a su parte.

   E como quier que esto así pasase, Minuçio, Condestable, escrevióla a Roma en manera del aver vençido, por lo qual Quinçio Fabio, que allá estaba, resçebió algunos desdenes de los del Senado, como quier qu’él non trobiese tal vençimiento. Otrosí, este Quinçio Fabio, estando en el su real antes d’esto, avía fecho trato con Aníbal que los presioneros de sus gentes pagasen cada dos pesos de oro el de caballo e el de pie dos pesos de moneda; e porque Aníbal tenía más presioneros, no quisieron en Roma dexar pagarlos, diziendo los del Senado que no lo fiziera por su consejo. E por esto enbió él a su fijo a Roma a vender sus eredades e quitó los dichos presioneros de sus bienes propios, lo qual le fue mucho loado e querido de las gentes d’armas.

   E por este fecho que Mimuçio escrevió, le fue dado poder por el Senado, igual poder con Quinçio Fabio, ditador, lo qual él sufrió paçientemente, aunque vio que era contra su onor, conoçiendo que la cabeçería de su Condestable lo faría caer en algún yerro por que la cosa pú-blica [col. b] conosçería su yerro, por que la cosa pública conoçería su locura e, así mesmo, la industria de Quinçio Fabio, como adelante pareçió.

   Era en [e]l Senado un mançebillo que dezían Terençio Varo, que era omne de poco estado e avía seido protor el año pasado e su padre avía seido tundidor, e llegando a estado, trabaxó por la onor de Minuçio, que fuese protor, como Quinçio Fabio. Minuçio, como sopo la fama de su onor dixo con su orgullo:

   -Yo seguiré mi fortuna, pues que só ensalçado por juizio de los dioses e de los omes, e valdré cada día más, lo que non fizo la grand dudança e pereça del nuestro ditador Quinçio Fabio.

   E Minuçio, como fueron juntos en uno, ordenaron cómo usasen de su igual poder: el un día mandase el uno e otro día el otro. E partieron sus gentes en dos reales apartados bien el uno del otro.

    

   Título de la VII vatalla que ovo Aníbal con los ditadores Quinçio Fabio e Minuçio en Italia e de los fechos que en [e]lla pasaron

   Como Aníbal sopo esta discordia, ovo plazer. E tenía Aníbal qu’él alcançaría la locura de Minuçio e veía que, por la diligençia de que Quinçio Fabio posiera en guardar sus gentes, él avía perdido la meatad de su gente e poder. E fue así que, sobre tomar un çerro que estaba sobre ellos, Minuçio mandó armar sus gentes e salió al canpo; e Aníbal fizo salir sus çeladas e dieron en él ellos por un cabo e los de Aníbal por el otro e fueron vençidos Menuçio e los suyos e muertos muchos d’ellos. E como Quinçio Fabio oyese el bolliçio e vençimiento, por onor de la cosa pública, salió con sus vanderas e escu-adras // [Fol. 123 r., col. a] ordenadas. E con él tornaron Minuçio e los suyos a la vatalla e, como Aníbal aquello vio, dio señal a sus gentes e retráxose a su real. E dezía así:

   -Aníbal vençió a Menuçio e Quinçio Fabio vençió a Aníbal.

   E Minuçio, maravillándose de la discreçión de Quinçio Fabio e por él aver escapado él e sus gentes, fuese a su real [a] meter en su poder e regimiento.

    

   Título de la VIII vatalla que ovo Aníbal en el varrio de Canaz con los cónsules romanos e los vençió e mató muchos notables omes

   Pasadas estas cosas e conplido el consulazgo Quinçio Fabio, fueron venidos en contra de Aníbal Terençio Varo e Luzio Jaulio, cónsules nuebamente criados, con las legiones acostunbradas e con otras muchas más. E como lo sopiesen Aníbal e los suyos, mucho fueron alegres, porque pensaban que estos cónsules le[s] darían la vatalla, ca Aníbal e los suyos non deseaban otra cosa sinon batallas, ca el que está en tierra ajena non debe ál de dar por estar mal aposentados e peor probeídos. E estando todos atendalados açerca de Canas, un río pequeño en medio, (e) algunas escaramuças se començaban de anbas las partes. E Terençio Varo luego quisiera enprender la vatalla, diziendo qu’él no quería seguir el enxienplo de Quinçio Fabio, que fuera caudillo pereçoso e mintroso; Luçio Paulio dezía por el contrario, deziendo que tan grand fecho non se devía començar tan levemente, e sin consejo tobiéndose, menos.

    

   Título de la IX vatalla que ovo Aníbal con los de Nápoles e los vençió e mató e prendió muchos d’ellos e non pudo tomarla [col. b]

   Otro día Terençio avía el señorío de mandar e ordenó la vatalla contra voluntad de su conpañero; Aníbal, así mesmo, ordenó sus azes. E pareçían sus gentes a los romanos, como traían de las armas e sobrevistas que avían ganado en Tresmene e en Trebe; e los escudos de los gálicos e españoles se pareçían, pero las espadas eran al contra, ca las de los gálicos eran botas de punta e daban de pique e las de los españoles eran agudas de punta más que de taxo.

   Dízese que la gente que Aníbal aquel día tenía eran X mil de caballo e XL mil omnes a pie. Los caudillos d’esta vatalla eran (los romanos LXXX armados) Asdrúbal, hermano de Aníbal, que tenía la siniestra, e Marbal, Condestable de Aníbal, tenía la diestra. Aníbal con su hermano Magón, que era su mariscal, gobernaba la vatalla de medio.

   El bulturno o buchorno viento se levantó entonçe; a los romanos ençegaba en los ojos, que non beían cosa, e así fue buelta la vatalla e los romanos vençidos. El cónsul Luzio Paulio, como viese la rota de la gente de los romanos, se juntó con algunos a pie e caballeros e fízolos todos poner a pie e él con ellos; e començó a pelear fuertemente por morir o vengar su muerte. E como esto sopiese Aníbal, dixo estas palabras:

   -Yo quería más qu’el cónsul me entregase los caballos atados que non qu’él se apee con ellos.

   Esto dezía porque ternía que fazer en lo tomar, lo qual non podía ser sin pérdida de los suyos.

   E como quier qu’el cónsul no se podía bien gobernar, por quanto estaba ferido de una pedrada de onda, estando acostado a una piedra, e Léntulos, el tribuno, estaba a caballo para fuir e vídolo así yazer todo ensangren-tado, / [Fol. 123 v., col. a] (e) díxole estas palabras:

   -¡O tú, Luçio Paulio, cónsul romano, el qual tú sólo eres inoçente del vençimiento d’esta vatalla e pérdida de que la çibdad de Roma toma e faze oy, segund los dioses saben! E toma este mi caballo, en quanto á en ti alguna fuerça, e yo te aconpañaré e te sacaré de aquí o te defenderé, a fin que esta dura e mala vatalla non sea aún tenida por más cruel por la tu muerte llorosa e manzillada de todos los romanos que se sintirán de ti, que aún tú ves bien que sin esto ayas lágrimas e llantos.

   A estas palabras respondió Luzio Paulio e dixo así:

   -E tú, tribuno, aún te perseberas e continúas la tu virtud, enpero para mientes que tú non te pierdas en vano aviendo piedad de mí, ca de valde sería ya; e non espiendas tienpo de valde, mas vete -dixo él- e di a los padres públicamente que sin tardança alguna pongan recabdo en la çibdad de Roma, antes que los enemigos puedan llegar e la firmen e çierren bien; otrosí, dirás a Quinçio Fabio en secreto que Luçio Paulio, su amigo, non ha olvidado, antes se acuerda bien de sus consejos, e que morió en medio de la rota de sus caballeros.

   Dízese esto por escusar su inoçençia ni por acusar a su conpañero, Terençio Varo. Dixe Valerio Máximo que por esta vatalla ansí mançilló la república Terençio Varo con su loco atrevimiento de la vatalla de Canas.

   Estas palabras dichas, luego vino grand conpaña de romanos que fuían e en pos d’ellos grand conpaña de enemigos. E pasando por allí, ferieron al cónsul susodicho de muchas feridas de lanças, non sabiendo quién era. Estonçes fuese el tribuno en su caballo. Estonçes IV mil [col. b] romanos se recogieron a la villa de Canas fuyendo; éstos luego fueron tomados, ca non se pertrecharon de defenderse. Carcalón, un capitán de Aníbal, los tomó todos con los sus pilares de caballo. Terençio Varo, cónsul, con çinquenta de caballo, fuyó a Veneçia. XLV mil peones e II mil CC de caballo de Roma e sus amigos e aliados morieron en esta vatalla e Luzio Paullio, cónsul e dos questores e XXI tribunos, cavalleros notables, entre los quales morió Ninuçio, Condestable de Quinçio Fabio Máximo; e morieron LXXX omes que abían avido ofiçio de senadores e d’ellos lo esperaban ser, los quales, por su propia voluntad, se avían fecho cavalleros e venieron con las legiones. E demás d’estos, fueron presos III mil omes de pie e CX de caballo. E aquella noche se fueron al primero sueño todos los XIV mil omes que se avían recogido a los dos reales, a una villa que se llamaba Recoçillia, e así escaparon. Dizen que fueron en estas vatallas romanos LXXX mil omes mucho armados a pie e a caballo, porque allegaron mucha gente, más que solían, por la guerra cuidar feneçer.

   Morieron de los de Aníbal VIII mil omes. Aníbal [e] los suyos esa noche muy alegres fablaban entre sí, pero ovo aí un mariscal de Aníbal, que llamaban Amarbel, que dixo, consejando a Aníbal públicamente, que ninguna manera del mundo él no debía folgar ni tomar reposo, antes dezía así:

   -¡O tú, Aníbal! A fin que tú ve[a]s lo que as ganado el día de oy en esta vatalla, yo te fago saber que si tú andas fasta çinco días, tú comerás en Roma suso en el Capitolio; pues si-gue // [Fol. 124 r., col. a] tus enemigos con los tus caballeros, en manera que los de Roma te vean antes ser venido allá que ellos puedan saber que debes venir. Pues anda -dixo él- adelante e sigue los tus mortales enemigos o pasa delante ellos, ca el camino es así grande [de] aquí a Roma, que ellos non podrán imaginar ni pensar que en tan pocos días le puedes tú aver andado.

   Aníbal, quando oyó este consejo, loó la buena voluntad de Marbel, su Condestable, enpero dixo así:

   -Para tal enpresa como esta que tú dizes más luengo tienpo ha menester para consejo.

   Marbal respondió así Aníbal e díxole:

   -Bien pareçe que non ponen los dioses todos los bienes en un omne. -E díxole más- Aníbal, por çierto tú sopiste vençer, mas non sabes husar de tu vitoria.

   E así fue, que la tardança de aquel día fue grande salvedad para la çibdad e Inperio de Roma.

    

   Título de cómo los romanos, por esta pérdida de la vatalla de Canas, con desesperaçión querían desanparar la çibdad de Roma, sinon por Çipión el Mançebo, que los esforçó e tomó el cargo de la guerra

   Los romanos, mançillados d’esta vatalla e atemorizados de la de por venir, estando en Roma quatro tribunos, conbiene a saber, Quinçio Fabio Máximo e Luzio Pullio e Pullio Cornelio Çipión e Çipión Claudio el Fermoso, (e) fue ordenado qu’el gobernamiento de la vatalla fuese dado a Çipión, que estonçes era mançebo, e después d’él Çipión Claudio.

   En quanto éstos estaban en su consejo, uno que se [col. b] llamaba Pullio Furio se vino a ellos e les dixo que de valde fazían sus consejos, que esta era esperança perdida e que la cosa pública estaba ya llorada e desesperada e que allí eran algunos nobles mançebos, de los quales el primero era Luçio Tealus, que tenía[n] ojo a las nabes a fin de desanparar a Italia. Esto, sobre los otros males, los desesperó mucho e dezían que si esto así era, que debían aver su consejo. Estonçes, Çipión el Mançebo, veyendo este mal, dixo así:

   -Por çierto, señores, quando en este fecho non ha grand consejo, ca en tan gran mal como éste converná(r) se arreberse e obrar e non mucho consejar.

   E así les dixo que todos aquellos que cuidaban que la cosa pública fuese salva veniesen con él con sus armas. E Çipión fue luego a la casa de Luçio Çealio Metello e falló que ya estaban ayuntados muchos mançebillos romanos, segund que era dicho, faziendo sus consejos de se partir de Roma como desesperados. E Çipión, que apretó un cochillo en su mano e púsolo sobre las cabeças de aquellos abaros, (que) allí fabló en aquel consejo e dixo estas palabras:

   -Yo juro -dixo él- a los dioses e dó por fiador a mi coraçón, que yo non desanpararé jamás la cosa pública ni sofriré que otro ninguno la desanpare; e si yo lo fago o digo con engaño, yo ruego a ti, Júpiter, el muy grande e muy bueno, que un león malo e bravo pueda tragar e despadaçar a mí e a mis cosas. E por ende, Luçio Metello, que estás aquí por mayor en este consejo, yo te ruego e requiero que los que aquí contigo son me fagades luego tal jura (con) / [Fol. 124 v., col. a] como yo agora fize e te fago saber que, qualquier que los que tal jura como aquesta aquí no fezieren, este mi cochillo terná en ese punto sobre su cabeça.

