El error como fuente de conocimiento
(En el saco de: )
Pocas cosas hay tan irritantes como ese afán de perfeccionismo que algunos llevamos dentro, que nos impide perdonarnos el mínimo fallo y que nos reprocha de modo impertinente cualquier despiste. Yo soy una de ellas. Me tengo por un pato, ya se lo comentaba en otra ocasión, pero eso no pasa de ser un ejercicio intelectual. He descubierto en mí ciertos ramalazos que, si los viera en otra persona, me provocarían horas de carcajadas burlonas.
Alineo los cubiertos con las rayas del mantel y, si no tiene rayas, los encuadro con el plato formando una magistral tangente. Las colillas de mi cenicero terminan formando un círculo perfecto, con el filtro en la misma dirección, alrededor de una minúscula montaña formada por la ceniza. Elijo las pinzas de colgar la ropa por colores ¡imposible poner en la misma toalla una amarilla y una verde! Lo compenso, no obstante, con algunas calamidades. La mesa de mi despacho es un caos inigualable, un paraíso para los CSI, vamos. Riego las plantas a intervalos totalmente irregulares y en cantidades absolutamente aleatorias, con lo que las vuelvo locas y no saben si están en primavera o en otoño. Mantengo durante meses en el bolsillo de la chaqueta el resguardo de la tarjeta de embarque de algún avión que ya está en desguace, etc.
Pero hoy no venía a hablarles de esto. Hoy quería comentarles el recurso inagotable que supone el error como fuente de conocimiento. Es una reflexión que llevo hecha desde hace cienes de años, cuando entré en este mundo de la informática, pero hay veces en que, como hoy, se me hace mucho más evidente. Y me reafirmo. Hay que equivocarse. Y muchas veces. Y aceptar la equivocación con algazara. Y cuanto más estrepitoso sea, tanto más alboroto ha de provocar. Es un paso hacia la sabiduría.
Total, que se me ha hecho tardísimo y no he llegado al meollo de la cuestión. Mañana les cuento.
Pensándolo bien ¿Y quién quiere ser sabio?
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Comentarios
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| Más! Más!
Por favor… |
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| Me sumo a la petición de fernand0.
Me recuerda a una serie de dibujos animados («El autobús mágico») en el que la profesora, una tal Señorita Rizos, anima a sus estudiantes con voces de «¡cometamos errores!». También hay una niña que dice «según mis informes …», y un niño que tiene miedo de meterse en el autobús amarillo que se convierte en un submarino y entra por el torrente sanguíneo para ver cómo funciona eso del oxígeno y la sangre … Ya puestos, hay un enlace de wikipedia (que enlaza al final con la página oficial), y se puede buscar en Google para verlo en español. Pena que no sea libre 😉 |
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| Una vez comentamos algo parecido, tumbados en medio de un bosque y con muy buenas compañias.
Con los errores aprendemos. Pero hay que reconocerlos. Hay que ser capaz de preguntar, sin vergüenza, como se hacen las cosas que no sabemos. Y sobre todo, intentar hacerlo nosotros mismos. P.D.: Lo de las manías debe ser otra característica curiosa del ser humano. Yo, que soy un desastre en organización, tengo la manía de doblar todas las cosas a la perfección, punta con punta, ya sean folios, sabanas o billetes. |
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| Como dijo Oscar Wilde, la experiencia no tiene ningún valor etico alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores. | |||
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| … Porfa Jaio! NO reveles mis secretos!!!!! | |||
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| A mi me gustaría ser sabio. Ya sé que es un error, pero bueno… es lo que hay. | |||
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| Tengo un amigo que al levantarse y ver que tiene un día por delante, saca una banderita y es la banderita de tonto porque, dice el, que es una palabra que ofende a todo el mundo y considera que es tan comun ser listo que no le vale, que prefiere ser tonto | |||
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| Por primera vez he conseguido enlazar algo en esta vida. Me siento util(pero tontisimo) | |||
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| Yo hago lo mismo que tú con las pinzas!!! Las azules con lo azul, las amarillas con lo amarillo……. Y no te preocupes por las plantas. La madre naturaleza es todavía más extraña que tú :)) |
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| fernand0: ¡buf! ¡es que me confundo tanto! A ver si…
lucas: Gianni Rodari tiene un libro antológico «Cuentos por teléfono» que no tiene desperdicio, ese cuento al que usted se refiere tiene mucho de Rodari. Ese cuento es precioso, por cierto. atleta: ¡muy buena cita! y no la conocía. Haré uso de ella. Gracias. canopus ¿se acuerda? ¡qué buen rato pasamos! Conocer los propios errores parece más fácil que re-conocerlos ¿verdad? es una estupidez no re-conocerlos, porque total… están ahí, a la vista del público. Por cierto, lo de las manías era para demostrar que, aunque soy perfeccionista, lo soy pero menos. 😛 palas: son secretos a voces… después de su confesión… De todos modos… me debe usted una revista ¿recuerda? Vendell: A mi me gustaría ser sabio. Ya sé que es un error, pero bueno… es lo que hay. Usted ¡es un genio! Dorvisou: Paco, algo útil pero tontísimo es un ordenador, por ejemplo. No se equivoca nunca, pero es incapaz de tomar una decisión. Pau yo las pongo por colores entre sí ¡y por supuesto que deben combinar con la ropa que cuelgo! Por ejemplo: nunca pondría unas pinzas amarillas para sujetar una toalla roja. |
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| El reconocer que hay que equivocarse muchas veces, es una falsa humildad, para los sabios en ciernes.. ja ja, ¿somos o no somos herederos de Clío? ¿No éramos perfectas? ..pero, como es lo que hay, y.. tantas veces y.. toda la vida… sigamos en ese camino de caos organizado para placer, crecimiento y plantío de desconcierto a los próximos y extraños.
El reconocer que nos equivocamos y reírnos y buscarle el lado positivo es confirmar el camino hacia la «Sabiduría» y además la realidad misma, ese si que es el pulpo que aceptamos como amigo histórico. Las «plantas amigas» y las «pinzas» para la colada, de coco y de corazón y todo lo demás que organizamos locamente pero en la armonía sana de nuestro caos ridículamente humano, eso si que es algazara de la buena, si le sumamos una alcatara destilando todos los días néctares vitales, para qué más, ¿eh Jaio? |
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| A ver Alfarache hágame usted el favor de descender del olimpo al mundo de los simples mortales. Que las que tenemos intelectualidad de vuelo gallináceo… hemos de esforzarnos en demasía a estas horas de nocturnidad.
¿Decía usted…? Pues sip. Separar, por medio de la pasión, las vivencias volátiles de las que dejan poso, es un ejercicio altamente recomendable para mantener saneada la mente. Y el corazón. |
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