Pedagogía de la liberación
De los Verbascum files.
Pedagogía de la liberación
La pedagogía más tradicional (en el sentido de primitiva) nos presenta el acto educativo como una transferencia en la que el que sabe (el profe) administra al que no sabe (el alumno) una serie de paquetes de conocimiento perfectamente dimensionados y reglados. Es lo que Paulo Freire denominabaconcepción bancaria de la educación, y como ya se habrán imaginado, se trata del modelo pedagógico que campa por las praderas educativas de nuestro vasto mundo escolar. Alguno de Vds. dirán que vaya forma de caricaturizar algo tan sagrado como la educación, pero lo auténticamente caricaturesco es asimilar el alumno a un receptáculo que hay que llenar, y la realidad a una aspirina inerte y descontextualizada.
Freire se especializó en programas de alfabetización de adultos en regiones donde la pobreza es la condición social por defecto. Consciente de que en este medio la educación contribuía a consolidar una situación de injusticia ignorando la marginación y la explotación a que están sometidos los pobres, diseñó programas en los que el aprendizaje se ligaba a la lucha colectiva por la mejora de las condiciones sociales y el reconocimiento de la propia cultura. El objetivo era ayudar a los alumnos a adquirir una conciencia crítica que les permitiese superar colectivamente su marginación, y el éxito fue tan grande que su modelo se exportó a otros lugares de Latinoamérica, África y, a pesar del tufillo marxista de su prosa, también a los EEUU.
Treinta años después sigue habiendo pobres e ignorantes en el mundo, pero la conciencia de esta injusticia ya no está amortiguada por la lejanía y las diferencias culturales. Muchos vienen a padecerla entre nosotros. Otros, amigos de la infancia, viven la paradoja de haber sido educados hasta la extenuación con bachilleratos, licenciaturas, másters y doctorados, y encontrarse aún así sometidos a la ignominia del desempleo, el infraempleo y la emigración. Quizá sean ellos la muestra más palpable del éxito de la pedagogía de la opresión: los que ven el paro como la consecuencia de la propia incapacidad y la pobreza como un fracaso personal para integrarse en una sociedad que simula la igualdad de oportunidades mientras se esmera en consolidar las herramientas que perpetúan las diferencias de clase.
Por ejemplo, el lenguaje discriminatorio. Por ejemplo, la negación del derecho a la crítica. Por ejemplo, el apoyo decidido a la educación religiosa. Por ejemplo…
Pupurrí ideológico de la educación tradicional:
La desigualdad es uno de los graves problemas del mundo. Es tan grave que no tiene solución, o al menos nosotros no se la hemos encontrado. Por tanto, debemos enseñar a la gente a convivir con esa desigualdad sin que aspire a jodernos el plan. El tema no se tratará en los colegios, y si aparece puntualmente lo plantearemos como algo estructural e irresoluble. Además, privaremos a los educandos de las herramientas que permiten entender la naturaleza del problema: enseñémosles una religión de la sumisión y la obediencia. Enseñémosles una historia de reyes y héroes en la que nunca el pueblo alcanza nada por sí sólo. Contémosles una ciencia sin fisuras, acrítica, incuestionable. ¿Matemáticas? Las que vayan a necesitar para el trabajo, pero nada de cuestionar las estadísticas o descubrir los truquitos de las hipotecas.
Presentemos siempre lo nuestro como lo bueno y lo de los demás como lo malo o incompleto. Nuestra democracia es perfecta y ellos ni siquiera son capaces de gobernarse a sí mismos. Son unos bárbaros, unos atrasados, víctimas quizá de una cultura inferior, subdesarrollada. Entronicemos la tecnología y la riqueza. Poder y dinero: no necesitamos otros valores. El que es pobre es porque no da para más, porque no merece más.
El sentido de la vida es integrarse en la sociedad: ser uno más y hacer como todos. No desviarse de la línea de puntos. Convencernos de que el mundo es como es y no hay nada que podamos hacer para cambiarlo.
¿Qué diferencia a Vendell de un senegalés que vende discos pirateados? ¿Que uno es más oscuro que otro? ¿Que hablan idiomas distintos? ¿El tiempo que les queda de vida? ¿Las caries?
Todo eso puede ser relevante en el caso concreto de Vendell y Roger, pero lo importante es que en general, lo que nos diferencia a nosotros de ellos es la cartilla de derechos. Porque ya se puede imaginar, Polinesio, que cuando hablamos de igualdad no estamos soñando con Castro, Ceaucescu o Stalin.