   E todos fueron así espantados, que si vieran sobre sí Aníbal, (non) el vençedor, non podieran aver mayor miedo, e juraron todos luego la jura e demás prometiéronle todos que lo tomarían por capitán contra Aníbal.

    

   Título de cómo Aníbal soltó los presioneros e enbió con ellos su enbaxador a Roma

   Aníbal, después de enterrados los muertos, e el cónsul con ellos, fizo venir delante sí los presioneros e soltó los aliados de Roma sin ( ) (415) e a los romanos fizo un grand sermón e muy dulçe, lo qual non solía aver acostunbrado, deziéndoles que, pues los romanos avían otro tienpo sojuzgado por fuerça de armas el reino de su padre e anteçesores e, así pues, él era vençedor, quería que los romanos le obedeçiesen e lo tomasen por enperador. E ordenó derronçoñar los prisioneros romanos. E estos presos enbiaron dos romanos a Roma por recaudar el rescate; e con ellos enbió Aníbal un caballero suyo, cuidando que por la vitoria avida los romanos con aquél moberían partido alguno de paz e concordia. Pero como ellos llegaron a Roma, los padres mandaron a aquel mensajero de Roma [que] saliese de los términos d’ella antes qu’el sol fuese puesto e los presos fueron metidos al Senado e mandáronlos tornar allá, non les consentiendo quebrar su fe. Después venieron otros diez diziendo que, después del juramento fecho, tornaran al real e que por aquello debían ser qui-tos; [col. b] e ovo pocos en el Senado que tubieron con ellos e quedáronse con esta discordia en la çibdad. Pero, después, los ofiçiales nuebos fueron reprochados e dados por perjuros, por manera que d’ellos se fueron [a] desterrar a do non fuesen conoçidos; otros, non podiendo salir de casa de vergüeña, ellos mesmos se mataron con ponçoña.

   Enpero por todas las pérdidas pasadas de las vatallas, nunca podieron mober a los padres a ningún partido de paz antes de la venida del cónsul Terençio Varo ni después. Otrosí fue renobada la memoria del grand daño que avía avido Roma quando el cónsul ya dicho se tornó a Roma d’este grand vençimiento, quánto más que d’ello él avía seido la causa prinçipal. Enpero la mayor partida de los ofiçiales lo salieron a reçebir e le dieron grandes graçias, por quanto él non desesperara de la cosa pública. E así estaba la çibdad estonçes, que fizo honra a este cónsul, seyendo dino de sofrir muchos tormentos, así como él oviera seido duque e caudillo e gobernador de los enemigos.

    

   Título de cómo Aníbal vençió a los de la çibdad de Nápoles por çeladas muchos d’ellos

   Aníbal fue a Nápol e desbarató a los que salieron a él con çiertas çeladas que l[e]s echó e mató muchos d’ellos; e los que escaparon metiéronse a nado en barcos de pescadores a la çibdad. E morieron allí Hexeas, Condestable de Nápoles, e otros nobles d’ellos. E Aníbal llegó a Nápol cobdiçiándola tomar, porque mucho quisiera // [Fol.125 r., col. a] aquel puerto para se probeer por él de su tierra por la mar; e como vio los muros altos, entendió que non la podría tomar. E de allí fue la vía de Capua e diéronsele por trato e asentóla por suya.

    

   Título de cómo Aníbal, vençidas estas vatallas, escrevió a Cartago sobre las cosas neçesarias que le enbiasen e de las razones que pasaron en el Senado entre Anón e Magón sobr’este fecho

   En tanto que esto pasaba, enbió mensajero a Magón, su hermano, con la nueba de la vatalla de Canas a Cartago e allí dixo que avía levado Aníbal CC mil omes e muertos e presos L mil de los romanos e que, de quatro cónsules, matara los dos e qu’el otro fuera ferido e el otro perdiera su hueste e que apenas escaparan con él çinquenta omes; e que al Conde Estable que tenía poder de cónsul que lo avía vençido e echado del canpo; e que los romanos tenían un solo ditador, el qual nunca fuera vençido fasta aquí, mas qu’esto que fuera porque nunca se aventurara a venir a la vatalla, e que este era Quinçio Fabio; e que muchos pueblos avían tomado la partida de Aníbal; otrosí Canpuan, que casi era cabeça de Italia. Por ende, concluía que le devían ayudar con gentes e dineros e enguallas para fazer sacrifiçio a los dioses. E por mayor abondamiento un porcal fizo echar un moyo de anillas de oro que avía tomado de los romanos muertos en la vatalla de Canas.

   Allí pasaron muchas razones entre Magón e Anón porque reprehendía la razón de Aníbal, que era del contrario vando, e por inbidia, diziendo que qué demandaría más (416) Aní-bal, [col. b] si vençido fuera, que pedía gente e vitualla e dineros. E fuéndole mal escuchado, enbiáronle XL mil numidianos omes e XL mil elefantes e mucho dinero de plata; otrosí enbiaron con Magón, el ditador en España, a pagar sueldo de XX mil omnes de pie e de IV mil de caballo para refrescamiento de la hueste de Aníbal, así de Sunán como de Italia.

    

   Título de la gente que los romanos nuebamente enbiaron al cónsul con el ditador e de lo que fizieron

   Los romanos, estando sin todo pabor porque su cónsul no falleçía cosa de lo que debía, el ditador Marcus Limus, desque fechos sus sacrefiçios, requiriendo a los pueblos romanos que le dexasen sobir en su caballo, demás de las dos legiones de la çibdad, las quales él avía eslegido, sacó de los conpradores presos e setençiados VI mil omes, que fueron armados con armas que tomaron a los gaulos, dándolos por quitos de todas deudas e malefiçios. E así se partió con XXV mil omes bien armados de Roma contra Aníbal.

    

   Título de cómo Aníbal tentó de tomar a Nápor (417) e de cómo fue dañada su gente con el viçio que los suyos tomaron en la yerbenada de Capia con el viçio de camas e de mugeres e viandas e otras cosas

   Aníbal tentó otra vez de tomar a Nápol e, non podiendo, se fue la vía de Nola e çercó la villa de Caselín e, porque era fuerte, no la pudo tomar; e púsole sus vastidas e dexándola çercada fuese [a] inbernar a Capian. E allí en Capia, con los deleites se enflaqueçieron los suyos con camas buenas e vinos finos e de las mugeres, así que dende adelante çesó la fuerça de los africanos.

   E pasado el inbierno, Aníbal tornó sobre Casibelín e porque sopo que se mantenían / [Fol. 125 v., col. a] de yerbas, fizo arar los canpos e los del logar senbraron los nabos. E como lo vio dixo:

   -E aquí tengo de estar fasta coman estos nabos.

   Estonçes fizo pleitesía con ellos, que fasta estonçes nunca la quiso fazer, e diéronle la villa e rendiéronse por muchos dineros cada año.

    

   Título de cómo los gaulos mataron con engaño al cónsul Luçio Postino e a todos sus romanos en la floresta

   Luçio Postino, cónsul romano, fue desbaratado en esta manera en tierra de los gaulos: en aquella comarca avía una floresta que llamaban Lucana, en la qual los gaullos avían serrado muchos árboles a las orillas del camino por do avían de pasar; e echáronse ellos en çelada porque, en pasando, echarían de suso, que, como estaban serrados, con poca cosa caerían sobre ellos e matarían omes e caballos. E Luçio Postino, que avía venido a la comarca de los enemigos con dos legiones de Roma e con XXV mil omes a pie armados de los aliados de Roma e desde la alta mar era venido fasta allí, (e) entró por aquella floresta para pasar allende; e quando fue dentro, dos gaulos que estaban en los montes çerca dende enpujaban los árboles sobre ellos, en tal manera que todas aquellas gentes morieron allí, que non escapó ninguno. E el cónsul morió con ellos. E tomaron la cabeça d’él e leváronla al tenplo de Minerba, guarneçiéndola de plata para en qué veviesen los obispos e saçerdotes del tenplo dicho.

   E los romanos, veyendo este engaño e maldad que los gaulos avían fecho, non acataron por los fazer guerra ese año, sinon tan solamente contra A-níbal, [col. b] aquél pensando lançar una vez de Italia.

    

   Título de la XI vatalla que ovieron Asdrúbal, hermano de Aníbal, e los Çipiones en [E]spaña, adonde los romanos fueron vençedores

   Asdrúbal, que estaba en España por mandado de los cartagineses, ordenó de pasar en Italia e enbiáronle un capitán que dezían Amulcón para que quedase en su lugar en [E]spaña para gobernar la guerra. E como los dos Çipiones lo sopieron, venieron a pelear con él e juntáronse çerca de Lérida. E ordenadas sus vatallas, començaron a pelear brabamente, pero los españoles que iban con Asdrúbal, codiçiando más ser vençidos que vençedores, dexáronse vençer; e morieron algunos d’ellos, pero recogiéronse a su real. E por aquello çesó la su ida de Italia e quedó en [E]spaña.

    

   Título de la XII vatalla avida en Çerdeña entre romanos e cartagineses; e los romanos fueron vençedores

   En esta sazón, pelearon en Çerdeña Anón e Asdrúbal e Magón con Tito Maulio [e] con Ausitores, Prínçipe de Çerdeña, que guiava los africanos, pero fueron bençidos los africanos e presos los tres capitanes cartagineses, Asdrúbal e Magón e Anón, e fueron algunos muertos e presos d’ellos. E morió allí en la vatalla Ostis, fijo de Açebtores e, como lo sopo el padre, él mesmo se mató yendo fuyendo.

    

   Título de la XIII vatalla avida entre los romanos e los cartagineses sobre Lérida; e fueron vençidos los cartagineses

   Estando çercada Lérida de los africanos, fueron en socorro d’ella los Çipiones, anbos her-manos, // [Fol. 126 r., col. a] contra Asdrúbal e con los africanos, que la tenían çercada, e fueron vençidos Asdrúbal e los suyos. E morieron aquel día d’ellos LX mil africanos e españoles e morieron de los romanos VI mil omes, así que más morieron de los africanos que eran los romanos. E fueron tomadas LXIV vanderas de caballeros e mataron çinco elefantes e tomaron las tiendas de tres huestes.

    

   Título de la XIV vatalla avida en España entre los Çipiones e los españoles; e fueron muertos anbos hermanos Çipiones e otros muchos

   Gratus, cónsul romano, çerca de Venabente ovo batalla con Anón, prínçipe de Cartago, que estaba atendelado cabo el río Calor, e fizo hordenança que aquel que le traxiese la cabeça de su enemigo sería franco e aquel que fuyese de la vatalla sería punido. Así fue que, mezclada la vatalla, cada uno trabajaba de matar su enemigo e cortarle la cabeça; e así estaban ocupados en la vatalla con sus cabeças. E visto el fecho, fueles mandado que peleasen, que otorgada era la libertad. E fueron vençidos los africanos e muertos e presos muchos d’ellos. E fueron aquel día IV mil de los sierbos que se apartaron e non pelearon aquel día como debían e el cónsul, con alegría de la vençida, quiso que a todos fuese otorgada la libertad, pero, tomando los nonbres de aquellos IV mil sierbos que non pelearon, mandóles traer señales en las cabeças de paño de lana blanco e que no comiesen ni veviesen asentados a manteles por tienpo largo, lo qual fue enxienplo entre caballeros.

    

   Título de las cosas que los romanos fezieron por aver conplimiento para conplir la guerra [col. b]

   Tanto estaba gastado el thesoro de la cosa pública que fue ordenado que tomasen el algo de los huérfanos e de las mugeres que estaban en depósito, ca les paresçía que en cosa no se podía mejor despender que en la libertad de la república; e así se fazía en hueste, que los caballeros e los çenturiones dexaron de tomar el sueldo.

   Quinçio Fabio Mágimo, cónsul, destruyó toda la tierra de Capia e fue d’ella por que senbrasen para ben[ir] el otro año sobre ellos. Partido de allí, çercó a Casibelín e morieron muchos romanos en el conbate. E pareçiéndole que era mucho fuerte, acordaba de la dexar, salvo por [lo] que le dixo Marco Marçello, su conpañero, que vino allí, que le dixo que ninguna cosa se devía començar para no se acabar: o dexarlo de començar o que se dexaba con grande infamia e desonra. E así, traídos los pertrechos, fue tomada aquella villa de Casibel por ocasión que los unos se querían dar e ellos que non.

    

   Título de cómo fue çercada la çibdad de Capia por los cónsules romanos e de las grandes cosas que Aníbal fizo por la deçercar

   El real fue puesto a Capian por los cónsules Flaminus e Çipión Claudio e, fechas fuertes vastidas en torno d’ella e declarado por el Senado que non fuese deçercada fasta ser tomada.

    

   Título de cómo los Çipiones, anbos ermanos, fueron muertos en España con muchos de los suyos por los españoles

   Çipión Pullio fue muerto peleando de noche con In-díbulus, / [Fol. 126 v., col. a] un caballero español de Lérida que venía a juntarse con los africanos, e él, antes que se juntase con ellos, quiso él pelear; e peleando, llegaron los numidianos e dieron por las espaldas. E así morió allí de una lançada que le dieron por los costados. E luego, estas mesmas gentes çercaron el otro cónsul Çipión, su hermano e conpañero, en un otero. E allí mataron por fuerça de armas a muchos de los romanos; e allí morió Çipión como caballero, peleando con ellos.

   Los romanos que eran en España, veyéndose sin capitanes, tomaron por caudillo a Marçio, fijo de Çipión, que era ome valiente e esforçado en las armas, el qual sostubo la hueste romana fasta [que] Roma probeyó, el qual caudillo desbarató en una noche dos huestes de los enemigos vençedores, adonde morieron XXXVII mil omes, e obo el despojo de anbos los reales de los africanos; e fueron presos MDCCC mil omes. E así quedó Marçio vengado e honrado.

    

   Título del daño que Aníbal reçibió, non podiendo desçercar a Capia; e se fue camino de Roma e la cercaba

   Gostar e Anón eran capitanes de Aníbal que estaban çercados en Capia. E Aníbal con sus gentes vino en socorro d’ella e non pudo pasar las tiendas de los romanos, que se le defendieron muy bien. E morieron allí, de sus gentes, VIII mil omnes e, de los de la çibdad, que peleaban de dentro con los del real, III mil omnes; e ganaron los del real XV vanderas de los de Aníbal e de los de Capia XXII vanderas.

   Aníbal dexó el socorro de Capia de que non pudo más e recogió sus gentes; e lo mejor [col. b] que pudo adereçó camino de Roma por la çercar, porque entendió que por la ir [a] socorrer desçercarían los romanos a Capia, lo qual el cónsul escrebió luego a Roma para que se adereçasen. E Çipión, que en ella estaba, fizo llamar todas las legiones que estaban por Italia e non fizo mençión de los que estaban sobre Capia. Quinçio Fabio Máximo, reconoçiendo todo el fecho de Aníbal, por esto dixo que Capia non fuese desçercada en ninguna manera, antes se posiese mayor deligençia en la çerca.

   Aníbal, veyendo que los cónsules romanos non querían salir de su real a se conbatir con él ni él non podía socorrer a Capia, pensó de ir camino derecho a Roma por fazer desçercar a Capia e por apaziguar sus gentes, que cada día le reprehendían porque después (que) de las de Canas non avía ido luego sobre Roma. E así lo fizo, faziéndolo saber a los de Capia cómo era su intençión de ir a Roma por que ellos fuesen deçercados.

   E desde allí vino Aníbal, sus vatallas regidas, delante de Roma e Fulbio, el procónsul, así mesmo. Estando así las vatallas, que se veían las unas a las otras, vino tan grandes aguas e truenos e relánpagos que cuidaron todos ser hundidos, que ya non podían sostener las armas. Otro día siguiente venieron a ver anbas las huestes en el mesmo logar que antes día fezieron e vínoles aquella misma tormenta [e] los partió que primero. E como Aníbal tornó a su real, un tienpo muy claro ubo. Aquello ovieron por muy grand señal e Aníbal dixo que los dioses mostraban non ser su voluntad qu’él oviese a Roma, e así por esto, como porque vio que los romanos no querían pelear allí // [Fol. 127 r., col. a] con él ni desçercar a Capia e que, estando él allí, salían caballeros romanos con sus vanderas a España, a la guerra que allá era, e esto ovo él por grand orgullo.

 

   Título de cómo fue tomada la çibdad de Capia e se mataron e quemaron los más d’ellos por sí mesmos

   Los capianos fueron en dibersos consejos, non veyendo socorro ni esperança de vida e d’ellos, por non sofrir los tormentos de los romanos e porque morían de fanbre, los unos se mataron con ponçoña e los otros se quemaron dentro de sus casas con mugeres e fijos, estos todos los más honrados; los otros abrieron las puertas de la çibdad e diéronse a mesura. E fueron muertos LXX de los senadores, que los otros muertos eran, como dicho es, e CCC omes de los nobles fincables en presión dura; la otra muchedunbre de Capia fue vendida por almoneda. E acordaron de poblar Capia de labradores e de mercaderos comunes, pero los buenos eredamientos e rentas de la dicha çibdad e tierra quedaron para el pueblo de Roma. E fecha esta conquista de Capia, enbiaron en [E]spaña con Nerón, noble cavallero, con VI mil omes armados a pie e CCC de caballo; juntáronse los otros romanos, quales él mesmo los quiso escoger, contra Asdrúbal.

  

   Título de cómo fue dada la capitanía de la guerra de España a Çipión el Mançebo e de las cosas qu’él ordenó en Roma sobre el fecho de la guerra e cómo pasó en España e de las cosas qu’él fizo en ella

   El pueblo romano estaba mucho aquexado porque los españoles, que por ellos (que) estaban, los aquexaban por que les enbiasen capitán e porque ellos non lo podían a-ver, [col. b] ca se dudaban todos de açebtar aquella enpresa por temor, diziendo que dos capitanes tales como los Çipiones eran así muertos. Estando todos los mejores juntos con el pueblo, vino Çipión el Mançebo, que después llamaron Africano, que era de XXIV años, e dixo que pues todos tanto dudaban en aquel fecho, qu’él tomaría aquella enpresa por tres cosas señaladas: la primera, por honra de la cosa pública; lo segundo, porque todos la dudaban; la terçera, por vengar la muerte de su padre e de su tío, que allí eran muertos. Lo qual le fue otorgado con graçias e con onores de todos, espeçialmente del pueblo común. E por quanto algunos protores començaron a desfraçar aquel fecho, diziendo él ser mançebo para tal fecho, el qual dixo que si todo el pueblo menudo lo quisiese, que lo non dexaría e otramente que lo non quería, por lo qual todos a altas vozes dixieron que a él querían e non a otro, diziendo que por sus señales pareçía a Alixandre e que tal esperança era en él porque más se dezía d’él: que una serpiente fuera vista en el lecho de su madre e que aquella lo engendrara. Esto lo afirmaban muchos y él, con arte de los fazer creyentes, no lo afirmaba ni [n]egaba (418), ni su madre tanpoco(s).

   E así le dieron un tan gran fecho como la conquista de España e después la de África, adonde él fizo tan nobles fechos. E diéronle todas las gentes que allá estaban (e) más çiertos caballeros e X mil peones; e diéronle por ayudador a Marco Jullio Silano, protor romano. E así, con XXX galeas se pasó en Anpurias e dende, a pie, en Terragoña. E como aquí / [Fol. 127 v., col. a] llegó, venían a él mensajeros de toda España. E començó Çipión a dar sus respuesta[s] suspensibas a todos los mensajeros, segund que la vanidad de los casos lo requerían e él se regía; así que ninguna palabra braba ni fiera (que) fuese sin alguna virtud e esperança, en guisa que en todas las cosas qu’él dezía fallaban verdad los omes e honra e fieldad e todos lo temían sin saber dar razón e porque Asdrúbal, fijo d’Igiscón, estaba en medio d’España sobre el puerto de Sotes de Castilla e Asdrúbal, fijo de Amúlcar, çerça de Libres.

 

   Título de las conquistas e vatallas e fechos que este Çipión el Mançebo començó en [E]spaña después que en ella pasó

   Çipión conbatió a Cartagena e tomóla por fuerça e falló ende muchos thesoros e vienes. E tomó allí X mil de presonas francas entre omes e mugeres e a los que eran çibdadanos de allí los fizo francos con todo lo suyo; mas dos mil omes que sabían labrar de diversas artes e ofiçios, éstos fizo sierbos de Roma e dioles esperança que ellos abría[n] muy aína libertad, si se gobernasen sabiamente faziendo las obras de que ellos sabían que eran neçesarias para la guerra. Tomaron allí ocho naos e más: muchas gentes que estaban allí por rehenes d’España, los quales fueron muy bien tratados, e otrosí muchos aparejos de guerra, fondas, fustas e engeños CXX e, de otras menores, XL e, de otras más menores, CCLXXXI vallestas, truenos XXVI menores, LXII de otros que dizen escochones e muchas otras armas e LXXIV vanderas, oro CCLXXVI pesos, que cada peso pesaba una libra, XVIII mil [col. b] y trezientos pasos de plata. Todo esto se entregó e Flaminio, tesorero de la guerra, [puso] por escrito: XL mil moyos de trigo, CC mil de çebada, LXIII nabes gruesas en el puerto, de las quales, algunas estaban cargadas de armas, otras de fierro, otras de cobre, otras de madera. Dio dos estaños de oro a dos que primero sobieron en el muro, que dezían coronas murales, aunque fue grand quistión entre estos dos a quál subió primero; pero Çipión partiólos la quistión e dio a cada uno la suya.

  

   Título de cómo Çipión dio todas las rehenes que los africanos tenían a los de España, cuyos eran

   Los re[e]nes (419) que allí estaban mandó Çipión a todas las çibdades e logares d’España que luego veniesen allí por ellas. Entre aquellas reheenes estaba una dueña ançiana, la qual era cuñada de Indíbulis, Rey de los de Lérida; e echóse a los pies de Çipión, llorando e suplicando que ploguiese a él mandar al thesorero Flaminius, que tenía cargo de las arreenes en las guardar e dar lo que oviesen menester, que espeçialmente catase por las mugeres que allí estaban en arrehenes. E Çipión le respondió que en todo se ponería recaudo, que non les fallesçería cosa. Ella respondió que non era esto lo que ella demandaba, ca bien sabía ella que así sería e que a los que en tal forma estaban asaz poca cosa les bastaba; mas dixo ella:

   -Por Dios ayas e tengas en tu cura esta edad d’estas moças donzellas, ca la su fermosura podrá engañar e soliçitar a los omes mançebos, que se pagan de la flor d’este mundo, de la[s] poner en peligro injuriándolas e ronpiéndolas.

   E esta dueña tenía allí çinco fijas de aquel rey Indúbiles de Lérida, donzellas mucho fermosas, como si ella fuese su ma-dre. // [Fol. 128 r., col. a]

   A estas palabras respondió Çipión en esta manera:

   -Dueña, -dixo Çipión- por causa de la deçiplina de mí e del pueblo romano avía yo ordenado que ninguno non violase ni forçase a ninguna persona inoçente e estas mesmas agora por espeçial me debe[n] a mí mober e guardar esta ordenança, que la dinidad vuestra y la virtud d’estas donzellas que en esta tribulaçión tan grande como agora sois e aún no olvidastes de guardar vuestra honra.

   E luego las acomendó Çipión a un ome de muy buena vida que las guardase; e le mandó espeçialmente que las guardase e tratase muy onestamente, segund qu’él avía usado guardar las madres e las mugeres de los enemigos quando las tenía presas, que las él fazía guardar onestamente.

   E después d’ésta traxieron los caballeros a Çipión una muy noble e fermosa donzella, asaz moça, la qual era así que, a qualquier parte que ella acataba, los ojos de todos los que allí eran non curaban de ál salvo de verla e miralla. E Çipión preguntó quién eran sus parientes d’ella e de qué tierra era. E la donzella le respondió que agora nuebamente era desposada con un caballero noble e mançebillo que llamaban Luteyus, que era capitán de los çeltuberianos. E luego lo mandó llamar e a los parientes de la dicha donzella que beniesen delante d’él, ca él sabía qu’el mançebo amaba mucho a la donzella e avía miedo de peligrar por ella. E quando el esposo e los parientes llegaron delante Çipión, él llamó primeramente al esposo de la dicha donzella aparte [col. b] e díxole Çipión:

   -Yo te llamé a ti aparte por que la manera del fablar en esta materia sea más sin vergüeña. Tú debes saber que los mis caballeros me troxeron esta tu esposa e luego yo sope como tú la amabas, de la qual cosa asaz faze fe su grand fermosura e veldad, ca yo mesmo, si a mí fuese otorgado de usar del juego que la mi mançebía o edad requiere e de mi amor non tobiese ocupado la cosa pública, yo reque[ri]ría esta donzella que me perdonase si yo la amase de todo mi coraçón; mas, por quanto yo só muy inorable al amor de qualquier, tú deves saber que esta donzella, tu esposa, estando çerca de mí muy onestamente e así castamente, como si ella estobiera çerca de sus parientes. Mas esta castidad te he yo así guardado a fin por que te yo pueda dar don non corronpido ni violado ni forçado, tal qual perteneçe a ti e a mí. Así, te ruego, por galardón d’esta cortesía que yo fiz’ contra ti, que tú seas co[n]migo del pueblo romano e yo te ruego que, si a ti pareçe que yo só buen omne, que sepas que en Roma son otros muchos tan buenos como yo e non ay en el mundo pueblo que tú más debes querer que sean tus amigos e non tus enemigos.

   El mançebillo, ençendido, con todo ánimo e gozo a altas bozes llamó a los dioses diziendo que, pues él no era bastante de lo galardonar, qu’ellos gel(l)o galardonasen. E llamados los parientes d’ella, por semejante alegres, graçiosamente e con omildes palabras se le ofrecieron al serbiçio romano. E porque ellos abían traído un grand peso de o-ro / [Fol. 128 v., col. a] para quitar la donzella, veyéndola libre, pedieron merçed a Çipión que lo él quisiese tomar en galardón, diziendo ellos que ni por eso non farían ellos menos serbiçio. Çipión, veyendo la voluntad d’ellos, dixo que le plazía de lo reçebir e mandólo poner delante sus pies; e puesto, tomólo en la mano e dixo al mançebillo así:

   -Lutelios, además del dote que tú abías de aver del padre d’esta donzella en tu casamiento, toma este oro que yo te dó para con ello.

   E con grandes loores lo reçebió. E se fue con su esposa alabando a Çipión fasta el çielo. E dende a poco tienpo, con mil D omes de pie e de caballo, de parientes e de amigos suyos e de su muger, vino al serbiçio de Çipión.

   E por esta causa fue mucho loado e querido en muchos logares d’España que primero no lo desaban serbir. E Çipión levó una aventaja entre los capitanes de Roma: que tantas gentes ganó por dones e por vondades e por buenos avisamientos como por armas.

   E con esta presa enbió Çipión a Roma Abelio, el thesorero, en una galea, en que lebava preso a Magón, hermano de Aníbal, e XV senadores de Cartago, que fueron presos en las batallas susodichas.

  

   Título de cómo Quinçio Fabio Máximo çercó e tomó a Taranto e de las palabras que Aníbal dixo por ello

   Quinçio Fabio çercó a Taranto e fue vendida por un caballero de Aníbal, que estaba dentro porque era enamorado de una donzella romana e dio logar a las escalas por do se entró toda la çibdad. Esto trató Quinçio Fabio por su sotil engenio mucho maravillosamente. XXX mil personas sierbas e LXX mil pesos do oro tomaron; e tomaron allí unas imágines de oro, figura de dioses sañudos, como si peleasen unos con otros. E preguntó el notario a Quinçio Fabio que qué faría d’ellas. Él di-xo [col. b] así:

   -Estas son figuras de dioses sañudos e mando que se finquen con los de la çibdad, ca bien pareçe que la saña que tenían contra ellos que la mostraron.

   E quando Aníbal sopo que Quinçio Fabio avía ganado por sus artes, dixo:

   -Agora tienen los romanos a otro Aníbal consigo, ca por aquella arte que [a] ellos ganamos a Tarento la avemos perdido.

   

   Título de la quinçe vatalla avida en España entre Çipión e Asdrúbal en ribera de Ebro, donde Çipión fue vençedor

   Çipión, después de todo esto, adereçó sus gentes e fuese a buscar a Asdrúbal, hermano de Aníbal, por la ribera de Ebro e juntáronse en vatallas, sus escuadras hordenadas e sus vanderas desplegadas. E después de ser mucho profiada, andado los dichos capitanes esforçando e caudillando sus gentes, (e) al fin Asdrúbal e los africanos fueron vençidos e muertos muchos d’ellos e presos dos mil peones e II mil de caballo; e los que eran de África mandólos vender todos e los que eran de España que se fuesen libres a sus casas.

   E luego, como esto fue fecho, todos estos que Çipión soltó e otros que con él andan e otros que se a él venieron, que eran españoles, veniéronse a Çipión e llamáronle rey. E Çipión, quando esto oyó, mandóles que callasen, que asaz era llamarle su caudillo e su gobernador, ca el nonbre real era mucho grande, otrosí era un nonbre muy avorreçido de los romanos e cosa que ellos non podrían çofrir, mas que les rogaba que, si ellos entendían qu’él avía coraçón de rey, que ellos lo tobiesen por tal secretamente. E en esto entendieron los d’España el grand coraçón de Çipión, que menospreçiaba el nonbre de rey, el qual todos deseaban, espeçialmente los que podían.

 

   Título de la nobleza que Çipión fizo contra un mançebo, que era de linaje de reyes, de los que fueron en África

   Entre los africanos fue fallado que se vendía un mançebillo de linaje de reyes e fue traído delante Çipión, el qual le preguntó que de dónde era e de qué linaje e cómo era venido allí a aquella vatalla, seyendo tan moço de días. El moço respondió que era numidiano e que non avía padre e que lo avía criado un su tío, hermano de su madre, el qual estaba con Galaz, rey de los numidianos, e que poco tienpo era qu’él era venido de África con el rey Masimisa, su tío, que era venido con grandes gentes en España en ayuda de los de Cartago; e que fasta aquel día él no avía seido en vatalla porque su tío gelo avía vedado e que esta vez él se avía venido calladamente. E Çipión le preguntó si le placería i[r]se (420) a su tío e el moço con plazer començó a llorar e dixo que le plazería mucho d’ello. Estonçes Çipión le dio un caballo bien apostado e le dio omes de caballo que lo levasen donde a él ploguiese.

  

   Título de cómo mataron a Marco Marçello e a Quinçio Trespinos, cónsules romanos, los numidianos de África

   Estando los cónsules Marco Marçello e Trispinos con sus gentes en frontera de Aníbal, fuendo con CCL de caballo a ver una montaña que estaba entre las huestes romanas e la de Aníbal, (e) allí los saltearon una rota de los numidianos que andaban con Aníbal. E mataron luego a Marco Marçelo e ferieron a Trespinos de feridas que morió a cabo de XX días que allí ovo este Quinçio Trispinus. E fueron poco llorado(o)s e mucho menos dolidos porque tan sin seso e mal recaudo fueron [a] tomar la muerte, dexando todas sus gentes e yendo solos, poniendo en tanta mengua a la cosa pública.

  

   Título de la XVI vatalla avida entre romanos e cartagineses e de la muerte de As-drúbal, [col. b] hermano de Aníbal

   Aníbal, sopiendo cómo Çipión señoreaba mucho e non viendo reparo para ello e veyéndose solo por Magón, su hermano, ser en Roma preso, escrevió Asdrúbal, su hermano, que con la más gente que podiese veniese a Italia, porque así conplía a d’anbos a dos. E con estas nuebas Asdrúbal se partió de la çerca de Plaçençia, donde él tenía su sitio, e con mucha gente se mobió camino de Italia e escrevió a su hermano cómo se iba prestamente. E este mensajero fue tomado e luego enbió estas cartas Quinçio Fabio a Claudio Nero, el cónsul, que estaba puestas sus tiendas çerca de Aníbal. E dezían los mensajeros que Asdrúbal venía por pelear con el cónsul Marco Livio. Entonçe dixo Claudio que por çierto el caso de la cosa pública non es en tal estado que cada uno pueda por consejo ordenado con la ueste que era a él dada por el Senado:

   -Por ende, conbiene catar artes e maneras.

   E luego el cónsul Marco Claudio Nero escogió de su gente fasta VI mil omes armados e mil de caballo e fizo fama en su hueste que él quería ir sobre una çibdad de tierra de Luca e mandó que todos los otros estobiesen quedos en su real; e luego, de noche, partió a más andar para donde estaba el otro cónsul, su conpañero. E como Claudio fue çerca del dicho cónsul, descobrió el fecho a sus caballeros, diziendo:

   -Por çierto yo cuido mis caballeros, que vos traigo a buena enpresa adonde podades aver vitoria, ca maguer mi conpañero, el cónsul, podrá estar en salvo e bien aconpañado para fazer esta vatalla, enpero toda la honra será dada a los otros; e así que yo faré que persona non sepa cosa fasta el día que nos ayamos de conbatir.

   E luego lo fizo saber al o-tro / [Fol. 129 v., col. a] cónsul e cómo le pareçía que devía fazer. El otro cónsul fue mucho alegre de su venida e fue ordenado que entrase de noche en el real. E apartáronse en uno por non se fazer mayor alargamiento, reçebiendo los unos a los otros en sus tiendas. E estos reales estaban acerca de Sena. E ordenaban que la vatalla non se diese fasta que la gente e caballeros reposasen del trabaxo del luengo camino; pero Claudio dixo que non curasen de su repos[o] (421) e que non diesen espaçio al su enemigo para que se juntasen con su hermano Aníbal, si no que después querrían e non podrían, quánto más qu’él dexaba toda su hueste frontera de Aníbal e que avía menester tornar saber d’ellos.

   E como Asdrúbal otro día salió con sus vatallas hordenadas para dar vatalla al cónsul e vio tanta gente de la otra parte, fizo señal a se retraer e por eso ese día non pelearon. E a la noche fizo espiar quántas tronpetas tenía en el real de los romanos. Dixiéronle que dos e luego él entendió qu’el otro cónsul era allí venido; e de noche partió de allí, pero fuéronle otro día los cónsules en el alcançe. E como vio Asdrúbal que non podía irse a su hermano Aníbal, que estaba a dos jornadas de allí, sin pelear, ordenadas sus vatallas e sus vanderas desplegadas, fue escalentada la vatalla; e después de mucho ferida, fueron vençidos los africanos e muerto Asdrúbal e todos los más de los suyos. E morieron en esta vatalla más que en otra ninguna fasta estonçes, ca morieron LVI mil omes e fueron presos CD omes. La presa fue mucho grande del aver e fueron III mil presioneros sueltos, que traían presos, romanos. E otro día dixieron que çierta gente de gaulos iban fuyendo de aquella vata-lla [col. b] e que sería bien que fuesen tras ellos; e díxoles el cónsul que los dexasen ir, que bueno era que escapasen algunos para ser testigos del destruimiento suyo.

   E tornándose a sus gentes, fizo echar la cabeça de Asdrúbal en el real de su hermano e soltó algunos presioneros por que gelo contasen todo aquel desbarato. E Aníbal, vista la cabeça de su hermano, luego la conoçió e dixo esforçando su coraçón, alçando su cara lo más que pudo, ca ya veía él bien quál hera la fortuna de Cartago. E tomó sus gentes que tenía derramadas e fuese a tierra de Bruçia, mostrándose tan esforçado como si por él fuera la vitoria.

   

   Título de las palabras que dize Titus Livis sobre el esfuerço e fechos de Aníbal, el guerrero

   En este logar dize Tito Libio, que escrebió las estorias romanas: «Por çierto yo no sabría contar ni dezir de Aníbal si fue mejor caballero e se mostró más esforçado quando la fortuna lo ayudaba o quando fue contra él, ca este fue un prínçipe que XVI años estobo en la tierra de los enemigos, muy lexos de su tierra, en las quales guerras pasó muchas fortunas e truxo grandes huestes, non solamente de gentes de su tierra, mas aun ayuntamientos de jentes de muchas naçiones, las quales non avían ley ni costunbre ni lenguaje común, antes heran gentes que avían ávitos estraños de vestiduras e otras armas e otras costunbres e otros sacrefiçios, e aun por poco que non avían otros dioses. E con todo esto, el dicho prínçipe Aníbal lo sopo así ordenar, que nunca entre ellos ni contra su prínçipe fueron fuera de obediençia ni entre ellos ovo escándalo ninguno, como quiera que muchas vezes les falleçieron las gajas ser pagados e las vituallas e las caballañalas en el canpo de los // [Fol. 130 r., col. a] enemigos, lo qual non fue en la guerra primera, que avía seido en el tienpo de Amúlcar, su padre, ca por falleçimiento de gajas e de biandas muchas cosas feas acaeçieron en su hueste. Otrosí, avemos mucho a notar la grandeza de Aníbal, ca después de la muerte de Asdrúbal, su hermano, e del destruimiento de su hueste, el qual estaba so esperança de aver vitoria, maguer se partió de Italia, él se puso en las postrimeras partidas de tierra de Bruçia, en manera que ninguno pudo entender qu’él se retrayese con vençimiento. Otrosí, él gobernaba su gente muy sabiamente, ca él non avía ningund acorro de viandas de ninguna partida del mundo, salvo de aquella tierra de Bruçia, donde él estaba, que eran pocos cartagineses».

   

   Título de la XVII vatalla, donde Çipión vençió a Derbal Gisco

   Los que estonçes estaban en España en algunas cosas pareçieron aver tal fortuna como los de Cartago en Italia (422) e fueron vençidos de los romanos e perdieron su caudillo e fueron desbaratados e corridos e ençerrados fasta en fin del mar Oçéano. Asdrúbal, fijo de Giscón, quedó por caudillo de los africanos en España.

   En este tienpo enbió Çepión cartas a Colque, un Prínçipe grande d’España que reinaba sobre XXXII villas grandes e pequeñas, que le enbiase la gente que le tenía prometida para pelear contra Asdrúbal e Magón, hermano de Aníbal, que era suelto de la presión por otros presioneros que tenía Aníbal. E ovieron su vatalla e Çipión fue vençedor; e Asdrúbal retráxose a Cáliz. E Masimisa, que era con Asdrúbal, ovo sus fablas con Çipión secretas qu’él pasaría en África e faría pasar muchas gentes en fa-bor [col. b] de los romanos. E así lo fizo.

   

   Título de cómo fueron echados de toda España todos los africanos por Çipión

   En el XIV año de la guerra entre Roma e Aníbal e en el V año que Çipión era caudillo de la guerra d’España, fueron echados los africanos de toda España. E por él acabada esta guerra d’España, pensaba Çipión cómo podiese pasar a la conquista de África. E pensó para esto tentar las voluntades de los reyes de aquella tierra prinçipalmente. Luego enbió sus mensajeros al rey Afaz e a Claudio le dio, pero el Rey quiso ver primeramente la faz de Çipión. E tomada su fe para la venida de Çipión, tornóse a él. E luego Çipión, como quier que oviese peligro, entró en dos galeas e fuese ver con el dicho Rey; e como quisiese entrar en el puerto, acaeçió que Asdrúbal Giscón estaba con VII galeas, que era venido fuyendo de España, e quisiera dar en las dos galeas, salvo que primero las otras entraron en el puerto. E por non fazer enojo al rey Çifaz estóbose quedo e, como Çipión salió en tierra, fuéronse. E Asdrúbal enbió al rey Çifaz e él los fizo fablar en uno e los conbidó a comer consigo e dormieron en una cama. E al fin, el Rey e Çipión concluyeron su fabla e Çipión tornóse a España.

   

   Título de la grande destruiçión de Lérida e de Cantabria e de grand destruiçión que en ellas fizieron por non se dar a l[a]s (423) penas de los romanos, matando sus mugeres e fijos ellos mesmos

   Tornando Çipión en España, conbatió a Lérida e destruyóla por aver d’ellos vengança de las rebelaçiones fechas e porque aví-an / [Fol. 130 v., col. a] entregado los romanos que allí eran a los enemigos; e diósele después el castillo de Anpuries. E tornóse a Cartagena, adonde fizo un grand torneo donde se venieron a conbatir muchos nobles d’España por probar sus cuerpos e ganar honra e prez. De allí enbió sus mariscales sobre una çibdad que se llamaba Cantabrian, que es cabe Loviñoña, e porque ella avía seido mucho contraria a los romanos e heran gentes que avían fecho todo mal que podieron e estaban ya desperados de aver perdón, (e) por esto fue entre ellos hordenado de fazer un fuego; e fiziéronlo en la plaça e echaron allí todos sus averes e mugeres e fijos e toda persona que non era para tomar armas. E esto fecho, salieron a la vatalla e, peleando mucho reziamente, todos morieron en armas. E fue quemada toda la çibdad, dando ellos el fuego antes que saliesen, por que ninguno d’ellos non fallase a dónde tornar.

   

   Título de cómo Çipión adoleçió e, guarido, vençió a los españoles que se le alçaron e los tornó a sí

   En esta sazón, adoleçió Çipión e fízose fama que era muerto. E alçáronse muchos de los suyos a fazer muchas rebelaçiones e feziéronse algunos capitanes, espeçialmente Mandóbulus e Indíbulos, que eran dos capitanes españoles. E fue contra ellos e vençiólos Çipión e tornaron a su obediençia. E mató a los rebolvedores e perdonó a los otros; espeçialmente perdonó a estos dos hermanos Indébulis e Mandóbulis, porque lo avían serbido bien. E de allí se vio en Cáliz con el rey Masimisa, el qual le rendió muchas graçias [col. b] por el sobrino que le avía soltado e quedó de conçierto con él para en África. E dando la fe, se partieron.

   Sosegada así (a) toda España por Çipión, se tornó en Roma e fue oído en el tenplo de Bronica por los padres; e allí contó todos los fechos e vatallas e cosas en qué término eran. E fue tentado si sería reçebido en triunfo, porque non se fazía sinon a los cónsules e él non avía seido cónsul; pero acatando su nobleza e fechos, fue luego ordenado que con triunfo entrase e, entrado, fue fecho cónsul por non tomar costunbre nueba en los triunfos.

   

   Título de cómo la conquista de África fue dada a Çipión e de cómo pasó en ella con sus gentes e de los grandes fechos que fizo en ella

   Como África fuese asinada a Çipión, teniendo que ya Çipión non podía estar contento de ninguna pequeña gloria, ca non le era dada África por probinçia para guerrear mas para determinar la guerra a finar por sienpre, que ya para esto lo avían fecho cónsul, e esto él non podía fazer sin levar su ueste en África, (e) por esto, dibersas opiniones se levantaron entre el Senado e el pueblo romano, porqu’el Senado dezía que non era razonable ni segura cosa, estando Aníbal atendalado e non vençido en tierra de Roma, adonde aún las orejas del pueblo de Roma estaban llenas de las vozes que los africanos dieron adentro de los muros poco tienpo avía, quando delante d’ella puso Aníbal sus vatallas, e que una vez Çipión se conbatiese e guerrease por lançar aquél fuera de Italia e después pasase en África; e Çipión dezía que antes se podía sacar guerreando África que non peleando (424) // [Fol. 131 r., col. a] e guerreando con él, quánto más veyendo ellos las buenas dichas que avía avido e otras muchas profías. Pero al cabo fue determinado que la guerra se feziese África.

   E Çipión e Lelio, cónsules de nuebo criados, pasaron con su flota a África e arribaron a la çibdad de Ipona; e de allí este Lelio corría e robaba toda la tierra en torno de Cartago, ca aún Çipión era en Çeçillia e aparejaba para venir allí. E allí vino el rey Masimisa con mucha gente e dixo a Lelio, cónsul, que se marabillava cómo Çipión tanto tardaba e que le enbiase que veniese [a] tomar aquella tierra, que estaba casi vençida, e que le escrebiese que non se fiase del rey Çifaz en ninguna manera, ca sopiese que era omne mobedizo e de poca costançia e, así mesmo, dixo a Lelio que se non allegase mucho a Cartago con tan poca gente como él traía en la flota. E tomándole Lelio el consejo, con su flota se pasó en Seçillia e contó a Çipión lo que Masimisa le dixo.

  

   Título de cómo el rey Çifaz fue casado e aliado con los de Cartago e de sus fechos

   Los de Cartago ya temían mucho la pasada de Çipión en África e fue tratado casamiento de la fija de Asdrúbal Giscón con el rey Çifaz de Numidia por lo atraer a sí. E con esto, el rey Çifaz enbió dezir a Çipión esto que avía hecho con los de Cartago e que le rogaba que non pasase en África, ca él no podía escusar de los ayudar, e que fiziese la guerra a Aníbal e a los que con él estaban en Italia e que en aquello él no le destorbaría en lo de allá, ca en lo ál non podía es-cusar [col. b] de defender la tierra donde naçiera ni a su muger e fijos; e que así se lo fazía saber por la fe que dada le tenía e que, si en aquélla non veniese, qu’él faría mucho por non ser con la una parte ni con la otra.

   E avido Çipión el mensajero, desimuló el fecho, pero veyendo que no lo podía encobrir e que si lo fiziese sería grand peligro, ca la verdad quanto la más cuida omne encobrir más se manifiesta, por ende, llamó a sus caballeros e dioles a entender que los reyes Masimisa e Çifaz le avían escrito que apresurasen su pasada, por que por dilaçión del tienpo los que con él eran no sopiesen este fecho del rey Çifaz. En cada ligión de l[a]s (425) que Çipión fizo ovo VI mil CC peones e CCC de caballo. E Çipión pasó a África e unos dizen que pasó XXX mil omes de pie e de caballo e otros que más e otros que menos, pero dize Sitilius, que fue un estoriador, que fueron tantos que quando daban todos una grita una flota, que eran XL galeas e CD nabes, que las aves que iban por el çielo bolando caían a tierra. E fizo desenbarcar esta flota en una peña que dezían Buen Acogimiento, que es en África, por lo qual toda la tierra fue puesta en grande escándalo e temor.

   Los de Cartago enbiaron D de caballo a devisar la ribera e topáronse con çiertas gentes de Çipión que avían salido a forraje e fueron vençidos los de Cartago e muerto Anón el Mançebo, que era ome mucho esforçado entre ellos.

   

   Título de cómo Çipión e Masimisa vençieron al rey Çifaz e Asdrúbal

   Continuándose la guerra en África, Çipión dio gentes al rey Masimisa que corriese a Cartago e él quedó en çiertas celadas, el qual las sacó las gentes de la çibdad, poco a poco, fasta las çeladas que estaban en las tiendas donde estaba Çipión. E como la çelada se descobrió, Masimisa tornó sobre ellos e fue la / [Fol. 131 v., col. a] vatalla fuerte e braba. E allí morió Anón, padre de Anón el (426) Mançebo, e fasta mil omes de los suyos e, de los de Cartago, fasta dos mil omnes, que los CC eran nobles omes de Cartago en linaje e riquezas. Cipión çercó a Utica, que estaba çerca de Cartago, e luego venieron allí el rey Çifaz e Asdrúbal, su suegro, con mucha gente. E Asdrúbal juntó XXXIV mil omes a pie e III mil de caballo e el rey Çifaz truxo L mil de pie e X mil de caballo. E fuéronse todos alojar çerca de Çipión e çerca de Utica, donde Çipión avía estado XL días en la çerca de aquella çibdad.

 

   Título de la XVIII vatalla avida en África entre los romanos e cartagineses

   En la guerra de Roma e de África fueron mobidos tratos por algunos medianeros que los romanos se partiesen de la guerra de África e los cartagineses de la de Italia. E Çipión, ablandeçiendo en esto, por saber el ardit del real de los de Cartago e fuendo los mensajeros e veniendo, espiaron el real de Asdrúbal e del rey Çifaz, su yerno, e vieron cómo tenían su real fecho con choças de paja e de madera e mal ordenadas. E por mejor ver esto, enbió Çipión omes del su consejo desemejados, que iban como serbientes. E todo avisado, dieron repudio a los tratos de parte de los de Roma e de los de Cartago.

   Fechas tornar las treguas por Çipión, él fizo poner fuego a l[a]s (427) choças e real de los africanos. Masimisa fue en la delantera con cierta gente e puso fuego por todas partes al real de los enemigos e la hueste de Çipión dio sobre ellos. E fueron desbaratados con el fuego los africanos e fueron, entre muertos e quemados, XL mil personas. El rey Çifaz e Asdrúbal Gis-cón [col. b] escaparon fuyendo con II mil peones e con quinientos de caballo. E, así, aquellas dos huestes en una ora fueron desbaratadas e perdidas; e fueron IV mil presos e muchos nobles de Cartago e XI senadores e CLXX vanderas de caball[er]os e, de los del rey Çifaz, II mil DCC caballeros ginetes más VI elefantes e morieron VIII en el fuego e por fierro. Asdrúbal fuyó a Cartago, Çifaz a una grand fortaleza a VIII mil [pasos] de allí. E otra vez tornaron a se arreazer e tornaron a otra vatalla, que se fizo en los canpos Magis. E fueron desbaratados los de Cartago; e Çipión enbió al cónsul Lelius e a Masimisa en el alcançe de Asdrúbal e del rey Çifaz e fezieron grand daño en ellos.

   En este tienpo enbiaron los de Cartago a la su flota que fuese [a] pelear con la de los romanos, que estaban descudados en un puerto, e desbaratáronlos e tomaron seis naos e leváronlas a Cartago.

  

   Título de cómo fue XIX vatalla en África e cómo fueron vençidos los cartagineses e cómo fue preso el rey Çifaz e tomó Masimisa a la Reina, su muger, e ca[sa]do (428) con [e]lla, se mató ella con yerbas

   En este tienpo Lilios, Condestable de Çipión, e Masimisa venieron a tierra de Numidia. E el rey Çifaz tornó ayuntar gentes e el mayor poder que pudo para pelear con ellos. E juntadas las uestes de cada parte e andando regalando sus vatallas el rey Çifaz e amonestando a los suyos que quisiesen aver vergüença, de una parte a otra feriéronle el caballo e cayó con él. E fue preso e traído a los capitanes, de lo qual ovieron mucho plazer, espeçialmente el rey Masimisa. E en aquella vatalla non fue tanta la mortandad quanta fue la vitoria, ca de los numidianos morieron fasta V mil e II mil [fueron] presos.

   E de allí se fue Masimisa al reino de Numidia e, non fallando defensa por // [Fol. 132 r., col. a] la presión del rey Çifaz, que lebava consigo, (e) entró en su palaçio e tomó la Reina, su muger, fija de Asdrúbal Giscón, que era moça asaz e mucho fermosa. E ella se echó a sus pies llorando e mucho omilmente le rogó que non le diese en poder de ningund romano, lo qual él le prometió e juró; e después pensó que non lo podía conplir si non la tomase por muger e, así, que la defendería. E enamorado d’ella, fizo sus bodas onradas e la puso en su palaçio real, que la amaba más que a sí.

   En esto, vino allí Lelio, Condestable de Çipión, e, oviendo aquel fecho por desonesto, quísola tomar para la enbiar a Çipión con el rey Çifaz, su marido. E tantos fueron los ruegos de Masimisa que la ovo de dexar fasta que Çipión lo sopiese por non ensañar a Masimisa, porque con él cobraban muchas tierras e gentes.

   

   Título de cómo el rey Çifaz fue traído delante de Çipión

   Después fue traído el rey Çifaz delante Çipión, el qual lo reçibió graçiosamente. E allí le preguntó Çipión que por qué le faltara la fe e amistad que l[e] (429) prometiera. El Rey, conoçiendo su yerro por la muger, que avía seido fuegos e llamas que avían enbrasado su palaçio real e cómo era venido a manos del mayor enemigo que avía, que era Masimisa, el qual tan inpúdicamente se avía juntado con su muger, e de lo qual mucho desplugo a Çipión. E dende a poco, llegaron allí Masimisa e Lelius, su Condestable, e Çipión los reçebió muy graçiosamente. E después Çipión tomó por la mano al dicho Masimisa e levólo consigo a una su cámara secreta y díxole así:

   -Masimisa, -dixo él- yo creo que por algund bien e algunas virtudes que tú viste en mí te mobieron al comienço que venieses a mi conpañía en España e posieses co[n]migo tus amistades; eso mesmo después que me viste en África. E, por çierto, [col. b] yo non siento en mí ninguna virtud, por la qual tú me podieses amar, como es por la castidad e el tenplamiento que en mí ha del tenplamiento de los deleites de la carne, en la qual, por çierto, yo tomo mayor plazer que en todas las otras. E por çierto, Masimisa, a mí plazería mucho que sobre todas las otras virtudes que en ti ha ayuntases ésta, ca la nuestra hedad [es] de caballería e en el fecho e peligro de las armas, qu’esta es la más peligrosa, que sienpre anda en torno de otros; e por çierto, el que con vondad vençe su carne se puede alabar más que nosotros en vençer al rey Çifaz. Por çierto, Masimisa, las cosas que tú as fecho yo las he alabado e alabo en tu ausençia, pero las que tú as fecho yo quiero que tú las pienses e tú las leas contigo solo, que non te las yo diga, ca só çierto que tú abrás dende grand vergüeña. E non ha duda ninguna qu’el rey Çifaz á seido vençido e preso por el poderío e buena ventura de Roma e non ay duda ninguna que él ni su muger e su reino e sus tierras e vasallos e todas las cosas a él e a ellos tocantes son presa del pueblo romano e, por ende, conbiene e es forçado qu’el rey Çifaz e su muger, e puesto que ella non fuese naçid[a] (430) en Cartago ni que nos oviésemos a su padre, Asdrúbal, aver seido caudillo de los nuestros enemigos, aun con todo eso, conbiene qu’el rey Çifaz e su muger sean enbiados a Roma, a fin qu’el Senado e el pueblo romano lo juzguen e ordenen como fuer su voluntad e non digan «una muger nos fizo perder un rey e arredrado de nuestra conpañía». E, por ende, / [Fol. 132 v., col. a] Masimisa, te ruego que tú venças tu coraçón e non pierdas tantos bienes como ha en ti por un solo pecado ni dexes tantos bienes como has, pero debes aver una tal culpa.

 

   Título de cómo Masimisa mató a la Reina, su muger, porque gela mandaba dexar Çipión

   Quando el rey Masimisa oyó estas palabras que le dixo Çipión, toda la color se le mudó e veniéronle las lágrimas a los ojos e dixo qu’él estaba en su poder e que le conbenía fazer su voluntad, pero que le rogaba qu’él quisiese remediar a la su loca promesa en quanto él podiese. E él avía jurado e prometido a la reina Siplonisa [nunca ser] en poder de ningund omne del mundo, espeçialmente del pueblo romano.

   E esto dicho, el rey Masimisa se fue muy turbado en su coraçón e metióse en su tienda e mandó salir todos los que allí estaban; e començó a sospirar e jemir desciaturadamente, en manera que todos lo oían los que estaban fuera. E después de pensado una hora, dio un grand sospiro e fizo llamar uno de sus sierbos secretos de quien se fiava, que guardaba las ponçoñas que los reyes e grandes omes de aquel tienpo solían traer consigo para morir o matar con ellas a tienpo de neçesidad, por non padeçer mayores penas, e mandógela[s] tenplar e fazer d’ellas un bevedizo. E mandógelo levar a la reina Sifolifazas, su muger, e que le dixiese que lo veviese e que le dixiese que por çierto él le guardara lo que le juró e prometió, así como marido a su muger, si él podiese, mas aquellos que avían sobre él poder le avían quitado el alvedrío qu’él cuidaba que avía para lo poder hazer, enpero el segundo prometimiento que le avía fecho, es a saber, que nunya la entregaría al poder de los romanos, qu’él lo guardaría, pero que le rogaba que ella considerase e parase mi-entes [col. b] cómo era natural de Cartago, fija de Asdrúbal e muger de dos reyes numidianos e, por por ende, que ordenase de sí cómo non veniese a poder de romanos.

   E este mensajero traxo el bebedizo a Sifonisa e, quando ella lo vio, ella tomó el vaso e dixo estas palabras:

   -Yo tomo -dixo ella- estos dones de mi esposo e, por çierto, no me pesa con ellos, pues qu’el don es tan grande que mi marido non puede dar mayor a su muger, que es muerte. Enpero tú le dirás así al que me lo enbía: que mejor fuera a mí non aver sido casada para morir por ello.

   E non dixo más palabras, mas tomó el vebedizo en su vaso e vebiólo todo sin fazer ningund senblante de miedo e así morió.

    

   Título de cómo a Çipión pesó de (l)lo que Masimisa fizo e cómo lo confortó sobre ello

   Quando Çipión sopo la tal muerte, ovo reçelo qué faría Masimisa, al peor desesperando, e fuese para él con todos los mejores de su hueste e púsolo en todos los conortes que pudo con dádibas e promesas; e llamólo rey, que fasta allí non lo avía fecho. E así lo sacó de todo mal pensamiento e animó así.

 

   Título de cómo los cartagineses enbiaron sus enbaxadores a Çipión a demandar la paz e de la respuesta que les él dio

   Los de Cartago estaban alegres por el vençimiento e toma de las naos e mucho esforçados porqu’el rey Çifaz los faboreçía e porque Aníbal entendían que venería con poderosa gente. E quando vieron la presión e desbarato del rey Çifaz, veyéndose per-didos, // [Fol. 133 r., col. a] non sopieron a qué se tornar, pues estaban casi çercados e de Aníbal non sabían. Enbiaron por enbaxadores XXX de los más viejos e mejores a demandar la paz a Çipión e, quando llegaron al real de los romanos, a la tienda de Çipión, echados de rostros en el suelo, con omildosas palabras le demandaron la paz, solamente como la él quisiese dar, conoçiendo todos sus herrores e encargando la culpa d’esta guerra Aníbal. E otrosí dezían que los romanos demandaban el señorío de los enemigos bençidos e non el destruimiento d’ellos, segund lo ovieran fasta allí, e que ellos estaban prestos e aparejados de serbir a los romanos con grande obediençia e que ellos les mandasen lo que por bien tobiesen.

   Çipión les respondió qu’él por esta razón era venido en África: por aver e ganar vitoria, mas non por tratar ni buscar paz, e que por esto le avían dado grande esperança las buenas venturas qu’él avía avido en las vatallas qu’él fuera vençedor e los nobles fechos caballerosos de la guerra qu’él avía avido; enpero que, como quier que dadas fuesen las graçias a los dioses non mortales, él oviese avido la vitoria e la tenía para adelante, así como la él pensaba, enpero (en) que él non quería reusar la buena paz, a fin que todas las gentes podiesen saber qu’el pueblo romano començaba e feneçía justamente sus vatallas e guerras.

   E, por ende, dixo Çipión que luego les quería dar e declarar las condiçiones de la paz, si voluntad lo avían, las quales eran éstas: primeramente, que les convenía, antes que ninguna otra cosa se tratase para guarda de la paz, que ellos tornasen e deliberasen todos los catibos e presioneros que tenían de los romanos; otrosí que ellos enbiasen luego e feziesen venir todas las sus gentes que fazían guerra en Italia e en Gaula; [col. b] otrosí que jamás ellos por ninguno otro non demandasen ninguna tierra ni señorío en España; otrosí que ellos se partiesen por sienpre de nunca demandar parte en ninguna isla que son entre Italia e África, las quales heran Seçilia e Çerdeña e Córçega, Mallorcas, Menorcas, Ibiça e otras islas menores; otrosí que ellos diesen e entregasen quantas galeas tenían, salvo que les quedasen XX; otrosí que pagasen al pueblo romano en moneda quanto a ellos pareçiese razonable, que fueron II mil cargas de plata; otrosí que les demandaba que pagasen luego a los caballeros e gentes que eran con él en la guerra las gajas dobladas.

   Dixo Çipión a los mensajeros de Cartago:

   -Amigos, idvos e aved vuestro consejo e, si vos plaze tal paz con estas condiçiones, yo vos dó e otorgo tres días de plazo para me responder e para vos avisar; e si vos plaze esta paz, vos fincaredes luego en treguas co[n]migo e enbiaredes vuestros mensajeros a Roma para concluir e feneçer todo esto, segund que yo vos lo he demandado e con estas mesmas condiçiones.

   Los de Cartago, oída la respuesta de Çipión, se tornaron para su çibdad. E considerando que non tenían tienpo para refusar ninguna condiçión d’éstas, otrosí por aver algund alongamiento para enbiar a Italia acuçiar a Aníbal que se veniese, luego acordaron de enbiar luego sus mensajeros a Italia e a Roma para demandar e afinar la paz; e enbiaron con ellos algunos presioneros que tenían por aver graçia con el Senado.

   En esta sazón llegó Lelio, Condestable de Çipión, en Roma con el rey Çifaz e otros muchos nobles omes de numidianos que fueron presos / [Fol. 133 v., col. a] en la vatalla e contó a los padres todos los fechos cómo avían pasado en todas cosas. E todo el Senado e el pueblo, con grande alegría, remetieron los fechos todos a Çipión para qu’él los delibrase como a él bien visto fuera.

   E así se tornaron los enbaxadores a Cartago.

  

   Título de la XX vatalla avida en Gaula entre los romanos e cartagineses e fueron vençedores los romanos

   Magón, hermano de Aníbal, que estaba en Gaula guerreando a los romanos, peleó con Quintilius Varo, pretor de Roma, e con Marco Cornelio, cónsul, en tierra de los gaulos. E fue Magón desbaratado e ferido en la pierna e retráxose a la ribera del mar e ayuntóse con los vejanos. E allí venieron los mensajeros de Cartago, que lo enbiaban a buscar e a llamar. E envarcado en las naos para se venir a Cartago, morió a par de Çerdeña de dolençia o de la ferida. Non se dize de qué, sinon que morió allí. E fueron después tomadas aquellas naos por los romanos.

   En este tienpo deliberó el cónsul Silvius, faziendo guerra en Toscana e Lonbardía, a su padre e a un su tío, que avían seido presos en la vatalla de Canas, e con ellos se tornó a Roma. E fiziéronle tornar su ofiçio de tribu[n]o con mucha honra e mató muchas gentes de las de Aníbal en aquella guerra, pero non se dize cómo.

   En este tienpo se perdieron muchas naos cargadas de vituallas en la costa de África, que benían al real de Çipión, e tomaron los de Cartago algunas d’ellas, quebrantando [col. b] las treguas que con Çipión avían puesto, por lo qual ovieran de morir sus enbaxadores en Roma, que non eran partidos, sinon que los delibraron los del Senado por misericordia e bondad.

 

   Título de cómo llegaron los mensajeros de Cartago Aníbal, que estaba in Italia, que se veniese acorrer sus tierras e que non las dexe perder e de las tristes palabras qu’él por ello dixo e de la su venida

   Los de Cartago, estando en el estrecho que estaban çercados e desesperados, segund dicho es, enantes de las condiçiones puestas con el dicho Çipión enbiaron sus mensajeros a Aníbal, diziendo estas palabras:

   -Non dexes perder la tu tierra por ganar la ajena; todas cosas dexadas, acorre a la çibdad de Cartago, que está en perdiçión.

   Aníbal, oída la mensajería de África de los de Cartago, dixo estas palabras doloridamente:

   -Los de Cartago, en XVI años que he hestado guerreando en tierra de Roma, non me enbiaron gentes ni dineros ni armas ni caballos ni otra probesión para mis gentes; agora mándanme que dexe las tierras de Roma, donde he yo avido muchas e nobles vitorias e esparçida tanta sangre de mis enemigos, e que dexe tierras e villas e castillos que ganados tengo e que me vaya, como ome vençido. Çiertamente, no me vençe Roma, sinon Cartago.

   E llegando con toda su gente al puerto de la mar, a todas sus gentes fizo allegar a sí, en las quales avía de VII generaçiones de dibersos lenguajes e armaduras e vestiduras, con las quales él se avía gobernado tan sabiamente que, aunque muchas vezes le falleçió el sueldo e la vitualla, nunca entre él e ellos ovo división alguna, e díxoles // [Fol. 134 r., col. a] estas palabras:

   -Amigos e parientes, agradéscovos el mucho serbiçio que fecho me avedes e porque mi partida es neçesaria quiero que sepades qu’el mi espíritu e carnes e sangre parten turbados d’esta tierra, como Luçifer quando dexó el Paraíso e entró en el infierno. E aquellos que co[n]migo quisierdes ir a defender las mis tierras de África sienpre bos será pagado e los que quedar quisierdes e ir a vuestras tierras quedad con la graçia del Criador, al [qual] yo vos encomiendo. E yo suelto esclavos e presioneros e omenajes e juramentos que fechos me tenedes.

   A las quales palabras todos comúnmente començaron a llorar e los más mejores todos enbarcaron con él.

   E nabegando con buen tienpo, arribó a las riberas de África, en el qual tienpo nunca la vista de los ojos quitó de mirar fazia tierra de Roma, dende él con grand tristeza partía. E llegando a vista de África, preguntó a los marineros que qué señales veían en la tierra, los quales le dixieron que beían una peña a manera de sepulcro, lo qual Aníbal non aviendo por buena señal, mandó que dexasen aquella entrada e pasasen más adelante. E fecho así por ellos, arribaron en tierra e, desenbarcando toda su gente, asentó su real a media legua [de] donde Çipión e los Roma estaban en su real atendalados.

  

   Título de cómo se ayuntaron Aníbal e Çipión entre sus reales anbos por catar alguna manera de paz, si la fallar podiesen, e de las razones que en uno obieron mirándose el uno al otro

   Otro día por la mañana Aníbal e Çipión se juntaron en un poyo, (e) estando en medio del real, anbos a dos por tratar alguna manera de paz, si fallar podiesen. E después que se asentaron e miraron sus caras e faziones, maravillándose anvos a dos el uno del otro e A-níbal [col. b] reconoçiendo la grand mejoría que Çipión tenía de muchas más gentes e de otras vitorias que avidas avía, començó su razón en esta manera e dixo así:

   -Çipión, pues así lo quisieron ordenar los fados e la ventura que yo, que fuey el primero que mobí esta guerra contra Roma, que ovi en mis manos tantas e tan nobles vitorias, oviese agora de mi voluntad a requerir e demandar a ti paz, por çierto a mí plaze d’ello, pues la suerte e ventura lo quiere e ordena que así lo faga. E por çierto, Çipión, entre todas las otras tus alabanças e vitorias e honras que as avido, non sería olvidado esto, que digan e escriban que Aníbal bino a ti humildosamente a demandar paz dentro en su tierra. E dirán que tú posiste fin a esta guerra, la qual es oy muy nonbrada e famada, e aún más son los daños e pérdidas que los romanos han avido que yo ni los míos. Mas de una cosa -dixo Aníbal- me marabillo mucho: que ansí las fadas e la fortuna ayan escarneçido mucho, que yo primeramente contra tu padre e contra tu tío, los Çipiones, seyendo cónsules, enbié mis parientes e mis armas, seyendo ellos prínçipes de las huestes de Roma, e desplegué mis vanderas e los maté e vençí e agora que vengo yo por humildad [a] requerir e demandar a ti, su fijo, estando desarmado, paz. Por çierto, mucho fuera bueno que los dioses soberanos ovieran dado tanta gloria a nuestros padres que ellos se tobieran por contentos del señorío de África, ca por çierto las islas de Çerdeña e de Seçillia non sean de tan grand valor por que por ellas nos ayamos sofrido tantas pérdidas e daños e que por ellas oviesen seido muertos tantos prínçipes e tantos caudillos e señores. Enpero -dixo Aníbal- cosas / [Fol. 134 v., col. a] pasadas más rebezes son de reprender que de emendar. E agora se fizo así que nos, [que] deseamos e codiçiamos las tierras ajenas, que nos conbiene guerrear por las nuestras propias.

   E dixo Aníbal:

   -Tales han seido estas guerras ca non solamente avemos nos guerreado en Italia e vosotros en África, (e) mas los romanos han visto las nuestras huestes delante sí desde los muros de Roma; otrosí, los de Cartago de sus torres oyeron e oyen el roído que se faze en las tiendas de los romanos. Tan çerca están d’ello. Enpero -dixo Aníbal- non vos fazemos aquello que muy mucho deviéramos esquibar e fuir e que vosotros debríades desear e querer. Es a saber: que en la vuestra mejor fortuna tratemos conbus[c]o paz; mas esto fazemos con nuestra neçesidad, a los quales cunple mucho que se faga la paz, e somos çiertos que qualquier cosa que nos ordenáremos todas nuestras çibdades lo abrán por firme e estable. E nos non avemos más menester, sinon qu’el coraçón que paz non quisiere que aquél non aya las saludes e consejos. En quanto por lo que a mí perteneçe e a mi hedad, a mí plaze d’ella. E véome viejo e agora he tornado a la tierra donde partí mançebillo e de pocos días. E las cosas contra(t)rias e fuertes que yo he sostenido me han tanto ensañado que, de aquí adelante, yo siga más la razón que la fortuna; mas yo he grand miedo, Çipión, que la tu mançebía e las tus buenas dichas que as avido que sean agora más fuertes para venir a esta paz de lo que a ti cunple, segund buen consejo, e que tú, al que la fortuna aún nunca ha engañado te fíes mucho en las aventuras non çiertas. E tú eres agora -dixo Aníbal- tal qual yo fui en otro tienpo en la vatalla de Cañas e en la de Transiniñe e en la de Trenbién, que vençí antes que oviese hedad conplida nin debida para ello e ove vitoria e honra. E por çierto tú comienças agora en la fortuna e aún non te engaña, que andas vengando la muerte de tu padre e de tu tío e cobras títulos de piedad e fortaleza qua-les [col. b] tú quieres e en las desaventuras de la nuestra tierra e de nuestra gente. E tú feçiste tanto que cobraste las Españas e echaste dende quatro gentes africanos con sus caudillos e prínçipes e después fueste criado cónsul en Roma. Quando los otros tus veçinos e parientes non tenían esfuerço para defender a Italia, tú te posiste a venir e pasar África, a do tú vençiste e quebrantaste dos poderosas huestes e quemaste sus tiendas e prendiste el poderoso rey Çifaz e ganaste e conquistaste muchas çibdades grandes e notables de su reino e otrosí nuestras; aún d[e]spués (431) d’esto, a mí, que diez e seis años acá estaba en posesión de Italia e echásteme dende. Por çierto, -dixo Aníbal- non ay duda que nuestros coraçones desean más vitoria que non paz e esto nos da esperança más grande, mas non más probechosa. La fortuna -dixo Aníbal- resplandeçió en mí muchas vezes, segund que agora faze en ti, mas tanto aprendí yo e conozco que, si los dioses e nuestras buenas andanças nos dieran discreçión, con buen entendimiento nos podiéramos avisar e guardarnos de las cosas, non tan solamente de las que acaeçen, mas aun de las que pueden acaeçer. E si tú quieres evidar todas las otras cosas, a lo menos yo solo te puedo ser enxienplo en todas las cosas de fortuna, la qual non ha mucho tienpo que tú lo podieras aver visto delante la tu çibdad de Roma, veyendo las vanderas desplegadas allí e puestas al viento e por pocas que non salían las mis gentes por ençima de los muros, e agora me vees tú amenguado de dos nobles hermanos que yo avía, es a saber, Asdrúbal e Magón, que eran dos prínçipes (e) ardides e fuertes, e vesme solo ante los muros de la mi çibdad, que está como çercada, rogando a ti por ella (lo qual) yo, el qual solía espantar la tu grand çibdad. E tú debes agora creer que ningund honbre nunca se debe fiar en ninguna fortuna, por grande que sea. Por çierto, Çipión, si nos das paz estando tus cosas afortuna[da]mente e a buen estado e las nuestras aquí abaxadas e vergoñosas e a vuestra requista, esto sin duda era a ti grand honra; e por ende, debes pensar e poner por çierto que mejor es paz çierta e segura que esperar vitoria dudosa, ca esto es en la // [Fol. 135 r., col. a] tu mano e lo ál es en las manos de los dioses. E por ende, el buen consejo que tú debes e puedes aver es que tú non pongas en el peligro de una sola ora la bienandança e buena ventura ganada por muchos años. E por el tu coraçón piénsalo: común en las batallas e[s] en la una parte estar tus fuerças e de la otra parte estar las fuerças de la fortuna [e] Mares, el dios de las vatallas, que ayuda a quien quiere e es común a todos e que de cada partida están allí las fadas umanales, que ninguna cosa que omne espera non responde menos la fortuna que en las vatallas, ni quieras tú tanto preçiar e gelo reteficar. Mas de la gloria (e) sería a ti en nos dar paz, ca en lo ál debes pensar, si el contrario te acaeçiere, quántas desabenturas abrías e cómo todas las honras que fasta aquí as ganado serían perdidas si el punto de una sola ora por el caso de la fortuna. Si tú nos das paz, Çipión, todas las cosas vienen a tu número e a tu poder con grand honra, mas, si por vatalla quieres que se libre, conbernía tomar aquella forma que los dioses darán. Entre todos los otros, enxienplo(s) de la buena fortuna puede ser a ti Auliuslius, el tu caudillo hermano, que pasó en esta tierra: si quando él hubo bitoria de buena ventura quisiera dar paz a nuestros padres, que gela demandaban, ovieran muy mucha buena ventura, mas, por quanto él non quiso poner en este fecho buena manera ni atenplamiento alguno ni reçebir la fortuna quando ella se ofreçía a él así, como muy alto e ensalçado, así quedó muy más vaxo, e más, con mayor daño. E por ende, yo sé muy bien que al que da e otorga la paz es dado e conbiene fazer las condiçiones, enpero, maguer que nosotros non seamos dinos de las nonbrar e poner, todavía nos plaze que todas aquellas tierras por do la guerra se levantó entre nos sean vuestras, es a saber, España e las islas [col. b] de Seçillia e de Çerdeña e todas las otras islas de la mar, doquier que sean, entre África e Italia, e que nos, los de Cartago, pues que así plugo a los dioses, quedemos ençerrados dentro de nuestros términos e ucamos a vosotros, los romanos, enseñorear e gobernar por mar e por tierra los inperios e señoríos estraños. Otrosí, no niego yo -dixo Aníbal- que este trato d’esta paz que demando non lo ayades vosotros por sospechoso, por quanto las treguas qu’el otro día se posieron entre Cartago e vosotros fuesen por nuestras gentes quebrantadas; mas, çierto, esto se debe bien guardar e asegurar que la paz sea bien firme e guardada, e espeçialmente por las gentes que la piden e requieren. Segund que yo entendí, vuestros padres de Roma e el vuestro Senado preçiaron poco firmar estas pazes, diziendo que Cartago les enbiara mensajeros de poca autoridad, por lo qual pareçió que iban más por esponer la tierra que non por tratar verdadera paz; mas agora -dixo- yo só Aníbal, que esta paz demando, e por çierto yo no la demandaría si yo no viese que era probechosa (432). Por aquél mesmo la guardaré e la defenderé sin la quebrantar e, ansí como la guerra, que por mí fue començada, yo la guardé e la sostobe fasta la fin, por la tal que d’ella ninguno non se arrepentiese, bien así faré yo, que la paz que yo mesmo trato conbusco la guardaré e faré guardar e porné sobre ello mi diligençia por la guardar e mantener por que ninguno de nos no se arrepienta.

 

   Título de la respuesta que dio Çipión Aníbal sobre no se fazer la paz e de cómo cada uno esforçaba a la su parte, encargándoles el fecho de la vatalla, diziendo ella ser cabo de toda la guerra / [Fol. 135 v., col. a] pasada e por venir, e de los probechos esperados a los vençedores e cómo Aníbal e los suyos fueron vençidos e muertos e presos muchos d’ellos

   Después que Aníbal ovo acabado su razón, Çipión respondió así. Dixo él:

   -Yo non pongo duda que por la tu venida en África los de Cartago quebrantaron las treguas que posieron co[n]migo e todas las otras condiçiones que yo les di por escrito que les conbenía otorgar, si ellos quisiesen la paz. Tú no fazes mençión d’ellos e fáblasme de las tierras de España e de las islas de Çerdeña e Çeçillia e otras que ha gran tienpo que ya son en nuestro poder. E por en[de], Aníbal, tú debes saber, así como tus çibdadanos de Cartago por la tu venida son tornados orgullosos e cuidan descargarse de las condiçiones que yo les demando por que oviesen paz, así, eso mesmo trabaxaré en quanto podiere que l[o] (433) que yo demande en nonbre de condiçiones que sea tenido e guardado, que non es razón que, por la su deslealtad que ellos fizieron en ronper las treguas, son tan agora mejoría en condiçiones algunos de vos, que aún oy non son ellos dinos que los sean otorgadas las primeras e agora vos ponedes en çiertas cosas, lo qual pareçe el engaño. Bien sabes tú, Aníbal, que vuestros primeros padres, por razón de Seçillia, ni nos agora, por razón de España, non mobimos guerra, antes, en el comienço de todo esto fue primeramente el mal que fezistes a nuestros aliados e amigos, los marbonos, e después la destruiçión que feçistes en nuestros amigos los de Çigüença, por lo qual nos ovimos a vestir nuestras armas piadosas e justas por los acorrer, [col. b] después que vosotros nos acometistes sin razón ni sin derecho; e tú lo confiesas e los dioses son d’ello testigos, que non dieron en aquella primera guerra término a fin bienaventurado e así farán en ésta. Quanto a las otras cosas que tú has dicho, yo quiero que tú sepas que a mí se me acuerda bien de la umana enfermedad, otrosí non me olvido ni pujo de las fuerças de la fortuna, otrosí yo sé bien que todas las cosas que nos fazemos son sometidas e subjetas a mil casos peligrosos e paréçeme, Aníbal, que los honbres podrán dezir que yo abría fecho como orgulloso e soberbio. Si antes que yo pasara en África venieras a mí de tu buena voluntad a me demandar tal paz e viera yo las tus huestes puestas en las (434), estonçes [non te] (435) la denegara; e bien así, todos agora me debrían tener por loco e por sandío veyendo todas tus huestes despedaçadas e tú veniendo en África medroso e espantado, [si] te otorgase yo agora la paz. E por ende, Aníbal, ya non soy costreñido por vergüença ninguna de te responder ál, mas yo te digo así: que tú cates las condiçiones que yo di el otro día a los mensajeros de Cartago, las quales son muchas, e si tú quieres en ellas entender en conpensaçión de las naos que nos tomaron tus gentes durando las treguas; otrosí, emendaredes la fuerça e la desonra que los de Cartago fezieron a mis mensajeros quando los enbié requerir que guardasen las treguas. E si estas cosas tú quieres considerar e otorgar, yo lo porné luego en consejo e te responderé e, si estas cosas que vos digo pareçen algu[n]d poco grabes, aparejadvos luego a la vatalla pues que la paz non podedes sofrir.

   Dichas estas razones, Aníbal e Çipión se partieron sin aver ninguna esperança de paz e cada // [Fol. 136 r., col. a] uno se fue para su hueste e dixiéronle que por demás avían de fablar esta razón, que por armas conbernía que este negoçio se partiese.

   E otro día de mañana, ordenadas sus vatallas de cada parte, (e) cada un caudillo amonestaba sus gentes en largo sermón, demostrándoles tanto fruto e probecho de la vitoria que vení[a] (436) e tanto daño de la pérdida e cómo aquel día se delibrava toda la guerra de entre Roma e Cartago e lo más de todo el mundo. Aníbal truxo aquel día en su vatalla LXXX elefantes, que nunca tantos fueron vistos en un día en vatalla, pero Çipión e los Reyes de Numidia, que con él eran, tenían muchas gentes más de caballo e de pie e estaban muy orgullosos por las bienandanças que avido avían en África. E conoçiendo aquella mejoría que avían comitido a Çipión con la paz, finalmente los africanos con su caudillo, Aníbal, fueron vençidos. E morieron en aquel día de los de Cartago e de los sus ayudadores XX mil onbres e otros tantos [fueron] presos e fueron tomados CXXXII vanderas de omne de hestado e XI elefantes bibos; e de los romanos morieron X mil onbres. Aníbal, con poca gente suya, fuyó a un logar dicho Esidrobed e l[os] (437) de Cartago, fecha esta vatalla, enbiaron por Aníbal e vino a Cartago e a cabo de XIX años que avía partido, quando dende partió moço. E dixo que avía vençido por vatalla e por guerra todos tienpos fasta aquella ora mala que en África tornara. E Aníbal dixo a los de Cartago que les demandaba consejo, que otra salud non les veía sinon demandar la paz por qualquier manera que gela diesen, la qual con [col. b] Çipión trataron e quedaron despojados de naos e de oro e de plata e sobjetos del pueblo romano. E así tornó Çipión en Roma en mayor triunfo que nunca ninguno en ella entró.

  

   Título de las decaídas e muertes d’estos nobles capitanes Aníbal e Çipión e de las virtudes y noblezas e condiçiones que se fallan de aversidades entre sus condiçiones e avenimientos entre ellos

   La fortuna, que no sabe estar queda en un ser, ordenó que Çipión, que tantos serbiçios fizo a Roma, porque a la su sazón non fallaban sino d’él, fue desterrado de la çibdad de Roma por inbidia o por otra qualquier razón non debida, por manera que murió en el año que eran cónsules Marco Claudio, mançebo que afrevió en un castillo que se llamaba Betania; con mucho trabajo feneçió miserablemente su vida.

   Aníbal, Enperador de África, a poco tienpo después de la dicha subjeçion de Cartago, los romanos enbiaron a la dicha çibdad que les enbiase a Aníbal con çiertas naos e gente para fazer guerra en algunas partidas donde abían sus conquistas. E enbiado el dicho Aníbal con su flota e gente, non podiendo ál fazer e nabegando por la mar, Aníbal, considerando en su coraçón los grandes fechos e vitorias qu’él avía avido contra los romanos, ordenó en su coraçón de non ir a los serbir; sin lo fazer saber a su flota e gente, mandó al maestre de su nao que trocase la vía de noche e fuese al reino de Bequenia, que era en cabo del mundo, e, por que allí non lo fallasen los romanos, vebió yerbas enponçoñadas, por donde morió lue-go. / [Fol. 136 v., col. a] E así feneçió su vida afortunada postremería.

  

   Título de lo que dize el conponedor d’este libro sobre los fechos d’estos dos nobles capitanes

   En este logar dize el qu’estas istorias fizo e conpuso esta brebe escritura que, non enbargante que los fechos d’estos dos capitanes se loan en igual, pero que pareçe grand diferençia del uno al otro, por donde non deven ser notadas sus virtudes en igual. E la causa que se deve notar es que Aníbal todos sus fechos fizo por sí, buscando gentes e vituallas e sueldo para ellos e todo regimiento e esfuerço e consejo, como aquel que le hera neçesario de lo buscar por sí; Çipión, non enbargante éste ser esforçado guerrero e conplido de toda vondad, pero nunca se vido desfalleçido de las cosas nesçesarias, antes fue sienpre probeído de la çibdad de Roma demasiadamente. E así deven notar a cada uno d’ellos sus fechos.

 

   Título de cómo Çipión, nieto d’este Çipión, destruyó la çibdad de Cartago del todo punto

   Después d’esto, fuendo cónsul(es) en la dicha çibdad de Roma Çipión el Africano, nieto d’este otro Çipión, que todos los que d’él suçedieron ovieron por sobrenonbre Africanos, porque Çipión, su agüelo, conquistó a África, (e) la çibdad de Cartago començó a bulliçiar algunas cosas, que non pareçieron bien a los romanos, por lo qual enbiaron a este Çipión Africano con grandes gentes sobre la dicha çibdad de Cartago e tomóla por luenga çerca e por fanbre. E tomada e presas en su poder todas las gentes d’ella, enbió al pueblo romano que qué [col. b] le mandaban fazer d’ella. E ayuntados todos los senadores e así mesmo el común de Roma, diversas opiniones se levantaron entre ellos, los unos diziendo que la dexasen estar en la subgeçión de Roma, segund estaba, e los otros dezían que la desatasen e despoblasen por sienpre en remenbrança de los grandes daños que Roma d’ellos avía reçebido; e los otros dezían que non la despoblasen, si non que, quando los romanos non fallasen con quién guerrear, que se matarían entre sí mesmos.

   E otras muchas opiniones e razones pasaron entre ellos que aquí serían largas de escrebir e, en fin de razones, fue acordado que la çibdad de Cartago fuese destroída, quemándola e robándola, e derribadas las çercas e torres e hedifiçios d’ella e pasados por espada todos los onbres d’armas d’ella e vendidos todos los otros onbres e mugeres e moços e moças por dineros, por que quedase a otras personas por enxienplo e castigo de la guerra e daños que los romanos d’ellos avían reçebido. E así fue conplido todo. E después acordaron de la poblar de gentes mesmas de los romanos. E así fue fecho e acabado todo lo susodicho en la dicha çibdad de Cartago, que fue poblada de la gente de los romanos.

  

   Título de los tienpos que duraron estas guerras e de las gentes que en ellas fallecieron

   Segund cuenta en esta guerra e segund se cuenta por las estorias de los romanos e africanos, (que) esta guerra más lo ovieron por inbidia que non por otra cosa, por ver quál era mayor çibdad, Roma o Cartago. E en aquellas guerras // [Fol. 137 r., col. a] ovo muchas vatallas, en que fueron vençidos, quando los unos, quando los otros; pero toda su guerra fue en tres vegadas: la primera se començó en tienpo de los cónsules Claudio e Çipión e Quinto Filvio, al tienpo que avía CDLXVI años que fuera Roma poblada, e duró XXIII años. E d’esta guerra fueron tan aquexados los de África que ovieron a fazer tregua con los romanos por XX años e dexaron las islas de Çerdeña e de Seçillia e las otras todas a los romanos, por donde se avía levantado esta guerra. E estas treguas fueron firmadas en tienpo de Luçio, cónsul de Roma, que los tenía en grand afincamiento e avía vençido e muertos muchos d’ellos; la segunda guerra ovieron a DXXXVI años que Roma fue poblada, en el tienpo de Galio Cornelio Çipión e de Marco Claudio [e] Claudio Marçel, cónsules de Roma. E esta guerra mobió Amúlcar, Enperador de Cartago, e acabóse en tienpo del enperador Aníbal, su fijo, quando lo vençió Çipión el Mançebo, segund dicho es, en la qual reçebieron mucho mayor daño los romanos, ca d’esta guerra enbió Aníbal a Cartago los tres moyos de sortijas de oro e fizo las grandes mortandades en ellos, segund dicho es. Pero en cabo d’esta guerra tan maltrechos fueron los de África que ovieron a fincar subejeto[s] al pueblo de Roma. E duraron las pazes d’esta segunda guerra LVI años; e la terçera se levantó en tienpo de Luz Consuro e de Marco Manillo, cónsules de Roma, en la sazón que avía DCII [col. b] años que Roma fue poblada. E non duró más de quatro años e fue peor para los de Cartago que las primeras, porque los de Cartago nunca sopieron estar en paz e alçáronse contra los romanos e fueron destroídos e despoblada la çibdad por sienpre por este Çipión el Mançebo, como dicho es.

   E fallé por las dichas escrituras de Roma e de Cartago, quesiendo saber las ánimas que morieron desque se començó esta guerra entre Roma e Cartago e de otros reyes e duques e prínçipes e señores que por causa d’esta guerra se posieron en ella, cada uno ayudando a su parte, unos a Roma e otros a Cartago, que morieron DCCCXXXIX mil DCCXXVII onbres de las vatallas e que se pone número çierto, eçebtas otras vatallas asaz e de muchas gentes e entradas de çibdades que se cuentan en las dichas estorias, que non se pone número çierto de los muertos, que se presume ser más de otros CC mil onbres. Así, llega el número d’esta estoria a un cuento e más de honbres muertos.

   E ninguna duda non se deve poner en los fechos d’estas guerras de Roma e de Cartago porque en todas las escrituras del mundo se escrebieron más cosas de las que pasaron, salvo en los de la Bribia, que se escribió verdad en todo en las istorias romanas, que fueron tantos tales los fechos que en Roma pasaron que non podieron ser escritos ni la ventena parte d’ellos conta[n]do los fechos que a ella fueron tocantes, porque en largos tienpos señorearon en todo el mundo e que por eso non podieron ser escritos conplidamente. Así lo afirman todos los poetas que fablaron de las escrituras que por el mundo fueron / [Fol. 137 v., col. a] falladas. Dizen los sabios filósofos [e] otros letrados que todas las cosas que Roma ovo, desde su comienço fasta qu’el Nuestro Señor vino en el mundo, le venieron de graçia debina, porqu’Él quería fallar a su naçimiento a todo el mundo so un señorío, porque allí avía de fazer cabeça de su Iglesia, así como lo fue y es.

   Aquí se acaba el sétimo libro de los XXV libros que Lope Garçía de Salazar fizo en esta Istoria de las bienandanças e fortunas estando preso en la su casa de Sant Martín e comiença el otabo libro, en que fabla de cómo se alçaron las Españas e los françeses e Inguelaterra, Escoçia e Turquía e otras tierras e de los grandes fechos que el ladrón Berçito e los españoles en armas fizieron por se les defender; e de las conquistas que los romanos dieron a Traso, el grand Ponpeo e a Julio Çésar (438) e de los fechos que cada uno d’ellos fizo; e de la muerte del dicho Traso e de los vandos que entre los romanos fueron levantados por inbidia, señoreando [a] (439) todo el mundo entre los dichos Jullio Çésar e Ponpeo, seyendo suegro e yerno; e cómo acabaron sus conquistas [e] començaron las vatallas çibdadanas entre sí; e de cómo veniendo Jullio Çésar apoderado a Roma por la entrar, le apareçió la imagen de Roma en sueños e de las cosas qu’él dixo al paso río Rubricón; e de cómo fuyó Ponpeo e todo el su bando de Roma a Chanpana e cómo lo siguió Jullio fasta que lo sacó de Italia; e de cómo ovieron vatalla en Duriçio e de cómo Julio fue vençido e non seguido, por que por esto se dixo: «ni Jullio [col. b] fue vençido ni Ponpeo supo vençer»; e de la mortal vatalla de Tesalio e cómo Ponpeo fue vençido e seguido e muerto; e de cómo Jullio César fue alçado Enperador de Roma e de cómo lo mataron los suyos a traiçión; e de cómo los mató Otabiano e suçedió por enperador en pos d’él e de los sus grandes fechos; e de los otros enperadores que pos d’él fueron en Roma e en Costantinopla e de los sus fechos e de las otras cosas que pasaron en Roma. E comiénçase a fojas CXXXVII e acábase a fojas CLVII.

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   406.- B: Çigüença, a la derecha de la columna. En el texto figuraba Cartago, que ha sido tachado.

   407.- e, interlineada por otra mano.

   408.- B: ha interlineado el prefijo des-.

   409.- dalente, en el manuscrito.

   410.- XXX mil personas, escrito al final del folio como reclamo.

   411.- adixo él, seguidamente.

   412.- titador, en el manuscrito.

   413.- e el Minunçio, en el manuscrito.

   414.- e, en el manuscrito.

   415.- Espacio en blanco en el manuscrito.

   416.- más, repetido seguidamente.

   417.- Nápor está escrito en tinta roja, como los restantes títulos, pero otra mano con tinta negra ha escrito las grafías –les sobre la grafía r.

   418.- llegaba, en el manuscrito.

   419.- arrenes, inicialmente, pero B ha tachado la grafía a y ha intelineado e.

   420.- yose, en el manuscrito.

   421.- reposa, en el manuscrito.

   422.- e de Cartago, copiado nuevamente a continuación.

   423.- los, en el manuscrito.

   424.- e guerreando, reclamo al final del folio.

   425.- los, en el manuscrito.

   426.- el, repetido a continuación.

   427.- los, en el manuscrito.

   428.- casado, la segunda sílaba interlineada, así como la primera grafía de ella.

   429.- la, en el manuscrito.

   430.- naçido, en el manuscrito.

   431.- daspués, en el manuscrito.

   432.- que la yo demando, seguidamente.

   433.- la, en el manuscrito.

   434.- Falta algo para que el sentido sea completo.

   435.- B: non te, interlineado; en el texto figura de la denegara.

   436.- venio, en el manuscrito.

   437.- la, en el manuscrito.

   438.- fueron dadas, seguidamente.

    439.- a, interlineada por otra mano.